CAPITULO 15: La Perfección de la Ley y la Imperfección del Ser Humano

CAPITULO XV: La Perfección de la Ley y la Imperfección del Ser Humano

3.15 Confesamos y reconocemos que la Ley de Dios es en sumo grado justa, adecuada, santa y perfecta, ordenando aquellas cosas que, hechas con propiedad, pueden dar vida y conducir al ser humano a la eterna felicidad (1); pero nuestra naturaleza es tan corrompida, débil, e imperfecta, que nunca somos capaces de cumplir perfectamente las obras de la Ley. Aun después de nuestro nuevo nacimiento, (2) si decimos que no estamos en pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad de Dios no mora en nosotros. (3) Por lo tanto, es esencial para nosotros asirnos de Cristo, de su justicia y su expiación, ya que él es el fin y la consumación de la Ley y que es por él que somos liberados de modo que el anatema de Dios no caiga sobre nosotros, aun cuando no cumplamos la Ley en su totalidad. (4) Porque así como Dios el Padre nos ve en el cuerpo de su Hijo Cristo Jesús, él acepta nuestra obediencia imperfecta como si fuera perfecta (5) y cubre nuestras obras, desfiguradas por muchas manchas, (6) con la justicia de su Hijo.

No queremos decir que somos de tal modo liberados que no tengamos que obedecer la Ley—ya que hemos reconocido su importancia—pero afirmamos que ningún ser humano en la tierra, con la única excepción de Cristo Jesús, ha obedecido, obedece y obedecerá tal como la Ley lo requiere. Cuando la hayamos cumplido todos, debemos caer de rodillas y confesar sinceramente que somos siervos inútiles.(7) Por tanto, quienquiera que se jacte de los méritos de sus propias obras o ponga su confianza en obras súper meritorias se jacta de algo que no existe y pone su confianza en una abominable idolatría.

1. Lev. 18:5; Gal. 3:12; 1 Tim. 1:8; Rom. 7:12; Ps. 19:7-9; 19:11.

2. Deut. 5:29; Rom. 10:3.

3. 1 Kings 8:46; 2 Chron. 6:36; Prov. 20:9; Eccl. 7:22; 1 John 1:8.

4. Rom. 10:4; Gal. 3:13; Deut. 27:26.

5. Phil 2:15.

6. Isa. 64:6.

7. Luke 17:10.