43. EL ESPÍRITU COMO SANTIFICADOR

Capitulo 43 EL ESPÍRITU COMO SANTIFICADOR

LAS GRANDE DOCTRINAS DE LA BIBLIA

por R. C. Sproul

Traductora: Marcela Robaína

43 EL ESPÍRITU COMO SANTIFICADOR

Dios llama a todas las personas a reflejar su carácter santo: "Como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo" (l Pet. 1:15-16). Nuestro problema radica en que nosotros mismos no somos santos. Sin embargo, la Biblia se refiere a nosotros como "santos". El término santo significa "uno que es santo". Como no podemos encontrar la santidad en nosotros mismos, debemos ser hechos santos. Es el Espíritu Santo el que actúa en nosotros para hacernos santos, para hacernos conforme a la imagen de Cristo. Como la Tercera Persona de la Trinidad, el Espíritu Santo no es más santo que el Padre ni que el Hijo. Sin embargo, no hablamos del Padre Santo, del Hijo Santo y del Espíritu Santo. Al Espíritu de Dios se lo llama el Espíritu Santo no tanto por su persona (que sin duda es santa) sino por su obra, que nos hace santos.

Es la tarea especial del Espíritu Santo hacernos santos. Él nos consagra. El Espíritu Santo cumple el papel de santificador. Ser santificado es ser hecho santo, o justo. La santificación es un proceso que comienza en el instante en que nos convertimos en cristianos. El proceso continúa hasta nuestra muerte cuando el creyente es hecho justo por última vez, completamente y para siempre.

La fe de la Reforma es muy precisa en cuanto a su énfasis sobre la obra del Espíritu Santo por sí solo en la regeneración. No lo ayudamos al Espíritu Santo en nuestro nuevo nacimiento. Rechazamos de plano cualquier noción de esfuerzo cooperativo en el nuevo nacimiento del creyente. La santificación, sin embargo, es otro asunto. Nuestra santificación es un emprendimiento cooperativo. Debemos trabajar junto con el Espíritu Santo para crecer en la santificación. El apóstol Pablo expresó esta idea en su carta a la iglesia de Filipo:

Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad (Phil. 2: 12-13).

El llamado a la cooperación implica trabajo. Debemos trabajar en serio. Trabajar con temor y temblor no sugiere un espíritu de terror sino de reverencia unida al esfuerzo. Somos consolados por el conocimiento de saber que no estamos solos para hacer este trabajo ni librados a nuestros propios esfuerzos. Dios está trabajando dentro nuestro para lograr nuestra santificación.

El Espíritu Santo mora dentro del creyente, obrando para producir una vida más justa y un corazón más recto. Debemos ser cuidadosos, sin embargo, y no confundir la morada interior del Espíritu Santo con ninguna deificación del individuo. El Espíritu está dentro del creyente y obra con el creyente, pero no se convierte en el creyente. El Espíritu obra para producir la santificación de los seres humanos, no la deificación de las criaturas. Cuando el Espíritu mora en nosotros, Él no se convierte en humano ni nosotros nos convertimos en dioses. El Espíritu Santo no destruye nuestras identidades personales como seres humanos. Por medio de nuestra santificación nos hemos de convertir en semejantes a Dios en nuestro carácter, pero no en nuestro ser.

Resumen

1. Dios nos llama a reflejar su santidad.

2. Para ser santos es necesario que recibamos la santidad desde fuera de nosotros mismos.

3. El Espíritu Santo es llamado santo por su obra como nuestro santificador.

4. La santificación es un proceso que dura toda la vida.

5. La santificación es un trabajo cooperativo, que involucra al creyente y al Espíritu Santo.

6. El Espíritu Santo que mora en nosotros no nos deifica.

Pasajes bíblicos para la reflexión

Jn. 15:26

2 Cor. 3:17-18

Gal. 4:6

Phil. 2:12-13

1 Pet. 1:15-16