Capitulo 03. El Mandato de Dominio
Capitulo 3 EL MANDATO DE DOMINIO
Sardis: El juicio contra los muertos (Rev. 3:1-6)
Días de Retribución - Chilton
Parte Dos
1 Escribe al ángel de la iglesia en Sardis: El que tiene los siete espíritus de Dios, y las siete estrellas, dice esto: Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, y estás muerto.
2 Sé vigilante, y afirma las otras cosas que están para morir; porque no he hallado tus obras perfectas delante de Dios.
3 Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; y guárdalo, y arrepiéntete. Pues si no velas, vendré sobre tí como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre tí.
4 Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras; y andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas.
5 El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles.
6 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.
v1 Al obispo de la iglesia de Sardis, Cristo se anuncia como el que tiene los siete espíritus de Dios. Como ya hemos visto (sobre 1:4), éste es un término aplicado al Espíritu Santo quien, como declara el Credo de Nicea, "procede del Padre y del Hijo". Cristo también posee las siete estrellas, los ángeles de las siete iglesias (Rev. 1:16,20). Los dirigentes de las iglesias son suyos, y en todo momento responden ante Él. Y los ancianos de Sardis necesitaban desesperadamente que se les recordara esto, pues habían dejado morir la iglesia.
Conozco tus obras, les dice el Señor. Tienes nombre de que vives. La iglesia de Sardis tenía fama de ser una congregación activa, "viva" para Cristo. Sin duda, era bien conocida en Asia como representante de la fe cristiana en una ciudad rica y famosa. Estaba, quizás, de moda y era popular en la comunidad; no hay evidencia de que, en un período de creciente persecución, la iglesia de Sardis fuese atacada. En realidad, la evidencia indica todo lo contrario, que la iglesia casi se había identificado por completo con la cultura que la rodeaba. Esta iglesia activa, aparentemente fructífera y creciente, estaba en realidad muerta. Debemos observar que la muerte de Sardis no consistía necesariamente en la falta de actividades juveniles o reuniones de comunión (que es la razón de que las iglesias tiendan a ser llamadas "muertas" hoy día). Más bien, la iglesia se había secularizado, como observa Mounce correctamente. 1 Su visión fundamental del mundo no era nada diferente de la cultura pagana que la rodeaba. Su perspectiva era similar a la de los que en otra parte de las Escrituras son descritos como "muertos en delitos y pecados" (Eph. 2:1-3). Sardis se había "identificado por completo con el ambiente pagano que la rodeaba". 2
v2-3 El Señor le hace a Sardis dos amonestaciones. Primera, ¡despierta! G. R. Beasley-Murray señala algunos hechos interesantes sobre el pueblo de Sardis, que sirven como trasfondo apropiado para esta declaración: "Sardis fue construida sobre una montaña, y se construyó una acrópolis en las estribaciones de esta montaña, que era poco menos que inexpugnable. Y, sin embargo, dos veces en la historia de la ciudad, ésta había sido sorprendida y capturada por enemigos. El paralelo con la falta de vigilancia de la iglesia es impresionante". 3 Sardis no está muerta por completo, pero estas cosas están a punto de morir. Aunque el Señor todavía no ha cancelado a la iglesia entera, el peligro es real e inmediato. Los ancianos de Sardis deben comenzar ahora mismo a reforzar las cosas que quedan.
En este punto, algunos miembros de Sardis podrían haberse quejado: "¿Por qué nos regañas? ¡No hemos hecho nada!" Y ese era precisamente el problema. Sardis tenía obras, pero no eran completas; a los ojos de Dios, no habían sido cumplidas. En realidad, Sardis puede haber parecido ser la iglesia más "viva" por esta misma razón: Como iglesia muerta, no experimentaba ni controversia teológica ni persecución. "Contenta con la mediocridad, careciendo tanto de entusiasmo para albergar una herejía como la profundidad de convicción que provoca intolerancia, era demasiado inocua para que valiera la pena perseguirla". 4 Puede que Satanás haya pensado que Sardis caminaba bastante bien sin su interferencia, y que era mejor dejarla en paz.
En su segunda amonestación, Cristo ordena: Recuerda, por tanto, lo que has recibido y oído - el evangelio, el ministerio y los sacramentos, y (en el caso de los ancianos a los cuales se dirige esto específicamente) los privilegios y las responsabilidades de ocupar un puesto en la iglesia de Jesucristo. Todas estas cosas ellos las habrían de preservar, vigilar, y guardar; y eso significaba que debían arrepentirse de su indolente actitud y conducta.
Por lo tanto, si no te arrepientes, advierte Cristo, vendré a tí como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre tí. Para repetir lo que se ha señalado cuidadosamente más arriba (véanse los comentarios sobre Rev. 1:7; 2:5, 16), la amenaza de la venida de Cristo contra una iglesia local, o hasta contra una nación o grupo de naciones, no es la misma que la Segunda Venida (es decir, el fin del mundo). Todo el mundo puede acceder a Cristo el Señor en todo momento, y cualquier individuo, familia, iglesia, negocio, sociedad, o nación desobediente está expuesto a que Cristo venga en juicio - un juicio que puede incluir cualquiera o todas las maldiciones del pacto descritas en Levítico 16 y Deuteronomio 28. En todo caso, las palabras "sobre tí" indican una venida local; el que los comentaristas y predicadores hayan dejado de entender este simple hecho es el resultado predecible de una hermenéutica llana y futurista que linda con la incultura bíblica.
v4-6 Sin embargo, había algunas personas en Sardis que habían permanecido fieles a lo que habían recibido y oído, y no habían manchado sus vestidos; no se habían secularizado ni conformado a la cultura pagana que les rodeaba. De ellos, Cristo dice: Caminarán conmigo vestidos de blanco, porque son dignos. El que venciere será vestido de vestiduras blancas. Los santos son vistos vestidos de blanco siete veces en el Libro de Apocalipsis (Rev. 3:5, 18; 4:4; 6:11; 7:9, 13; 19:14), y en la Escritura el color blanco es obviamente un símbolo de pureza y justicia, cuyo origen primero se remonta a la brillantez como de sol de la Nube de Gloria: En Cristo, los santos son recreados a imagen de Dios, y son revestidos del Nuevo Hombre, Jesucristo (Gal. 3:27; Eph. 4:24; Col. 3:10). Por lo tanto, el que seamos vestidos de las vestiduras blancas de justicia tiene lugar definitivamente a nuestro bautismo (Gal. 3:27), progresivamente mientras trabajamos por nuestra salvación en obediencia diaria a los mandamientos de Dios, "vistiéndonos de" las gracias y virtudes cristianas (Col. 3:5-17), y finalmente en el día postrero (Col. 3:4; Jude 24). Como sucede con todas las promesas hechas a los vencedores en Apocalipsis, ésta también es simplemente una descripción de un aspecto de la salvación, de la cual participan todos los elegidos de Dios.
En la segunda promesa de esta carta en relación con los vencedores, Cristo dice: No borraré su nombre del Libro de la Vida. Esta afirmación ha sido fuente de controversia por generaciones. ¿Puede apostatar un verdadero cristiano? ¿Puede usted perder la salvación? Se han ofrecido por lo menos tres respuestas erróneas:
1. Los que han sido verdaderamente salvados por la redención de Cristo pueden apostatar y perderse para siempre. Esta es la clásica posición arminiana, y es negada por las Escrituras absoluta y categóricamente. La naturaleza de la salvación proporcionada por Cristo es eterna, y nuestra justificación a la vista de Dios no está basada en nuestras obras sino en la justicia perfecta y consumada, así como en la expiación sustitutiva de Cristo Jesús. (Véase Jn. 3:16; 5:24; 6:35-40; 10:27-30; Rom. 5:8-10; 8:28-39; Eph. 1:4-14; 1 Thes. 5:23-24; 1 Jn. 2:19).
2. Todos los que han "aceptado a Cristo" serán salvos; no importa lo que hagan más tarde, no pueden ser condenados. Esta es la clásica posición "evangélica cobarde", y a ella también se oponen las Escrituras. Los que adoptan esta posición intentan comer con ambas manos, por decirlo así: No quieren al Dios predestinador que predican los calvinistas, pero tampoco tienen el valor de afirmar el arminismo plenamente. Quieren que el hombre sea soberano al escoger su salvación, sin interferencia de un decreto de Dios; pero quieren que la puerta de la salvación se cierre con fuerza tan pronto el hombre entra, para que no pueda salir. Pero la Biblia enseña que Dios ha predestinado absolutamente todas las cosas y reina soberanamente sobre todos. Él ha escogido infaliblemente a todos los que han de ser salvos, extendiéndoles su gracia irresistible; y ha determinado quiénes serán condenados, reteniéndoles Su gracia (véase Mat. 11:25-27; 20:16; 22:14; Mk. 4:11-12; Lk. 4:25-27; 17:1; 22:22; Jn. 6:37-39, 44; 12:39-40; Acts 4:27-28; 13:48; Rom. 9:10-26; 11:2, 5-10; 1 Cor. 1:27-31; Eph. 1:4-5, 11; 1 Thes. 5:9; 2 Thes. 2:13; 2 Tim. 1:9; 2 Tim. 2:10; 1 Pet. 1:1-2; 2:8-9; Jude 4). 5
Sin embargo, la Biblia también enseña que hay quienes profesan creer en Cristo, y según todas las apariencias, se cuentan entre los elegidos, pero finalmente apostatarán de la fe y heredarán la condenación antes que la salvación. Judas es el ejemplo obvio, pero de ninguna manera el único. El Antiguo Testamento proporciona incontables ejemplos de miembros del Pacto que se apartaron de la fe, y el Nuevo Testamento nos advierte una y otra vez de la ira de Dios contra los que quebrantan su pacto (véase Mat. 7:15-23; 13:20-21; 24:10-12; Mk. 4:5-17; Lk. 8:13; Jn. 15:1-10; 1 Cor. 9:27; 10:1-12; 2 Thes. 2:3; 11-12; 1 Tim. 4:1-3; 2 Tim. 3:1-9; 4:3-4; Heb. 2:1-3; 3:12-14; 6:4-6; 10:26-31; 35-39; 2 Pet. 2:1-3, 20:22; 3:17). Como escribió John Murray: "Es completamente erróneo decir que un creyente está a salvo sin tomar en cuenta su vida subsiguiente de pecado e infidelidad. La verdad es que la fe de Cristo Jesús siempre toma en cuenta la vida de santidad y fidelidad. Por esta causa, nunca es correcto pensar en un creyente sin tomar en cuenta los frutos de fe y santidad. Decir que un creyente está a salvo cualquiera pueda ser el alcance de su adicción al pecado en su vida subsiguiente es abstraer la fe en Cristo de su misma definición, y ministra al abuso que convierte la gracia de Dios en lascivia. La doctrina de la perseverancia es la de que los creyentes perseveran; es imposible subrayar demasiado que se trata de la perseverancia de los santos. Y eso significa que los santos, los que están unidos a Cristo por el eficaz llamado del Padre y porque el Espíritu Santo mora en ellos, perseverarán hasta el fin. Si perseveran, soportan, continúan. No es en modo alguno que serán salvos sin tomar en cuenta su perseverancia o su continuidad, sino que con certeza perseverarán. En consecuencia, la seguridad suya es inseparable de su perseverancia. ¿No es esto lo que Jesús dijo? 'El que persevere hasta el fin, éste será salvo'". 6
3. Todas las personas del mundo están inscritas en el Libro de la Vida, pero los incrédulos son borrados de él después de que ha pasado la época de rendir cuentas. Esta idea es tan ridícula que la Biblia ni siquiera gasta tiempo refutándola directamente (aunque los pasajes ya enumerados indican que son puras tonterías, para decirlo decentemente). ¿En qué parte de las Escrituras hay una brizna de evidencia de que hay una "época de rendir cuentas"? ¿En qué parte apoya la Biblia en absoluto a la siguiente joyita tomada de un bien conocido erudito cristiano?
Puesto que Cristo murió por el pecado inherente en toda persona concebida, un niño que muere antes de convertirse en un pecador deliberado y consciente no necesita ser "salvado" del pecado, pues nunca ha pecado, y pues Cristo ha hecho propiciación por su pecado innato. 7
Hay por lo menos cinco errores teológicos en esa sola oración, pero concentrémosnos en el punto principal: la idea de que los niños son básicamente sin pecado, o sin pecado "deliberado", cuando nacen, y permanecen en esa condición hasta que alcancen la mística "edad de responsabilidad". En primer lugar, la verdadera edad de responsabilidad se alcanza en el momento de la concepción: Todos los hombres son en todo momento responsables ante Dios (véase Ps. 51:5; Rom. 3:23). Segundo, todos los hombres están ya bajo sentencia de condenación; separados de la gracia salvadora de Dios, están condenados desde el momento en que existen (véase Jn. 3:18, 36; Rom. 5:12-19). 8 ¿Por qué otra razón mueren los bebés (Rom. 6:23)? Tercero, los bebés son pecadores deliberados: "Se apartaron los impíos desde la matriz; se descarriaron hablando mentira desde que nacieron" (Ps. 58:3; comp. Ps. 53:2-3; Rom. 3:10-12, 23; Eph. 2:1-3). Ahora bien, o la doctrina de la "edad de responsabilidad" es errónea, o la Biblia está equivocada. ¿A cuál de las dos hemos de creer? El hecho es que la idea de la no pecaminosidad de los bebés es pagana, sin apoyo bíblico. Es un mero sentimentalismo anticristiano, que rehusa escuchar la palabra de Dios, e intenta reemplazarla con la palabra del hombre - o, más probablemente, con la palabra de poetas afeminados que garabatean sentimentaloides tarjetas de saludo. Está en el mismo nivel que el parecer de que cada vez que una hada se suena su diminuta nariz nace un bebé.
Para terminar con este punto: La amenaza expresada por Jesús aquí es muy real. Los que están en el Libro de la Vida - es decir, los que son miembros de iglesia bautizados, que profesan creer en Cristo, y son contados y tratados como cristianos - deben permanecer fieles a Cristo. Si apostatan y se convierten en herejes, inmorales, o simplemente se "secularizan", de la manera en que le ocurrió a Sardis, serán borrados, eliminados del registro de los redimidos. Pero el cristiano que supera estas tentaciones, demostrando así que Cristo le ha comprado realmente y le ha hecho suyo, no está en peligro - su nombre jamás será borrado.
La promesa final al que vence refuerza esta idea: Le confesaré delante de mi Padre y delante de sus ángeles. Esto refleja las afirmaciones de Jesús en los evangelios: "A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos. Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también le negaré delante de mi Padre que está en los cielos" (Mat. 10:32-33; comp. Mk. 8:38; Lk. 12:8-9). Muchos cristianos de Sardis negaban a Cristo delante de su comunidad, pues se empeñaban en ser alabados de los hombres antes que de Dios. En el juicio final, oirán estas palabras del Hijo de Dios: Nunca os conocí; apartaos de mí, obradores de maldad (Mat. 7:23). Pero los que vencieron estas tentaciones serán gozosamente reconocidos por Cristo como suyos. Este mensaje es tan importante y necesario hoy día como lo era hace 2000 años. ¿Tenemos oídos para oír lo que el Espíritu dice a las iglesias?
Filadelfia: El juicio contra la sinagoga de Satanás (Rev. 3:7-13)
7 Escribe al ángel de la iglesia en Filadelfia: Esto dice el Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre:
8 Yo conozco tus obras; he aquí, he puesto delante de tí una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar: porque aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre.
9 He aquí, yo entrego de la sinagoga de Satanás a los que se dicen ser judíos y no lo son, sino que mienten; he aquí, yo haré que vengan y se postren a tus pies, y reconozcan que yo te he amado.
10 Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra.
11 He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona.
12 Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo.
13 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.
v7 Como la iglesia de Esmirna, la iglesia de Filadelfia había sido especialmente perseguida por los judíos apóstatas. Cristo inicia su mensaje a los ancianos declarándose como el que es santo, un término bíblico establecido para Dios (comp. Is. 40:25), y el que es verdadero, en contraste con los mentirosos dirigentes judíos, que habían rechazado la verdad. Jesucristo tiene también la llave de David: Él abre, y ninguno cierra; Él cierra, y ninguno abre. Esta es una alusión a Is. 22:15-25, donde Dios acusa a un mayordomo real de falsedad, de traicionar su confianza. Dios declara: "Y te arrojaré de tu lugar, y de tu puesto te empujaré" (v. 19; comp. Gen. 3:22-24). Además, Dios reemplazará al mayordomo falso con uno fiel (comp. 1 Sam. 13:13-14):
Y lo vestiré de tus vestiduras, y lo ceñiré de tu talabarte, y entregaré en sus manos tu potestad; y será padre al morador de Jerusalén, y a la casa de Judá. Y pondré la llave de la casa de David sobre su hombro; y abrirá, y nadie cerrará; cerrará, y nadie abrirá. (Is. 22:21-22).
Cristo está anunciando así que los oficiales del Israel apóstata eran falsos mayordomos: han sido echados de sus puestos, despojados de toda legítima autoridad, y reemplazados por Aquél que es santo y verdadero. Los guardas de la puerta de la sinagoga habían excomulgado a los cristianos, declarándoles apóstatas. En realidad, dice Cristo, sois vosotros, los de la sinagoga, los apóstatas; sois vosotros los que habéis sido expulsados del Pacto; y yo he tomado vuestro lugar como el Verdadero Mayordomo, el Pastor y Supervisor del Pacto (comp. 2 Pet. 2:25).
v8-9 Y así el Señor puede consolar a estos cristianos sufrientes, los cuales, a causa de haber seguido a Cristo fielmente, han sufrido una injusta excomunión del Pacto. Yo conozco tus obras, les asegura. Has sido dejado fuera de la puerta por los porteros, pero debes recordar que yo soy el que tiene la llave, y he aquí, he puesto delante de tí una puerta que nadie puede cerrar. El mismo Señor del Pacto les ha admitido en su comunidad, y ha echado fuera a los que pretenden tener las llaves; los cristianos fieles no tienen nada que temer. La iglesia de Filadelfia sólo tiene algo de poder - no es prominente, elegante, ni exteriormente próspero, en contraste con la impresionante iglesia de Sardis, aparentemente "viva" y transigente. Pero ha sido fiel a lo que se le ha dado (comp. Lk. 19:26): Has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre.
Por lo tanto, yo haré que esos de la sinagoga de Satanás, que dicen que son judíos, pero no lo son, sino que mienten - he aquí, haré que vengan y se postren a tus pies, y sepan que yo te he amado. Nuevamente los judíos apóstatas son revelados en su verdadera identidad; la sinagoga de Satanás (comp. Rev. 2:9). Nuevamente, no existe tal cosa como el judaísmo "ortodoxo"; no existe tal cosa como una genuina creencia en el Nuevo Testamento que sea consistente con un rechazo de Jesucristo como Señor y Dios. Los que no creen en Cristo no creen en el Antiguo Testamento tampoco. El dios del judaísmo es el diablo. El judío no será reconocido por Dios como miembro de su propio pueblo sino cuando abandone su religión demoníaca y regrese a la fe de sus padres - la fe que abraza a Jesucristo y a su evangelio. Cuando los judíos que rechazan a Cristo aseguran que siguen las pisadas de Abraham, dice Jesús, mienten. Y, aunque en la actualidad dominan en Filadelfia, su dominio sobre el pueblo del verdadero pacto no durará mucho. Cristo mismo les obligará a venir y postrarse a los pies de los cristianos. En esta afirmación hay una irónica referencia a Is. 60:14, donde Dios hace esta promesa al pueblo del pacto, que había sido perseguido por los paganos:
Y vendrán a ti humillados los hijos de los que te afligieron, y a las pisadas de tus pies se encorvarán todos los que te escarnecían, y te llamarán Ciudad de Jehová, Sión del Santo de Israel.
Los que afirman falsamente ser judíos están realmente en la posición de los paganos perseguidores; y se verán obligados a reconocer la posición en cuanto al pacto de la iglesia como heredera de las promesas hechas a Abraham y a Moisés. Porque la iglesia es el verdadero Israel, y al entrar a la iglesia, estos creyentes "se han acercado al monte de Sión y a la ciudad del Dios vivo" (Heb. 12:22). El Israel apóstata ha sido podado del árbol de la vida del pueblo del pacto, mientras que los creyentes en Cristo de todas las naciones han sido injertados (Rom. 11:7-24). La única esperanza para los que están fuera de la línea del pacto, sin importar su herencia étnica o religiosa, es reconocer a Cristo como el único Salvador y Señor, sometiéndose a Él. A menos y hasta que los judíos sean injertados en la línea del pacto por la gracia de Dios, permanecerán fuera del pueblo de Dios, y perecerán con los paganos. La Biblia sí hace la promesa de que los descendientes de Abraham regresarán a la fe de Cristo Jesús (Rom. 11:12, 15; 23:2). 9 Pero, a menos que lo hagan, la Escritura los clasifica con los paganos (con una gran diferencia, sin embargo: la condenación del judío apóstata es mucho más severa que la del pagano ignorante; véase Rom. 2:1-29).
v10-11 A causa de que los perseguidos cristianos de Filadelfia habían guardado la palabra de perseverancia, su Señor les promete a cambio guardarles en la hora de la prueba. Nótese bien: Cristo no está prometiendo raptarles o llevárselos, sino guardarlos. Está prometiendo preservarlos en la prueba, protegerlos de las caídas (Jude 24). Aunque este es uno de los versículos que los dispensacionalistas han afirmado que apoya la teoría del "rapto antes de la tribulación", cuando se le mira de cerca en realidad no revela nada de eso. En realidad, no dice nada en absoluto sobre el fin del mundo o la Segunda Venida: La "hora de la prueba" a la que se alude aquí se identifica como la hora que está a punto de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran en la tierra. Habla del período de tribulación que, en la experiencia de los lectores del siglo primero, estaba a punto de ocurrir. ¿Tiene sentido que Cristo le prometiera protección a la iglesia de Filadelfia contra algo que sucedería miles de años más tarde? "¡Alégrense, fieles y sufrientes cristianos del Asia Menor del siglo primero: No permitiré que los destruyan aquellos proyectiles teledirigidos soviéticos y los Killer Bees!" Cuando los cristianos de Filadelfia se preocupaban por cosas más prácticas e inmediatas - la persecución oficial, la discriminación religiosa, el ostracismo social, y los boycots económicos - ¿qué les importarían las lucrativas historias de horror de Hal Lindsey? Torciendo pasajes como estos para acomodarlos a sus fantasías pasajeras, ciertos dispensacionalistas modernos han añadido a la Palabra de Dios, y demeritado su mensaje; y así, han caído bajo la maldición de Apocalipsis Rev. 22:18-19.
No, la prometida hora de la prueba estaba en el futuro inmediato, como lo atestigua la Escritura universalmente; una mera hora de prueba, para ser reemplazada por mil años de gobierno ( Rev. 20:4-6). Juan usa la expresión "los que moran en la tierra" doce veces en Apocalipsis (una vez por cada una de las doce tribus) para referirse al Israel apóstata (Rev. 3:10; 6:10; 8:13; 11:10; 14:6; 17:2, 8). En el Antiguo Testamento griego (la versión usada por la iglesia primitiva) es una expresión profética común para el Israel rebelde e idólatra que está a punto de ser destruido y expulsado de la tierra (Jer. 1:14; 10:18; Ez. 7:7; 36:17; Hosea 4:1, 3; Joel 1:2, 14; 2:1; Sof. 1:18), basada en su uso original en los libros históricos de la Biblia para los paganos rebeldes e idólatras que están a punto de ser destruidos y expulsados de la tierra (Num. 32:17; 33:52; 55; Jos. 7:9; 9.24; Judges 1:32; 2 Sam. 5:6; 1 Cron. 11:4; 22:18; Neh. 9:24); Israel se ha convertido en una nación de paganos, y está a punto de ser destruido, exiliado, y suplantado por una nueva nación, la Iglesia. El mismo mundo romano en su totalidad sería lanzado a convulsiones a gran escala, parte de las cuales involucrarían la persecución de los cristianos por parte de un emperador enloquecido que se había autodeificado con la ayuda de los judíos. Vendrían días en que el diablo - en sus manifestaciones tanto romana como judía - intentaría destruir el cristianismo de una vez por todas. En vez de eso, el resultado final sería la destrucción de Israel y Roma, pero entre tanto les aguardaban a los cristianos tiempos difíciles, y muchas tentaciones para apartarse de la fe. Aquí Cristo promete a sus fieles seguidores que serían protegidos y preparados para que perseveraran en la venidera hora de la prueba. Así que aquí les recuerda nuevamente: Vengo pronto - el juicio prometido no está lejos. Por lo tanto, retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona. Cristo ha abierto la puerta para la Iglesia, concediéndole el privilegio de la real comunidad con Dios como sumos sacerdotes y reyes; y ellos deben soportarlo todo por amor a Él, mientras que su reino venidero sacude las naciones de la tierra y hace salir a sus enemigos de sus baluartes.
v12-13 Nuevamente la promesa para el vencedor involucra una designación simbólica de salvación. Primero, dice Cristo, le haré columna en el templo de mi Dios. Esto tiene que ver con las complejas imágenes del Tabernáculo y el Templo, cuyas estructuras arquitectónicas correspondían a las vestiduras sacerdotales. 10 Los dos postes laterales del Tabernáculo (las columnas del Templo) son llamados hombreras, mientras que la mitra del sacerdote, inscrita con el nombre de Dios, correspondía al dintel que tenía la forma de un arco sobre las columnas. 11 De la misma manera que las dos columnas del templo fueron llamadas Jaquín, Él establecerá, y Boaz, En Él hay fortaleza, las hombreras del efod del sumo sacerdote estaban inscritas con los nombres de los hijos de Israel (Ex. 28:9-12). Todo esto converge en Apocalipsis, donde el fiel vencedor es representado como una columna en el templo de Dios. Y ya no se alejará más de él: El pueblo de Dios se caracteriza por la estabilidad y la permanencia (comp. Jer. 1:18; 1 Tim. 3:15). Hemos sido redimidos de nuestra condición errante.
Continuando con sus imágenes, Cristo dice: "Y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la Ciudad de mi Dios ... y mi nombre nuevo". Todo esto habla de la plena restauración del pueblo de Dios a la imagen de Dios, como vemos en el capítulo final de Apocalipsis. "Y verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes" (Apoc. Rev. 22:4). Una de las bendiciones básicas del pacto está contenida en la bendición familiar: "Jehová haga resplandecer su rostro sobre tí" (Num. 6:25); ver el resplandor del rostro de Dios significa participar de la salvación y reflejar la gloria de Dios como portador de su imagen (véase Ex. 34:29-35; Num. 12:6-8; Ps. 80:3,7, 19; 2 Cor. 3:7-18; 4:6; 1 Jn. 3:2). De manera similar, como ya hemos visto, el nombre de Dios inscrito sobre las frentes simboliza la restauración del hombre redimido a la gloria ética y física que pertenece a la imagen de Dios (comp. Gen. 3:19; Ex. 28:36-38; Deut. 6:4-9; y contrástese con 2 Cron. 26:19).
El cuadro se completa al ser declarado el cristiano ciudadano de la nueva Jerusalén, que desciende del cielo, de mi Dios. La antigua Jerusalén, que había apostatado de la fe de Abraham, estaba bajo juicio y a punto de ser destruida; el antiguo templo, que Dios había abandonado, se había convertido en santuario de demonios, y pronto habría de ser demolido tan completamente que no quedaría piedra sobre piedra (Mat. 24:1-2). Pero ahora la Iglesia de Cristo es declarada ciudad de Dios, la Nueva Jerusalén, cuyo origen no estaba en la tierra sino en el cielo. Los ciudadanos de la antigua Jerusalén habrían de ser esparcidos a los confines de la tierra (Lk. 21:24), mientras que la relación de los cristianos con Dios es tan íntima que el cristiano podría ser descrito como columna misma del Templo, la morada de Dios - una columna, además, que no podría ser movida de su lugar, porque el cristiano no saldrá del Templo ya más. Como su madre, los hijos de la antigua Jerusalén estaban esclavizados; mientras "la Jerusalén de arriba, la cual es madre de todos nosotros, es libre" (Gal. 4:26). Jesús había dicho: "Vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán con Abraham e Isaac y Jacob en el reino de los cielos; mas los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes" (Mat. 8:11-12). Y esto era cierto de los cristianos vencedores de Filadelfia. Aunque perseguidos y discriminados por el falso Israel, como Isaac lo había sido por Ismael (Gen. 21:8-14; Gal. 4:22-31), verían a los falsos hijos desheredados y expulsados, mientras que ellos, por medio de Cristo, recibirían las bendiciones de su padre Abraham, y heredarían el mundo (Rom. 4:13; Gal. 3:29).
Laodicea: El juicio contra los tibios (3:14:22)
14 Y escribe al angel de la iglesia en Laodicea: He aquí el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios, dice esto:
15 Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente!
16 Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca.
17 Porque tú dices: Yo soy rico, y me enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo.
18 Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio para que veas.
19 Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete.
20 He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.
21 Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono.
22 El que tiene oídos para oir, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.
v14 La ciudad más rica de la región, Laodicea era otro importante centro del culto al emperador. En su mensaje a los ancianos de esta iglesia, Cristo se identifica de tres maneras.
Primero, Jesús dice, Él es el Amén. Esta es la palabra familiar a todos los cristianos: La repetimos al final de nuestros credos, nuestros himnos, y nuestras oraciones. 12 Se entiende generalmente que significa Así sea; pero su fuerza real, en términos de la teología de la Biblia, es mucho más fuerte. Es realmente un juramento: decir Amén significa invocar sobre uno mismo las maldiciones del pacto (comp. Num. 5:21-22; Deut. 27:15-26; Neh. 5:12-13). Como nuestro "Sí y Amén", Jesucristo es la garantía de las promesas del pacto, por su perfecta obediencia, sacrificio expiatorio, y continua intercesión ante el tribunal celestial (2 Cor. 1:20; Gal. 3:13; Heb. 7:22-28; 9:24-28; 10:10-14). Así, nuestro Amén en respuesta litúrgica a la Palabra de Dios es a la vez un juramento y un reconocimiento de que nuestra salvación depende completamente, no de nuestra observancia del pacto, sino de la perfecta observancia del pacto por Cristo Jesús, que se colocó a sí mismo y en nuestro lugar bajo las estipulaciones y las maldiciones del pacto.
Segundo, esto significa que Jesús es también el Testigo fiel y verdadero, en cuya palabra podemos confiar eternamente. "Él es un Testigo fiel porque su testimonio es verdadero; y es un Testigo verdadero porque en él reside la completa realización de todos los requisitos que hacen de cualquier persona un testigo, real y verdaderamente". 13 Y es como testigo infalible y plenamente autorizado como Cristo presenta testimonio convincente contra la iglesia de Laodicea.
Tercero, dice Jesús, Él es el principio de la creación de Dios: Él es el arche, tanto el Origen como el Regente de toda la creación, como Pablo escribió también en una carta que él tenía el propósito específico de que leyera la iglesia de Laodicea (véase Col. 4:16):
Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten; y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia. (Col. 1:15-18).
Así, el que habla a Laodicea es el Amén, el gran Garante del Pacto, el infalible Testigo que es la Verdad misma, con toda la autoridad que posee el Creador y el Rey del universo. Y él ha venido a dar testimonio contra su iglesia.
v15-16 Laodicea era tibia, no era ni fría ni caliente. Esto se ha interpretado a menudo como si caliente significase piadoso entusiasmo y frío significase antagonismo impío; pero hay otra explicación que se ajusta mejor al contexto histórico y geográfico. Laodicea estaba situada entre dos ciudades importantes, Colosas y Hierópolis. Colosas, acuñada en un angosto valle a la sombra de elevadas montañas, estaba regada por helados arroyos que se precipitaban desde las alturas. En contraste, Hierópolis era famosa por sus calientes manantiales de aguas minerales que fluían desde la ciudad y atravesaban una alta llanura hasta caer en cascada por un precipicio que daba frente a Laodicea. Para cuando el agua llegaba al suelo del valle, estaba tibia, putrefacta, y nauseabunda. Por lo tanto, en Colosas uno podía refrescarse con agua de beber, clara, fría, vigorizante; en Hierópolis, uno podía curarse bañándose en sus pozas de agua caliente cargada de minerales. Pero en Laodicea, las aguas no eran ni calientes (para recobrar la salud) ni frías (para beber). 14
En otras palabras, la acusación básica contra Laodicea es que es inútil, no sirve para nada. La iglesia laodicense ni cura la enfermedad ni sirve para calmar la sed de resecos labios y gargantas abrasadas. La clase de cristianismo representado por Laodicea es inútil. La iglesia no proporcionaba "ni refrigerio para el espiritualmente cansado, ni sanación para el espiritualmente enfermo. Era totalmente ineficaz, y por lo tanto, desagradable para su Señor". 15 Así, dice Mounce, "la iglesia no está siendo reprendida por su temperatura espiritual, sino por la esterilidad de sus obras". 16 Esto explica la declaración de Cristo: Ojalá fueras fría o caliente. Él no está diciendo que la franca apostasía es preferible a una posición intermedia; más bien, Él está diciendo que ojalá los cristianos laodicenses influyeran sobre la sociedad.
El día de un hipopótamo
transcurre durmiendo; de noche caza;
Dios obra de manera misteriosa -
La iglesia puede dormir y comer al mismo tiempo. 17
El llamado al cristiano es, no a mezclarse con el ambiente pagano, sino a convertirlo, a reformarlo, a reconstruirlo en términos del consejo total de Dios como lo ha mandado en su Palabra. Para citar sólo un ejemplo del moderno laodiceaísmo, consideremos las muchas iglesias evangélicas que creen en la Biblia - iglesias que se estremecerían ante la sola idea de que son "mundanas" o "liberales" - pero que continúan llevando un esstilo de vida complaciente, organizando encuentros de grupos y campamentos de verano, completamente ajenas al asesinato de más de 4.000 bebés nonatos todos los días. A menudo, estas iglesias temen hacer declaraciones "políticas" con el argumento de que podrían perder sus exenciones de impuestos. Pero, cualquiera sea la excusa, la tal iglesia está desobedeciendo la Palabra de Dios. Si una iglesia no está transformando a su sociedad, si no está cristianizando la cultura, ¿para qué sirve? "Si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres" (Mat. 5:13).
Por eso, porque eres tibia ... te vomitaré de mi boca. Esto es un eco de Lev. 18:24-28:
En ninguna de estas cosas os amancillaréis; pues en todas estas cosas se han corrompido las naciones que yo echo de delante de vosotros, y la tierra fue contaminada; y yo visité su maldad sobre ella, y la tierra vomitó sus moradores. Guardad, pues, vosotros mis estatutos y mis ordenanzas, y no hagáis ninguna de estas abominaciones, ni el natural ni el extranjero que mora entre vosotros (porque todas estas abominaciones hicieron los hombres de aquella tierra que fueron antes de vosotros, y la tierra fue contaminada); no sea que la tierra os vomite por haberla contaminado, como vomitó a la nación que la habitó antes de vosotros.
La tibieza laodicense es abominación al Señor. Por no causar una impresión en el mundo (y conformarse así a las normas paganas - o por no hacer un alboroto a causa de esas normas, lo que equivale a lo mismo) la iglesia está en peligro de ser cortada de Cristo, y su mismo liderazgo está amenazado con la excomunión a gran escala.
v17-18 La ciudad de Laodicea se enorgullecía de sus tres sobresalientes cracterísticas: Su gran riqueza y su independencia financiera como un importante centro bancario; su industria textil, que producía "una lana negra, brillante, de muy buena calidad, y famosa en el mundo entero"; 18 y su comunidad científica, renombrada, no sólo por su prestigiosa escuela de medicina, sino por su colirio (llamado "Polvo Frigio") que había sido bien conocido desde los días de Aristóteles. Usando estos hechos para ilustrar los problemas de la iglesia, Cristo cita la actitud general de los cristianos laodicenses: Tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y no tengo necesidad de nada. En realidad, a pesar de la riqueza de la iglesia y su indubitable posición social, era inútil, y no había realizado nada en favor del reino de Dios. No es pecado que un individuo sea rico o que una iglesia sea rica - la verdad es que Dios quiere que obtengaamos riquezas (Deut. 8:18). Lo que constituye pecado es el no usar nuestros recursos para difundir el reino. Cuando una iglesia relativamente pobre como la de Esmirna (véase Rev. 2:9) estaba teniendo un gran efecto sobre su comunidad, no había excusa para la impotencia de Laodicea.
Y sin embargo, por gracia, Cristo hace una oferta de misericordia: Te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico; y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas. El simbolismo aquí debería ser obvio. La fe verdadera y las genuinas obras de obediencia se mencionan en las Escrituras en términos de joyería, especialmente oro (1 Pet. 1:7; 1 Cor 3:12-15); la desnudez es un síntoma de desobediencia (Gen. 3:7, mientras el estar vestido de vestiduras blancas es un símbolo de justicia, con relación tanto a la justificación como a la santificación (Gen. 3:21; Mat. 22:11; Rev. 19:8); y la ceguera es un símbolo de la impotencia y la condición caída del hombre (Lev. 21:18; Deut. 29:4; Mat. 13:13-15; 16:3; 2 Cor. 4:3-4; 1 Jn. 2:11) aparte de la restauración por Cristo a la verdadera capacidad de ver - la capacidad piadosa, madura, para juzgar en recto juicio (Lk. 4:18; Acts 26:18; 1 Cor. 2:14-15).
v19-20 Pero Laodicea todavía no ha de ser desechada por el Señor. Por duras que sean sus palabras, todavía profesa amor a su Esposa. En realidad, ésa es la fuente de su enojo. Porque te amo, declara, te reprendo y te disciplino. Una característica de los que son verdaderos hijos de Dios, y no bastardos (comp. Heb. 12:5-11) es su respuesta al reproche y a la disciplina. Todos los cristianos necesitan ser reprendidos y corregidos a veces, y algunos más que otros; lo que importa es si aceptamos o no la amonestación, y cambiamos nuestro modo de actuar. Hasta donde Laodicea ha caído, todavía puede ser restaurada si renueva su obediencia y se hace fiel a la Palabra de Dios: Sé celoso, por lo tanto, y arrepiéntete.
En este punto, Jesús pronuncia algunas de las más hermosas palabras de toda la Biblia, en lo que es quizás el vcrsículo mejor conocido del Nuevo Testamento, además de Juan 3:16. "He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo". Algunos comentaristas reformados han señalado el muy difundido abuso de este pasaje por parte de los modernos evangélicos, que arrancan el versículo de su contexto como mensaje a los ancianos de una iglesia, y lo convierten en una solicitud diluída, arminiana, de una deidad débil e indefensa que está a merced del hombre. Debemos recordar que Cristo está hablando aquí como el Amén, el Testigo fiel y verdadero, el Creador y el Soberano Señor de todos. No está haciendo una apelación débil, como si no gobernara la historia y no predestinara sus más mínimos detalles; él es el Rey de Reyes, que hace guerra contra sus enemigos y los condena a las llamas eternas. Ni está hablando a la gente en general, pues está dirigiendo su mensaje a su iglesia; nuevamente, tampoco está sencillamente hablando a los cristianos como individuos, sino a los cristianos como miembros de la Iglesia. No se puede hacer a este versículo servir los propósitos de un individualismo arminiano, subjetivo, sin arrancarlo violentamente de su contexto textual y de pacto. 19
Sin embargo, hay aquí, por otro lado, una distorsión que es igualmente seria. No es suficiente señalar que los arminianos han dejado de manejar satisfactoriamente este texto, porque los calvinistas han fracasado tradicionalmente en este punto también. El culto reformado tiende a ser exageradamente intelectual, centrado en la predicación. So pretexto de centrarse en la Palabra, a menudo se han centrado en realidad en el intelecto. El racionalismo reformado ha producido así su reacción igual y opuesta en el reavivamiento, irracionalismo, y anti-intelectualismo arminiano. La gente ha huído del énfasis desnudo, demasiado intelectual, del culto reformado y corrido hacia las herejías anti-teológicas de lo que desafortunadamente se conoce como evangelismo (que en realidad tiene muy poco del evangelio original). 20
¿Cuál es la respuesta? Tenemos que tomar en serio la doctrina bíblica de la real presencia de Cristo en el sacramento de la Eucaristía. Debemos regresar al modelo bíblico de culto centrado en Jesucristo, que significa la celebración semanal de la Cena del Señor, así como la enseñanza sobre su verdadero significado y eficacia. 21 Debemos abandonar el rancio platonismo que informa nuestro culto desnudo e intelectualizado, y regresar a un verdadero culto corporativo, litúrgico, caracterizado por la belleza artística y la excelencia musical. 22
Porque debería ser obvio que en este versículo Él está haciendo a la Iglesia una oferta de renovada comunión con Él. El corazón y el centro mismos de nuestra comunión con Cristo están puestos a su mesa (es decir, nuestra mesa terrenal, que Él ha hecho suya). La más básica, la más profunda oferta de salvación es la invitación de Cristo para que cenemos con él. En santa comunión, estamos genuinamente cenando con Jesús, elevados a su presencia celestial; y, además, estamos comiendo de Él:
De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él. Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí. (Jn. 6:53-57).
v21-22 La promesa final para el que vence es una promesa de reinado con Cristo: "Yo le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo también he vencido y me he sentado con mi Padre en su trono". ¿Es ésta sólo una esperanza futura? Ciertamente que no. El privilegio de gobernar con Cristo les pertenece a todos los cristianos, en el tiempo y en la tierra, aunque el dominio es progresivo a través de la historia hasta la consumación final. Pero Cristo ya ha entrado a su reino (Col. 1:13); Él ya ha desarmado a Satanás y a los demonios (Col. 2:15); nosotros ya somos reyes y sacerdotes con Él (Rev. 1:6); y así como Él venció, nosotros hemos de ir adelante, venciendo en su nombre. Él reina ahora (Acts 2:29-36), por encima de toda creación (Eph. 1:20-22), con todo poder en el cielo y en la tierra (Mat. 28:18-20), y ahora mismo está ocupado poniendo a todos sus enemigos bajo sus pies (1 Cor. 15:25), hasta que su reino se convierta en un gran monte que llena toda la tierra (Dan. 2:35, 45).
De este modo, en estos mensajes a las iglesias, nos hemos encontrado una y otra vez con la orden fundamental de Apocalipsis, que Juan nos amonesta que acatemos (Rev. 1:3): ¡Venced! ¡Conquistad! Aun aparte del hecho de que la profecía no es acerca del siglo veinte, no captaremos su significado si nos concentramos en persecuciones o el culto al emperador de la misma manera que los Hal Lindseys de esta era se concentran en embargos petroleros, los mercados comunes, y las bombas de hidrógeno: el mensaje básico no es acerca de ninguno de estos temas, sino más bien sobre el deber de la Iglesia de conquistar el mundo. R. J. Rushdoony ha dicho bien: "El propósito de esta visión es dar a la Iglesia consuelo y la certeza de la victoria, no confirmar sus temores o las amenazas del enemigo. Leer Apocalipsis como cualquier otra cosa que no sea el triunfo del reino de Dios en el tiempo y la eternidad es negar la esencia misma de su significado". 23
El gran fracaso de lo que comúnmente se conoce como "amilenialismo" es que no está dispuesto a llegar a un acuerdo con estas implicaciones dominicales del reino mediatorial de Jesucristo. Los escritores del Nuevo Testamento constantemente instan al pueblo de Dios a "vencer" a la luz de la victoria definitiva de Cristo. Habiendo sido recreados a su imagen, según su semejanza (Eph. 4:24; Col. 3:10), y conformándonos más y más a su imagen (Rom. 8:29-30), somos reyes juntamente con él ahora, en esta época. Él nos ha dado derecho legal a todas las cosas (comp. Rom. 8:32; 1 Cor. 3:21-22), y sobre esta base hemos de ejercer dominio bajo su señorío en todas las áreas de la vida. Sin embargo, los amilenialistas, aunque profesan creer en la existencia del reino actual de Cristo, característicamente a menudo niegan su relevancia práctica para este mundo. Por ejemplo, el brillante estudio del Dr. Meredith G. Kline, Images of the Spirit, contiene un excelente capítulo sobre "Un Modelo Profético de la Imagen de Dios", en el cual muestra cómo la restauración de la imagen de Dios en la Iglesia por medio de Cristo significa que "todos los miembros del pueblo de Dios son profetas" (comp. Num. 11:29; Acts 2:17-18). 24 Kline también tiene un soberbio capítulo sobre "Un Modelo Sacerdotal de la Imagen de Dios", una fascinante exposición del sacerdocio de todos los creyentes en la imagen de Cristo, nuestro definitivo Sumo Sacerdote. 25 Pero Cristo es Profeta, Sacerdote, y Rey - y, sin embargo, de manera significativa, Kline descuidó escribir un ensayo sobre "Un Modelo Real de la Imagen de Dios". Pero si los cristianos reflejan la imagen de Cristo en su papel de Profeta y Sacerdote, ellos son reyes también, en la imagen del Rey. Ese es precisamente el tema de los versículos que se discuten: El Señor Jesucristo comparte su conquista y entronización con su pueblo. Porque él venció y se sentó con su Padre en su trono, ahora nos llama a disfrutar del dominio real con Él, heredando todas las cosas.
Notas:
1. Robert H. Mounce, The Book of Revelation (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Co., 1977), p. 112.
2. Ibid., p. 109.
3. G. R. Beasley-Murray, The Book of Revelation (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Co., [1978] 1981), p. 94.
4. G. B. Caird, The Revelation of St. John the Divine (New York: Harper & Row, Publishers, 1996), p. 48.
5. Los lectores que deseen estudiar este tema más extensamente deberían consultar los siguientes libros, todos publicados por el Banner of Truth Trust (P. O. Box 621, Carlisle, PA 17013): Arthur Pink, The Sovereignty of God; John Cheeseman et al., The Grace of God in the Gospel; John Murray, Redemption Accomplished and Applied; J. Gresham Machen, The Christian View of Man; y R. B. Kuiper, The Bible Tells Us So.
6. John Murray, Redemption Accomplished and Applied (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Co., 1955), p. 154s.
7. Por sincero respeto hacia este autor temeroso de Dios, que ha rendido a la iglesia un valioso servicio, omitiré su nombre.
8. Esta es la doctrina de la imputación del pecado de Adán (que debería distinguirse de la doctrina del pecado innato; pero la mayoría de los evangélicos, incluyendo a predicadores y comentaristas, no parecen conocer la diferencia). Una útil exposición de esto se encuentra en la obra de John Murray, The Imputation of Adam´s Sin (Nutley, NJ: Presbyterian and Reformed [1959] 1977).
9. Véase, de David Chilton, Paradise Restored: A Biblical Theology of Dominion (Ft. Worth, TX: Dominions Press, 1985), pp. 125ss.
10. Meredith G. Kline ha dedicado un capítulo entero a este tema. Véase "A Priestly Model of the Image of God", en Images of the Spirit (Grand Rapids: Baker Book House, 1980), pp. 35-56.
11. Ibid., pp. 40, #s., 54s; comp. Ex. 27:14-15; 1 Ki. 6:8; 7:15, 21, 39; 2 Kings 11:11; 2 Cron. 3:17; Ez. 40:18; 40ss.; 41:2, 26; 46:19; 47:1-2.
12. Desafortunadamente, muchos fundamentalistas y evangélicos en la actualidad usan el término para indicar: "Me siento bien". Este uso, que implícitamente (aunque ciertamente no intencionalmente) bordea en la blasfemia, es sólo un síntoma de la actitud subjetiva y egocéntrica hacia la vida, que se hizo común durante los dos siglos pasados.
13. A. Plummer en The Pulpit Commentary: The Revelation of St. John the Divine (London: Funk and Wagnalls company, n. d.), p. 115.
14. C. J. Hemer, "Seven Cities of Asia Minor", en la obra de R. K. Harrison, ed., Major Cities of the Biblical World (Nashville: Thomas Nelson Publishers, 1985), pp. 246ss.
15. M. J. S. Rudwick y E. M. B. Green, "The Laodicean Lukewarmness: in Expository Times, Vol. 69 (1957-58), p. 178; citado en Mounce, p. 125.
16. Mounce, pp. 125s.
17. De T. S. Eliot, "The Hippopotamus", Collected Poems 1909-1962 (New York: Harcourt Brace Jovanovich, 1963), p. 42.
18. Charles F. Pfeiffer y Howard F. Vos, The Wycliffe Historical Geography of Bible Lands (Chicago: Moody Press, 1967), p.377.
19. Por supuesto, el Señor se ofrece a sí mismo al pueblo fuera del Reino también: Hasta a los perros se les dan migajas de la mesa de los hijos (Mat. 15:21-28); y el rey en la parábola de Cristo (Lk. 14:23) envió a sus siervos a obligar a los gentiles a entrar. Pero la oferta de salvación de Cristo nunca se hace fuera del contexto del Pacto, el Reino, y la Iglesia.
20. Véase el ensayo de James B. Jordan, "Holistic Evangelism" en su Sociology of the Church (Tyler, TX: Geneva Ministries, 1986).
21. Véase de Geddes NacGregor, Corpus Christi: The Nature of the Church According to the Reformed Tradition (Philadelphia: The Westminster Press, 1958); y Ronald S. Wallace, Calvin´s Doctrine of the Word and Sacrament (Tyler, TX: Geneva Ministries, [1953] 1982).
22. Uno de los libros más útiles sobre el culto desde una perspectiva reformada es, de Richard Pacquier, Dynamics of Worship: Foundations and Uses of Liturgy (Philadelphia: Fortress Press, 1967). Para puntos de vista de otras tradiciones, véase de Louis Bouyer, Liturgical Piety (University of Notre Dame Press, 1955); Josef A. Jungmann, S. J., The Early Liturgy of the Time of Gregory the Great (University of Notre Dame Press, 1959); Alexander Schmemann, Introduction to Liturgical Theology (Crestwood, NY: St. Vladimir´s Seminary Press, 1966); Luther D. Reed, The Lutheran Liturgy (Philadelphia: Muhlenberg Press, 1947); Massey H. Shepherd, Jr., The Worship of the Church (Greenwich, CT: The Seabury Press, 1952); y Cheslyn Jones et al.,, eds., The Study of Liturgy (New York; Oxford University Press, 1978).
23. Rousas John Rushdoony, The Kingdom Come: Studies in Daniel and Revelation (Tyler, TX: Thoburn Press, [1970] 1978, p. 90.
24. Kline, Images of the Spirit, pp. 57-96.
25. Ibid., pp. 35-56.