七爷 por priest

Señor Séptimo

Raws

76 capítulos y 3 extras

Estado de traducción: finalizada; edición en marcha

Traducción chino-inglés por Chichi

Tags: BL, política dinástica, palaciega y áulica, slow burn TW/ gore, mención de violación

Al volver a despertar en su séptima reencarnación, el príncipe Nan'ning Jing Beiyuan se encontró de regreso en el tiempo, cuando aún nada había comenzado. Dado que se le otorgó una segunda oportunidad, tendrá que sobrevivir a la corte y decidir si finalmente es hora de dejar de lado los sentimientos del pasado, todo mientras trata de lidiar con la juvenil y terca fuerza extranjera que ha irrumpido repentinamente en su ya complicada vida.

Material

Cronología de la batalla final aquí

Crítica (escrita por mí; spoilers mínimos)

"The past beats inside me like a second heart.”

John Banville, The Sea (2005)

Señor Séptimo es una lectura satisfactoria en términos de complejidad interpersonal y política, muy amplia y llamativa en aspectos empíricos y tradicionales. Al ser una novela poseedora de una trama y progreso bastante bien estructurados y una línea temporal constituida con fineza, con personajes muy terrenales y grises, lleva una gran parte de la atención del lector a las disidencias dinásticas y extranjeras, no al romance per se.

Esta obra incluye una miríada de personajes cautivadores que dejan un regusto en la boca del estómago, entre los que incluso —más adelante— destacan una guerrera mujer y un joven extranjero cuyas garras de ingenuidad terminaron limándose ante los artificios surgidos de una atmósfera tanto hostil como deslumbrante.

En ese tópico también quiero señalar a la representación de las féminas. Toda existencia posee un talón de Aquiles y esta no será la excepción. Es un menoscabo sutil, pero de igual forma digno de mención: en esta obra prácticamente no hay paridad (como en casi todas las obras BL chinas) de género. No obstante, tocaré los puntos “negativos” o, más bien, carentes, más adelante.

Se empieza con la escena lóbrega en el inframundo —el Hades para los occidentales— y el sinuoso y kilométrico río que lo cruza y cuyas aguas provocan una prolija amnesia en las almas de aquellos que reencarnar buscan (¿o tal vez no?): el Lete.

El personaje principal se llama Jing Beiyuan, alias autoimpuesto Jing Qi. Un abuelo en cuerpo de niño finalmente cansado de hacer trabajar los sesos en la dinastía y desvivir en vano su existencia que él mismo considera "impermanente". Pero, contrario a lo que su impresión más temprana exuda, su corazón se adhiere a las ingentes murallas de la pintoresca capital de la nación de la Gran Qing.

Jing Beiyuan es un príncipe heredero de dignidad imperial, uno que hace trabajar el cerebro en lugar de las piernas o los brazos. Con una mente tan profunda y calculadora, un carácter aparentemente frívolo, pero verdaderamente intrigante, a veces realmente me hacía preguntarme cómo podía seguir tomando té tranquilamente en los jardines cuando respiraba ansiedad y miedo a un pasado fatídico que en esa vida no necesariamente iba a existir.

Al final, la narración de los hechos y las repercusiones de cada decisión —tanto política como personal— que decidió tomar a costa del karma nos descuartizan de una manera muy acerba este miedo que florece a partir de su pasado.

Asimismo, esa limerencia no correspondida que este protagonista sufrió durante bastantes vidas pasadas nos aporta el punto más distintivo de toda esta lectura: la melancolía. La melancolía por todo aquello que el pasado dejó; por aquello que el porvenir parece disponer de una manera tan insensible.

Esa constante niebla de remembranza y tristeza a veces lo engullía tan pronto como observaba las facciones del príncipe heredero Helian Yi, pero ¿qué más había ahí que melancolía mezclada con el terror de la cercanía? Incluso llegué a pensar en un posible trauma o TEPT.

Aun así, siempre los consideré similares, en cierto modo. En ninguna de las vidas, ninguno de los dos hacía nada más que huir y excusarse detrás de las razones políticas.

En medio de esto, particularmente dos personajes presentan un gigantesco y lautamente ejecutado quebranto. Es un declive como seres humanos, con una narración de sentimientos semitransparente que enlaza al lector y despierta cierto nivel de empatía y desconcierto que anhela repercusión.

Parte de este proceso enmarca muy nítidamente el estilo de escritura, uno donde los sentimientos que les sofocan el pecho a los personajes no son ni descritos ni “demostrados” textualmente, sino que, en lugar de eso, se destacan con bastante persistencia los efectos físicos que crean: la delgadez, la espalda encorvada, la palidez, las mejillas huecas, el aspecto demacrado, los ojos rojos.

Extrañamente, se siente vivido y conmovedor. De alguna forma, duplica este tinte desgarrador cuya finalidad es apuñalar la imaginación y despertar lástima.

Apartando todo el sentimentalismo, en grandes rasgos, la trama gira en torno a la ocurrencias de la corte y sus miembros y problemas... étnicos. Tal como en la modernidad, hay un soberano imperial y bajo su mandato conviven múltiples partidos políticos y funcionarios —civiles y militares— afiliados a ellos y distintas instituciones que un gabinete controla.

En la actualidad, muchas veces (¿siempre?) separamos estos partidos como izquierda, centroizquierda, derecha, etc., pero en el universo imperial no funciona así:

Cada partido apoya a un infante distinto: el príncipe heredero Helian Yi (quien, en rigor, no es un infante), el segundo duque Helian Qi y el primer duque Helian Zhao, de menor a mayor en términos de edad, respectivamente. Si el funcionario miembro de la corte apoya a la persona, pues apoya sus intereses e ideales también, claro está, y tener esto en cuenta es elemental para comprender la intriga áulica presente en esta novela.

Ahora bien, pese a que se explayan de una manera bastante satisfactoria los miembros —y no miembros— de cada partido, junto con sus “trapitos sucios” y las intenciones que estos guardan en medio de la capital, al final del día, la obra recae letra a letra en el partido del príncipe heredero.

Por esto mismo, sus miembros respiran desconfianza y, básicamente, leemos cómo aprenden a caminar sobre cáscaras de huevo desde la infancia más temprana.

Es esta aura tan opresivamente cansadora la que moldea el carácter de Jing Qi en esta vida, la vida que la novela narra. Siempre las mismas conspiraciones, siempre el mismo recelo. Al final, su mente llegó a un impasse algo desesperado.

Pero eso no quiere decir que su “lavado de manos” se haya llevado a cabo sin más, pues una persona irracional o realmente ajena al pueblo y su sufrimiento no es. Su idiosincrasia noble e inherentemente calculadora no se le permitieron, además.

La pregunta del año es, ¿quién tiene más muertos en el armario? Cada palabra se sopesa con tres millones de ábacos en la cabeza de estos personajes y al final tiene que haber algo de incongruencia.

Llega a la capital este maleficio andante, un chamán. No de esos que pueden atravesar paredes, diría el emperador, sino un hijo de creencias tribales: Wuxi, una especie de gurú entre su gente.

Wuxi nace en el salvaje húmedo al sur de la civilización de la Gran Qing: la tan montañosa Nanjiang, tan venenosa y bárbara, como se describe en canon. Pero cierto personaje efímero en nuestra obra —un generalísimo— somete dicho territorio y este personaje tan intrincado termina de “rehén con estatus” entre las calles de la capital.

Lo que pareciera ser más importante aún en luces del romance, termina de vecino de Jing Beiyuan.

Bárbaro. Como parte de las primeras esquirlas de lo que algunos gozan llamando “generación de cristal”, odio este término. Tiene una connotación vetusta y engreída y se usa repetidamente en la corte.

Wuxi es uno, en la obra, pues todo aquello “no han” era bruto y carente de etiqueta. Creció en las montañas y la naturaleza libre y es poseedor de una mente absolutamente impoluta del ardid de aquel que vivió múltiples vidas rodeado de política y conspiraciones. Es sencillo, franco y serio. Y más importante aún, es terco.

Una verdadera pincelada de óleo chabacano en el mundo de tinta fina de Jing Qi. Qué contraste más bello y espléndido se crea entre estos dos personajes.

Pero ¿qué es una relación entre dos personas, sea amistad o algo más, si no se aprende nada de la contraparte?

En contra de sus deseos originales, Jing Beiyuan terminó hilando cada vez más fino por el bien de distintas personas y distintos fines, incluyendo el de Wuxi. Claro, está demás mencionar que es la primera vez en sus múltiples vidas que se topa con alguien que realmente entiende sus intenciones sin que tenga que articularlas (y que el recibidor de estas no se sienta amenazado, cof).

Nada más bastó una mirada profunda y detenida a esos ojos negros llenos de pureza para convencer a Jing Beiyuan. Eso y un corazón venenoso que escondía una naturaleza particularmente atrayente para el príncipe: honestidad en medio de una era de falsedad.

“Home is the first grave.”

Fatimah Asghar, How’d Your Parents Die Again? (2019)

Así, nos adentramos en el desenlace, donde cada pieza de marfil cae en el tablero de ajedrez.

La guerra es inminente, la ambición es el combustible más inflamable y arde cual fuego griego en las puertas de la capital y la extensa pampa más allá de sus fronteras.

Desde el principio más temprano que en la novela nos recuerdan y recalcan que la Gran Qing, como una potencia colonizadora y con un afán dolorosamente grande de exigir tributos, parece tener “pequeñas” turbulencias en sus zonas limítrofes, específicamente la parte sur y el austro amenazante que de allí llega.

Las tribus que rodean el imperio, pese a ser “bárbaras”, nunca estuvieron libres de maquinaciones y ambiciones y eso llega para quebrar la ventana del clímax final.

Este giro me recordó muchísimo a una serie alemana que Netflix tuvo el gusto de producir: Barbaren (2020), la cual retrata los acontecimientos ocurridos en la batalla del bosque de Teutoburgo, donde una alianza de tribus germanas se reveló a ultranza contra los romanos y su poderío.

En cualquier caso, volviendo, no hemos de olvidar que la ambición no distingue ni razas ni color, simplemente existe y anhela ganancias ornamentadas de una u otra forma.

La corrupción de la Gran Qing en un territorio tan alejado del poder imperial se torna, entonces, en un instigador nefasto.

El desenvolvimiento y la narración de la guerra, el traslado de tropas y la movilización de guarniciones múltiples a fin de proteger el poder administrativo (que yace en la capital) me pareció simplemente magnífico. Muy veraz y capaz de ponerte los pelos de punta, el último volumen es digno de recibir la descripción de “el arco mejor desarrollado de toda la novela”.

Sin embargo, mi boca circunloquios no tiene. Realmente faltó pulir un poco esa especie de deus ex machina tardío y animalesco que apareció en su momento o al menos agregar una breve mención posterior de esta tribu Ruvah que, en un grado minúsculo, se sintió salida de la nada. Más importancia se les dio a Mugat y compañía, quienes son una leyenda tribal que bastantes párrafos utilizó, pero que ningún aporte real tuvo en la historia.

Siempre me olió a una línea de trama que la autora desechó; simplemente dejó abandonado ahí ese foreshadowing,

Igualmente, de dónde carajos un emperador que vivía voluntariamente enclaustrado en las profundidades del palacio, cuya afición por los seres pequeños y emplumados que son las aves se estableció y repitió en demasía, sacaría un lobo de semejante tamaño y características.

Al parecer le gustaba escurrirse de cacería en secreto.

Son detalles que se deben mencionar, tal como el aspecto negativo que adelanté al inicio de este opúsculo: la paridad de género.

Exigir paridad de género en una novela ambientada en una dinastía antiquísima donde vender virginidades o esclavos eran prácticas totalmente normales y socialmente aceptadas equivaldría a ser el homúnculo más idiota e inconsciente de la centuria.

Especialmente cuando se trata de esta novela, donde la política y los asuntos de la dinastía son el eje principal. Fidedignamente, una mujer no ingresaba ni media fosa nasal en la corte, pues ni siquiera tenían derecho a rendir el examen imperial, por no hablar de los militares.

Quizás por esta razón solo hay tres mujeres insertadas y desarrolladas en la historia, dos de las cuales siguen el soso patrón de “soy una chica sagaz y oportunista de clase humilde, por lo que me veo obligada a usar métodos poco honorables para sobrevivir a la altura de mis intereses en este mundo cruel”, mientras que la otra es un intento de aire fresco que, absurdamente, derriba mi argumento anterior.

Una mujer corajuda y preclara, una guerrera marcial con dignidad imperial que, en dicha época de résped y cabezas seguidoras de las doctrinas misóginas de Confucio, en ningún momento fue criticada por su afición a las espadas y las armaduras, tampoco por su porte obstinado contrario al garbo femenino que se espera de una princesa. Del mismo modo, apenas fue mencionada en arcos anteriores, ello hasta que su personaje finalmente tuvo cierta relevancia, donde ser una Mulán de cabello largo requirió una puesta en escena óptima.

Jing Qi en su momento incluso insinuó que el emperador estaría dispuesto a practicar heqin con ella: una alianza matrimonial.

En fin, fue un verdadero objeto en la historia, mas cumplió su objetivo y no me disgusta. La euforia y la pasión que envuelve al lector cuando se narra explícitamente su galante desempeño en la batalla es simplemente inefable, ello en el buen sentido de la palabra.

Criticar tajantemente está fuera de discusión, pues hacerlo cuando estos detalles no son un problema real en la historia, sino un mosquito que no te deja dormir en verano, sería estúpido. Ahondar y hacer uso de estas escasas erratas, del mismo modo, sería análogo a buscar un trocito de vidrio en un cáliz de diamantes.

Así, entonces, tras haber desmenuzado en grandes rasgos la composición de mundo y personajes de esta obra, podemos resumir que Señor Séptimo es una lectura relativamente larga, pero intrigante, especialmente recomendada para aquellos que buscan presenciar un desarrollo interpersonal desde la ventana de la autorreflexión, esto dentro de una intensa intriga política. Puede, sí, llegar a ser acre, ya que la sevicia del mundo se plasma de una manera vívidamente apolínea que, con una organización textual sagaz de causa-consecuencia logra mover el corazón y crear lazos fuertes en el lector.

Jing Qi, aunque no se ve en la superficie (y tal vez la siguiente declaración sea una total subjetividad), es un personaje plagado de miedo que, eventualmente, vuelve a tener fe en sus propios sentimientos y en los de los demás. Aprende que, detrás del velo de sonrisas falsas y debacles, la verdadera honestidad sí puede florecer.

Su camino a esta iluminación fue pedregoso y crear una bifurcación requirió mucha asistencia extranjera, perseverancia y sinceridad, pero logró llegar a su destino.

El final “feliz” nos clava un regusto que cae sutilmente en la zozobra futura, el cual, personalmente, no me terminó de convencer. Asimismo, también consideré que el final contuvo un tinte de egoísmo que pudo haber sido diluido si ese tan mencionado miedo se hubiera menguado un poco a lo largo de la obra.

Tabla de contenido


  • Volumen I - "La gloriosa primavera no pervive para la juventud"

Capítulo 1: Siete vidas pasajeras

Capítulo 2: No hay lugar como el hogar

Capítulo 3: Un viejo amigo sigue aquí

Capítulo 4: Una efímera vida de gloria

Capítulo 5: Una sierpe cortés pero insincera

Capítulo 6: El joven chamán de Nanjiang

Capítulo 7: Una escena animada

Capítulo 8: Recuerdo instantáneo

Capítulo 9: Un pie levantado tiene peso

Capítulo 10: La presunta fortuna

Capítulo 11: Entrega recíproca de regalos

Capítulo 12: Invulnerable

Capítulo 13: Hermano Wuxi

Capítulo 14: Casi fin de año

Capítulo 15: Junto al río Wangyue

Capítulo 16: Una belleza bajo la luz de la luna

Capítulo 17: Asesinos en un paseo nocturno

Capítulo 18: Severidad en la residencia Nan'ning

  • Volumen II - "Las flores que desconocen el destino son excepcionalmente frágiles"

Capítulo 19: La lluvia de montaña que amenaza con caer

Capítulo 20: Palabras que el corazón guarda

Capítulo 21: Una guerra de titanes

Capítulo 22: Una ciudad repleta de romance y cháchara

Capítulo 23: Rechazar sería irrespetuoso

Capítulo 24: Barajando las cartas una vez más

Capítulo 25: Insoportable de recordar

Capítulo 26: Anhelo inefable

Capítulo 27: Evaluación Nocturna en el Salón de las Orquídeas

Capítulo 28: El altar de Jadeíta

Capítulo 29: Ave fénix falso, luan verdadero

Capítulo 30: Una sangrienta noche de emociones frenéticas

Capítulo 31: La insurrección de las Guang

Capítulo 32: El otoño acarrea muchos problemas

Capítulo 33: Asquerosamente rico

Capítulo 34: Imposible de desenredar

Capítulo 35: El cambiable Jiuxiao

Capítulo 36: Organizando un enfrentamiento ingenioso

Capítulo 37: Atrapando una rata colosal

Capítulo 38: Intercambio de obsequios

Capítulo 39: Rebosante de vacilación

Capítulo 40: La primavera llega a la ciudad imperial

Capítulo 41: Un secreto florece

Capítulo 42: Las adivinaciones del viejo Séptimo

Capítulo 43: Reunión para volver a indagar

Capítulo 44: Condena

Capítulo 45: El noble alegró un corazón

Capítulo 46: Aluvión y terremoto

Capítulo 47: Una ventisca de asuntos mundanos

Capítulo 48: Reconciliación

Capítulo 49: Un callejón sin salida

Capítulo 50: El ejército circundante debe dejar una vía de escape

Capítulo 51: Héroes de todos los colores

Capítulo 52: Algo de la nada

Capítulo 53: Trance Onírico

Capítulo 54: Floreciendo en la otra orilla

Capítulo 55: Sentimientos juveniles

Capítulo 56: Conoce al monarca; permíteselo al monarca

Capítulo 57: Templo ruinoso en la naturaleza

  • Volumen III - "Verlo un edificio erguir, un banquete celebrar, el edificio derrumbar"

Capítulo 58: No es tarde para la retribución

Capítulo 59: Arcadia

Capítulo 60: Un corazón perdidamente apático

Capítulo 61: La conspiración se revela

Capítulo 62: Un héroe de grandeza

Capítulo 63: El vecino de al lado

Capítulo 64: El emperador dirige el ejército

Capítulo 65: Presente en toda la vida del caballero

Capítulo 66: Viejos asuntos, viejos amigos

Capítulo 67: Una noche de color sanguinolento

Capítulo 68: Leal hasta el final

Capítulo 69: En el dosel de muselina roja

  • Volumen IV - "El final de la canción llegó, mas la gente no se dispersa"

Capítulo 70: Separados tanto en la vida como en la muerte

Capítulo 71: La batalla final

Capítulo 72: La batalla final II

Capítulo 73: La batalla final III

Capítulo 74: La batalla final IV

Capítulo 75: La batalla final V

Capítulo 76: La batalla final VI

  • Extras

Extra 1: Perseguido por su propio método

Extra 2: Después

Extra 3: El otro lado del Puente de la Impotencia