Capítulo 8: Recuerdo instantáneo

El ministro Jian era digno de ser un viejo zorro astuto y experto en tratar por encima las cosas; Jing Qi había subestimado el nivel de desvergüenza del hombre. Cuando Jian Sizong finalmente reaccionó a lo que acababa de suceder, no se estrelló contra el pilar, tampoco contra la pared, ni siquiera lloró ni gimió ni se estranguló, sino que directamente puso los ojos en blanco, estiró las piernas hasta la rigidez y se desmayó.

Genial. Al no decir nada en este momento, todo se podía ignorar.

Helian Yi levantó levemente el rostro, los dicterios enfurecidos y conmovedores de Zhao Mingji junto con el litigio entre el funcionariado le entumecieron poco a poco la audición. Sus ojos se mostraron un poco sosos y cansados al momento de levantarse, imitando inconscientemente el movimiento de Wuxi.

Sintiendo que sus propios ojos se angustiaban, todo lo que quiso hacer fue desatar su enojo y bramarles "¡Cállense, todos!", quiso azotar la mano contra la mesa para llamar la atención del salón y decir "Mírense, grupo de hijos de Confucio y pupilos imperiales, ¿qué clase de basura lo compone?", quiso manifestar "¡Las personas que socavaron la santidad de la corte, así como esa escoria malévola de Nanjiang, expúlsenlas a todas y córtenlas!".

Sin embargo, no podía decir nada y tampoco había nada que pudiera hacer. Era solo una persona prescindible a la que apenas se le había permitido asistir a la bienvenida. Su reputación del Palacio Oriental estaba vacía y ni hablar de alguna autoridad real, puesto que cualquier cosa que dijera se convertiría en el hazmerreír de la gente. Ninguna palabra superflua se podía pronunciar, ningún paso equivocado se podía dar. Además, tenía a sus hermanos mayores que lo miraban cuales tigres, al acecho para romperle la burbuja y esto era exactamente como caminar sobre hielo fino. ¿Cómo podría darse el lujo de preocuparse de los asuntos de los demás? Recordando la lección de historia del gran tutor Zhou, el hombre había dicho que cuando una nación acabara de morir, los malhechores siempre se presentarían.

El gran salón no había cambiado, pero el cielo de la Gran Qing estaba al borde del colapso.

Al presenciar esta farsa, Jing Qi la miraba y le daban ganas de reír, pero Helian Yi quería llorar. Pero independientemente de querer reír o llorar, sus estados de ánimo eran iguales.

Por otro lado, Wuxi todavía yacía tranquilamente arrodillado en su lugar, excepcionalmente sereno. No creía haber hecho nada malo y no se arrepentía de nada. El hombre al que le gente se refería como "Su Primera Alteza" casi le tocaba la nariz con el índice estirado, y aunque no podía comprender la mayoría de las palabras que escuchaba salir de su boca, sabía que no eran nada buenas.

"...¡Sus motivos siniestros son suficientes para el castigo!".

El significado detrás de esa declaración era matarlo, Wuxi lo sabía muy bien. Giró la cabeza para mirar al excepcionalmente agitado primer duque Helian Zhao como si le guardara profundo rencor y pensó que si hubiera sabido antes que lo matarían a causa de esto, entonces no habría mostrado el parasito pasional hace un momento, sino que habría hecho que ese viejo Jian desgreñado sangrara por todos los orificios y fuera a encontrarse con el fantasma muerto de su padre.

Sus miembros de la tribu Vassa de Nanjiang eran las personas más auténticas y buenas. Comían cuando tenían hambre, incluso si fuera la corteza de los árboles o la maleza, y dormían cuando estaban cansados, incluso si el cielo era su dosel y la tierra su estera. Si se topaban con alguien que les gustaba, estarían con ella de por vida, la tratarían bien y sus sentimientos jamás cambiarían. Cuando los invitados amistosos venían de visita, les invitaban un vino sabroso. Personas de cualquier rincón del mundo, todas podrían convertirse en sus hermanos. Al encontrarse con enemigos, no había semejante cosa como fingir un espectáculo hipócrita de cordialidad y no importaba si había una razón para ir a la guerra o no, el odio en el corazón era algo que la contraparte tenía que pagar con sangre y si podía resolverse despellejándola, entonces la despellejarían. Si no podían vencer al enemigo y terminaban muertos bajo su mano, todavía estaban sus amigos, familiares y hermanos de la tribu. Siempre y cuando no exterminaran a los vassa, esa hostilidad se transmitiría de generación en generación.

Era inaudito que un hombre vassa fuera amedrentado por extraños y se escondiera cobardemente como estas personas de las Planicies Centrales, las que solo se atrevían a guardar rencor en sus mentes, las que no eran distintas a un grupo de perros salvajes que solo se atrevían a salivar vorazmente a un costado mientras esperaban que la desgracia encontrara a su enemigo y cayera en serios aprietos antes de tener el coraje de avanzar, patearlo y escupirle.

Pensó que, de hecho, estaba mal que el gran chamán le dijera que aguantara en silencio. Por el bien de sus paisanos, no inclinarse o arrodillarse era aún más mandatorio. Como un hombre que representaba a Gazh, si también se convirtiera en la clase de persona que solo sabía mover la cola y suplicar miserablemente, asentir y doblar la espalda, ¿qué se supone que haría su tribu?

Esta era una era de tristeza donde la prosperidad ya había comenzado a mostrar signos de declive y las alas de los héroes aún no se habían desarrollado completamente. Solo capaces de presenciar a estos cobardes inútiles presumiendo con la boca, los sentimientos de indignación y descontento se reprimían en los corazones de los niños a muy temprana edad. Los obligaban a crecer en esta clase de poderío, crecer hasta el día en que desaten su furia contra el mundo entero y la conviertan en una fuerza devastadora.

Jing Qi dejó de sonreír poco a poco. Soltó un suave suspiro, con una pizca del sentimiento de impotencia de un extraño. Al principio sintió que este chamancito de Nanjiang era algo desagradable, pues era tan pequeño, pero buscaba venganza por cualquier mirada desdeñosa, sin mostrarles nada de tolerancia a los demás. Ahora que observaba a Wuxi, quien se arrodillaba silenciosamente en medio del salón, sentía que los ojos del niño eran demasiado oscuros. No malvados, sino muy tercos.

La forma en que miraba fríamente a la gente parecía la de un pequeño animal que había sido herido y no podía moverse, mostrando con orgullo una fachada ruda.

El primer duque Helian Zhao se postró con vigor. —¡Padre emperador! Esta es la señal de agitación para nuestro país. ¡Si no lo matamos, me temo que esa decisión desmoralizará los corazones de todos los funcionarios de la corte!

El segundo duque Helian Qi simplemente soltó una risilla. —Las palabras del hermano mayor están realmente enfocadas en la ejecución. Nanjiang es una tierra bárbara que desconoce la etiqueta y los ritos y no es más que un bebé demasiado pequeño para que lo pellizquen siquiera. En tu opinión, si no obligas al padre emperador a matar a este niñito, ¿entonces estaría ignorando el estado y el país, destruyendo la Gran Muralla personalmente y desmoralizando a una corte repleta de funcionarios civiles y militares? No estoy seguro... ¿quién se desmoralizó, caballeros?

Su mirada se desplazó al costado. La apariencia de Helian Qi tenía un impresionante parecido con su madre, la consorte Zhuang, con la comisura de sus ojos muy levantada. Tenía un aire un poco más delicado cuando se movía, pero cuando se volteaba con una expresión de sonrisa falsa, no era delicada ni femenina, sino enigmática y excéntrica.

Cualquiera que tuviera ojos comprendería de inmediato la alusión de estas palabras. Estas eran palabras que solo la familia imperial podría pronunciar. Aquellos que no tuvieran suficiente estatus, era mejor que se callaran lo más rápido posible.

Incluso el señor Zhao Mingji, quien se mostraba reacio a estar vivo hace un momento, extinguió la voz y ya no buscó la muerte.

—¿Cuál es el significado de esto? —respondió Helian Zhao, con enfado.

Helian Qi mostró una sonrisa superficial. —Solo lo juzgo tal y como es. No te preocupes mucho, hermano mayor, este hermano menor no puede hablar con elocuencia. Si te he ofendido, espero que puedas perdonarme mucho.

Esta corte del Hijo del Cielo estaba llena de funcionarios que había elegido personalmente. Helian Yi, tras finalmente haber visto lo suficiente, habló:

—Padre emperador, este hi... este hijo sirviente se siente un poco destemplado...

Helian Pei miró a su hijo menor y se dio cuenta de que efectivamente la tez del niño estaba extremadamente pálida. Incluso el color de sus labios parecía haberse desvanecido y su cuerpo tiritaba levemente. —¿Oh? ¿Qué ocurre? —preguntó—. Alguien venga y ayude a bajar al príncipe heredero, también inviten a un doctor imperial.

El eunuco Xi soltó un saludo apresurado y prestó personalmente el brazo para darle soporte a Helian Yi. Jing Qi observó la espalda del joven, sintiendo que parecía algo gacha.

Vio entonces a Helian Pei agitar la mano con impaciencia. —Muy bien, ¿por qué el ruido? ¡¿Qué parece esto?! ¡Todos, levántense por nosotros! —miró en dirección a Wuxi, quien aún estaba arrodillado en la misma posición, y suavizó un poco el tono—. Joven chamán, tú levántate también.

Su mirada un tanto sombría escudriñó a sus dos hijos adultos. —El sabio Confucio una vez dijo: "Manejada por maniobras políticas y contenida con castigos, la gente se vuelve astuta y pierde la vergüenza. Conducida por la virtud y moderada por los ritos desarrolla el sentido de la vergüenza y de la participación". No es nada más que un niño insignificante e ignorante que no ha sido civilizado. Una persona benévola debería disponer con amabilidad y perseverar con cortesía, ¿cómo el asesinato se puede decir y hacer tan rápido? Si lo matan y se corre la voz, ¿no sería enseñarle a la gente del mundo a reírse del monarca de mi Gran Qing y sus súbditos, por no tener nada de magnanimidad y matar indiscriminadamente en un gobierno despótico?

Jing Qi puso los ojos en blanco y pensó que escuchar las palabras de un sabio podía ser provechoso[1], pero sentía la necesidad de ahorcarse en la rama del sureste.

—¿Cuántos años tienes? ¿Leíste algún libro antes, cuando vivías en Nanjiang? Helian Pei le preguntó a Wuxi con un semblante amistoso.

Wuxi quedó estupefacto. —Yo... once. El gran chamán es mi maestro, pero no he leído ningún libro de ustedes, gente de las Planicies Centrales.

Helian Pei negó con la cabeza, encontrando esto extremadamente lamentable. —Qué lástima, qué lástima. La maravilla de leer libros radica, pues, en hablar de ellos con entusiasmo, desde los sabios del pasado hasta las generaciones más jóvenes de hoy en día, ¿no es magnífico? Es una lástima que te encontraras en un lugar remoto y nunca hayas probado esta cosa tremendamente agradable... ¿Eh? Beiyuan...

Jing Qi saltó, pillado desprevenido por ser nombrado repentinamente, y se inclinó apresuradamente. —Este súbdito está aquí —dijo.

Cof, niño... ni siquiera soltaste un suspiro durante tanto tiempo, por poco nos olvidamos de ti. —Helian Pei lo miró con extrañeza—. ¿Cómo es que eres tan joven, pero tan aburrido como un viejo chico? ¿Hemos oído que, además de venir al palacio a mostrar tus respetos, no has salido de la residencia durante unos meses?

—Este súbdito tiene una gran piedad filial y no se atreve a apresurarse.

Helian Pei suspiró, extendiendo una mano para apretarle el hombro. —Aunque Mingzhi tenía otro apellido, para nosotros, era como un hermano... Ah, da igual. Debes cuidarte bien, Beiyuan. Sabemos que estás siendo filial, pero no te sofoques tanto. En estos momentos, la residencia del joven chamán en la capital aún no se construye, por lo que no hay más remedio que molestarlos y alojarlos en el puesto de invitados por un tiempo. No se puede desatender a un invitado que viene de las lejanías y vemos que él y tú tienen más o menos la misma edad. No está familiarizado con lo Han, pero no tiene problemas con las conversaciones diarias, y como tienen la misma edad, podrán hablar un poco, así que tendrás que atenderlo adecuadamente en nuestro nombre.

Jing Qi puso los ojos en blanco por dentro, pero su boca se vio obligada a ser respetuosa. —Este súbdito acata su decreto.

Helian Pei asintió, después le volvió a hablar al joven chamán. —Este es el príncipe Nan'ning de nuestra Gran Qing. Su estatus se considera igual que el tuyo y no se considera un insulto para ustedes, invitados de las lejanías. En el futuro, serás un residente de la capital durante un largo tiempo, por lo que hacer que Beiyuan te acerque a los hijos de las familias nobles también sería bueno. Yi...

Solo escupió una palabra antes de recordar que Helian Yi acababa de excusarse por no sentirse bien y ya había sido escoltado, por lo que frunció un poco el ceño. Sus ojos recorrieron el gran salón, el tinte de la impotencia le atravesó el rostro y vaciló por un momento. —¿Dónde está el secretario?

—Este súbdito está aquí —respondió apresuradamente el secretario Chen Yuanshan.

Helian Pei asintió. —Buen súbdito Chen, tendré que molestarte un poco más con los muchos asuntos respecto a la estancia de la gente de Nanjiang en la capital.

—Este súbdito acatará su decreto.

Helian Pei se amasó el entrecejo, el cansancio en su rostro era evidente. Con un movimiento de su manga, se puso de pie. —Suficiente por hoy, estamos exhaustos. Dispérsense.

Un eunuco dio un paso al frente inmediatamente y agarró el brazo de Helian Pei para brindarle apoyo. Luego de dos pasos, pareció recordar algo. Se dio la vuelta y miró a Jing Qi. —Oímos que Yi'r dijo que dijiste que cuando tu salud mejorara un poco, ¿te solicitarías un tutor en la residencia Nan'ning y no ingresarías al palacio para estudiar con él? —preguntó en voz baja.

Jing Qi se congeló. —Su Majestad, las regulaciones de esta dinastía...

El hombre solo negó con la cabeza y lo interrumpió. —Si no quieres, entonces lo dejaremos ser. Ahora... ahora estás grande y entiendes las cosas. Te asignaremos más adelante un maestro cuyo conocimiento y virtud sean de primer nivel. Cuando tengas tiempo libre, ven al palacio para hacernos más compañía. Nuestros muchos años de tu cuidado no han sido en vano.

Dicho eso, se giró y se fue.

Jing Qi de repente recordó que durante este momento en su vida anterior, de hecho, Helian Pei también había insinuado ambiguamente que le asignaría un maestro y no necesitaría volver a ingresar al palacio. Fue simplemente que en aquel entonces su corazón y mente estaban completamente preocupados de Helian Yi, por lo que no captó la verdadera intención detrás de sus palabras.

La multitud de funcionarios despidió al emperador y se fueron en sucesión. Sonriente, Helian Qi ahuecó las manos al frente y le hizo una reverencia a Helian Zhao, y este último, con una mirada glacial en su rostro, resopló y se agitó las mangas mientras se marchaba. Jing Qi observó todo con sus propios ojos y reflexionó que resultó que este emperador idiota no era del todo idiota por dentro, al final. Además, había anticipado y planeado genuinamente el bien de Jing Qi, insinuándole que no se dejara llevar por la horrible lucha de estos hijos suyos.

Por desgracia, era joven en ese entonces y el gran esfuerzo de Helian Pei se fue por la borda.

Jing Qi de repente sintió que, en realidad, el emperador no era nada más que un hombre miserable y solitario que no tenía libre albedrío.

No muy lejos, el secretario Chen Yuanshan se encontraba en medio de una conversación con Wuxi. El primero era cortés con todos y el joven chamán cuyo temperamento era como una bestia de carga presumiblemente no lo había ofendido demasiado.

El decreto del emperador ya se había emitido, por lo que sería bastante malo si solo exclamara un saludo y ni siquiera cediera a acercarse superficialmente. Entonces, arregló su rostro con una sonrisa antes de dirigirse a Wuxi.

[1] Aquí se usó solo la primera parte del proverbio 听君一席话, 胜读十年书, fig. "escuchar las palabras de un sabio puede ser superior a estudiar diez años de libros". Yo lo fraseé distinto para seguir la naturaleza del párrafo.