Capítulo 56: Conoce al monarca; permíteselo al monarca

Tan pronto como Wuxi dijo esto, su propio corazón palpitó genuinamente de desorden. Jamás discutiría con Jiang Xue, una cosita de cuatro años de edad nominal que no podía distinguir entre hombres y mujeres... Esas palabras se dijeron para que tanto Jing Qi como el príncipe heredero las escucharán.

Había recibido una carta del gran chamán hace unos días. El hombre estaba envejeciendo y lo extrañaba mucho y deseaba entregarle la administración de Nanjiang. Contándolos, habían pasado casi nueve años desde su llegada a la capital. En consideración de la edad del gran chamán al principio, Nanjiang y la Gran Qing acordaron que el joven chamán sería un rehén por diez años. Su práctica de artes marciales era excelente, mientras que sus estudios eran regulares, pero tolerablemente pasables. El día en que abandonara esta tierra de disputas ya no estaba muy lejos.

Por eso, no le tenía miedo a Helian Yi.

Jing Qi le había dicho que alguien como Helian Yi no haría nada que amenazara la seguridad de su patria ni podía correr el riesgo de otra guerra entre Nanjiang y la Gran Qing por ofender al único sucesor de esos tres mil li de tierra miasmática.

Lo único que le preocupaba era la reacción de Jing Qi.

Wuxi sabía que al decir esto abiertamente en tales circunstancias lo estaba presionando. No quería hacer esto, pero el tiempo que le quedaba en la Gran Qing no era mucho. Si tuviera más alternativas, nunca hubiera usado este enfoque medio inflexible para forzar a Jing Qi.

Aunque este hombre parecía ser un dúctil acomodadizo, aunque parecía estar extremadamente satisfecho con cualquier cosa y persona, asintiendo y conviniendo con todo lo que los demás decían y montando un melodrama de taichí cuando estaba reacio, Wuxi tenía una corazonada: su límite era intocable. No sabía dónde estaba el límite de Jing Qi, pero se preocupaba con antelación.

Porque le importaba, se preocupaba por las ganancias y pérdidas de esto.

A diferencia del estupefacto Helian Yi, Jing Qi no pareció vacilar ni un segundo. Se quitó el brazo de encima como si estuviera bromeando, le dio una suave palmada y sonrió casualmente. —Vaya estupidez. Descarrila a esta señorita y el señor Jiang definitivamente vendrá a por tu cabeza.

Cuando terminó de hablar, se inclinó y levantó a Jiang Xue nuevamente. Tomó un trozo de seda de la pequeña sirvienta que esperaba al lado, lo abrió y sacó un pedazo de bocadillo para dárselo de comer. —No escuches las tonterías de ese hermano mayor, muchachita. De lo único que hablas es de tomar esposa, ¿qué harás si no puedes desposarte en el futuro?

Acababa de decir que quería reconocer a alguien como ahijada, pero el acompañante Wuxi se transformó en un "hermano mayor". Helian Yi bajó la mirada y levantó su taza sin responder, manteniendo la compostura entre emociones.

Había visto claramente la expresión de Wuxi en ese momento, la que lo enfadó por dentro, pero al final eso se ocultó y no se expresó. Al ver la actuación intencional (o no) de Jing Qi, estuvo seguro: sabía del acuerdo entre Nanjiang y la Gran Qing y que el joven chamán regresaría en un año más. Resopló mentalmente, este bárbaro del sur había comenzado a ir por Beiyuan, pero ¿cuál es la diferencia entre eso y una ilusión vana?

La disposición de Jing Qi de armar alboroto prácticamente todos los días y frecuentar varios burdeles solía provocarle el peor dolor de cabeza a Helian Yi, pero ahora le complacía un poco. Creía que el hombre debía vivir innatamente una vida de extravagancia y lujo en su patria opulenta mientras supervisaba el reino. Aparte de estos treinta li junto al río Wangyue, ¿qué otro lugar podría mantenerlo en el infinito mundo mortal?

El bárbaro era realmente un bárbaro, incluso para tener semejante inutilidad de sueño.

No se podía distinguir ninguna expresión o emoción en el rostro de Wuxi. Siempre había sido de pocas palabras, incluso su apariencia acostumbraba a ser serena e inmutada. Simplemente extendió la mano y frotó en silencio el lugar donde Jing Qi le había alejado el brazo. Volvió a sentarse en su lugar original sin decir palabra, viendo a Jing Qi jugar alegremente con Jiang Xue y escuchando a Helian Yi bromear con ellos de vez en cuando.

Era como si se hubiera convertido en una muñeca inmóvil, silente y carente de sonrisas.

Estuvo nervioso durante mucho tiempo, pero al final había subestimado la capacidad de Jing Qi para hablar con ambigüedad. El límite del príncipe Nan'ning era intocable, pero también tenía la habilidad para evitar que la gente lo tocara.

No fue hasta que se puso el sol que Zhou Zishu, con un rostro sombrío, vino con Liang Jiuxiao y recogió personalmente a Jiang Xue para llevarla de regreso con la familia Jiang. Cabizbajo, Liang Jiuxiao era el vivo retrato de una berenjena maltratada por la escarcha. Ponía los ojos en blanco en señal de agravio a las espaldas de Zhou Zishu. Jiang Xue estaba agotada por jugar y no quería caminar, descansaba en los brazos de Zhou Zishu, recostada de estómago sobre su hombro mientras le hacía caras a Liang Jiuxiao.

Helian Yi también se marchó.

Jing Qi salió a despedir al grupo de personas diversas y regresó al patio, solo para ver a Wuxi parado allí, perfectamente erguido y observándolo firmemente.

Al principio solo sentía que su brazo estaba algo dolorido por haber sido presionado por esa niñita gorda, pero ver a Wuxi así le provocó un dolor de cabeza en sucesión, con una melancolía bastante parecida a la de un buen erudito que se topó con soldados.

El príncipe debería estar acostumbrado a esto. Siempre había pensado que había algunas palabras en la tierra con ciertas implicaciones que servían de insinuación, no para decirlas incluso si todos estaban al tanto de la situación. Al dejar atrás esas palabras, todavía se podría avanzar y retroceder a voluntad, ¿por qué molestarse en revelarlas y bloquear el camino?

Se frustró un poco, sintiendo que todos estos años de sermonear a este burro viviente no fueron más que un desperdicio.

Antes de que pudiera decir algo, Wuxi habló:

—¿Dónde no soy lo suficientemente bueno? Dime, no importa lo que quieras que haga.

Practicaba artes marciales todo el año, era alto, de hombros anchos, con una cintura estrecha y absolutamente guapo. Sus rasgos habían crecido, ya no tenían la inmadurez de su niñez. Parecían aún más profundos, con bordes y comisuras claros como si un cuchillo los hubiera tallado, lo que lo convertía en un joven extremadamente apuesto.

Jing Qi se inclinó debajo del sauce en la puerta del patio, juntó las manos sobre su pecho y negó con la cabeza cuando lo escuchó.

Wuxi dio un paso al frente, algo inquieto. —Di la verdad. Puedo cambiar cualquier cosa... ¿O me odias?

El otro volvió a negar con la cabeza en silencio.

—Entonces ¿por qué no me quieres?

Jing Qi resopló, restándole importancia. —Desde que Pangu abrió el universo, a partir de los tres augustos y los cinco emperadores, los hombres han labrado y las mujeres han tejido, con el ying y yang en armonía. Estos son los principios celestiales de las relaciones humanas. Te lo he enseñado tanto antes, ¿fue todo en vano?

Su mirada estaba un poco baja, con rasgos distantes y la mandíbula ligeramente afilada. Su expresión era un poco fría.

—Deja de fingir —dijo Wuxi—. Le dijiste claramente al emperador que te gustaban los hombres...

—¿Yo? —Jing Qi arqueó una ceja y sonrió falsamente—. En esta vida que tengo, debo vivir dependiendo de la ridiculez. Sin mencionar que simplemente me gusten los hombres, incluso si le dijera que me gustan los gatos y los perros y quiero vivir con los animales toda la vida, el emperador estaría feliz. ¿Eres el mismo tipo de persona que soy yo?

Sin esperar la respuesta de Wuxi, se sacudió la manga y se dio la vuelta. —Soy de talento humilde y conocimiento superficial. Te he estado enseñando durante tanto tiempo, pero no aprendiste nada. No tienes que volver, joven chamán. Busca a alguien más competente que yo.

Pero Wuxi avanzó unos pasos como un rayo y lo sujetó. No se atrevió a tocarlo directamente, solo usó las yemas de los dedos para pellizcarle la manga ancha. Tratando de soportarlo en silencio, intentó hacer que su expresión pareciera menos teñida de sentimientos. Logró controlar su rostro solo con un esfuerzo larguísimo, pero su mente era una extensión blanca, sin una oración que pudiera decir.

Solo después de un largo período de tiempo, unas pocas palabras salieron silenciosamente de su garganta. —No... te enojes.

Jing Qi lo miró con apatía.

—No te enojes. Dejaré de ser así. No... te niegues a verme... —susurró Wuxi.

Estaba entrando en un pánico muy grande, pues temía que el otro lo aniquilara con una palabra despiadada y no hubiera vuelta atrás. Nunca antes se había sentido tan dolido y arrepentido.

El primer segundo en que el corazón latía era durante la juventud. Durante la juventud había días de todo tipo de búsqueda, mas sin nada encontrar. Alguien pellizcaba las entretelas durante la juventud, un suave golpecito te provocaba tanta congoja que no se querría vivir.

Pero a lo largo de los años, a los corazones les salían callos y no volvían a tener ese tipo de afecto que demacra el alma, ya demasiado experimentados en el océano de las vicisitudes para molestarse con su agua.

"Prefiero hasta la embriaguez beber. Se debe cantar cuando vino en mano se tiene, pero beber para escapar ninguna prórroga ofrece.

Que mi ropa se esté aflojando qué importa, mi amante digno es de anhelar[1]".

Su expresión demacrada había evocado repentinamente recuerdos antiguos que Jing Qi había enterrado en el fondo de su corazón durante estos muchos últimos años. Recordó sus propios treinta y dos años de agonizante tiempo, así como su pasión por esperar sentando en el Puente de la Impotencia durante varios cientos de años. El profundo cansancio que la pasión le causaba a alguien... nadie lo entendía mejor que él. Suspiró en voz baja. —Wuxi, no seas así. ¿Por qué molestarse siquiera?

Hace trescientos años, Zhou Zishu también estuvo aquí en medio de la noche, con el ceño fruncido. "Beiyuan, ¿por qué molestarse en estar así?", le había dicho.

El sentimiento dentro de esto no era algo que un espectador entendería. Múltiples emociones no tenían lugar alguno en el mundo mortal. Faltaba simpatía, faltaba humanidad.

Su yo de hace trescientos años de repente se superpuso con el de trescientos años después que tenía al frente. —Si... si puedo vivir hasta el día en que regreses a Nanjiang, si el país tiene paz y prosperidad y hace buen tiempo, y si puedo salir vivo de la capital, no habría nada de malo en ir a quedarme contigo un par de años —espetó casi sin pensar.

Los ojos de Wuxi se agrandaron. Se quedó mirándolo con perplejidad, como si entendiera cada palabra, pero no supiera su significado al unirlas. Mucho tiempo después, dijo con voz temblorosa:

—Me... me estás... me estás prometiendo...

Sintió que su corazón estaba a punto de salir volando de su pecho, apretando la manga de Jing Qi hasta darle forma.

Jing Qi sonrió con amargura. —Si un día como ese llega, definitivamente cumpliré mi palabra.

Poder salir vivo de la capital cuando el país tuviera paz y prosperidad e hiciera buen tiempo, retirarse con sus méritos cumplidos... Eso era lo único que había estado planeando durante estos diez años desde su reencarnación aquí. Con una negligencia, no sería solo su propia vida inútil la que se perdería. ¿Cómo las cosas podrían ser tan sencillas?

Esto no se trataba de nada más que el hecho de que no tenía el corazón para verlo tan deprimido así, de que tampoco quería decir palabras infundadas para persuadirlo.

Pero eso fue suficiente para que Wuxi se olvidara felizmente de quién era. Ese día prácticamente se fue flotando como loco –con los pies sin tocar el suelo– de la residencia Nan'ning.

No se sabía si fue porque el clima se entibió o qué, pero la enfermedad de Helian Pei de repente mejoró. Realmente superó a la fiebre y lentamente se recuperó por completo. Después del transcurso de otro mes, no solo su tez se puso rubicunda, sino que también dejó la medicina e incluso pudo ir a presumir a la corte.

Una vez más, los corazones enervados de todos volvieron a caérseles hasta el vientre. Helian Zhao –el que más ansioso estaba por visitar a un difunto emperador– estuvo desmotivado un buen par de días, sintiendo que era zafio de su padre estar viejo, pero no muerto, lo que lo decepcionaba. Nadie era agradable a su vista. Incluso su concubina favorita recién adquirida le dio la oportunidad de desahogar su ira, lo que le dio un susto que le provocó perder su embarazo de dos meses. Esto hizo que Helian Zhao se sintiera cada vez más desafortunado.

Helian Pei había vuelto a la vida y sentía que los cielos lo habían bendecido. Bastante orgulloso y satisfecho de sí mismo, todavía recordaba el asunto inconcluso previo a su enfermedad y no estaba feliz de ver a Jiang Zheng en la corte. Por lo tanto, buscó un error y degradó a Jiang Zheng fuera de la capital, haciéndolo servir como un funcionario menor y trivial en un pueblito cerca de la frontera de Nanjiang. Esto era un favor especial en consideración a los muchos años de responsabilidad en su cargo.

El clima de esa zona era muy encapotado y húmedo. Jiang Zheng ya tenía más de cincuenta años y su salud había empeorado con los reiterados sustos. Se podía estimar que antes de que pueda llegar a este lugar remoto, frío, salvaje y miásmico, estirará la pata y morirá. Esto se trataba del emperador haciendo uso de medios especiales para quitarle vida mientras arrastraba a toda su familia a ello.

Desamparado, Jiang Zheng no tuvo más remedio que agradecerle su gracia.

Los demás no lo sabían, pero Liang Jiuxiao estaba excepcionalmente angustiado. Se había encariñado con la niñita peculiar que era Jiang Xue y sabía que no era el único: al príncipe júnior, a su shixiong e incluso al príncipe heredero, todos se habían encariñado con ella.

El príncipe también había bromeado diciendo que, al verla rebotar tan vivaz por el patio, sentía un poco de la bienaventuranza de un huevo de oro y una niña rechoncha protegiéndole las puertas y cualquier familia que tuviera semejante tesoro no lo cambiaría ni por una montaña de oro. Sin embargo, esa niña rechoncha iba a tener que seguir a su papá a un lugar tan remoto y abandonar la capital. ¿Dónde habría yogures suaves, pasteles dulces y figuritas comestibles?

¿No se marchitaría hasta la delgadez?

El día antes de que Jiang Zheng y el resto abandonaran la capital, Liang Jiuxiao vino a la residencia Nan'ning y entró con cara de cordero degollado. Jing Qi se sorprendió un poco, no esperaba su visita. —¿Qué vientos han soplado hasta acá al héroe Liang de nuevo? —preguntó con una sonrisa.

Liang Jiuxiao se sentó con un profundo suspiro. —Estoy inquieto, príncipe.

Jing Qi se quedó callado por un minuto. —Nadie puede explicar claramente los altibajos de la vida mundana. El emperador ya mostró una piedad particular. No hay banquetes en el reino que no se dispersen, quizás este sea el edén del señor Jiang.

Liang Jiuxiao asintió. —Es razonable, pero aun así me siento inquieto.

Sin tener nada bueno que decir, Jing Qi se sentó para hacerle compañía un momento.

A Liang Jiuxiao le tomó un buen rato recuperar algo de ánimo. —Mi shixiong dijo que tenía usted unas jarras de vino de alta calidad —dijo alegremente—. Está demasiado ocupado para alejarse de sus deberes, así que me hizo venir a probarlo por él. No sé... jeje.

Jing Qi quedó perplejo por un momento, sin entender a lo que se refería Zhou Zishu.

Liang Jiuxiao siguió explicando:

—Ajá, aunque sé que es usted magnánimo y siempre presta mucha atención al buen vino, descuide, no le beberé mucho. Tengo que ir a despedir al señor Jiang mañana, se lo prometí a xiao-Xue. Concédame usted un par de copas para probar y puedo usar eso como una excusa para volver y presumir con mi shixiong...

Jing Qi lo entendió ahora. De repente se le cayó el alma a los pies. Mientras forzaba una sonrisa remisa, amasó una pata de la pequeña marta que sostenía en su abrazo. —Entonces tendrás que esperar, ustedes dos no pueden vivir bajo el mismo techo. Luego no podré atraparla más y te agregará color... La llevaré de regreso a la residencia del joven chamán, antes que nada.

Dicho eso, se puso de pie y se fue.

Liang Jiuxiao chasqueó la lengua abstraídamente. —La arrogancia del joven chamán es demasiado grande, para que el príncipe tenga que hacer un viaje personalmente por un asunto tan nimio...

Antes de que pudiera terminar de hablar, la marta originalmente mansa que había estado acurrucada en los brazos de Jing Qi mostró los colmillos, lo que rápidamente lo calló del susto.

Los pasos de Jing Qi no se detuvieron.

[1] Del poema "Mariposas enamoradas de flores" de Liu Yong. Adaptado y explicado de aquí, el poema combina los sentimientos de soledad en una tierra extranjera con el anhelo del amante, mostrando el carácter decidido del héroe y la actitud persistente.