Capítulo 57: Templo ruinoso en la naturaleza

Wuxi estaba preparándose para cenar y ver a Jing Qi venir a esta hora lo asombró un poco.

Jing Qi soltó a la pequeña marta, lo que le permitió divertirse en el patio, y fue directo al grano. —Dame una droga que noquee y sea indetectable en el vino.

Wuxi se sorprendió un poco, pero tampoco preguntó, solo le dijo a Nuahar:

—Anda a traerle eso al príncipe.

Jing Qi hizo una pausa, luego de repente exclamó para detener a Nuahar:

—¿Todavía queda un poco de ese Trance Onírico que inhalé sin querer la última vez?

—Anda a buscar el Trance Onírico —ordenó Wuxi, entonces.

Nuahar no se atrevió a demorarse, fue a buscar inmediatamente una botellita. Wuxi la tomó y se la entregó a Jing Qi, informándole la cantidad de la dosis en detalle. Jing Qi sonrió a la fuerza y le dio las gracias. Sin quedarse sentado, se levantó y se fue.

Wuxi de repente recordó algo. Se puso de pie y lo alcanzó, abrazándolo por los hombros y palmeándolo suavemente. —No te preocupes. Esta es una buena droga. Las personas que la beben sueñan con lo que más quieren. Al menos en el sueño, estarán muy felices.

Jing Qi sonrió suavemente, negó con la cabeza y se marchó.

Wuxi se quedó mirando fijamente su espalda en retirada, meditabundo. Nuahar no pudo evitar preguntar:

—Joven chamán, ¿qué le ocurre al príncipe? ¿Por qué quería el Trance Onírico?

—Tiene que ir a hacer algo malo —murmuró en respuesta Wuxi—. Cada vez que va a hacer algo malo, tiene esa especie de sonrisa vacía.

Nuahar se sobresaltó. —¿El príncipe hace cosas que son... malas?

Wuxi suspiró y volvió a sentarse. —Ha hecho muchas cosas malas, pero no quería hacer ninguna de ellas. Tengo fe en que así es como es él, porque me gusta.

Gustar de alguien, no gustar de alguien, la vida dentro de un trance onírico, vivir en un trance onírico... Todo eso era algo confuso y difuso. La gente a veces tenía que pasarse la vida confiando en la fe. Si creían que algo era verdad, entonces lo era.

En un raro momento, Helian Pei se sentó en el estudio. No estaba seguro de si había pasado demasiado tiempo desde que se había quedado aquí o qué, pero sentía que las cosas en el escritorio parecían algo familiares, pero también algo extrañas. Expulsó a los sirvientes, dejando solo al eunuco Xi presente a un lado. —A veces pensamos que hemos hecho mal —murmuró de repente para sí mismo.

El eunuco Xi sonrió con deferencia. —¿De dónde vienen estas palabras, Su Majestad?

Helian Pei levantó la cabeza y lo miró directamente. La expresión que tenía era un poco exánime, con canas que le coronaban la cabeza. Aunque su tez estaba bastante bien, tenía arrugas. Sus manos eran carnosas, pero su piel colgaba holgadamente, lo que a simple vista provocaba la ilusión de delgadez. Incluso si se había recuperado de su enfermedad, aun así, estaba viejo.

Salvo por la túnica de dragón que tenía puesta, su expresión apática era exactamente igual a la de todos los ancianos solitarios del reino: demacrada, exánime, con un poco de desamparo lastimero.

Era como si todo lo que le quedara fuera esa túnica.

Tomó hasta el momento en que la sonrisa del eunuco Xi se puso rígida en su rostro para que Helian Pei hablara lentamente. —El buen súbdito Jiang ha servido como nuestro funcionario de la corte durante muchos años, trabajando duro, pero sin haber recibido mérito por ello. Mañana... mañana se marcha de la capital y lo irás a despedir en su viaje. No permitas que vaya a ese lugar húmedo y mojado a sufrir. No van a estar en la capital, así que alarmar los varios súbditos no es necesario.

El eunuco Xi se sobresaltó, sin poder evitar levantar la cabeza para mirar a Helian Pei, y entonces se inclinó. —Este sirviente acata sus órdenes.

La gente era como algodón flotante, el destino era como la hierba. La nobleza y el alto funcionariado seguían existiendo, entonces, ¿qué quedaba para la gente común? Si no se descollaba lo suficiente, se tenía que ser lo suficientemente inteligente, lo suficientemente despiadado y lo suficientemente astuto como para adaptarse a los cambios.

Ello solo para poder vivir.

Esta noche, Liang Jiuxiao tuvo un sueño. Soñó que estaba en un gran jardín que se parecía al lugar en el que vivía cuando era niño. Estaba en medio de la ladera de una montaña y su vista estaba saturada de flores de melocotón, las que cuando florecían, parecían esconder el mundo entero. El jardín estaba rodeado por una curva serpenteante de un río poco profundo que merodeaba hasta las faldas de la montaña, y cuando se bajaba la mirada en la cima, parecía una cinta blanca apenas discernible en un océano de flora.

La montaña trasera también tenía cascadas y pequeños manantiales, con la luz de la luna similar al agua, con una cima azul profundo y naturalmente imponente.

Y... estaba su shixiong.

Su shixiong, que en estos últimos años desaparecía y reaparecía cual sombra y se ocupaba con todo tipo de basura rutinaria, sonreía vagamente, con todos sus rasgos inclusive relajados. En una mano tenía dos jarras de vino verde, bebiendo de una mientras le arrojaba la otra, y después le dijo que no se iría; regresaría cada año a este jardincito al pasar el invierno, y cuando todas las flores de melocotón florecieran, lo llevaría a vagar por jianghu con él.

Liang Jiuxiao no pudo evitar sonreír.

Pero no hay día ni noche entre las montañas y en la tierra ya habían pasado milenios.

Cuando se despertó, ya era la noche del día siguiente. Giró y se incorporó en la cama, se frotó los ojos y se quedó mirando perplejamente el oscuro cielo del exterior. Pasó un buen rato antes de que pudiera distinguir qué hora era y se asombró un poco. Sentía que era exactamente la misma hora en que se había recostado, entonces, ¿por qué abría los ojos ahora?

Se quedó sentado por un momento. No le dolía la cabeza, pero su mente estaba aletargada y no podía ponerse a funcionar demasiado bien, por lo que se levantó con una morosidad exasperante y se sirvió una taza de té. Se la bebió y entonces recuperó un poco la lucidez. La escena de su sueño estaba ante sus ojos, lo que no se parecía en nada a lo normal, donde olvidaba la mayor parte al despertar. Al recordar la sonrisa de Zhou Zishu bajo el gran árbol de flor de melocotón –sin importar lo real que pareciera– esta entró en su alma y no pudo evitar soltar una risilla inconscientemente.

Alguien de repente empujó suavemente la puerta para abrirla y entró. Al verlo despierto, exclamó:

—Oh, héroe Liang, al fin despiertas.

Liang Jiuxiao giró la cabeza para ver que se trataba de Ji Xiang. Se sintió un poco avergonzado, frotándose las sienes. —Mírame bien. El príncipe dijo que la fuerza del vino era excelente, pero no pensé que hablase en serio. Hice el ridículo, ¿cierto?

Ji Xiang solo sonrió. —No hiciste nada. Incluso si bebiste demasiado, no le gritaste a nadie. ¿Le traigo agua para que pueda usted refrescarse?

—¿Qué shichen es? —preguntó rápidamente.

—Durmió usted un día y una noche —dijo Ji Xiang.

Liang Jiuxiao quedó momentáneamente sorprendido y se levantó de golpe. —¡Cielos, no puede ser! ¡Le prometí al señor Jiang que lo iría a despedir! Esto... —paseó en su lugar varias veces y se dio fuertes palmadas en la frente un par de veces—. ¡Permitirme beber es permitirme arruinar las cosas de nuevo!

—No se preocupe, héroe Liang. El príncipe notó que no te levantabas cuando te llamaban, así que ya fue con todos los demás caballeros a despedir al señor Jiang en la reunión de esta mañana. De seguro explicó las cosas, así que el señor Jiang no te culpará.

—Es probable que el señor Jiang no me culpe, pero ¿xiao-Xue no me resentirá toda la vida? —frunció el ceño y después salió corriendo como si hubiera tomado una decisión—. No, tengo que perseguirlos por las carreteras oficiales. Hermano Ji Xiang, dile al príncipe...

Su voz aún no había caído antes de que su persona se fuera rebotando, sin dejar ningún rastro.

En estos momentos, Jing Qi se encontraba en el estudio, de pie en el margen de la ventana mirando. Al ver la sombra de Liang Jiuxiao destellar y después desaparecer de la vista, no hubo expresión distinguible en su rostro.

—Príncipe, el héroe Liang se ha ido —murmuró Ping'an a sus espaldas.

Mucho tiempo después, Jing Qi asintió. —Ve a donde el señorito Zhou e infórmale que solo pude retenerlo aquí hasta ahora —susurró—. Tendrá que hacer lo que estime conveniente con el resto.

Ping'an aceptó y se retiró.

Wuxi, quien estaba leyendo detrás del escritorio, no había pasado de página desde hacía mucho tiempo. Jing Qi miraba impasiblemente por la ventana y él miraba impasiblemente la espalda de su figura. Luego de un momento, vio que Jing Qi de repente usaba una mano para cubrirse el pecho, encorvándose un poco y apoyando su costado contra la pared.

Wuxi se levantó apresuradamente y llegó a su lado. —¿Qué ocurre? —preguntó, profundamente preocupado.

—Me duele el corazón.

Los ojos de Jing Qi se cerraron suavemente. Sus pestañas gruesas tiritaron un poco, su ceño se arrugó en una bola y sus labios se movieron con suavidad, como si estuviera hablando dormido.

—Me duele muchísimo...

Wuxi permaneció a su lado en silencio por un momento, para entonces levantar lentamente las manos y abrazar tentativamente la cintura de Jing Qi. Claro, el hombre no se inclinaría voluntariamente en su pecho, así que lo presionó y adhirió el suyo en su espalda. Podía sentir sus latidos a través de la leve curva de su dorso: muy lentos, cada vez más lentos. Parecían tener un indicio de pesadez y decadencia.

Jing Qi no lo apartó.

Wuxi contó su pulso inconscientemente, como si de esa manera pudiera tratar de comprender los intermitentes sentimientos de destemple en el cuerpo de este hombre, como si de esa manera pudiera develar los rastros de lo que le había sucedido. Pero... no pudo. Pensó con congoja que su mundo iba siempre en una perfecta línea recta, mientras que el corazón de Jing Qi tenía innumerables círculos enredados, tan tortuosos que quizás ni él mismo entendía dónde empezaban y dónde terminaban.

A las afueras de la capital, pasado el pabellón de descanso, fuera de las puertas, los sonidos del polvo y la tierra resonaban en el camino Xianyang. Un carril del gobierno se dirigía al sur, el que se volvía gradualmente más salvaje y desolado. Cuanto más estrecho se hacía el camino, más se oscurecía el cielo.

Liang Jiuxiao corría como loco. Pensó que, dado que el grupo de Jiang Zheng estaba compuesto principalmente por ancianos, débiles e inválidos, no podría haberse movido demasiado rápido. Estaban a solo un día de distancia y la congregación habría tenido que detenerse para descansar. Con su viaje a pie, tardaría media noche en llegar.

A los lados del camino había varios pueblos y aldeas y fue preguntando casa por casa. La caravana familiar de Jiang Zheng tenía muchas personas y objetos, por lo que incluso si alguien solo los hubiera visto de reojo, recordaría dónde habían ido o por dónde habían venido. Les siguió el rastro durante todo el camino. Cuanto más se alejaba de la capital, mayor era la distancia entre los asentamientos. Cuando llegó a una zona a más de cincuenta li al sur de la capital, resultó ser el centro administrativo del enorme condado de Qinghe. Suponiendo que estaban por aquí, llamó a las puertas de las posadas una por una para preguntar.

Pero había llamado por todo el lugar y todos y cada uno de los camareros despertados por el ruido habían negado impacientemente con la cabeza, como si el grupo de Jiang Zheng nunca hubiera llegado. De repente tuvo una amenazante corazonada. Se subió al lomo de su caballo y galopó de regreso por donde había venido, pensando y suponiendo todo el camino mientras aceleraba. Alguien en el pueblo pasado había dicho claramente que vio al grupo, entonces, ¿cómo desaparecieron de repente?

Como no se quedaron ni en el condado ni en ese pueblo, ¿a dónde podrían haber ido? ¿Una manada de ancianos, niños e inmuebles podrían quedarse en un bosque de montaña durante la noche?

Ahora redujo su velocidad, mirando detenidamente mientras caminaba. Entrando a registrarlos, ni siquiera excluyó los templos ruinosos al borde del camino. Había pasado la mayor parte de la noche, pero aún no encontraba nada.

Planeaba pasar la noche en un templo ruinoso y destartalado, pensando que esperaría hasta el alba de mañana para volver a preguntar. Con la fogata encendida, quiso acurrucarse en la hierba silvestre por un momento, pero al recostarse, vio de reojo algunas marcas en la esquina de la sala.

De repente se levantó de un salto y miró a través de las llamas para verlas: eran manchas de sangre.

Los latidos de su corazón se aceleraron. Siguiendo las manchas oscuras y brillantes hacia la parte posterior, abrió la puerta trasera del templo abandonado y se quedó paralizado en el lugar.

El patio estaba repleto de cadáveres, todos derrumbados en un revoltijo. A pesar de que estaban muy mutilados, aun así, podía distinguir algunas caras familiares... y había una pequeña figura encogida en el abrazo de la nodriza. Una espada las había atravesado a las dos al mismo tiempo.

La garganta de Liang Jiuxiao soltó un grito involuntariamente, ronco y ahogado, desafinado y errático. El continuo sonido de un zumbido le ocupaba la cabeza. Pensó que esto era imposible, que debía ser un sueño particularmente real de nuevo.

La antorcha en su mano cayó al suelo, rodó un par de veces y se extinguió.

La luz de la luna descendía fríamente, brillando sobre los cadáveres de aquellos que con agravio habían muerto. El sufrimiento del mundo humano nunca hacía distinción alguna.

Muchísimo tiempo después, se acercó, tropezando en el umbral. Se tambaleó hacia el lado del pequeño cadáver de Jiang Xue y cayó de rodillas con un ruido sordo. Con manos trepidantes, apartó a la nodriza que la abrazaba, pero el rigor mortis ya se había asentado en los brazos de la mujer. Lo intentó un par de veces, mas no tuvo éxito. Todo lo que podía ver era esa carita entre los recovecos de sus brazos.

Sus ojos, que siempre habían estado entornados de la risa, estaban abiertos de par en par. Pero ya no tenían luz.

Se quedó allí en silencio durante un rato, estupefacto. —No —comenzó a mascullar—, no puedo dejar que xiao-Xue se congele afuera...

Buscó un espacio frenéticamente y comenzó a excavar la tierra con la espada de su cintura, pero eso era demasiado lento, así que con el rostro exánime comenzó a usar sus manos para moverla.

Eso hasta que alguien lo abrazó abruptamente por detrás. Ya estaba hecho un completo desastre de la cabeza a los pies y no se sabía si estaba cavando un hoyo o si estaba a punto de enterrarse vivo. Liang Jiuxiao giró la cabeza rígidamente. Un gran grupo de gente con antorchas estaba de pie a sus espaldas, el brillo parpadeante le lastimaba gravemente los ojos. Solo después de mucho tiempo reconoció que quien lo abrazaba era su shixiong, Zhou Zishu.

Al final, se rompió a llorar.

"Me duele el corazón". Sobre esa parte, Jing Qi primero dijo 心疼, lit. "dolor de corazón" traduciendo los caracteres por separado, pero si se los toma juntos, se podría traducir como "(estoy) arrepentido" o "(estoy) angustiado". Lo que dijo al final es 良心疼 (lit. "dolor de consciencia", tomando 良心 juntos) y la traducción es más abierta a la interpretación: 良心, lit. "consciencia"; 良 es un sustantivo literario que también se puede usar como adverbio de intensidad (superlativo), "muchísimo"; 心, lit. "corazón"; 疼, lit. “dolor”.Entonces, 良心疼 se podría traducir como "muchísimo dolor de corazón/angustia/arrepentimiento" o "dolor de consciencia". En inglés lo dejaron como el segundo.