Capítulo 58: No es tarde para la retribución

Volumen III - "Verlo un edificio erguir, un banquete celebrar, el edificio derrumbar"

Cuando el cuerpo moría, el yin y el yang se separaban.

A pesar de que Liang Jiuxiao había intentado asesinar hostilmente a Jing Qi, en realidad nunca se había manchado las manos con la sangre de una persona. Al cerrar los ojos, el olor de la tierra se mezcló con el hedor de la sangre y se diluvió sobre él, como si estuvieran a punto de enterrarlo por completo. Los brazos de la mujer no se aflojaban, muertos, y los ojos de la niñita miraban tan abiertos como si fueran a partirse...

Que un hombre no llorara fácilmente solo se debía a que aún no había llegado al punto del sufrimiento.

No sabía cómo regresó a la capital ni cómo se había quedado dormido, pero sabía cómo una pesadilla lo despertó. En el instante en que abrió los ojos, surgió en su corazón una intensa esperanza de que la tragedia de ese sueño fuera completamente falsa y proviniera netamente de su subjetividad. Tan pronto como se lavara la cara y despabilara por completo, recordaría que la niñita todavía tenía un buen pasar en la casa de los Jiang y lo fastidiaría para que se escabulleran para cargosear al príncipe sobre el asunto del padrino y la esposa.

Se quedó congelado por un largo rato y de repente recordó... que todo era cierto.

Había una pesadilla cuando cerraba los ojos, y cuando los abría, seguía siendo una pesadilla. El reino del mundo humano parecía remoto; había un torrente de miseria en su corazón, el que frecuentemente le provocaba un dolor similar al ahogo.

La puerta se abrió desde el exterior con un chirrido y Zhou Zishu se detuvo en la entrada. Liang Jiuxiao giró la cabeza para mirarlo en silencio, con una expresión totalmente vacía. Zhou Zishu no pudo evitar suspirar y entró para sentarse a su lado en la cama. —¿No puedes dormir?

Liang Jiuxiao negó con lentitud. Zhou Zishu se quedó sentado en silencio por un momento, estiró las manos y lo abrazó por los hombros, tal como solía hacerlo cuando era muy pequeño. Sin embargo, el niño imprudente ya había crecido tanto que le resultaba difícil volver a encogerse por completo en su abrazo. El niño se vio obligado a adoptar una pose desgarbada e incómoda, con el cuerpo doblado como un camarón para apoyarse en su pecho.

Zhou Zishu de repente se dio cuenta de que esta separación de años había sido una era de crueldad. Tanto tiempo los había manchado que nada perduraba entre ellos; el cambio los había dejado irreconocibles. Pensó, ¿quién podría quedarse dormido esta noche?

El príncipe heredero no podía dormir, el príncipe Nan’ning no podía dormir y él tampoco podía dormir.

¿Y el emperador? Probablemente estaba durmiendo bien en medio de la noche y tendría que esperar a que lo despertaran.

Pero se equivocó. En realidad, Helian Pei no estaba dormido y se había despertado abruptamente en medio de la noche. No se sabía con qué había soñado, pero su corazón palpitaba un poco. La hermosa concubina a su lado se incorporó y lentamente le frotó el pecho, pero no pudo volver a dormirse. Cuando preguntó la hora, pensó que el eunuco Xi volvería pronto, por lo que mantuvo los ojos abiertos mientras esperaba.

El eunuco Xi solo regresó casi al galicinio. Este eunuco oriundo del funcionariado era un sénior en el palacio, pero cuando regresó, su cabello estaba despeinado y casi se arrastraba del pánico.

Helian Pei se sentó prontamente, ordenó a todas las sirvientas y la hermosa concubina que se retiraran y sacó la mitad del cuerpo de la cama. —¿Qué ocurre? ¿No me digas que Jiang Zheng tuvo la audacia de resistirse al decreto?

El eunuco Xi jadeó rápidamente en busca de aire y se arrojó al suelo, con la voz temblorosa. —Respondiendo a Su Majestad, este... este viejo sirviente se encontró con un grupo de asesinos de negro a la mitad del viaje y hubo una larga lucha... No sé de dónde salieron, pero sus artes marciales eran excepcionales y este creyó que no lo volvería a ver a usted nunca más, Su Majestad. Pero de repente se escuchó un silbido y todos los asesinos se retiraron. No entendí por qué sucedió esto, pero no me atreví a demorarme y continué el viaje para alcanzar al señor Jiang. El lugar acordado a cuarenta li al sur de la ciudad está justo entre dos condados y rara vez se ven personas. Este viejo sirviente consideró destituirlos desde allá para salvarle algo de honor y cara al señor Jiang, y una vez terminado eso, le ordenaría a la familia que continuara su camino. Eso podría haber engañado los ojos de todos... Inesperadamente... inesperadamente...

Helian Pei tosió con ansiedad. —¿Qué?

—La docena de miembros de la familia del señor Jiang han sido asesinados en un templo desolado. Ni siquiera los animales que los acompañaban se salvaron.

Helian Pei quedó estupefacto. Poco después, de repente agarró las sabanas. Sus dedos la apretaron con tanta fuerza que comenzaron a tiritar. —¿Qué... qué dijiste?

—Su Majestad, toda la familia del señor Jiang fue asesinada en el templo por razones desconocidas. Los asesinos ni siquiera se ocuparon adecuadamente de los cuerpos. Había un hoyo poco profundo a un lado, quizás no tuvieron tiempo... El señor Jiang y los demás quedaron... Simplemente los dejaron allí abandonados...

Helian Pei agarró su almohada de jade y la lanzó al suelo, desprendiéndole una esquina. Se escuchó un sonido nítido. —...Animal —exprimió la palabra de su garganta en voz baja, apoyándose con impotencia contra el cabezal—. ¡Ese animal!

El eunuco Xi no se atrevió a decir una palabra más, simplemente se quedó arrodillado a un lado. Mucho tiempo después, Helian Pei habló en voz baja:

—Transmite la orden, vayan a la residencia del segundo duque esta misma noche... ¡y confisquen todo!

El caos de la guerra estaba en todas partes, pero la mayoría de la gente dentro de la capital no tenía idea. Seguirían durmiendo toda la noche hasta un cielo transformado al día siguiente.

El hecho de que el emperador quisiera matar a Jiang Zheng se trataba de un otorgamiento de gracia. El eunuco Xi naturalmente manejaría el asunto de su muerte de manera prolija, se lo dejaría concluido y permitiría que Jiang Zheng muriera en la carretera oficial de una manera absolutamente subrepticia.

Además, si el monarca quería que un súbdito muriera, el súbdito no podía no morir.

Pero ¿qué hizo Helian Qi? ¡Compró asesinos y no perdonó a viuda, anciano o niño! ¡Semejantes medios hacían que el pelo se erizara y el corazón se enfriara! Helian Pei recordó rápidamente ese día en el Tribunal del Clan Imperial, lo que le había dicho entre lágrimas mientras estaba encerrado. Pensó que su hijo había cometido un gigantesco error por no dejar de incriminar a su propio hermanito que corría de allá para acá en su nombre. Tan despiadado, tan inhumano, simplemente helaba la sangre...

Su motivo... ¡era espantoso!

Tres mil soldados imperiales sostuvieron en alto el decreto imperial e irrumpieron en la residencia del segundo duque sin previo aviso. En el instante de desorden (y relaciones sexuales ilícitas), Helian Qi emergió de la habitación de un muchacho que tenía, con la ropa media abierta. No estaba sorprendido ni alarmado, solo tenía una sonrisa fría en el rostro. El eunuco Xi se dio la vuelta, casi incapaz de soportar mirarlo.

En la madrugada, más de treinta millones de taeles de oro verdadero y plata fueron contabilizados y confiscados de la residencia del segundo duque, lo que equivalía a casi un año de renta para el fisco de la Gran Qing. Es más, había muchas antigüedades y tesoros, lo que hacía de la riqueza que se acumuló con desenfreno simplemente atroz. Aparte del taoísta Li, había un par de docenas de cultivadores menores que hacían pastillas, practicaban hechicería a diario y pasaban el rato con hermosos catamitas en la residencia, lo que creó una atmósfera nociva que era insoportable de ver. También había un recibo: treinta mil taeles de plata compraron la vida del señor Jiang.

La evidencia era irrefutable.

Sin embargo, durante todo el período en que su casa fue allanada hasta el momento en que estuvo amarrado en el palacio, la expresión de Helian Qi se mantuvo extremadamente serena. Se arrodillaba correctamente ante Helian Pei como si no hubiera hecho nada malo.

—Helian Qi, ¿estás al tanto tu crimen? —preguntó fríamente Helian Pei.

Helian Qi escudriñó sus alrededores y descubrió que fuera del par de ayudantes de confianza de su padre, ni siquiera el príncipe heredero estaba presente. No pudo evitar escarnecer mentalmente, cuanto más envejecía este viejo, más paranoico y aficionado a su reputación se volvía. La comisura de su boca se curvó hacia arriba. —Padre emperador, del árbol caído todos hacen leña —murmuró.

La furia de Helian Pei lo puso directamente a temblar y estrelló una taza de té en la frente del otro. —Hi... hijo... hijo no filial... ¡¿realmente estás tan demente para comprar el asesinato de un funcionario designado de la dinastía, sin siquiera perdonar a los ancianos y niños?! Todos los días te enseñé benevolencia, honradez, cortesía y sabiduría. ¡¿Lo que se dijo fue para las orejas de los perros acaso?!

Helian Qi cerró suavemente los ojos. —Padre emperador, yo...

—¡¿Y todavía quieres alegar?! ¡¿Entonces qué es esto?! —Helian Pei azotó el recibo sobre la mesa, su enojo por las nubes mientras fulminaba con la mirada a su exhijo.

Pero Helian Qi aun así continuó:

—...Solo quiero preguntarle algo. Según las declaraciones de esos súbditos que allanaron mi casa la noche de hoy, ¿cómo se enteró usted tan rápido de esas personas que recién habían matado en un lugar desolado a las afueras de la ciudad?

Tenía una apariencia un poco loca mientras miraba a Helian Pei con una sonrisa superficial. La expresión del rostro de este último se congeló. Padre e hijo se enfrentaban fríamente el uno al otro, como si aquel al lado contrario no fuera un pariente, sino un enemigo con quien nunca podría existir reconciliación.

Después de un rato, Helian Pei habló apática y sucintamente:

—Enciérrenlo en el Tribunal del Clan Imperial. Como quieres ser un loco, puedes ir y ser un loco toda la vida.

Helian Qi carcajeó enérgicamente como un búho. Mientras los guardias lo arrastraban a la fuerza, esa risa todavía reverberaba desde un costado, sonando extremadamente estridente y enlutada.

Se tambaleó durante todo el camino, balanceándose de un lado a otro mientras lo arrastraban, pero en la puerta vio a Helian Yi apresurarse a rogar por lenidad y la risa se detuvo. Helian Yi lo miró como si no pudiera soportar esto. —Segundo hermano, aguanta un poco durante un par de días. Iré a hablar con el padre emperador, eres...

—Helian Yi. —Helian Qi lo interrumpió, abriendo de par en par esos ojos malvados y atractivos, con una pausa entre cada palabra—. Eres increíble. No puedo luchar contigo.

Las palabras de Helian Yi se detuvieron, solo vio a Helian Qi abrir la boca y susurrar:

—Habrá retribución.

Los guardias que lo remolcaban lo alejaron apresuradamente de la presencia de Su Alteza el Príncipe Heredero. En tanto se lo llevaban, Helian Qi estuvo siempre mirando hacia atrás, observando atentamente a Helian Yi con una sonrisa vaga y repitiéndose hasta que su voz ya no se pudo escuchar: "Habrá retribución".

Jing Beiyuan le había dicho a Zhou Zishu que quien injusto era, condenado a la ruina estaba. Y esa era una máxima que se aplicaba a cualquiera, en cualquier lugar y en cualquier momento.

Helian Qi fue a prisión, encarcelado por el resto de su vida. Esa noticia se difundió y esa compañía de ratas abandonó el barco que se hundía. Su Qingluan no dejaba de caminar de un lado a otro en una habitación, con la mente hecha un caos. La puerta de repente se abrió y su sirvienta personal, la pequeña Hua Yue, se acercó con pasos someros desde el exterior.

—Señorita, ¿ya te enteraste...?

Su Qingluan rápidamente levantó un dedo para hacerla callar.

Hua Yue bajó la voz. —Señorita, Su Segunda Alteza ha sido encarcelada. Tenemos que salvarlo.

El taoísta Li las había comprado a ambas –Su Qingluan y ella– de su compañía teatral, lo que les permitió abandonar esa profesión despreciable y humilde. Sabía que el segundo duque era su gran benefactor.

También había echado un vistazo a Helian Qi desde la distancia en el pasado. Ya sea por coincidencia o no, sucedió que este levantó la cabeza como si lo hubiera sentido y se encontró con su mirada: le sonrió suavemente. Hua Yue solo sentía que Su Segunda Alteza era una figura divina, tan noble y atractiva. A sabiendas de que era humilde e indigna de anhelarlo, quería hacer cualquier cosa por él. Incluso si muriera así, sus preocupaciones se acabarían.

Su Qingluan inmediatamente se sobresaltó del susto al escuchar eso. —¿Sal... sal... salvarlo? ¿Qué medios tengo yo para salvarlo? —preguntó con aturdimiento.

—Alguien lo incriminó. Tengo un infiltrado, encontraremos una manera de exponer esto...

—¿Quién fue? —Su Qingluan preguntó apresuradamente.

Hua Yue resopló. —¿No te das cuenta, señorita? ¿Quién más podría ser, además del príncipe heredero?

Los ojos de Su Qingluan se agrandaron y se quedó viéndola con incredulidad. —¿Lo que dices es cierto?

Hua Yue asintió. —Es absolutamente cierto. No importa cuán corajuda sea esta sirvienta, nunca me atrevería a engañarte de esta forma, señorita. No te lo voy a ocultar. Ese infiltrado está en la residencia del príncipe Nan'ning y es el pequeño paje del príncipe, Ji Xiang.

Su Qingluan se quedó mirándola con un desconcierto interminable y de repente recobró el sentido, sus sesos también ágiles. Bajando la vista, respondió en voz baja:

—No se puede hablar de esto. Nunca volverás a mencionar esto. Si lo haces, no te podré tener aquí.

Hua Yue se sorprendió. —Señorita, ¿qué estás diciendo? El segundo duque...

Su Qingluan la interrumpió con impaciencia:

—El segundo duque fue amable con nosotras, por supuesto, y hemos estado al acecho al lado del príncipe heredero por él. No le debemos nada. Ahora que su ruina es inevitable, ¿con quién más podríamos contar, además del príncipe heredero? Debes mantener la boca bien cerrada.

Hua Yue abrió la boca, sin palabras.

—Te preguntaré una cosa. —Su Qingluan la miró con una expresión un poco feroz—. ¿Quieres sobrevivir o no?

Hua Yue asintió en silencio y Su Qingluan extendió la mano para acariciar su delicado y encantador rostro. —Muy bien. Escúchame. Para no solo poder vivir, sino vivir bien por el resto de tu vida... anda a la residencia Nan’ning y piensa en una manera de invitar a Ji Xiang a salir. Cuanto más rápido, mejor.

Hua Yue la miró por un largo rato y tomó una decisión. Apretando los dientes, asintió y se fue.

Sobre el título del volumen, es una cita del dramaturgo Kong Shangren de “El abanico de flores de melocotón”. Esta es una obra maestra de la ópera Kun que narra el esplendor y posterior ruina de la dinastía Ming del sur, y según C. H. Wang de University of California Press, “[la obra] entrelaza los motivos de separación y unión de personas enamoradas y los motivos del declive y ascenso del poder político”.Aunque no encontré una traducción en español para extraerla y usarla, sí encontré una traducción académica en inglés, la cual skimmié para buscar vestigios del acto (离亭宴带歇指煞) en el que se dice esa línea, pero no tuve suerte.