Capítulo 23: Rechazar sería irrespetuoso

Jing Qi se congeló de inmediato y solo entonces Wuxi se dio cuenta de que parecía haber dicho algo bastante fuera de lugar. —No estaba diciendo que pareces una mujer, solo estaba elogiando tu buena apariencia —explicó honestamente, por tanto.

El otro levantó las comisuras de los labios, forzando una risa. —Muchísimas gracias por el cumplido.

Wuxi se sintió inexplicablemente feliz.

Jing Qi puso los ojos en blanco y tomó asiento. Esperó hasta que Ji Xiang llegara a servirle té a Wuxi para preguntarle:

—Tengo algo urgente que preguntarte y dio la casualidad de que viniste.

Con una expresión que decía que lo sabía sin que se dijera y sin necesidad de extrapolarlo, Wuxi asintió. —Puedes preguntar.

Jing Qi quedó un poco estupefacto. Él mismo de por sí era una persona desconfiada y recelosa, por lo que especialmente no podía comprender la franqueza de Wuxi. En cuanto al hecho de que tenía un poco de vileza que le rozaba los nervios a un noble, no pudo evitar tantearlo más. —¿No tienes miedo de que te pregunte por cosas como los métodos de tu Nanjiang y eso?

—¿Cómo tendrías el tiempo y la mente para preocuparte por eso?

Jing Qi lo ponderó profundamente, sorprendido, preguntándose cómo este pequeño peso muerto resultó ser alguien que lo conocía bien, así que asintió, solo para escuchar al otro decir algo más:

—Apenas tienes tiempo libre, sales corriendo para ir a comer, beber y divertirte.

Como resultado, Jing Qi cerró la boca. Wuxi de repente sonrío. Una sonrisilla juguetona había emergido en su rostro tranquilo y silencioso, lo que lo hizo verse excepcionalmente vivaz. —Lo que tengas que decir, puedes preguntar.

Así, Jing Qi rápidamente sintió que solo estaba causando problemas sin razón, por lo que también sonrió con exasperación. —Esa pandilla de asesinos con ganas de morir con la que nos topamos la última vez, ¿qué era?

Wuxi se detuvo un momento, con la sonrisa en su cara desvaneciéndose poco a poco. —Esas personas son conocidas como chamanes negros —dijo después de un breve momento de silencio—. Ya sabes que en nuestra Nanjiang siempre hace mucho más calor que aquí. Hay bosques densos, nubes de miasma y pantanos por todas partes. La región no es pequeña, pero en comparación con tu Gran Qing, no hay tanta gente y los animales venenosos corretean por todo el lugar. Nuestra gente allá tiene algunos trucos para combatir el veneno con veneno al momento de lidiar con esas cosas; cada familia tiene alguna técnica parasitaria que no usa todos los días. ¿No es precisamente por esto que ustedes nos temen?

Jing Qi enroscó los labios. —No me mires a mí. Yo no tengo miedo.

Como si quisiera confirmar lo que dijo, la pequeña marta se "escurrió" del exterior de la puerta, brincando unas cuantas veces hasta que llegó al escritorio de Jing Qi. Un par de huellitas totalmente negras quedaron inmediatamente impresas en el papel de escritura ampo. Poco después, sostuvo descortésmente un libro en su hocico, mordiéndolo y sacudiéndolo. Soltando un "ah", Jing Qi la agarró apresuradamente por el cogote y la levantó con una mano, rescató el libro de su hocico y sacó un pañuelo de sus solapas. Tras limpiarle las patitas fangosas que se agitaban frenéticamente en el aire, la puso sobre la mesa con suavidad, permitiendo que jugara mordiendo su pincel y papel.

Wuxi frunció el ceño mientras miraba. Su voz se enfrió un poco. —¿Por qué esta pequeña bestia es tan insolente aquí?

La marta que tanto se estaba divirtiendo se estremeció intuitivamente. Miró con cautela a Wuxi y aflojó la mandíbula. Se enroscó entonces en una bola, con sus ojitos abiertos mirando en todas las direcciones. Jing Qi, mientras sonreía afablemente, la levantó y le frotó el mentón. —Tal vez piense que soy más fácil de mangonear... Mm, prosigue con eso de los chamanes negros.

—Independientemente de si se trata de nuestras técnicas parasitarias o de la cría de criaturas venenosas, todo se utiliza para la defensa propia, no se utiliza casualmente a tontas y a locas —continuó Wuxi—. Hay algunos parásitos grandes y extremadamente nefarios en particular que nunca se usan a menos que se quiera matar a todos, incluido el usuario. Es más, no es necesario mencionar que usarlos para dañar a los demás sin una buena razón es disminuir tu propia vida.

Jing Qi estaba familiarizado con esto, así que tan pronto como lo escuchó, rápidamente entendió que el problema fundamental no era más que la presunta "ortodoxia" y la usurpación del poder por parte de los herejes. —Entonces, ¿lo que estás diciendo es que la tribu del Chamán Negro lastima a la gente a voluntad?

Wuxi asintió. —Se dice que hace muchos años, había un gran chamán llamado Lurhal que acogió a un par de jóvenes chamanes gemelos, uno llamado Uzhyi y el otro Mugat. A ambos los criaron de la misma manera y les enseñaron las mismas cosas. Mugat era benevolente, pero Uzhyi estaba obsesionado con la hechicería y cualquier otra cosa la estudiaba a medias. Lo que más le encantaba era investigar en su propia habitación y jugar con algunas cosas extremadamente peligrosas. Al gran chamán Lurhal naturalmente le agradaba un poco más Mugat y quería que él fuera su sucesor. Uzhyi sintió celos y envidia de Mugat y quiso liberar un parásito para lastimarlo. No esperaba que sus artes marciales no fueran suficientes y en lugar de eso él mismo sufriera una mordida, lo que lo convirtió en algo ni humano ni fantasma. Lurhal, enfurecido, luego lo desterró.

Jing Qi se rio, sin interrumpirlo. Pensó que los verdaderos eventos del pasado no eran certeros. El ganador se convirtió en el rey, el perdedor se convirtió en el villano y se contaron leyendas como esta para engañar a la gente ingenua de las regiones remotas. En su opinión, era obvio que Uzhyi era mucho más ladino que Mugat, que era una persona sencilla, por lo que se convirtió en "algo ni humano ni fantasma" por difamación.

—Pero Uzhyi no murió en absoluto —continuó Wuxi—. Vagó por los bosques, pobre, con el corazón lleno de odio y resentimiento. Como tenía talento, fundó la tribu del Chamán Negro. Todos sus seguidores eran maestros de la hechicería. Esta es la razón por la que, a partir de entonces, se estableció la regla de que las generaciones venideras de grandes chamanes solo podían tener un sucesor.

Jing Qi convino, creyendo que era lo mejor. Evidentemente, esto no era para evitar que un niño se corrompiera, sino para evitar que los niños se mataran entre sí. —¿Los chamanes negros andan desenfrenados allá?

Wuxi negó con la cabeza. —No. Escuché que hace dos décadas, hubo un gran conflicto entre los chamanes negros y nosotros. El gran chamán lideró a la gente para su derrota y los obligó a adentrarse en el miasma. Los chamanes negros desaparecieron sin dejar rastro durante mucho tiempo. Creía que ya estaban muertos, no me esperaba que...

Jing Qi guardó silencio y Wuxi no lo disturbó. Un poco después, el primero llamó a Ping'an y le dijo:

—Córreme donde el señorito Zhou. Pregunta quién está en la guarnición que protege la frontera del sur y qué patrocinio tiene.

Ping'an acató la orden y se marchó. Claramente había tenido muchas oportunidades de tratar con Zhou Zishu en estos últimos días y estaba completamente acostumbrado a ello.

—¿Zhou Zishu? —Wuxi no pudo resistirse a preguntar.

Jing Qi sonrió. —El mismo. Cuando se necesita preguntar por algo, buscarlo jamás es la elección equivocada.

Wuxi asintió, sin preguntarle más, y miró el color del cielo. —¿Vas a tomar una siesta? Voy a volver, entonces.

Jing Qi le hizo un gesto con la mano. —No, saldré más tarde. ¿Tienes algo que hacer a la vuelta?

Wuxi asintió una vez más. —Practicar artes marciales.

El otro le lanzó una mirada. —¿No que los practicantes practican más temprano que tarde? ¿Por qué lo haces a esta hora?

—Practico por la mañana y por la tarde. Aparte de unas cuantas horas de sueño al día, si no me pides que salga, me la paso todo el día practicando.

Jing Qi lo miró estupefacto por un buen rato y de repente se sintió avergonzado de su inferioridad. Tosió secamente después de un momento. —Tú... Cof, ¿por qué no lo dijiste antes? Si hubiera sabido de antemano que estaba interfiriendo con tu práctica, no te habría hecho salir a jugar.

—Está bien —sonrió Wuxi—. Cada vez que me pides que salga, puedo ver muchas cosas que nunca he visto antes y eso me hace muy feliz.

—¿Para qué practicas con tanta dedicación? —Jing Qi no pudo evitar preguntar.

Esta vez, Wuxi solo sonrió, mas no respondió. El otro notó que el chico parecía estar más alto últimamente y las líneas de su cara se habían vuelto un poco más robustas, lo que a primera vista prácticamente lo hacía parecer un hombre. Había algo especialmente resoluto en esos ojos negrísimo; el enojo y el resentimiento que había habido en ellos al principio ahora era casi invisible, dejando así solo la determinación.

Se dio cuenta por primera vez de que en el futuro este chiquitín terco definitivamente no iba a ser alguien de aspiraciones pequeñas. Suspiró y al final espetó una pregunta:

—Voy a la residencia del primer duque dentro de un rato. ¿Vienes?

Como era de esperarse, Wuxi se congeló inmediatamente. Un momento después, simplemente negó con la cabeza y se fue en silencio.

Jing Qi volvió a suspirar en su corazón. Es solo que... Esta especie de amor y odio puros, ¿podría realmente tolerarse dentro de la ciudad imperial de hoy en día?

Desde que Helian Zhao había recibido la tarjeta de visita de Jing Qi, había estado reflexionando sobre lo que el tipo estaba haciendo al venir aquí.

Cualquier tipo de amistad entre él y el príncipe Nan'ning estaba fuera de discusión. Después de todo, dado que Helian Zhao ya se había casado y había construido su propia residencia cuando Jing Qi ingresó al palacio, solo a veces (y brevemente) se encontraban cara a cara allí. La impresión que tenía de él se detenía en "la vieja lapita lamebotas del tercero".

Giró la cabeza hacia la sirvienta que estaba de pie al lado. —Llama al mayordomo Zhuo.

El mayordomo de la residencia del primer duque, Zhou Silai, era mayordomo de nombre, pero su asesor número uno en realidad. Medía ocho chi y tenía una apariencia atractiva que no era de este mundo, lo que hacía que Helian Zhao le diera una segunda mirada después de la primera. Lo que era aún más notable era que no era solo una belleza hueca: sus conspiraciones eran laberínticas, había leído los textos y los registros históricos y tenía la inclinación de escalar, pero, por desgracia, había nacido en una familia de comerciantes.

La Gran Qing trivializaba el comercio, considerándolo fuera de moda. Impuso que los hijos de los comerciantes no podían ocupar puestos de funcionario, por lo que simplemente se les ponía cerca para servir de asesores.

Este hombre no tenía más defectos que una simple cláusula mala: era un poco disoluto y lujurioso. Eso no le importaba mucho a Helian Zhao, aunque con frecuencia bromeaba al respecto.

Zhuo Silai entró no mucho después y, por cualquiera fuera razón, Helian Zhao notó que sus ojos se veían algo verdes alrededor de los párpados, con un evidente aspecto demacrado en su rostro. Por lo tanto, preguntó:

—Te ves horrible, ¿qué sucedió?

Zhuo Silai quiso decir algo, pero se detuvo. Al final se tragó sus palabras y solo negó con la cabeza. —No sucedió nada. Disculpe por agobiarlo de preocupación, Su Alteza. ¿Por qué me llamó?

Helian Zhao le empujó la carta de Jing Qi, haciendo un ademán para que echara un vistazo. Zhuo Silai la tomó y la ojeó leyendo diez líneas por segundo. —¿El príncipe Nan'ning Jing Beiyuan? —preguntó en voz alta.

Helian Zhao asintió. —Por cierto, es probable que nunca lo hayas visto antes. Hm, cuando se trata de apariencias, no está mal. Te llamará la atención.

El otro sabía que Su Alteza le estaba tomando el pelo otra vez. Soltó una risa amarga. —Me conoce, Su Alteza, soy malo. Qué, ¿por qué razón visita este invitado infrecuente?

Helian Zhao negó con la cabeza, se apoyó el mentón en la mano y entrecerró los ojos. —Llegará dentro de poco, para que puedas observar desde un lado. Ve qué está tramando este príncipe júnior.

Cuando la tarde cayó, llegó Jing Qi. Desde luego, no fue solo la persona la que llegó, sino también un sobre sellado de mil taeles de billetes de plata, el cual entregó muy abiertamente a la cara de Helian Zhao.

Helian Zhao se sorprendió, sin aceptarlo ni rechazarlo. —¿Qué significa esto, príncipe?

La cara de Jing Qi estaba tensa, carecía por completo de la calidez y deferencia que tenía en días normales. —El Ministerio de Hacienda está bajo su control, Su Alteza. Beiyuan no tiene más intención que usar dinero para comprarle a alguien —explicó francamente.

Al darse cuenta de que el joven parecía contener no poco enojo, Helian Zhao primero lo invitó a tomar asiento y después llamó a alguien para que trajera té. —¿Por qué? ¿Es que alguien del ministerio lo ha ofendido, príncipe? —preguntó con una sonrisa—. Si este funcionario designado de la dinastía lo ha ofendido, tengo agentes de la ley nacional para ocuparnos de él. Ha lanzado usted mil taeles en billetes ante mí, príncipe, queriendo comprar una vida humana... Esto, mayordomo Zhuo, no es un negocio que mi residencia haga, ¿verdad?

Zhuo Silai asintió con rapidez y convino verbalmente.

Al volver a mirar a Jing Qi, la tez de este se había demacrado un poco y trató de defenderse con palabras vertiginosas. —Su Alteza, el ministro de Hacienda Cai Jianxing es mediocre, improductivo en su vejez, estafa y después oculta y ta-también... también permite que su hijo cometa crímenes violentos. ¿De qué sirve dejar una plaga así en la corte? Sé que no puede permitirse actuar con parcialidad, Su Alteza, pero esto no lo es...

Sus delicadas cejas se arrugaron mientras hablaba. Tragándose las palabras que habrían venido después, sus ojos miraron al suelo, como si estuviera ansioso por comerse vivo a Cai Jianxing.

Helian Zhao quedó atónito. Estaba a cargo del Ministerio de Hacienda, pero Cai Jianxing no era de los suyos. El vejestorio era un experto para ser artero y su habilidad para dirigir el timón con el viento era de primera clase. Todo aquel que tratara de adularlo era abofeteado y no dependía de nadie. Helian Zhao había visto que, aunque el hombre quería algo y no lograba nada, tampoco había podido meterse en su camino durante un tiempo, así que lo dejaba ser. ¿Quién podría haber esperado que fuese gracias a él que el príncipe Nan'ning vendría a buscarlo a su puerta?

Le entornó los ojos al adolescente furioso, tratando de discernir si estaba siendo veraz o no. Al ver que la mano de Jing Qi estaba firmemente apretada alrededor de la taza de té, con los nudillos de sus dedos extendidos hasta la blancura, tuvo la sensación general de que esos románticos ojos de flor de melocotón estaban infectados de ira, guardando una tenue aura asesina en su interior.

Sabía que estaba genuinamente enojado, pero simplemente no entendía el porqué.

Zhuo Silai ciertamente frecuentaba el barrio rojo y se mezclaba en los mercados de la gente común, por lo que rápidamente recordó el interesante rumor que había estado abruma últimamente. Se inclinó, describiendo brevemente el conflicto entre Jing Qi, He Yunxing y el hijo de Cai Jianxing, Cai Yazhang, en el oído de Helian Zhao.

Cuando escuchó esto, Helian Zhao se mostró complacido y se dirigió a Jing Qi. —El padre emperador te ha considerado un medio hijo desde que eras un niño. Es solo que en estos años te alejaste a medida que creciste, de lo contrario me llamarías hermano mayor. Cuéntaselo a tu hermano, Beiyuan, ¿qué ocurre realmente? ¿Ese Cai Yazhang te ha hecho infeliz?

Jing Qi bajó la cabeza, sin decir una palabra.

Helian Zhao quedó encantadísimo con esta bendición. Si este tipo no tuviera algún interés vital, entonces no habría estado inquieto por agarrar algunas cosas y venir a presumir su capacidad. Observando al joven que experimentaba sus sentimientos de amor de doncella, creyó que lo había buscado para desahogar su rabia, por lo que incluso inexplicablemente optó por un tono algo paciente cuando lo volvió a provocar:

—¿O no?

Jing Qi asintió hoscamente, con la mano a su lado apretada con firmeza. —El perro lamebotas de esa familia Cai intimida demasiado a los demás.

Por supuesto, eso fue todo. Helian Zhao asintió, haciendo su siguiente pregunta con una calma deliberada. —Ah, ¿cómo es que escuché que tú y el marqués júnior se aliaron para golpear al señorito Cai?

—Había pensado en dejarlo ir, pero no esperaba que el bastardo tuviera una boca tan sucia —respondió con enfado—. No repetiré esas palabras, ya que me temo que decirlas ensuciaría sus oídos, Su Alteza.

En tanto asentía, Helian Zhao bajó la cabeza para tomar un sorbito de té. —¿Es bonita esa jovencita? —preguntó de repente.

Jing Qi primero levantó la cabeza y lo miró, sin reaccionar. Dicha reacción llegó poco después, con el rosa cubriéndole toda la cara, incluso las orejas.

Helian Zhao se echó a reír enérgicamente. Se detuvo solo después de un buen rato y empujó los billetes de plata de vuelta a Jing Qi. —El ministro Cai no ha educado bien a su hijo, pero no podemos simplemente trabajar y no jugar, ¿no crees? Si Cai Jianxing realmente ha cometido artimañas y permitido que su hijo sea violento, entonces no hay necesidad de mencionarte a ti, ya que yo sería el primero en no dejarlo pasar. Sin embargo, los asuntos de la dinastía son la preocupación de la dinastía y los asuntos individuales son para los individuos. Las raíces del país no se pueden arruinar por los afectos personales de chicas y chicos, ¿verdad? Llévate esto.

—Cierto, lo sé —murmuró Jing Qi. Aun así, no aceptó el sobre de billetes, sino que continuó—. Se llamó hermano mayor, Su Alteza. ¿Cómo este hermano menor podría ser tan tacaño? No es lógico llevarse un obsequio dado. Ni siquiera he dado a ninguna sobrina o sobrino los sobres rojos este Año Nuevo, así que solo espero que no resienta usted la falta de talento que tuve.

El atisbo de una profunda sonrisa apareció en la cara de Helian Zhao. —En ese caso, rechazar sería irrespetuoso.