Capítulo 22: Una ciudad repleta de romance y cháchara

Jing Qi bajó un poco la cabeza, evitando la mirada de Helian Yi.

Lu Shen era un talento ingente, y si el tiempo lo puliera un poco más, sería un pilar prometedor que podría ayudar a administrar el país y pacificar el reino. Era solo porque había leído demasiados libros, sumado con su corta edad, que terminó un poco ingenuo en lo que respecta a las relaciones humanas, así como al funcionamiento del mundo.

El hecho de que Helian Yi visitara a Su Qingluan con frecuencia se debía a un poco de sentimientos verdaderos y un poco de falsedad. Era difícil distinguirlo claramente. Durante toda su vida, el hombre parecía haber estado firmemente atado con una cuerda invisible: nunca se desviaba ni un poco de su camino de ser el sabio gobernante de una generación, incluso si no podía reprimir sus emociones.

Tenía grandes ambiciones y aspiraciones que podían aterrorizar al mundo. Claro, también tenía dolores y limitaciones que otras personas no podían ver.

Jing Qi reconocía que sus propios pensamientos seguían siendo un poco complejos en estos momentos. Por un lado, se parecía a un espectador, del tipo que solloza y suspira falsamente. Por el otro, no podía evitar pensar en lo que había sucedido cientos de años atrás, a pesar del hecho de que esas facetas habían sido suprimidas muy, muy en el fondo de su corazón y a pesar del hecho de que los sentimientos trastornados que había tenido en ese entonces se habían desvanecido.

No le importaba, pues todo se había diluido, pero seguían ahí.

Este tipo de sensación era realmente bastante sutil.

Por suerte, en ese momento, He Yunxing habló para desviar el tema reciente. —Escuché que el emperador perdió un poco los estribos hoy en la corte. ¿Qué sucedió?

He Yunxing tenía una gran reputación en la capital. Era conocido como el principal de los tres jóvenes más conocidos del lugar, pero aún no lograba servir como funcionario. Varias veces lo habían recomendado, pero su padre, el marqués sénior He Jing, los eclipsaba con razonamientos como "es demasiado joven e inexperto" y "es de talento humilde y aprendizaje superficial" y cosas del estilo. Todo eso sonaba más chapucero que un pedo. Esto hizo que el tipo se deprimiera de impotencia y tuviera aspiraciones en vano, sin más remedio que vaguear penosamente y ser el recadero de otra persona a diario. Por suerte, su amigo Lu Shen lo refirió a Helian Yi y ambos hicieron buenas migas a primera vista.

Lu Shen recitó el asunto de la acusación de Jiang Zheng y el despido de Wei Cheng. He Yunxing no pudo evitar fruncir el ceño, girándose para mirar hacia Jing Qi. —¿No mencionó usted también el Mercado de Primavera de los vakurah la última vez, príncipe?

Jing Qi negó con la cabeza. —Solo estaba especulando artificialmente como el ermitaño capitalino que soy. La población del noroeste aumenta cada vez más y viven en tierras bárbaras, basta una mirada al sur para que vean las diversas atracciones de nuestra Gran Qing. El número de personas que asiste al Mercado de Primavera aumenta cada año. Si alguien dijera que no tienen algo de deslealtad, ni siquiera un fantasma se lo creería.

Pero el emperador se lo creyó.

Por supuesto, no era muy apropiado decir la última parte de esa frase en voz alta, por lo que Jing Qi solo se rio amargamente en su corazón. —Da igual. Escuché que en estos momentos la tribu Vakurah tiene una coalición con algunas otras tribus. Mientras no se fusionen, esa situación no llegará a existir.

He Yunxing guardó silencio mientras lo ponderaba, y después suspiró. —Un hombre debería estar blandiendo una espada sobre un caballo, dándolo todo en el campo de batalla y hacer una carrera de ello. Qué lástima que yo... ¡Ay!

Todo el mundo sabía que el marqués sénior He Jing era un hijo único que odiaba no haberse podido negar a dejar que otras personas vinieran a verlo cuando era un bebé. En contraste, nació con coraje, fuerza, talento tanto literario como marcial y una inquietud que empeoraba cuando se encontraba solo. En cuanto a su propio hijo, no le faltaban preocupaciones.

Se escucharon los susurros de Helian Yi. —Si las cuatro fronteras tienen paz y los ciudadanos están felices, ¿qué tiene de malo no hacer del comercio de agarrar un machete tu carrera?

He Yunxing se sorprendió. Negó con la cabeza y sonrió. —Sí, tiene usted razón, Su Alteza. Parece que soy demasiado estrecho de miras.

Sin embargo, Zhou Zishu lo pensó un poco. —Lo del encargado del estudio aceptando dinero y suprimiendo memoriales es un secreto a voces que todo el mundo sabía desde hacía tiempo. Bajo circunstancias normales, entonces incluso si ese eunuco realmente estuviera siendo extraordinariamente audaz, no habría llegado a este punto. A menos que...

Suprimió abruptamente la voz, sus delgados ojos recorrieron la cara de Helian Yi. —A menos que la persona en cuestión no sea tan ordinaria.

Las cejas de Helian Yi se fruncieron rápidamente, la vaga conjetura que tenía dentro de su ser se hizo evidente… En esta corte, había realmente pocas personas que Zhou Zishu etiquetara como "no ordinarias”. Sabía muy bien la gente que tenía el noroeste, así como quién tenía lazos e implicaciones con el noroeste. Cuando lo pensó con detención, su furia se disparó, pero con una mirada a la gente que lo rodeaba, la obligó a volver a bajar. "Lo sé" fue todo lo que musitó.

—Aquel que injusto es, condenado a la ruina está —dijo alegremente Jing Qi—. Me temo que la historia unilateral de Wei Cheng no logrará derrocar a esa persona en cuestión. Si no está usted tranquilo al respecto, Su Alteza, ¿qué tal si agrego algo de fuego?

Helian Yi levantó la cabeza para mirarlo con un rostro de desaprobación.

Jing Qi simplemente sonrió. —Bien, estoy al tanto de las cosas. Uno de estos días, encontraré una excusa para ir a visitar oficialmente a Su Primera Alteza.

—Beiyuan. —Helian Yi permaneció firme y serio, mirándolo sin parpadear—. Sé bueno y no te mezcles con estas cosas rancias. En serio, ¿cómo puedo protegerte si te sales de la canasta?

—Relájate, me comportaré —contestó Jing Qi sin cuidado, aunque su vista bajó un poco para mirar directamente al vino en su copa, no a Helian Yi.

Justo mientras hablaba, de repente llegó un episodio de llanto y dicterio del exterior. Jing Qi se echó a reír y señaló en esa dirección. —Miren lo que tenemos aquí.

—¿Qué está pasando allá fuera? —preguntó Helian Yi.

La puerta de la sala privada estaba cerrada, pero Jing Qi parecía tener ojos que todo lo veían. —No mucho. El señorito Cai está acosando a una plebeya.

Lu Shen se sorprendió. —¿Qué señorito Cai?

—¿Quién más? —He Yunxing dijo con desagrado—. ¿No es Cai Yazhang, el hijo del ministro de Hacienda Cai Jianxing? Ese mocoso que se viste de seda, pero sigue siendo un simio destartalado por dentro, con un aura de embriaguez lasciva de pies a cabeza. Quién diría que también sería capaz de este grado de villanía desvergonzada. Iré a echar un vistazo.

Tan pronto como terminó de hablar, sin esperar a que nadie lo detuviera, agarró la espada a su lado y se puso de pie.

Esta era exactamente la divergencia entre los expertos de jianghu y los terneros recién nacidos intrépidos ante los tigres. Mientras miraba la espalda de He Yunxing, Jing Qi pensó instantáneamente que estaba envejeciendo, ya que simplemente no tenía la energía de los jóvenes.

La tez de Helian Yi parecía algo enferma. Zhou Zishu y Lu Shen se miraron y ambos se levantaron. —Saldremos y echaremos un vistazo también —dijo el primero—, para que Yunxing no pierda su sentido del decoro y algún tipo de accidente ocurra.

Los dos también salieron. Solo entonces Helian Yi empujó hacia abajo la mano de Jing Qi que sostenía la copa de vino y le preguntó en voz baja:

—¿Qué travesura estás tramando?

—Cuando se trata con una persona traviesa, puedes aprender maneras de hacer travesuras —susurró Jing Qi al mismo volumen—. No debe oír estas cosas, Su Alteza, manchará innecesariamente sus oídos. Iré a echar un vistazo a la diversión también.

Dicho eso, también se puso de pie, pero Helian Yi lo empujó hacia abajo otra vez. —Jing Beiyuan, no me gusta que hagas estas cosas.

Jing Qi se congeló.

—La capital no es tan grande —escuchó decir a Helian Yi—. Un día que viva es un día en el que puedo mantenerte a salvo y no es necesario que te devanes tan meticulosamente los sesos para conspirar en contra de él. ¿Tienes siquiera la energía para aprender dichas travesuras lo suficientemente bien?

¿Hay realmente una gran diferencia entre la verdad y la falsedad? Se preguntó Jing Qi, con el corazón palpitando. En este mundo no existía una diferenciación clara entre lo bueno y lo malo, tampoco una muy impoluta. No lo había entendido en aquel entonces, pero ahora ya se había acostumbrado a ello.

Un corto momento después, se rio un poco entre dientes, retiró su mano y se incorporó. —Está en mi naturaleza ser un tipo siniestro y adulador, Su Alteza —respondió muy lenta y relajadamente—. Debo sacarle el mayor provecho.

Después de eso, se levantó y se fue, ignorando la mirada de Helian Yi que se atenuaba rápidamente a sus espaldas.

Tan pronto como salió por la puerta, vio a He Yunxing en una gran batalla con Cai Yazhang... No, corrección, a He Yunxing golpeando furiosamente a Cai Yazhang. Aparte de ellos había una cantante ambulante vestida de turquesa que sostenía un qin, con su hermoso rostro empapado de lágrimas. La jovencita realmente inducía el amor a primera vista.

Lu Shen había estado sintiendo que esto era un poco indecoroso. Por desgracia, era un erudito que ni siquiera tenía la fuerza para forcejear con un pollo, así que todo lo que podía hacer era ponerse ansioso y tirar de Zhou Zishu. —Hermano Zishu, ¿por qué aún no detienes a Yunxing?

Antes de que el hombre pudiera responder, Jing Qi se paró a su lado, con la voz tan ligera como una pluma. —Está bien, déjenlos pelear... Oye, tú. Sí, tú —había tenido un guardia imperial a su lado todo el tiempo—. Anda a ayudar al marqués júnior. Sería mejor golpear al señorito Cai hasta que ni siquiera su padre pueda reconocerlo, ya que eso nos ahorrará la molestia de que después nos encuentre para saldar cuentas.

Mientras presenciaba este arrebato bélico, en el corazón de Zhou Zishu ya aparecían algunas corazonadas. —¿Y esto para que es, príncipe? —preguntó con una sonrisa.

Jing Qi señaló a la beldad que lloraba. —Me gustó.

Zhou Zishu se quedó momentáneamente atónito, con las cejas levantadas, y como si hubiera entendido algo, las volvió a bajar. No obstante, Lu Shen tenía una mirada deslumbrada en el rostro, como si hubiera sido alcanzado por un rayo.

Pobre señorito Cai. Este día, realmente se había convertido en un señorito muy pisoteado.

Al día siguiente, hubo tres o cuatro versiones de rumores en el restaurante, los que difundieron sin control la historia de la cantante. Algunos decían que podía derrocar un país, que era tan hermosa que la gente perdía el alma al verla, que incluso el príncipe Nan'ning y el señorito Cai de la residencia de un ministro tuvieron una confrontación por su afecto. Algunos también decían que el señorito Cai era condenado con frecuencia por su costumbre de ser horrible, pues su acoso a las plebeyas se había convertido en un acontecimiento regular. Sucedió que esta vez el marqués júnior He y el príncipe Nan'ning justo se lo toparon y le propinaron una sólida paliza para enseñarle una lección, dejándolo apenas vivo.

Abundaban todo tipo de teorías inventadas. Había muchos haraganes ricos que normalmente no tenían nada que hacer en la capital, por lo que les encantaban estas cosas chismosas y especulativas. Se las devoraban.

Lo extraño era que después de eso la cantante de ese día nunca más volvió a aparecer. Por tanto, los entrometidos conjeturaron que quizás se debía a que el príncipe júnior, con su albor amoroso, se la había llevado a su residencia para mantenerla escondida en un magnífico nido de amor.

La residencia Nan'ning, por supuesto, no ocultaba ninguna belleza, pues Ping'an le hubiera dado dinero y después la hubiera echado. Esa jovencita se había criado en un burdel desde una edad temprana y acababa de llegar a la edad de perder la virginidad. A Jing Qi entonces le agradó y la redimió, y tras su buena actuación, le dio un poco de dinero y le buscó algunos campesinos con los que pudiera asentarse. Cuán inmensamente agradecida estaba, eso no necesitaba descripción.

A pesar de que Wuxi era un ermitaño, también escuchó sobre esto. Cuando Jing Qi acababa de escribir una tarjeta de invitación, diciéndole a Ji Xiang la entregara a la residencia del primer duque, alguien vino a informar que el joven chamán había venido.

De hecho, Wuxi tenía una curiosidad extraordinaria. En su impresión, Jing Qi siempre había sido una persona resbaladiza y tranquila, pero, inesperadamente, luego de no verlo durante dos días, se había convertido en un importante personaje libertino de la capital. Tan pronto como Jing Qi levantó la cabeza, vio a Wuxi escudriñándolo con sus brillantes ojos negros. La expresión en ellos le hizo sospechar que en la cara todavía tenía algunos granos de arroz del almuerzo, por lo que no pudo evitar estirar la mano para limpiarlos.

—¿Qué miras?

—En nuestro hogar, las personas de tu edad tienen que esperar uno o dos años más antes de desposarse —explicó morosamente Wuxi.

Jing Qi casi se ahogó en su propia saliva, mirándolo con un poco de horror. —¿Para qué estás hablando de desposarse?

—¿No vas a desposarte?

Los ojos de Jing Qi se abrieron de par en par. —No digas tonterías. ¿Cómo te enteraste de algo tan infundado?

Wuxi lo pensó un poco y asintió. —Oh, entiendo, estaban diciendo tonterías... Ashinlae salió al amanecer y escuchó a la gente decir que te gustaba una chica, que también te la trajiste a tu residencia.

¿Traerse a una chica significaba que se iba a casar con ella...? Jing Qi suspiró, sabiendo que, en la noción de este niño, cuando te gustaba alguien, tenías que llevártela para casarte con ella. Estos hermanos de las tribus salvajes extranjeras realmente tenían un corazón demasiado simple e ingenuo. Sin ganas de corregirlo, agitó apresuradamente la mano. —No puedes escuchar las bobadas que se dicen en las calles. Esas personas están súper aburridas y se enfermarían si pasaran un día sin chismear.

Wuxi asintió, creyendo profundamente que tenía razón. —También creo que es una bobada. Desposarte es un gran evento, no debería ser tan repentino.

A Jing Qi siempre le había encantado jugar un poco con él cuando no tenía nada que hacer. Le pareció un poco gracioso verlo tan serio como un adulto. —Qué, ahora tú también estás más grande, joven chamán. ¿Estás empezando a ponerte sentimental? ¿Cuál es tu tipo? Dilo, te la buscaré más tarde. ¿Te vas a llevar una esposa de la Gran Qing en el futuro?

Wuxi quedó realmente perplejo. Después de reflexionar durante mucho tiempo, no pudo descubrir qué tipo debería gustarle. Murmuró un rato antes de decir:

—Eso... no necesariamente tiene que planearse con antelación, ¿verdad?

—¿Por qué no? —Jing Qi sonrió—. De lo contrario, con tantas mujeres por ahí, ¿cómo sabrás con cuál casarte?

Wuxi frunció el ceño, sintiendo que estas palabras tenían sentido. Tan pronto como levantó la mirada, el joven ante él sonrió y sus ojos se curvaron, con un toque de astucia maligna. Un tinte indistinto apareció repentinamente en su corazón, lo que le hizo soltar:

—Entonces espero que sea bonita, bonita como tú.