Capítulo 36: Organizando un enfrentamiento ingenioso

Jing Qi miró a Liang Jiuxiao durante un buen rato, sin decir nada. Se llevó una mano a la frente y sonrió con impotencia. Creía haber presenciado una cantidad considerable de eventos absolutamente ridículos en este inmenso e intrincado mundo, pero no esperaba que accidentalmente aconteciera una situación como esta que también lo hiciera sentir desvalido. Liang Jiuxiao –el causante de la sonrisa impotente del príncipe Nan'ning– sonrió con cierto desconcierto.

Desde que era niño, su aptitud no había sido nada asombrosa. Ya sea estudiando, practicando artes marciales o incluso en la técnica del cambio de rostro, en todo era más lento que todos sus compañeros de secta. Por suerte, estuvo dispuesto a trabajar duro y mucho tiempo después era mucho más fuerte que esos dotados remisos a esforzarse. A quien más admiró durante toda su vida fue precisamente a su shixiong de aspecto todopoderoso. En este evento de abandonar el nido para experimentar el mundo, se aferraba a su poder y albergaba la inclinación de querer hacer una carrera política como la que tenía Zhou Zishu. Dio la casualidad de que había recibido una carta de ese shixiong unos días antes, la cual decía que un amigo suyo venía a las Guang y se le había confiado un objeto como prueba. Por tanto, si dicho amigo necesitaba algo, debía brindarle asistencia como su topo local asignado.

Al recordar vagamente algo en este momento, no pudo evitar abrir los ojos de par en par.

Jing Qi sacó un trozo de jade verde de sus solapas y lo colocó sobre la mesa.

—Este... este es el... de mi shixiong —exclamó Liang Jiuxiao.

Indefinidamente perplejo, sostuvo el jade en la mano y lo examinó con detención. Definitivamente no se equivocaría al reconocer algo que había estado acostumbrado a ver desde pequeño. Levantó la cabeza para mirar a Jing Qi y se arrodilló inmediatamente en el suelo con un ruido sordo. —Este plebeyo no sabía que el príncipe era... Lo he ofendido en demasía. Por favor, perdóneme usted —dijo con resolución.

Su forma de hablar ya se había vuelto complacientemente respetuosa.

—Ya basta. Este príncipe no puede permitirse tu gentil gesto —respondió alegremente—. Si llegara a ser un villano, ¿no estarías sufriendo ahora una gran pérdida?

Liang Jiuxiao le mostró una profunda reverencia. —Este plebeyo conoce muy bien el carácter moral de mi shixiong. Si realmente fuera usted un funcionario corrupto y adulador que corta vidas humanas como césped, príncipe, muy probablemente mi shixiong no sería amigo suyo. Este plebeyo lo ha tratado con grosería. Su forma de lidiar con las cosas me alarmó y por poco cometí una gran ofensa...

Dicho eso, masculló hasta que ninguna palabra salió, simplemente arrodillado en el suelo a modo de reverencia y rehusándose a levantar la cabeza.

Estaba sinceramente arrepentido, la ansiedad incluso había provocado el enrojecimiento de las comisuras de sus ojos. Jing Qi suspiró en su mente, pensando que Liang Jiuxiao era diferente de su shixiong y su barriga llena de argucias. Este era un chico verdaderamente honesto e ingenuo. Si no le daba una salida de esto, probablemente lo mataría de fastidio en el lugar, por lo que se inclinó y lo ayudó personalmente a levantarse. —Pues bien, ya que eres el shidi de Zishu, en realidad tengo una cosita con la que molestarte.

Los ojos de Liang Jiuxiao se iluminaron enseguida. —¡Por favor, dígalo, príncipe!

Jing Qi sacó un pincel y papel y escribió rápidamente una serie de nombres. —Ayúdame contactándote en secreto para obtener información privilegiada sobre estas cuantas personas... Antecedentes familiares, parientes paternos cercanos, cuantos más detalles mejor. Especialmente sobre este Li Yannian.

Liang Jiuxiao quedó estupefacto. —¿No es el amigote de Liao Zhendong?

Jing Qi negó con la cabeza, sin darle muchas explicaciones. —Que alguien lo investigue está bien —dijo llanamente—. Además, como este príncipe está en este lugar, me temo que enviar cartas a otras personas será bastante inconveniente. Tendré que confiarte todo.

Dado que este tipo se topó incidentalmente con su mano, no usarlo no tendría sentido.

Liang Jiuxiao asintió con ferviente entusiasmo. —¡Entendido!

—Adelántate, bueno, y ten algo de cuidado con tus idas y venidas.

Sus movimientos eran completamente subrepticios. A pesar de que Liang Jiuxiao era un estúpido, tenía cierta cantidad de autoconsciencia. Tan pronto como obtuvo las instrucciones de Jing Qi, no volvió a actuar por iniciativa propia y lo que sea que Jing Qi ordenara era lo que hacía, lo que lo convirtió en una ayuda legítimamente inmensa. A los ojos de Liao Zhendong y los demás, el príncipe Nan'ning no había venido a investigar el caso, sino a divertirse y turistear.

Ese día, algunas personas habían sido especialmente invitadas para preguntar si había chucherías locales, puesto que Jing Qi dijo querer llevárselas a casa para obsequiárselas a su amiguito de la capital para que se entretuviera.

El gobernador Liao no sabía quién era el "amiguito de la capital" al que se refería, solo supuso que era un descendiente de la nobleza y demás. Acudió a un grupo de tres o cuatro personas –Li Yannian y él mismo incluidos– para turnarse la atención de Jing Qi, quien estaba esperando el triunfo de la pacificación del ejército amotinado de nombre mientras disfrutaba comiendo, bebiendo y entreteniéndose en la realidad.

Como tal, moraban en la paz y el equilibrio.

Aquí no tenía restricciones, pero porque se había apresurado a salir de la capital en este punto crítico, no logró llegar a la gran ocasión de allá: la boda del príncipe heredero.

En la víspera de su connubio, Helian Yi expulsó a sus sirvientes y se sentó solo en su estudio por la noche. Más allá de la pila de documentos más recóndita y profundamente enterrada sobre escrituras, historia, religión y antologías, abrió un compartimento secreto y sacó una cajita. La abrió con mucho cuidado y prudencia, como si sostuviera un tesoro valioso. Dentro había un montón de baratijas descoloridas y un papiro.

Estas cosas eran de una calidad atropellada, algunas buenas y otras toscas, pero una sola persona las había regalado todas.

Recordó que cuando Jing Qi era niño, aunque hablaba con voz pueril mientras actuaba como un viejo chico, cuando se daba la vuelta, tenía una sonrisa malvada, con una tendencia a subir al techo y arrancar las tejas si tres días pasaran sin disciplina. Repetidas veces el gran tutor Zhou se enfadó tanto que no le salían palabras, con su barba temblando por doquier. Recordó cómo esa bolita de suave dulzura le presentaba siempre un regalito como si fuera un tesoro, poniendo fácilmente una entonación azucarada –que había aprendido de quién sabe dónde– como si estuviera persuadiendo a una niñita.

"Su Alteza el Príncipe Heredero, esto lo traje especialmente de un paseo fuera del palacio. No es virtuoso volver a enfadarse conmigo".

"Hermano príncipe heredero, el tío emperador me regaló un par de conejitos ayer. Quería dejarte uno específicamente a ti, pero nadie me lo permitió... El gran tutor Zhou también me castigó copiando el Libro de los Ritos. ¿Cree usted que... pueda ayudarme con algunas páginas? ¿Solo algunas?".

"Rápido, mira, hermano príncipe heredero, yo mismo hice este cerdito de bambú... ¿Eh? ¿La jaula de saltamontes del tío emperador? El... e-el bambú de esto no se rompió de ella, en serio, ya escondí el que rompí, ah".

"Hermano príncipe heredero..."

"Hermano príncipe heredero..."

La comisura de la boca de Helian Yi se levantó inconscientemente en una pequeña sonrisa vaga, con un inefable sentimiento de amor de repente arremolinándose en sus ojos.

Volvió a agitar la mano para abrir ese papiro. Dentro de la pintura había un jovenzuelo sentado casualmente en el basalto, con un moño suelto, rasgos en un ángulo caído y un libro variado en su regazo, con un agarre atento en los escritos y una vaga sonrisa relajada en su faz… Era vívido. Si bien el pintor tenía una habilidad promedio, debajo de su pincel había una emoción indescriptible, como si cada ápice del jovenzuelo en la imagen se filtrara en su corazón, y una vez que cerrara los ojos, cada expresión de su rostro estuviera ante él.

Helian Yi cerró bruscamente los ojos, cerró el papiro y lo acercó al borde de una vela. Permaneció allí durante mucho tiempo, solo para terminar extinguiendo la flamita ardiente con una ráfaga. Suspiró silenciosamente al final. Volvió a guardar con cuidado y prudencia el papiro y las cositas, para entonces colocarlas en los recovecos más profundos del compartimiento secreto.

Es solo porque él es Jing Beiyuan y yo soy Helian Yi...

Es solo porque...

La larga noche estaba a punto de culminar.

La consorte heredera era la nieta de gran preceptor Song, una dama joven conocida por su virtud y bondad que asimismo tenía la fragancia de las orquídeas y el carácter del osmanto. Esta era la primera vez que Wuxi –un espectador al costado– había visto una ceremonia de boda tan majestuosa como esta.

Todo el zodiaco fue propicio para el matrimonio.

La vestimenta espléndida para adorar los cielos, la adivinación para anunciar buenos augurios, la administración de la lista de obsequios de libros y gemas. Un centenar de funcionarios estaba de pie ante el Salón de la Suprema Armonía, listos para atender. El Sagrado se encontraba sentado con una túnica escarlata, supervisando la libación y las ofrendas de bebida. El príncipe heredero imperial recibió personalmente a la consorte –que vestía una túnica con una corona de perlas– fuera de la puerta principal con los guardias de guía, tal como la tradición lo indicaba.

Todos y cada uno de los pasos tenían estándares particulares. El cielo y la tierra, así como el yin y el yang, se armonizaban junto a cientos de cosas que fluían sin óbice. Se rezó por la fortuna y se cantó por la paz, el sonido se transmitió ilimitadamente por decenas de li. Las letras de las canciones eran difusas dentro del ruido del viento, solemnes y profundas con un rastro desnudo de añoranza inviolable que las impregnaba tenuemente. Wuxi las escuchaba con embeleso, y aunque no podía entender la mayoría de los versos, de repente se sintió algo solo.

Volteó la cabeza para mirar una vez más a ese importante palacio que había durado incontables décadas y sintió que toda la capital era una jaula de cuatro paredes. Durante su aturdimiento, su propia circunstancia de siete años fue un momento igual de breve que un destello y había pasado con tanta constancia. Al principio se había creído el prisionero, pero resulta que todos lo eran.

Recordó al Jing Beiyuan onírico, con su cuerpo tan frío y solo ese hilo de calor incluso en sus labios. Una neblina indistinta pareció siempre estar cubriendo sus rasgos, también esa cabeza de impactante cabello blanco. La idea en su mente de llevárselo a Nanjiang de repente se hizo más fuerte que nunca. No quería que reflexionara las cosas día y noche, no quería que adulara gente en contra de su voluntad ni que se devanara los sesos en cada intriga y tuviera siempre dificultades para encontrar tranquilidad.

Pensó en la Su Qingluan casi desaparecida, que en estos momentos se encontraba en un pequeño patio a la espera de cantar solo para una persona todos los días. El día de hoy, esa persona obtuvo su propia esposa y todos los funcionarios y plebeyos de toda la ciudad se habían congregado de emoción. ¿Se escondía ella entre la multitud deambulando sola o estaba puliendo silenciosamente su qin dentro de su propio patio pequeño?

Realmente no podía entenderlo. Esa mujer le había entregado toda su vida a Helian Yi, entonces, ¿por qué querría traicionarlo? O, en el caso de que siempre hubiera guardado ilusiones descarriadas, ¿qué pensaba siquiera en este momento?

Al ganar repentinamente un nudo de frustración en el corazón, se dio la vuelta y regresó en silencio.

La vida terrenal no tenía raíces, como polvo flotaba en un camino. Sin embargo, siempre habían existido muchos niños enfermos de amor que añoraban a alguien a más de mil li de distancia. Lo ocultaban en su corazón, pensándolo tanto en vigilia como en sueño, soñándolo, pensándolo como loco.

Porque había sido un ternero recién nacido que no le temía a este mundo que es más feroz que un tigre, siempre creyó que llegaría el día en que podría regresar a las montañas y bosques de la naturaleza y huir del confinamiento de este mundo secular. Tras el paso de muchas personas y años, el viento de la puerta palaciega cubierta de vegetación había soplado y dispersado su vacilación juvenil. La roca de su corazón se había convertido en una enorme cantidad de arena que se esparció con un ligero toque.

¿Cuántas personas podían morir sin acobardarse, morir sin girar la cabeza, morir sin ceder?

Si una persona realmente pudiera, entonces los cielos acatarían su voluntad. Pero ese razonamiento era algo que la mayoría no entendía.

Pero el Jing Qi que dos personas habían recordado simplemente se encontraba ocupado con otras cosas. La insurrección ya había sido completamente reprimida y las tropas de la dinastía habían regresado victoriosas dentro de unos días, tal como se había previsto durante el viaje. Jing Qi usó este momento para llamar subrepticiamente a Liao Zhendong, quien estaba confundido por su intención. —Príncipe, esto es...

Mientras rompía semillas de melón en sus dientes, Jing Qi torció los dedos en dirección a Ji Xiang, quien tácitamente entendió sacar una carta de sus solapas. Sin decir nada, Jing Qi simplemente entregó la carta para que Liao Zhendong pudiera leerla por sí mismo. Este último la aceptó, con un desconcierto ilimitado, pero un vistazo indicó que estaba escrita con la letra de Helian Zhao. Se insinuaba vagamente en ella que en las Guang había varias figuras bastante importantes dentro de la esfera de influencia del primer duque, la implicación netamente obvia.

Liao Zhendong levantó la vista para mirar a Jing Qi, para nada más escucharlo hablar:

—Señor Liao, la gente sabia no habla con palabras solapadas. Aunque este príncipe ha emprendido este viaje, aun así, tendré que darle una explicación al emperador y esos caballeros. Sin embargo, cómo explicarlo, eso lo decide usted.

El hombre se enderezó con firmeza y ahuecó su puño. —Solicito sus consejos, príncipe.

—Señor Liao, ah... —suspiró Jing Qi, limpiándose las manos de los restos de cáscaras de semillas—. Es usted un tonto. ¿Sabe por qué se produjo el levantamiento de la turba de las Guang?

Liao Zhendong fue tomado por sorpresa y solo lo escuchó continuar:

—Permítame preguntarle esto, ¿cuánto dinero le pagan cada año esos cuantos comerciantes y terratenientes locales y cuántos beneficios le han dado?

Los ojos del otro se abrieron como platos. —Príncipe, no se deben decir tonterías.

Jing Qi sonrió suavemente. —Pero, señor Liao, independientemente de si se trata del funcionariado o el comercio, no hay que levantarse temprano si no hay ganancia en ello. Todo el mundo sale a perder el tiempo, la traición es el mayor tabú y las palabras no se calculan. Dado que gastaron dinero para comprar seguridad, ¿de qué manera extendió usted entonces la mano a bordo del barco que otros estaban transportando? Sentarse a dividir esferas de influencia, así como el botín, puede hacer que aticen su cabeza humana hasta convertirla en la de un perro. Esta traición tuya...

Soltó una risilla y se detuvo allí. Liao Zhendong, naturalmente, entendió en su mente que dentro de esto estaba la interferencia de los terratenientes locales, los que se estaban aprovechando del desorden para mancillarlo. No pudo evitar revelar angustia en su rostro. —Príncipe... —usó la mirada para señalar la carta de Helian Zhao—. El apetito de los mencionados es cada vez mayor. Este humilde funcionario tiene muchas dificultades en las que tampoco tengo más alternativa, ah —susurró.

Dificultades, mi culo. Tu codicia es insaciable...

Jing Qi le dio unas palmaditas en el dorso de la mano y sus palabras siguientes fueron sinceras. —Señor Liao, el sol del mediodía cambiará y la luna llena menguará. Detenga todo mientras pueda, tenga indulgencia y rigor y entonces las ganancias podrán fluir. ¿Por qué preocuparse por cavar su propia tumba? Se lo preguntaré una vez más. Contando cada tipo de salariado vacío en las Guang, ¿cuántos puestos hay en total y cuántos ha usted vendido? Con gran dificultad la gente ahorra un poco de patrimonio y contribuye para un rango para sus herederos, por lo que incluso si el puesto está vacío, aun así, tiene el salario de un funcionario. Has hecho un numeral incontable de actos arbitrarios y problemáticos, dándoles poder y riqueza vacíos. ¿Sabe usted cuántos de abajo le odiarán tanto que les picarán los dientes, lo sabe?

Liao Zhendong se secó el sudor. —Es... este humilde funcionario no pensó las cosas lo suficientemente bien.

—Ahora que ha sucedido algo malo, todavía quiere usted encubrir las cosas, lo que empeora la situación —dijo Jing Qi con un suspiro mientras negaba con la cabeza—. Este príncipe realmente no sabe ni qué decirle. Si no fuera por Su Primera Alteza... ¡Tsk!

El otro se arrodilló, tiritando. —¡Príncipe, por favor, salve la vida de este humilde funcionario!

Jing Qi sonrió y torció los dedos. —Acerca tu oído.

Cuando se dio la sesión informativa sobre esto y aquello, Liao Zhendong se retiró con el corazón lleno de ansiedad.

Jing Qi se sentó perezosamente solo en el pabellón durante un largo rato. A su lado había vino fresco sin filtrar con espuma verde, una pequeña estufa de arcilla roja y nieve brillante afuera. De repente, canturreó horriblemente una interpretación desafinada de la Canción del resentimiento. —Seda blanca recién cortada de Qi, prolija y pura cual escarcha o nieve. Convertida en un abanico para alegres citas, como la luna brillante es redondo. Dentro y fuera de la querida manga de mi señor, de un lado a otro balanceado es para una brisa ligera crear. A menudo la llegada del festival de otoño temo... Jeje, a menudo la llegada del festival de otoño temo, eh...

En ese momento, Ji Xiang se acercó y le dijo algunas cosas al oído. Jing Qi asintió y dijo con un humor bastante bueno:

—Que pase.

Ji Xiang se giró sobre sus talones y se fue. Poco tiempo después, trajo a Li Yannian por la pequeña galería y dentro del pabellón de observación de nieve. Este último le dedicó una sonrisa obsequiosa. —Realmente es usted alguien elegante, príncipe. Se podría decir que ahora es el momento adecuado para ver la nieve, ah. Qué lástima que rara vez veamos este blanco aquí en años normales, mire usted lo pulcro que está.

Jing Qi sonrió. —Tome asiento, señor Li.

Li Yannian le dio las gracias y así lo hizo. Ji Xiang les sirvió vino a ambos y se retiró silenciosamente a un costado.

Luego de que Li Yannian lo probara, solo sintió que una fragancia refrescante se disparaba hasta la coronilla de su cabeza. No pudo evitar exclamar que era bueno, pero Jing Qi no estaba conmovido, y tras tragárselo en un santiamén, le habló tranquilamente:

—Señor Li, para lo primero que este príncipe le invitó hoy aquí fue para una cata de vinos y lo segundo...

Sacó una carta amarillenta de su manga, entregándosela a Li Yannian con una sonrisa. —Lo segundo, encontré algo un poco interesante. Por favor, revísela.

El hombre la tomó y justo cuando la abrió, su expresión de inmediato cambió drásticamente.