Capítulo 48: Reconciliación

Mientras lo miraba profundamente, Wuxi negó con la cabeza. —No es necesario. Me iré.

Las cejas de Jing Qi se fruncieron un poco, lo que Wuxi notó. —No frunzas el ceño —susurró otra vez—. Si no quieres, no apareceré mucho ante ti. Yo...

Jing Qi suspiró, agarrándole la muñeca. —Ven conmigo.

Wuxi primero se sobresaltó, después de lo cual una expresión prácticamente extasiada se reveló en su rostro. Jing Qi vislumbró esto por el rabillo del ojo, y pese a que su corazón no pudo evitar entibiarse, simplemente se dio la vuelta y fingió no haberlo visto.

Al pensar en cómo una persona de naturaleza apática como Zhou Zishu aún parecía poder excavar la bondad del fondo de su corazón por su pequeño shidi tonto, el de Jing Qi tuvo el mismo sentimiento. Parecía que cada vez que del interior de este mundo cruel se abría un sendero aún más cruel, no se permitía un momento de descanso, por lo que ver a estos niños de ojos sinceros se sentía particularmente emocional y particularmente preciado.

Entraron en el estudio por las escaleras delanteras y se le ordenó a Ping'an que hiciera que alguien trajera dos cuencos de sopa de jengibre a las escaleras traseras. Tan pronto como los dejaron encima, todos se retiraron discretamente y con tacto.

Jing Qi lanzó una exquisita caldera calientamanos en los brazos de Wuxi, se sentó sin decir palabra y tomó la sopa abstraídamente. Entre los dos, Jing Qi solía hablar con locuacidad, mientras que Wuxi escuchaba obedientemente. Como ahora no hablaba, se extendió entonces una corriente de incómoda y dolorosa quietud mortal.

No dijo nada y Wuxi no se movió. Después de terminar la sopa en un par de sorbos, exhaló suavemente un cálido aliento, mirando fijamente a Jing Qi mientras yacía sentado allí. Recordó cómo, la última vez que lo vio, el viento otoñal recién comenzaba a soplar las hojas, pero ahora una nevada ya había cubierto los palacetes.

No verlo un día era como una separación de tres otoños. Para Wuxi, este mes fue similar a una agonía desgarradora. Al por fin verlo ahora, sintió que cada mirada que no le diera sería un desperdicio, como si quisiera incrustar su persona directamente en el interior de sus iris.

La mente de Jing Qi deambuló. Tan pronto como levantó la cabeza, entró en contacto con ese oscurísimo par de ojos solitarios. Apartó el cuenco de sopa, se echó hacia atrás y cruzó casualmente una pierna sobre la otra, ponderando durante un rato con las dos manos cruzadas sobre el regazo. —Ya no eres pequeño —dijo mientras ralentizaba las palabras—. No actúes con impertinencia.

Wuxi negó con la cabeza. —Nunca actúo con impertinencia. Si fuera impertinente, no te habría esperado aquí durante un mes. Si fuera impertinente, no te habría esperado durante la mayor parte del año pasado.

Jing Qi sonrió con rigidez. —¿Cuántos años tienes ahora? ¿Qué sabes? Lo único que tienes es una boca llena de "gustar" y "no gustar"... Sería perfectamente lógico si dijeras que una chiquilla de estirpe regresara a Nanjiang para ser tu gran chamana. ¿Qué vas a parecer si te caldeas con un hombre?

Wuxi lo miró serenamente. —No soy un niño. Sé que debería olvidarme de ti y gustar de otra persona, pero no puedo olvidarte y no me casaré con nadie más. De todos modos, quieres irte de este lugar en el futuro. ¿Por qué no puedes irte conmigo?

Tras estremecerse, Jing Qi le lanzó una mirada vacilante. —¿Cómo sabes que quiero irme?

El otro sonrió suavemente. —Tú mismo dijiste que el príncipe heredero te daba miedo, pero aun así haces cosas en su nombre y también conoces sus muchos secretos. Si asume como monarca en el futuro, ¿eso no te daría aún más miedo? También le dijiste al emperador que no ibas a tomar una esposa. Si no planeas irte en el futuro, ¿cómo podrías haber dicho eso con tanta convicción?

Jing Qi no pudo responderle en mucho tiempo, pensando que este pequeño veneno no era ni simple ni soso, sino que seguía siendo bastante astuto después de hacer semejante alboroto durante un período de tiempo tan prologando. Había detectado incluso los pensamientos que habían sido embutidos al fondo de la caja, lo que le hizo preguntarse… ¿quizás estaba siendo demasiado obvio? Si incluso Wuxi podía verlo, ¿qué pensarían los demás? Si realmente llegara un día en el que insistiera en retirarse, ¿no habría un inmenso engorro...? Por costumbre, sus pensamientos flotaron a otros asuntos.

Algunas personas nacían para vivir una vida como esta, de cálculos por arriba y por abajo. Aunque los demás sentían que su deliberación sobre el pasado y el presente era extenuante, apenas podrían imaginar que su enfermedad de deliberación ya se había arraigado profundamente y que estaba tan acostumbrado a hacerlo como los demás estaban acostumbrados a comer y beber.

Mientras permanecía meditabundo, para cuando reaccionó, Wuxi ya había llegado a pararse directamente frente a él. El joven lo miraba con cierto embelesamiento. —Beiyuan...

Jing Qi parpadeó.

—Te extrañé tanto —susurró Wuxi—. En mi corazón se sintió... como si no te hubiera visto hace toda una vida. ¿Puedo abrazarte?

Jing Qi agrandó un poco los ojos y lo miró en silencio.

Wuxi esperó un poco. Al ver que no respondía, la esperanza en su rostro se aplacó poco a poco. Dejó caer las manos mucho tiempo después, y aunque no tenía una expresión desconsolada particularmente visible, sus ojos estaban clavados en el suelo. Las comisuras de su boca intentaron curvarse, pero el arco no fue muy bueno y se convirtió en una mueca fallida bastante asimétrica. Frunció los labios, queriendo volver a intentarlo y entonces exprimió una sonrisa.

A Jing Qi jamás lo habían tratado con tanto cuidado, en ninguna de sus múltiples vidas. El atisbo de una emoción peculiar surgió de repente en su corazón, un poco extraña y un poco incómoda. En ese entonces que estuvo con Helian Yi, su relación era mayoritariamente equitativa en privado. Al principio, siendo un anciano de varios cientos de siglos, cuando sintió que un joven lo codiciaba como una dama, por dentro realmente se enojó un poco... Pero este niño siempre había tenido la habilidad de ablandarle el corazón una y otra vez.

Ese pequeño enojo inicial se fue aplacando poco a poco y ahora se encontraba más en el grado de estar sinceramente conmovido.

Se burló de sí mismo por estar tan viejo. Si hubiera sido así de benevolente hace un par de cientos de años, hacía mucho que habría estado muerto sin ningún resto. Teniendo eso en cuenta, se puso de pie, jaló los hombros de Wuxi y abrazó al joven que parecía ser un poco más alto que él, palmeándole suavemente la espalda como si estuviera consolando a un niño.

No obstante, Wuxi pareció sentir un estremecimiento en todo el cuerpo. En el momento en que volvió en sí, enterró toda la cara en el hombro de Jing Qi y divagó sin ton ni son:

—De... de hecho, te quise en mis brazos tan pronto como te vi, pero el viento del noroeste había estado soplando durante tanto tiempo que yo estaba demasiado frío y temía congelarte, jeje. Ahora estoy cálido...

Jing Qi tuvo la ligera sospecha de que estaba haciendo esto a propósito. ¿De qué otra manera todas y cada una de las palabras que decía podrían incitar específicamente calidez en su corazón?

Transcurrido un buen rato, Wuxi lo soltó con renuencia. —Vendré a buscarte más tarde. ¿No te negarás a verme? —susurró.

Jing Qi sonrió y asintió.

—Entonces... dije que quería llevarte a Nanjiang. ¿Estás de acuerdo? —volvió a preguntar tentativamente.

Jing Qi levantó las cejas, golpeándolo en el hombro con fastidio y diversión. Después se sentó de nuevo y negó con la cabeza. —No te subas por el chorro, mocoso.

...El poder seguir vivo hasta ese punto seguía siendo una interrogante, eh.

—Mn —respondió Wuxi, sin sentirse particularmente sorprendido por esa respuesta—. Entonces, ¿me explicas un libro esta tarde?

Jing Qi suspiró y agitó las manos tras darse por vencido. —¿Qué quieres oír?

La boca de Wuxi mostró una gigantesca sonrisa.

Comenzó el ayuno. Beber, cantar y bailar estaban completamente prohibidos y toda la capital parecía situada en una atmósfera deprimente. Después de que pasaran unos días con una nube tan oscura en lo alto, cuando se acercaba el fin de año, finalmente cayó un rayo y el pandemonio llegó a la puerta.

Helian Qi acababa de adquirir una belleza salvaje e indómita. Y aunque centraba su atención en él, porque se encontraban en medio de un ayuno, procedió con absoluta cautela. Los tres hermanos esperaban con ansias la muerte prematura de su viejo, pero tampoco podían expresarlo abiertamente. Después de todo, la acusación de no ser filial era algo que nadie podía soportar.

Por tanto, ya sea por esfuerzo humano o la "voluntad del cielo", la "belleza" que escondía en una casita decorada al norte de la ciudad, Zhang Tingyu, aprovechó un día en que los guardias estaban holgazaneando y escapó.

Con la desaparición del hijodalgo de los Zhang, su familia había estado buscando como loca durante mucho tiempo, por poco volcando toda la capital. El hijodalgo apropiado había ingresado a la ciudad para los exámenes imperiales, y después de salir a dar un paseo, simplemente desapareció, sin que nadie asumiera la responsabilidad de devolverlo. Justo cuando toda esperanza estaba a punto de perderse, este pequeño hijodalgo encontró su propio camino de regreso.

Ya no parecía humano. Tenía las piernas casi completamente lisiadas y se había arrastrado todo el camino hasta allá, cayendo inconsciente junto a la entrada. Se quedó congelado durante la mayor parte de la noche antes de que alguien lo encontrara, y cuando lo entraron en un frenesí, aunque su respiraciones entraban, ya no salían. La familia Zhang, saltando como hormigas en una sartén caliente, llamó a doctores de todas partes y extenuantemente le quitaron la ropa ensangrentada.

De un vistazo, incluso un tonto sabría lo que le había sucedido.

Poco después, la negrura se expandió ante los ojos del viejo mayordomo de Zhang Tingyu y casi falleció ahí mismo. Solo después de un largo período de pellizcar puntos de acupuntura y demás, soltó un suspiro moroso, se arrojó sobre Zhang Tingyu y se largó a sollozar.

Ya sea por enfermedad o porque padecía de histeria, la conciencia de Zhang Tingyu ya estaba difusa. Sus ojos negros como frijoles estaban abiertos, vacíos y sin alma y no reaccionaban a las llamadas de nadie. Cuando dos shichen pasaron, dichos ojos miraban su inminente muerte.

El viejo mayordomo de los Zhang lo había visto crecer y lo quería como a su propio medio hijo. Después de llorar hasta desmayarse varias veces, gritaba una frase tan pronto como abría la boca: "Esta es la capital, esto está justo debajo de los pies del Hijo del Cielo, ¡¿qué bestia se atrevió a hacer algo como esto?!".

Esas palabras se dijeron no menos de trescientas veces al derecho y al revés y al final los cielos no les daban la espalda a los resueltos. El pequeño hijodalgo Zhang Tingyu pareció reaccionar un poco y, como en medio de un destello moribundo, se aferró al brazo del mayordomo que parecía un árbol mustio. Aunque su boca se abrió en demasía, no salió ningún sonido y solo articuló algo equivalente a "Helian".

Todos los demás se callaron del susto, dejando solo al mayordomo para no volver en sí de una congoja excesiva. Lo abrazó fervientemente, las viejas lágrimas rodaban por su rostro mientras insistía:

—Hijodalgo, si no puede usted hablar, si no puede hablar, ¡escriba! ¡Escríbalo!

Zhang Tingyu extendió un dedo, usó los extremos de su esfuerzo para dibujar la palabra "segundo" en su palma y poco después le agarró fuertemente la mano. Con los ojos abiertos de par en par, los labios le tiritaron durante mucho tiempo. Su cabeza se ladeó y respiró por última vez, muriendo sin siquiera cerrar los ojos.

Mientras Helian Qi registraba apresuradamente toda la ciudad con gotas de sudor en la frente por haber perdido a semejante persona durante el ayuno, Zhou Zishu, que estaba bebiendo té en el hogar de Jing Qi con el príncipe heredero y el grupo, ya había recibido el mensaje. Al escucharlo, sonrió suavemente y le habló a Helian Yi mientras conversaba con Lu Shen:

—Su Alteza, el asunto está resuelto. Espere y vea cómo el esclavo leal de Zhang Jin muerde a su amo.

La noticia aún no se había difundido, ya que Helian Qi no tenía idea de que el juguetito que había follado durante tanto tiempo era en realidad el hijo de Zhang Jin. De lo contrario, ningún miembro de la familia Zhang podría escapar. Zhang Jin había tomado diez concubinas diferentes, pero aun así no había obtenido ni la mitad de un heredero durante tantos años. Fue con extrema dificultad que tuvo un hijo varón a los cincuenta años y ese individuo guapo e inteligente era tan valioso para él como la vida misma.

Lu Shen le echó un vistazo a Helian Yi, sin saber qué estaba ocurriendo, pues Zhou Zishu generalmente no le compartía cosas impresentables como esta. Afortunadamente, a pesar de que Lu Shen era una persona honrada, no era inflexible. Sabía el panorama cuando se trataba de cosas que no le habían hecho saber y no les preguntó mucho.

El benevolente y honorable príncipe heredero Helian Yi guardó silencio durante mucho tiempo, para finalmente asentir sin decir palabra.

Pero Jing Qi se encontraba seriamente abismado. Todo el mundo estaba acostumbrado a que se fuera a la luna de vez en cuando y normalmente no lo interrumpían, pero esta vez, frunció un poco el ceño, como si hubiera recordado algo abruptamente. —De repente... siento que hay algo sin resolver.

Zhou Zishu sonrió. —¿Qué parte de esto no está resuelta? Helian Qi ahora tiene miedo porque cree que huele a problemas durante el ayuno. La familia Zhang todavía no ha hecho ningún movimiento. Si llega un momento en que Zhang Jin se dé cuenta de la traición, ¿cómo podría no arriesgar su vieja vida para incriminar a Su Segunda Alteza por todas sus acciones en el noroeste durante estos años?

Jing Qi seguía sintiendo que esto había progresado demasiado rápido. Zhou Zishu y él originalmente tenían el mismo tipo de carácter –confiables y despiadados cuando ponían manos a la obra, sin dejar margen de error– pero al final Jing Qi había experimentado muchas cosas. Pese a ser el más fiable, a veces tendía a la indecisión. Al escuchar esto, bajó la cabeza, reflexionando sobre el asunto cuidadosamente desde el principio hasta el final.

Helian Yi aterrizó una pieza y abrió repentinamente la boca. —Zishu, los forasteros no pueden separar a los familiares. Esto no es tan simple. No seas descuidado.

Zhou Zishu se sorprendió, absolutamente incierto sobre el funcionamiento de un regente como estos dos. —...¿No los pueden separar?

Jing Qi levantó la cabeza para hablar con Helian Yi. —Aún espero que usted y el señor Jiang se saluden, Su Alteza.

Helian Yi dejó caer una pieza del juego y lo miró.

—El noroeste es un tumor, pero si queremos cortarlo de manera efectiva, ello debe conspirarse con lentitud. Especialmente cuando... implica a la gente en la capital.

Al escuchar eso, Helian Yi lo entendió implícitamente.

Pensaron y hablaron de ello aquí, pero, a veces, los cálculos humanos eran siempre inferiores a los cálculos celestiales.