Capítulo 49: Un callejón sin salida

Zhou Zishu siempre completaba los cometidos de forma prolija y eficiente, sin margen de error. Los que debían morir morían, los que debían vivir vivían y las cosas que no debían difundirse ni siquiera los muertos las sabrían.

Un mes pasó. Si bien Helian Qi ya se había olvidado del Sr. Conejo que estuvo escondiendo y estaba comenzando a buscar nuevos placeres, la familia Zhang del noroeste ya había volcado los cielos.

Cuando la concubina de Zhang Jin –la madre biológica de Zhang Tingyu– se enteró de la noticia que trajeron, casi se murió. Con gran dificultad fue resucitada con fuertes medicinas, solo para volver a enfermar y acompañar a su hijo ni siquiera unos días después. El viejo mayordomo encontró una cuerda y se ahorcó en su propia habitación al día siguiente, con un cuerpo que ya se había enfriado cuando lo encontraron. Zhang Jin escupió sangre a más de tres chi y se volvió terriblemente loco durante más de medio mes, volviendo inflexiblemente en sí con la voz aullante de alguien que decía: "Amo, si usted muere, ¡¿quién vengará al hijdalgo?!".

Zhang Jin, mientras agonizaba, llegó a una comprensión. No tenía hijos ni hijas y estaba mirando impotente cómo su linaje desaparecía, desvalido al respecto. Si él también muriera, la vieja familia Zhang se desvanecería. Entonces pensó en cómo se había esforzado tanto por ese Helian bastardo durante la mayor parte de su vida, solo para llegar a esa conclusión. No había valido la pena. Realmente no había valido la pena en absoluto.

Por eso ya no quiso morir. Después de que se le subiera la fuerza a la cabeza, decidió luchar hasta la muerte. No podía simplemente estar solo en la ruina de su familia y la desaparición de sus integrantes, debía llevarse a alguien para que compartiera su destino fatal.

Que le salieran gusanos a la fruta no era gran cosa, pero si su corazón se podría, entonces quedaba completamente incomible.

Zhao Zhenshu había acumulado riqueza avaramente durante décadas como si fuera un día, sobornando por arriba y por abajo para ganar obediencia. Solo tenía un secreto: seguía a sus bolsillos, no a su emperador celestial lejano, y haría cualquier cosa por ellos en su territorio.

En el lado de la fuerza, tenía una división de tropas vakurah bajo su mando, todas de brutos que comían carne cruda y bebían sangre. Quienquiera que tuviera los bienes materiales era quien seguían para trabajarle. Cada uno de ellos era tan robusto como una pequeña montaña y varios mortales a la vez no serían rivales para ellos. En el lado suave, de la primera línea del noroeste del Mercado de Primavera hasta la capital, todas las caravanas de comerciantes, si no las reprimía él, las encabeza su gente, lo que le proporcionaba ganancias interminables en el noroeste.

El gobernador provincial de Gansu Zhang Jin y Zhao Zhenshu eran lo suficientemente cercanos como para usar el mismo par de pantalones. Ambos habían sido cómplices durante décadas, no había distinción individual entre ellos y eran igual de cercanos que los hermanos, apenas reacios a ser hermanos jurados extracaritativos. Al final, a partir de la magnífica hazaña de Helian Qi de sobrepasar los límites, el derrocamiento de la realeza continuó silenciosamente bajo la condición de que Zhao Zhenshu no tuviera idea de lo que estaba sucediendo.

Zhang Jin sabía que no ganaría nada llamando a Zhao Zhenshu para este asunto. Independientemente de qué tan buenos amigos fueran, el otro seguía siendo empleado de Helian Qi y Su Segunda Alteza lo guiaba a través quién sabe cuántos hilos de ganancias. Piratas en el mismo barco. Además, Zhao Zhenshu tenía esposa e hijos, una familia numerosa y una gran industria, por lo que no se comprometería con este riesgo por el bien de su supuesta "amistad".

Como se decía, las prostitutas no tenían sentimientos y los artistas no tenían moral. Este montón de caballeros no tenía sentimientos ni moral; no era menor que esas prostitutas y artistas que vagaban por jianghu y se divertían.

Zhang Jin escondió el cadáver de su querido hijo dentro del congelador familiar, manteniéndolo en secreto sin siquiera un funeral. Pasó tres días y tres noches excavando todas esas cosas inmundas selladas de los últimos años, con los libros de contaduría a un lado y las cartas al otro. Poco después de eso, se sentó y escribió un memorial, luego preparó muchas porciones de veneno de ratas. Dejó una porción para él y una para cada concubina que tenía: no podía hacer que vivieran las adversidades de ser viudas.

Cuando terminó de escribir, se quedó pensando sobre una cosa más. Para que el emperador pudiera ver el memorial cuando se enviara, alguien en la capital tenía que ayudarlo o no estaría claro en qué manos terminaría cayendo. Absolutamente todas las conexiones que el señor Zhang tenía en la capital de hacía tantos años eran personas a las que ahora quería enfrentarse, por lo que la primera en la que pensó fue en el primer duque Helian Zhao.

A los de afuera solo les mencionó que le había salido una úlcera maligna y después se escurrió en la capital para ir a encontrarse con Helian Zhao. Primero hizo una demostración de llanto indiscriminado por su desafortunado hijo, y solo cuando lloró hasta dejar verde la cara de Helian Zhao, desembuchó todo, dando una explicación de esto y aquello.

Tan pronto como Helian Zhao entendió lo que quería hacer Zhang Jin, sus ojos se volvieron totalmente azules y se emocionó más que si hubiera visto a una beldad. Antes de que pudiera expresar su posición, escuchó a Zhuo Silai toser un par de veces a su lado y controló sus emociones a regañadientes para ordenar que alguien se llevara a Zhang Jin para que lo atendieran. Después de eso, Zhuo Silai se acercó y susurró:

—Su Alteza, ¿ha olvidado usted la lección que le dio Jing Beiyuan?

Helian Zhao se sorprendió. En ese entonces, había estado hinchado de ínfulas mientras Jing Qi lo usaba como herramienta. Al bajar la vigilancia, permitió que ese pequeño bastardo lo controlara y no pudo liberarse de eso durante muchos años, siempre ansioso por despellejar a Jing Qi. ¿Quizás este señor Zhang era igual?

Debido a esto, tomó asiento, lo ponderó un rato y después resopló. —No voy a descollar esta vez, sino que simplemente veré el estrépito de cómo se muerden entre sí.

Al día siguiente, Zhang Jin volvió a encontrarse con Helian Zhao, pero descubrió que Su Primera Alteza estaba empezando a tender a ignorarlo o esquivar sus palabras. Con el tipo de persona que era Zhang Jin, lo que más entendía era el lenguaje corporal, por lo que, tan pronto como vio esta situación, supo que Helian Zhao iba a retroceder. Comenzó entonces a pensar secretamente en otras conexiones.

¿El príncipe heredero? No... Zhang Jin sabía lo que valía en kilos y gramos. El príncipe heredero, en su impresión, era un maestro resabido de un montón de niños balbuceantes sabiamente dandis bajo su mando. Sería suficientemente bueno que no lo despellejara por ser un "funcionario corrupto y adulador que tiene una sinecura". Esperar la colaboración era imposible.

Lo pensó y lo pensó, luego recordó a otra persona: Jiang Zheng.

Ese viejo había tenido las cosas claras durante décadas. La forma en que hablaba era desagradable, pero dado que el emperador lo tenía cerca, claramente conocía el oficio y se frotaba los ojos con arena de los últimos. Aunque Zhang Jin no había tratado con él personalmente, en este momento aun así tenía que intentarlo.

Esa misma noche, visitó a hurtadillas a Jiang Zheng.

El hombre tampoco lo defraudó. Una vez que se enteró de las cosas, palideció de la conmoción en el acto. Las tropas vakurah en la guarnición privada del noroeste, el fraude del Mercado de Primavera, la colusión de funcionarios-bandidos para cortar vidas humanas como césped, el abuso de la ley para vender nobleza y funcionariado, la violación y humillación del hijo de un funcionario designado durante un ayuno... Cualquiera sería suficiente para mancillar a Su Segunda Alteza para toda la vida.

Este definitivamente no era un asunto pequeño. Jiang Zheng estaba estabilizando a Zhang Jin en su residencia por un lado y reflexionando sobre este evento por el otro. Tomó un buen par de días enviar en secreto a personas a investigar el lugar de encarcelamiento de Zhang Tingyu, donde se declaró cierto... y realmente no pudo quedarse quieto.

Al día siguiente, de extranjis convocó a varias personas de confianza para discutir las cosas, con Lu Shen incluido.

Helian Yi visitó a Lu Shen antes de tiempo. Aunque no le informó claramente de lo que había hecho Zhou Zishu, tenía una idea de ello, por lo que comprendió todos los eventos tan pronto como escuchó la llamada de Jiang Zheng. Incluso el hecho de que ambos con Zhou Zishu fueran amigos familiares no pudo evitar que una capa de escalofrío se precipitara por su espalda. Todo lo que pensó Lu Shen fue que el corazón que el hombre tenía detrás de sus mil rostros era inconmensurablemente nefario y, después de eso, se preocupó un poco. Si llegara un día en que el príncipe heredero no pudiera utilizar a este tipo, ¿qué pasaría entonces?

Después de una chispa de esfuerzo mental, volvió en sí para visualizar que todos –junto con Jiang Zheng– estaban extremadamente enojados. Este grupo de viejos eruditos había amonestado gente durante toda la vida y el objetivo vitalicio por el que se esforzaban era rajarse las cabezas en un pilar del gran salón. Jiang Zheng era viejo y fiable. Al principio, sintió que este asunto era demasiado masivo y temió que hubiera puntos de descuido en él, pero tenía un temperamento feroz en sus cimientos que no podía soportar el clamor de todos.

Vaya turba...

Lu Shen negó con la cabeza. Al recordar lo que Helian Yi le había encomendado, se puso de pie y habló con Jiang Zheng:

—Señor Jiang, este humilde funcionario cree que este asunto debe considerarse en profundidad y no se deben tomar acciones precipitadamente.

Jiang Zheng siempre había apreciado bastante al zhuangyuan Lu. El joven tenía talento cuando se necesitaba talento y conocimiento cuando se necesitaba conocimiento y ni sus antecedentes ni su calidad moral podían criticarse. Tenía un poco de vigor juvenil, pero, por el contrario, eso hacía que todos los demás pensaran que era resuelto. Al escucharlo hablar, hizo una pausa, con una apariencia de querer escuchar los detalles de su argumentación.

—Señor, aconteció un terremoto en el monte Tai. Tanto los plebeyos como los funcionarios ahora se encuentran alarmados —dijo Lu Shen—. El emperador últimamente ha estado venerando a los cielos con sinceridad y ha sido aún más diligente en política por amor a la gente, ha estado revisando sus propias fallas reconocidas, rectificando los asuntos del harén y promulgó una amnistía general. Si hablara usted en contra de los actos de Su Segunda Alteza en este momento, a la cara del emperador le resultaría difícil aceptarlo...

Antes de que pudiera terminar de hablar, fue interrumpido por una persona a su lado. El que interrumpió resultó ser el hijo de Jiang Zheng, Jiang Yuqing, quien, por coincidencia, también había tomado el mismo examen que él. No obstante, hoy en día Lu Shen ya se encontraba sentado en la tempestad de la corte, mientras que Jiang Zheng seguía siendo un mero escriba en Hanlin. Esa noción de nimia cercanía de "compañero de escuela" también se había más o menos dispersado. Se parecía mayoritariamente a Jiang Zheng, pero no tenía la mitad de su prestancia.

En el momento en que vio a Lu Shen hablando, no pudo resistirse a interrumpirlo para hablar con Jiang Zheng y el resto. —Las palabras del señor Lu erran. Desde la antigüedad, que los funcionarios civiles arriesguen la vida para amonestar al emperador y que los funcionarios militares arriesguen la vida para luchar guerras son eventos comunes. Morir por el bien del país y su gente es una muerte en su debido lugar. Si todos somos aduladores como el señor Lu que no se atreven a amonestar, ¿quién vendrá a presidir la justicia?

Lu Shen conocía la personalidad de su excompañero de clase y se rehusaba a discutir con él. Solo miró a Jiang Zheng. —Cuidado con lo que dices, señor. Los forasteros no pueden separar a los familiares. El heredero a las rodillas de Su Majestad puede considerarse frágil y Su Segunda Alteza se encuentra en medio de recibir favor. Me temo que...

Si Zhang Jin hubiera buscado a Jing Qi, este último definitivamente habría controlado este evento. Helian Qi naturalmente tenía que verse involucrado, pero cómo se involucraría era un problema. Tenían que lidiar con él en este momento y la mejor manera de hacerlo era comprender el tema de "beber, festejar y fornicar con un hijodalgo durante un ayuno". Este sería un crimen de falta de piedad filial, pero no resultaría en la ejecución.

El emperador hoy en día encontraba que este hijo suyo –que obtenía extrañas curiosidades– era agradable a la vista. Amarrarlo descuidadamente con un crimen tan grande como "traición", incluso si la evidencia fuera concluyente, sería imposible de aceptar para Helian Pei: sería obligar a un emperador a matar a su propio hijo. Para controlar completamente a Helian Qi, esto debía hervirse a fuego lento sobre una pequeña fogata, y con esfuerzo extendido durante varios años, Helian Pei se vería obligado a rechazar a este hijo por cuenta propia y podría ser eliminado en un solo movimiento.

Gobernar un poderío estatal era como hervir vivo un pequeño camarón. Todo parecía estar en una violenta crisis e inevitablemente habría un poco de negligencia, pero con ese poco de negligencia, el resultado probablemente sería contraproducente. Helian Pei podía calcular e instar, mas no revelar pista alguna. La mente de un monarca era algo de lo que los dioses y los fantasmas no hablaban. Dicha mente no podía explicarse ni investigarse, de lo contrario se infringía un gran tabú.

Zhou Zishu no necesariamente entendía ese principio, pero Jing Qi y Helian Yi lo tenían clarísimo.

Lu Shen conversó seria y pacientemente con Jiang Zheng y el resto durante un buen rato. Cuando el sol se inclinó hacia el oeste, Jiang Zheng asintió a modo de aprobación. Lu Shen suspiró de alivio y regresó a su residencia, creyendo que el asunto había terminado.

Inesperadamente, al día siguiente en la corte, Jiang Zheng se retractó abruptamente de su palabra, se inclinó con fuerza, para luego presentar todas y cada una de las cláusulas recopiladas del testimonio de Zhang Jin y su propia investigación y evidencia material ante Helian Pei, lo que alborotó a todos los funcionarios. Lu Shen miró con estupefacción al Jiang Zheng de aura honrada. Este último no huyó de la mirada, con la máxima calma en su rostro. Evidentemente parecía poseer la voluntad de morir.

Entonces, persona tras persona se pusieron de pie para apoyar a Jiang Zheng.

Por lo tanto, la atmosfera terminó saliéndose de control y se incitaron las emociones de la multitud. El rostro de Helian Qi estaba mortalmente pálido y sus rodillas tan suaves como fideos, incapaces de siquiera levantarse de sus rodillas en el suelo. Helian Pei casi se volvió loco sentado en lo alto del trono del dragón, incapaz de decir incluso una palabra.

Inclusive He Yunxing –que acababa de comenzar las audiencias– casi se agitó por este ambiente. Cuando estaba a punto de levantarse para la reconsideración, Lu Shen por suerte se movió rápidamente para detenerlo y no contó como una cabeza emergente.

Jiang Zheng había sido justo toda su vida. Por desgracia, era demasiado justo.

No era que no tuviera tacto ni que no escuchara lo que había dicho Lu Shen. Agitando a esta cantidad de personas, apostó en confiar en un emperador que gobernaba la nación con humanidad y asimismo nunca había aplicado castigo a toda una multitud a la vez.

No obstante, el rostro de Jing Qi palideció.

Levantó la cabeza sin hacer ruido y sucedió que se encontró con la mirada de Helian Yi. Cerró los ojos, susurrándole. —Esto es una rebelión...

Aunque la ley no se aplicaba a una multitud... Esto era una rebelión, señor Jiang.