Capítulo 74: La batalla final IV

Wuxi hizo que el milagro de viajar mil li en un día se hiciera realidad.

La gigantesca defensa fronteriza del sur de la Gran Qing también se había retirado a toda prisa. Sin embargo, cuando acababan de salir de la región de Shu, Wuxi ya los había alcanzado. El hecho de que la gente de Nanjiang –que una vez hizo que los cuatrocientos mil soldados de élite del generalísimo Feng quedaran enterrados aquí– volviera a aparecer hizo que la defensa fronteriza que había estado tranquila durante muchos años sudara frío mentalmente.

Aunque eran una raza intrépida y corajuda, tendían a contentarse con su rincón. Se atrevían a amar y se atrevían a odiar; podían hacer ambas cosas de una manera tan pura, tan simple.

Dado que había asumido el papel de gran chamán, Wuxi tenía autoridad absoluta en Nanjiang. La defensa fronteriza de la Gran Qing apenas logró seguirle el ritmo después de varios días de esto. Y tan pronto como descubrieron el propósito de su venida, fue como si consideraran al recién nombrado gran chamán de Nanjiang un líder espiritual y seguirlo de esta forma despertó inesperadamente el potencial dentro de estos soldados de la frontera. Al cabo de unos días, por haberlo estado viendo, esa atmósfera morosa y prácticamente exánime en las tropas desapareció en su mayoría.

Lo único que Wuxi quería era poder ser como un diente de león, surcar el viento toda la noche para volar hacia el lado de cierta persona.

En la quietud de la noche, todos los que habían viajado tan laboriosamente por el día cayeron en un sueño profundo, dejando solo a Wuxi dándose vueltas en la cama. Estaba aterrorizado, preocupado, ansioso e indescriptiblemente temeroso de una manera que le sofocaba el pecho, pero no podía decírselo a nadie. A plena luz del día, lo reprimía detrás de su rostro inexpresivo.

Se decía que después de que el joven chamán se convirtió en gran chamán, parecía haberse vuelto aún más indiferente y frío. Desde el comienzo del día hasta la noche, su cara no tenía ni medio rastro visible de alguna de las cuatro emociones, lo que casi le daba un matiz inconmensurable y misterioso. Pero Wuxi pensaba en cómo no lo hacía a propósito. Su corazón estaba simplemente transido y las pesadillas lo despertaban todos los días. Cuando recordaba la apariencia ensangrentada del hombre en su sueño, sentía un dolor como si le estuvieran desmenuzando las entrañas y no estaba seguro de qué tipo de expresión debería usar aparte de esta.

Sin él... sin él de ahora en adelante en esta interminable vida...

Cada vez que pensaba en ello, se obligaba a detenerse. De lo contrario, temía volverse loco.

El color de la noche era oscuro. Acampando en la naturaleza, luego de que Wuxi comiera descuidadamente un par de bocados de cosas, se limpió la cara con el pañuelo mojado que Nuahar tenía y le gesticuló que se fuera.

Se apoyó en la parte delantera de la tienda, solo. Aprovechando la tenue luz de la luna, metió la mano en sus solapas y de un lugar cerca de su pecho sacó una bolsa bordada cuya abertura estaba sellada con una trenza. Levantó la pequeña bolsita en su mano, mirándola por un momento, y la abrió. Unos animalitos de marfil encantadoramente llamativos salieron rodando de su interior y los atrapó en la palma de su mano. El marfil albugíneo parecía resplandecer a la luz de la luna.

Recordó ese día que Jing Qi regresó a la capital de las Guang, exhausto por el viaje, y se los entregó casualmente. "Te compré pequeñas chucherías", le había dicho con ese modo intranscendente.

Recordó sus palabras: "¿Para quién más serían?".

La bolsa había estado cerca de su pecho, lo que hizo que el calor corporal calentara estos pequeños artilugios. Los miro atentamente durante un rato, impávido. No se sabía lo que estaba recordando, pero las comisuras de su boca fruncida se levantaron un poco. La emoción de su mirada entonces se atenuó y el lustre de esa sonrisa débilmente levantada desapareció en un instante.

La luz de la luna alargaba muchísimo su sombra. Una de sus delgadas piernas estaba doblada y su cabeza se inclinaba hacia el silencioso cielo nocturno, lo que lo hacía ver particularmente solitario.

Nuahar de repente se acercó. —Gran chamán... —susurró.

La expresión de Wuxi permaneció sin cambios, gruñéndole vagamente.

Nuahar se trasladó a su cercanía. —Ese día... que el príncipe nos despidió de la capital, me pidió entregarle algunas palabras, gran chamán. Ha estado ocupado con otros asuntos desde que despertó, así que aún no tuve oportunidad de decirlas.

El otro giró la cabeza. —¿Qué dijo?

—"Le debo una por lo de hoy. Si llega el día en que nos volvamos a encontrar, definitivamente se lo compensaré".

Wuxi se quedó perplejo durante un buen rato y después comenzó a reír en voz baja. Al final, no pudo evitar sentirse fuera de sí. —Compensarme... ¿Compensarme? ¿Con qué me va a compensar? Quiero que me compense con su vida, pero cuándo... ¿cuándo va a tener la verdadera intención de dármela?

El sonido de su risa se detuvo y apretó fuertemente el puño. Esos animalitos de marfil emitieron crujidos. Nuahar miró estupefacto mientras las sólidas piezas de marfil, tras ser comprimidas de esa manera, se convertían lentamente en polvo que se filtraba por las aberturas de sus dedos. —Gran chamán —gritó alarmado—, el príncipe se las obsequió, us-usted...

Wuxi abrió la palma de su mano con apatía y esos fragmentos de polvo se dispersaron inmediatamente en el viento. —Si no me la da, entonces iré a luchar por ella... Esas eran lo que usó para engatusar a un niño. No las quiero —respondió palabra por palabra.

Dicho eso, se puso de pie y entró en su tienda sin siquiera mirar a Nuahar.

Mientras tanto, la batalla por la capital ya se había estado librando durante cuatro días.

En cierto modo, Jeshe y Helian Yi podrían describirse como extraordinariamente similares. Helian Yi tenía buena fortuna: había nacido como el príncipe heredero imperial, era el auténtico heredero del título de emperador para todo el imperio de la Gran Qing y había crecido en un entorno relativamente estable. Sus amigos eran Lu Shen, He Yunxing, Jing Beiyuan y Zhou Zishu. Diez años de prosperidad se dejaron atrás ante un caos, y aunque todavía no tenían experiencia, si se les diera suficiente espacio y tiempo para crecer, terminarían siendo una manada de hombres que podrían derrocar el reino.

Si tan solo no hubiera tanta perfección en el mundo, igual que los deseos de la gente.

Jeshe estaba en el otro extremo: había usado la mitad de su vida para robar y conspirar por todo lo que tenía. En medio de sus años mozos, con sus ambiciones dilatadas, se encontraba en la etapa más espléndida de la vida de un ser humano. El filo de su espada apuntaba directamente a estos jóvenes que acababan de extender las alas, mas todavía no habían tenido tiempo de desarrollarlas por completo.

Nadie entendía mejor a un ambicioso que un ambicioso.

Jeshe enviaba sucesivamente pequeños pelotones para servir como vanguardia e ir a sondear las defensas de las nueve puertas.

Terminó dándose cuenta de que los que defendían la capital eran un montón de lunáticos. No se podía razonar con lunáticos, lo que hacía del uso de cualquier tipo de táctica algo bastante difícil.

En ese preciso momento, el cuñado de Jeshe, Lurkata, dio un paso al frente y propuso empezar con el punto débil en la defensa de la Gran Qing: la puerta Xuanwu.

Lurkata expresó optimismo al respecto, ya que recientemente había averiguado a través de canales especiales que el título del general defensor de la puerta no era "general" o "señor", sino "princesa". Creía que la Gran Qing ya no tenía gente a su disposición, por lo que incluso sus mujeres se estaban poniendo armadura para ir a luchar.

Su estrategia también era bastante simple: ir con todo a atacar la puerta Xuanwu para ahogarlos. Al mismo tiempo, las caballerías alrededor de la ciudad se prepararían para atacar en cualquier momento, para que los otros defensores de puertas no se atrevieran a mandarles refuerzos indiscriminadamente. La puerta de la ciudad podría entonces atravesarse con una porra de hierro roma.

Luego de escucharlo, Jeshe no dijo nada, guardó silencio durante mucho tiempo. Solo después de que la sonrisa de Lurkata se pusiera rígida en su cara asintió suavemente, le asignó cuarenta mil hombres y le ordenó que los llevara a atacar la puerta Xuanwu. Lurkata no quedó muy satisfecho con esto, puesto que pensaba que esta era una manera totalmente buena de manejar las cosas, pero el jefe solo le dio esa cantidad de gente.

Pero, poco después, volvió a sentirse optimista, ya que, según información confiable, la suma de todos los vivientes en la puerta no era más de diez o veinte mil personas, por lo que cuarenta mil serían suficientes para ganarle a esa mujercita. Menos gente tenía sus ventajas, como tener menos gente entre las que dividir el mérito cuando llegara el momento, por ejemplo.

En la tarde del cuarto día del asedio, la puerta Xuanwu se encontró con el ataque más feroz desde el comienzo de la guerra. Los vakurah se abalanzaron como un maremoto trascendental. Lurkata cabalgaba al frente con otros que parecían osos, el sonido como una inundación de campanas profundas. Un rugido de su garganta hacía que las orejas de la gente se quedaran resonando en el lugar, de esa forma cargaron.

La princesa Jing'an Feng Xiaoshu estaba montada en un caballo con su sable en mano, posicionada silenciosamente debajo de la puerta de la ciudad para encontrarse con el enemigo de frente.

Su cintura probablemente no era tan gruesa como el cuello de Lurkata, pero ella, al igual que todos los que estaban a su espalda, no tenía ningún tipo de miedo.

Lurkata se sorprendió al descubrir que, detrás de esta mujer y del silencioso y solemne ejército de la Gran Qing, la puerta estaba firmemente cerrada. Ni siquiera se había dejado un solo hilo de abertura. Además, cuando se acercaron, el ejército de la Gran Qing abandonó por completo la defensa de la ciudad para abalanzarse directamente sobre ellos de una manera aún más iracunda, aún más intensa.

La princesa Jing'an instó valientemente a su caballo a embestir la formación enemiga, sin siquiera volver la cabeza hacia atrás. Era como si no le importara si los soldados la seguían o no.

Avanzar, incluso si cien mil enemigos hay.

Como una general de defensa, naturalmente no sería imprudente y no atravesaría las líneas enemigas sola. Aunque apareció ante la gente como una persona en un caballo, en realidad, el ejército a sus espaldas se había dividido en líneas derecha, centro e izquierda, previamente separadas hace mucho tiempo con los vicegenerales y comandantes correspondientes. Le siguieron su avance extremadamente rápido sin quedarse atrás en lo más mínimo. La mujer menuda dirigía a las tropas, así que ¿podría ser que los hombres estaban esperando morir?

Lurkata se había equivocado. La puerta Xuanwu no era para nada fácil de atacar y eso se debía a que la general de defensa era una muchacha.

En una fracción de segundo, el bando sitiado y el bando defensor parecieron intercambiar sutilmente.

Un efectivo de Tian Chuang corrió hacia Helian Yi con pasos rápidos e informó elocuentemente sobre la situación de la batalla. Zhou Zishu frunció el ceño. —Su Majestad, ¿le proveerá refuerzos a la princesa? —dijo.

Helian Yi negó con la cabeza.

Zhou Zishu quiso decir algo más, pero Jing Qi extendió un dedo para detenerlo. —Jing'an puede resistir. Es la hija del generalísimo Feng.

Al escuchar esas palabras, Helian Yi sonrió suavemente y giró la cabeza para preguntar:

—Cuando el padre emperador te dijo que te casaras con ella, ¿por qué no lo hiciste?

Jing Qi negó con la cabeza, sonriendo amargamente. —¿Cómo un hedonista inútil como yo podría estar a la altura de una heroína como ella? No bromee, Su Majestad.

Inmediatamente después de eso, su rostro se volvió severo otra vez. —Parece que Jeshe está usando a ese idiota para probar las aguas. La caballería de los vakurah ha estado correteando por todo el lugar todo este tiempo. ¿Es para que no podamos descifrar cuál será su próximo movimiento?

—Si ese es el caso, ¿el siguiente paso no sería que el ejército de Jeshe viniera a la puerta Chengwu? —comentó Zhou Zishu.

Helian Yi negó con la cabeza. —No es momento para eso... A pesar de que quiere venir a por nosotros, ese viejo lobo de Jeshe es un poco más astuto que eso. Si atacara la puerta Chengwu ahora, aunque su poder militar al final es varias veces mayor que el nuestro, probablemente no sea una batalla que no le cueste nada...

—Lo que está usted diciendo, Su Majestad, ¿es que está pagando a su gente como precio para desgastar la determinación de nuestro ejército para luego finalmente tener éxito de una vez? —preguntó Zhou Zishu.

Helian Yi asintió lentamente.

Los tres volvieron a guardar silencio por un breve momento. Después de un poco menos de media shichen, otro de Tian Chuang vino a informar y expresó alegremente que los vakurah ya habían visto la derrota en la puerta Xuanwu.

Pero la expresión de Helian Yi no se veía muy bien. Murmuró, transcurrido un buen tiempo:

—Jing'an tiene un estilo de lucha temerario. Incluso si esta fue una victoria, inevitablemente habrá una última vez que no funcionará.

Jing Qi lo reflexionó un rato. —De hecho, tengo un pequeño plan.

Antes de que tuviera tiempo de explicarlo, entró otro efectivo de Tian Chuang. —¡Reportando a Su Majestad, el ejército de los vakurah en la puerta Xuanwu fue derrotado y se retiró!

—¿Y Jing'an? —preguntó rápidamente Helian Yi.

—La princesa sufrió algunas heridas superficiales en su brazo. No es gran problema —respondió el que llegó.

Helian Yi relajó un poco su corazón, pero el efectivo de Tian Chuang le dirigió una mirada a Zhou Zishu, como si quisiera decir algo, pero se contuviera. Zhou Zishu se dio cuenta. —¿Qué? ¿Tienes algo más que decir? —preguntó.

—Patrón... No, señor, este subordinado acaba de vislumbrar a alguien al lado de la princesa. Se dice que es un guerrero valiente y ha recibido bastante de su reconocimiento...

En el corazón de Zhou Zishu apareció un sentimiento amenazante. Todo lo que hizo fue escuchar al de Tian Chuang continuar:

—Es el señorito Liang.