Capítulo 73: La batalla final III

El primero de octubre, la defensa de la Gran Unidad fracasó.

El vigésimo tercer día de octubre, la ciudad de Xuancheng fue capturada.

A finales de octubre, el paso Jing fue capturado.

La zona al norte de la capital, a estas alturas, ya no tenía ni lugares peligrosos que pudieran defenderla ni puertas imponentes. Era como una llanura que se podía ver totalmente de un vistazo.

El jefe de los vakurah, Jeshe, se había enfrentado al poderoso ejército de varios cientos de miles de Helian Zhao en Gansu. A pesar de que este último murió en batalla y las tropas restantes de la Gran Qing se retiraron horrorizadas, el daño y las pérdidas de los vakurah no fueron menores. Jeshe solía creer que eran una turba vulnerable, pero, para su sorpresa, eran excepcionalmente resistentes a la hora de la batalla.

Entonces, descubrió que había subestimado a la gente de la Gran Qing. En esa batalla, estuvo casi en una situación en la que derrotaba a diez mil enemigos solo para perder a ocho mil. Si no fuera porque en el último momento un tiro derribó a Helian Zhao de su caballo y fue asesinado a machetazos por un guerrero vakurah que arriesgó la vida para aprovecharse del caos, probablemente incluso habría considerado retirarse.

Pero los cielos le habían ayudado.

Después de la gran batalla de Gansu, descansó y se tomó su tiempo para reorganizarse y formular cuidadosamente una nueva estrategia ofensiva, pues sabía que lo que le esperaba por delante era la reduplicación de los puntos de control de la Gran Qing.

Jeshe Urme cumplía treinta y seis este año; un ambicioso y formidable personaje de la pampa rara vez visto. Ayudó a Zhao Zhenshu con el escondite privado de tropas en el Mercado de Primavera y soportó pacientemente el mangoneo del hombre como un perro durante más de una década. En aquellos diez años, pasó de ser un joven enérgico a entrar lentamente en la intriga y la perseverancia lupina, cultivando una perspicacia que era tan profunda como una fosa marina.

Zhao Zhenshu usó su poder y dinero para criar alegremente un lubican de la pampa. Durante todos estos años, lo había estado alimentado y proporcionándole innumerables fondos financieros.

Jeshe no los despilfarró en absoluto. Siguió comiendo los panes de pita hechos por su mujer todos los días, siguió royendo tasajo grueso y difícil de tragar como todos los demás y siguió usando la apestosa ropa de resero. No obstante, utilizó ese dinero para sobornar en secreto a los funcionarios, regalar esclavos y bellezas a sus enemigos y anexarlos uno por uno.

Tomó diez años extenderse por toda la pampa, haciendo que la tribu Vakurah –que había estado rota durante varios cientos de años– se unificara una vez más. El lobo gris del norte había soltado un largo aullido, por lo que blandió sus afiladas garras y se dirigió hacia el sur.

Jeshe no solo perseguía la opulencia de la Gran Qing. No había traído al sur a estos guerreros feroces para robar un montón de riqueza, arrebatar algunas bellezas y listo. Codiciaba todo el tramo de montañas y ríos en la región de las Planicies Centrales.

Los antiguos tenían un dicho: ¿es que hay alguien que haya nacido para ser príncipe, marqués, general o ministro? Dado que incluso los campesinos que cultivaban en las montañas podrían decir algo así, ¿por qué esta gente débil y pretenciosa debería ocupar este territorio exuberante, hermoso y fértil durante miles de años?

De principio a fin, la campaña de Jeshe solo tenía un objetivo: la capital.

Después de la capital, venía la gigantesca sala del trono.

Pero no se encontraron con nada de la resistencia prevista. La única batalla de Gansu parecía haber quebrado el coraje de la Gran Qing, lo que hizo que todo el viaje hacia el sur tuviera un viento en popa extraordinario. Muchas ciudades prácticamente cayeron sin lucha alguna y los territorios que apenas resistieron no fueron más que mediocres, con una apariencia extremadamente endeble.

Se dio cuenta de algo: la gente de la Gran Qing había experimentado una era pacífica y próspera durante un par de cientos de siglos. Incluso si lograron despertar su coraje una vez, no era más que una máscara delgada que el viento podría despedazar.

Jeshe estaba prácticamente saltando en una pata. Cuánto más se acercaban a la capital, más se aseveraba su emoción. Parecía ver la legendaria ciudad celestial arrastrándose bajo sus pies y su persona entrando en el palacio completamente pavimentado de oro, haciendo que todos en el reino vinieran a adorarlo.

El vigésimo día de noviembre, las tropas finalmente estaban a punto de llegar a las murallas de la ciudad.

Mientras tanto, en la capital, la sala del trono cubierta de polvo recibía por última vez a los funcionarios de la corte. Wang Wu, Yu Kui, el eunuco Xi y el resto se habían retirado a las esquinas. Al lado de Helian Yi había dos personas cuyos rostros nunca antes se habían mostrado: una era la princesa Jing'an vestida de hombre y el otro era Zhou Zishu vestido como un erudito de mediana edad, con una máscara de piel humana encima.

Dos filas de funcionarios civiles y militares yacían de pie en dos columnas. Helian Yi ordenó que colgaran su túnica de dragón en lo alto del gran salón, como si izara un deslumbrante tótem dorado. Su cuerpo tenía puesto una armadura pesada y el desgaste y la delgadez habían afilado las líneas de sus mejillas, las que se insertaban directamente en su cabello. Exudaba un dinamismo y un vigor que la gente nunca antes había visto.

Con ciento ochenta mil soldados para las nueve puertas de la capital, los varios generales se estaban terminando de dividir.

—Puerta Xuanwu, Feng Xiaoshu; puerta Chaoyang, He Yunxing...

Finalmente, estaba la puerta Chengwu justo en el norte, con ochenta y una losas de basalto de tres zhang de ancho y tres zhang de largo que trazaban todo el camino hacia las afueras de las puertas de la ciudad. Con el hedor más sangriento, era el lugar más calificado para el yin de toda la capital, el lugar donde un Wuxi de quince años mató a veinticuatro asesinos de la tribu del Chamán Negro y, ahora, el lugar que enfrentaba directamente a los colmillos de lobo de los vakurah.

Zhou Zishu sostenía el pergamino de un decreto imperial en la mano y lo leía en voz alta con una pausa entre cada palabra:

—Puerta Chengwu, custodiada por el propio emperador.

Para la mayoría de los que estaban en el gran salón, esta era la primera vez en sus vidas que eran partícipes de una reunión militar antes de la confrontación y también podría ser la última. Aquí ya no había emperadores, primer ministros, príncipes o princesas, solo personas que defenderían la ciudad, personas que empuñarían espadas y personas que irían a arriesgar sus vidas.

—La mitad del país ha caído y la capital se encuentra al sur, donde ya no quedan pasos importantes. Ahora, nuestra persona no filial ha causado que nuestra nación se cubra de polvo y el paisaje se oscurezca. Será honestamente difícil enfrentar la amonestación de nuestros ancestros en el inframundo.

—Cientos de miles de tropas fueron destruidas en Gansu y los élites de la dinastía sufrieron tantas pérdidas que prácticamente nadie resta. Nuestro hermano imperial murió sin siquiera un cadáver para envolver en piel de caballo. El ejército bárbaro está cerca y el país ha llegado a un impasse. Con buenas cabezas sobre nuestros hombros y sangre caliente en el pecho, ¿por qué todavía no lo abandonamos? ¿Por qué no lo desechamos? En este momento, si el ejército de la capital cae, las balaustradas talladas y los ladrillos de jade estarán bien, pero los rostros juveniles y rubicundos de los que están a su alrededor cambiarán. El ayer será historia del pasado y la nación actuará según un apellido distinto. Estaremos muertos, entonces, ¿y qué cara tendremos para disculparnos con todo el reino? ¡¿Con qué cara nos enfrentaremos a nuestros mayores?!

—Esperamos imitar al generalísimo Han y eliminar toda vía de escape. Si no hay victoria, entonces aquí es donde termina.

—Una vez comenzada esta guerra, las tropas saldrán y las nueve puertas se cerrarán. ¡Todo aquel que armadura use y arma sostenga no ha de entrar en la ciudad! ¡Los que desobedezcan la orden serán decapitados! ¡Los que abandonen su puesto sin permiso, decapitados! ¡Si alguien parece retirarse de la primera línea, decapítenlo inmediatamente! ¡Los que osen protegerlo serán considerados culpables del mismo crimen! Si los generales parecen querer retirarse, los soldados han de sublevarse, matarlo y reemplazarlo, pero de no ser así, los que osen desobedecer las órdenes o rechazar sus asignaciones, ¡decapítenlos!

Su voz se detuvo por un breve momento. —También iremos con ustedes, generales. Juramos vivir o morir con este lugar —anunció.

El vigésimo primer día de noviembre, los vakurah y los últimos soldados de la Gran Qing entraron formalmente en batalla.

Después de cien años de adversidades, esta ciudad se hizo del colorete para apilarse y comenzó a soportar el bautismo de la primera ola de sangre nacida de una raza nómada proveniente de un lugar lejano.

El primer día del asedio, Jeshe atacó tentativamente la puerta Chongwen. El general defensor de la puerta era Tie Ru del campamento del este del Ejército Forestal Imperial, a quien He Yunxing había llamado burlonamente "esclavo del primer duque" en privado. Porque solía ser un guardia de la capital, Helian Zhao no lo había llevado a la campaña, eso con el propósito de dejarse una futura ruta de escape de ofensiva interna a la que podría regresar a punta de matanza.

Pero ahora Helian Zhao estaba muerto y ya no necesitaba una ruta de escape, así que Tie Ru iba a ir a por todas.

No había nada más mágicamente poderoso que el odio para convertir, de la noche a la mañana, un cordero en una bestia. Ese día, seis mil guerreros vakurah enérgicos que habían sido enviados por Jeshe para ir a llamar a la puerta iban caminando soberbiamente, pero de repente se encontraron con los diabólicos defensores de la Gran Qing, los que prácticamente los cegaron.

La asombrosa historia se repitió. Estaban exactamente igual que los soldados de la Gran Qing en Gansu esa noche, cuando su campamento fue emboscado: aterrorizados y desconcertados, derrumbándose con un golpe y dispersándose en todas las direcciones. La diferencia era que ellos no tenían un general que pudiera calar claramente los corazones tanto del enemigo como de los suyos y se atreviera a elevar un gran sable mientras arriesgaba la vida para dirigir las tropas.

Era como si el río Wangyue se hubiera llenado de hierro derretido durante la noche. Jeshe levantó la mirada a la alta y preciosa puerta de la ciudad y al palacio que surcaba las nubes −los que pudo ver indistintamente al mover la cabeza− y tuvo un mal presentimiento, como si... esta ciudad fuera invulnerable.

En este momento, las dos últimas personas que restaban al lado de Helian Yi de la puerta Chengwu rodeaban un plan de defensa, una estaba sentada y otra de pie.

Todo aquel usable se había ido a defender la ciudad. Por un lado, Jing Qi y Zhou Zishu se quedaron a su lado por su seguridad. En cuanto al otro lado, esta ubicación más peligrosa de la puerta Chengwu se consideraba la división final del mando. Los varios cientos de efectivos de Tian Chuang bajo el mando de Zhou Zishu (que aparecían y desaparecían como fantasmas) se habían convertido en un centro de conexión entre las nueve puertas. Todos se habían cambiado a ropa de plebeyo –con una ramita de ciruela de invierno tatuada en sus brazos– y mezclado entre todo tipo de multitudes, formando un sistema de noticias de toda la capital a la mayor velocidad.

Jing Qi se había cambiado a un conjunto de ropa oscura extremadamente sencillo. Esos trozos innecesarios y la ornamentación que colgaban de su ropa habían desaparecido por completo la noche anterior. Sus brazos estaban cruzados sobre su pecho y tenía las cejas un poco arrugadas.

Helian Yi miraba su espalda y de repente sintió que esta persona no se parecía mucho a ese siempre desvergonzado y flojo Jing Beiyuan. Aunque sus hombros estaban trasijados, estaban tan erguidos como una lanza; los extremos de las mangas anchas del pasado estaban todos recogidos hasta su cintura. El aura hedonista que se había enraizado en sus huesos de repente había desaparecido, como si durante estos muchos años todo hubiera sido un acto.

Tenía las mejillas hundidas y los ojos de flor de melocotón un poco caídos, lo que lo posaba inefablemente severo.

Helian Yi sintió un ligero dolor en el corazón, pero el dolor pronto fue cubierto por un entumecimiento aún mayor: ninguno tenía vuelta atrás.

Jing Qi se paseaba en su lugar repetidas veces mientras los de Tian Chuang entraban constantemente para reportar sobre el progreso de la batalla de la puerta Chongwen. Helian Yi les ordenó mantener esta pequeña victoria en secreto y solo hizo saber a los otros generales que la puerta se encontraba en medio de la batalla y la estaban protegiendo estrictamente.

Jing Qi de repente frunció el ceño. —Su Majestad, las nueve puertas parecen ser imponentes barreras estratégicas, pero en realidad son lugares fáciles de atacar y difíciles de defender. Si ese bastardo de Urme despabila y distingue un lugar, probablemente... será difícil de manejar.

Tanto Helian Yi como Zhou Zishu entendían este principio. Los ciento ochenta mil defensores no eran muchos para empezar y distribuirlos por las nueve puertas fue considerablemente desgarrador.

En ese tiempo durante el establecimiento de la capital, esta poseía una magnanimidad que recibía a los invitados de todas las direcciones con una sonrisa, repleta de la sensación de superioridad que tendría la enorme ciudad capital de un país. Pero ahora estos invitados indeseados que venían no eran buenos, la capital se rehusaba a recibirlos con una sonrisa y ahora era un problema. Con tantas puertas, era como si alguien la hubiera golpeado hasta convertirla en un colador de nueve agujeros: cada puerta era un punto débil.

Ni Helian Yi ni Zhou Zishu hablaron por un momento, así que Jing Qi continuó:

—El enemigo tiene algunos aspectos que no serán fáciles de tratar. Primero, Jeshe Urme es un hombre de moderación, por ende, no es propenso a enfurecerse o impacientarse, sino que yace tranquilo al borde de la batalla. Segundo, todos y cada uno de los vakurah tiene un cuerpo fuerte y esto no se puede decir en voz alta. Los soldados en nuestra ciudad están exaltados y apasionados en este momento, lo cual no está mal. En caso de que esto se alargue y se debiliten hasta el agotamiento, me temo que...

Negó con la cabeza, frunciendo aún más el ceño.

—Si fuéramos Jeshe, lo intentaríamos una o dos veces en cada puerta e inevitablemente llegaríamos a darnos cuenta de este principio —prosiguió lentamente Helian Yi—. En vez de esforzarnos merodeando entre las nueve puertas, sería mejor vigilar un solo lugar y atacar con fuerza. No podríamos soportarlo.

—En opinión de Su Majestad, ¿cuál elegiría Jeshe como su lugar de ataque? —preguntó Zhou Zishu.

Helian Yi hizo una pausa antes de responder:

—Si solo quisiéramos irrumpir en la capital, elegiríamos la puerta Xuanwu. Jing'an es la huérfana del generalísimo Feng, pero al final es una muchacha. Puede que tenga algo de habilidad, pero probablemente no pueda agotar a estos bárbaros vakurah que parecen bueyes. Si... si quisiéramos sentarnos en la cima del reino...

Volteó la cabeza, mirando el horizonte contaminado y sombrío en la distancia. —Si quisiera sentarse en la cima del reino, Jeshe definitivamente elegiría la puerta Chengwu y llegaría a enfrentarse contra nosotros —murmuró para sí mismo.