Capítulo 72: La batalla final II

Wuxi sintió que estaba teniendo un enorme sueño que ponía el mundo al revés. La tierra onírica era demasiado realista, tan realista que todos y todo lo que había dentro parecía ser real, lo que lo confundía un poco entre la realidad y lo ilusorio.

Soñó con el día en que el carruaje rodante atravesó el denso paisaje de Nanjiang. Tras bajar por un camino muy largo, vio a muchas personas y llegó en soledad al lugar más próspero y hermoso del mundo: el río Wangyue que fluía treinta li sin cesar y tenía preciosas cantantes y bailarinas encima de su superficie, así como a su alrededor.

Entonces, se encontró con alguien. Los ojos del hombre merodeaban, por lo que parecían incluso más ágiles que la luz del río. Su rostro siempre tenía una expresión risueña y definitivamente tenía los medios para vivir la vida con extrema comodidad. Le gustaba el buen vino y las bellezas, conversaba y trabajaba con una tranquilidad tan pausada y nunca se peleaba con nadie. Pero tenía muchos defectos encima: un ricachón errático y desafinado.

Aun así, cuando Wuxi lo vio, sintió una calidez que casi le derritió el corazón.

Soñó con muchísimos días de paz excesiva. El otro hombre se encontraba apoyado perezosamente en una silla reclinable debajo de un gran árbol, con los ojos un poco entrecerrados mientras explicaba tranquilamente algunas cosas que no estaban en el libro, como si hubiera nacido sabiéndolas. Ni siquiera necesitaba hacer referencia al texto, capaz de hablar con confianza mientras dormitaba. De vez en cuando levantaba la mano para beber una taza de té, con una fragancia especialmente limpia que manaba de sus mangas anchas.

También soñó con sus cálidas palmas, soñó con la experiencia de todo tipo de emociones cuando el hombre lo llamaba impotentemente "pequeño veneno", cuando sostenía la pequeña marta en sus brazos mientras usaba ese hilo rojo con su anillo apenas visible en su cuello níveo y con esa noche en que la sangre se encendió por sentimientos por los que moriría.

Pero esas alegrías le hicieron sentir tanta ansiedad, como si presintiera vagamente que algo no estaba bien. Con los ojos abiertos de par en par, miró atentamente su rostro sonriente, mirando y mirando mientras sentía que la trepidación surgía en su corazón. Los rasgos luminosos del que tenía al frente palidecían cada vez más, palidecieron hasta que las venas debajo de su piel se transparentaron. Las comisuras levantadas de su boca entonces cayeron y su mirada se siguió vaciando hasta que los bordes de sus labios se empaparon de sangre escarlata, la que gota tras gota caía sobre su túnica alba.

Sintiendo que estaba a punto de morirse de miedo, Wuxi estiró un mano en su dirección, pero no pudo alcanzarlo. Dentro de poco, su pie de repente cayó en aire y la totalidad de su conciencia se retorció, solo la desesperación quedó grabada en su memoria. Esto le sofocó el pecho, como si fuera a explotarle el corazón.

Abrió abruptamente los ojos, con una línea de visión extraordinariamente borrosa. El sonido de los carruajes ocupaba sus oídos. Se quedó perplejo por un breve momento, incapaz de recordar dónde estaba. No pudo evitar a colocar una mano sobre su pecho. Las comisuras de sus ojos estaban heladísimas y al frotarlas se sorprendió al descubrir que ya estaban llenas de lágrimas.

—¡El joven chamán despertó! ¡Se despertó! —exclamó una persona.

En ese instante, su mente produjo una especie de noción ridícula: esta era el camino que iba a la capital, ¿verdad? Lo de recién solo había sido su imaginación y todavía no había sucedido.

La cara de Ashinlae pronto apareció en su campo de visión y torpemente lo ayudó a incorporarse. —Tome un poco de agua, joven chamán.

La mirada de Wuxi revoloteó sobre las pequeñas arrugas que escalaban por los bordes de los ojos del otro y después sobre sus propias manos adultas. El pensamiento que tenía dentro de sí, cual fuego artificial que cae al agua, se extinguió lentamente y al final no dejó nada más que una voluta de cenizas que se vertió en olas de frialdad penetrante.

Bebió en silencio media taza de agua de la mano de Ashinlae, cerró los ojos y se reclinó en la estera a sus espaldas. Había un espacio en blanco en su cabeza; se concentró únicamente en comprender el dolor proveniente de su pecho... El dolor que, ola por ola, era como si le estuvieran despedazando las entrañas.

Jing Beiyuan... Jing Beiyuan... Jing Beiyuan... Jing Beiyuan...

Ashinlae y Nuahar lo observaban desde un costado, tiritando y sin atreverse a hacer ruido. Lo vieron reclinarse allí, presionándose el pecho con una expresión desdichada y pálida. Estuvo sentado con los ojos cerrados durante una varilla de incienso. El subir y bajar de su pecho era prácticamente imperceptible, con sus gruesas cejas extremadamente fruncidas.

Después de un largo rato, de repente les preguntó:

—¿Dónde estamos?

Ashinlae y Nuahar intercambiaron una mirada. —Ya pasamos Shuzhong —contestó Nuahar en un susurro.

Wuxi asintió suavemente y no volvió a hablar.

Ashinlae de pronto abrió impulsivamente la boca con la intención de hablar. Tras ser detenido con un tirón por Nuahar, se giró ferozmente para fulminarlo con la mirada y comenzó a hablar a pesar de todo:

—Joven chamán, cuando estuvimos en una posada hace unos días, escuché que la tribu Vakurah del norte estaba a punto de llegar a la capital...

Wuxi abrió sus dos ojos y le dirigió una mirada negrísima que parecía cubierta por una capa de algo. Ya no era tan clara ni brillante como antes y en su superficie no existía ninguna de esas emociones que en el pasado eran explicitas. Ashinlae de repente se dio cuenta de que la expresión que sus ojos tenían era algo diferente a la del joven chamán. ¿A quién se parecía? Era como la del príncipe Nan'ning, como la del príncipe heredero de la Gran Qing. Muchas cosas estaban sucediendo en su interior, cosas que otros no podían distinguir, escondidas en el fondo.

Aun así, siguió hablando con un rostro serio:

—¡Joven chamán, si dice usted la palabra, damos vuelta los caballos y regresamos! —apartó con un palmazo la mano de Nuahar que estaba tratando de detenerlo, enojado—. ¡No me detengas! ¿Y el príncipe? ¿Las cosas que hace son necesariamente correctas? ¡Según yo, su cabeza también está llena de pasta! Joven chamán, regresemos. ¡Regresemos a la capital y robémoslo! Sea como sea, todo lo demás puede irse al carajo. Después, le daremos al príncipe una buena paliza con una palmeta y lo dejaremos... dejaremos...

Wuxi lo miró con apatía y las palabras siguientes de Ashinlae quedaron atrapadas en su garganta. Un momento después, el primero dijo clara y sucintamente:

—Aumenten la velocidad.

Tanto Ashinlae como Nuahar quedaron pasmados y lo escucharon proseguir:

—Apresúrense en volver a Nanjiang. Sin escatimar. Que nuestros hermanos trabajen duro por unos días, tenemos que llegar a Nanjiang lo más pronto posible. Cuanto más rápido, mejor... Una vez que controle mi respiración, consíganme un caballo rápido para que pueda dejar este carruaje.

Ashinlae se quedó anonadado durante mucho tiempo. —Joven chamán...

Wuxi ya había vuelto a cerrar los ojos, como si estuviera meditando, y no habló más con él.

...¿Las cosas que el príncipe hacía eran necesariamente correctas? Por desgracia, ese hombre era tan llevado a sus ideas que siempre pensaba que tenía todo planeado y que todo era razonable. Planificaba meticulosamente su propio camino, el camino de los demás, el camino de la vida y el camino de la muerte tramo por tramo, sin discutirlo nunca con nadie.

Jing Beiyuan estaba acostumbrado a hablar superficialmente y admitir sus errores en cualquier momento, pero eso no se debía a nada más que su desinterés por discutir con los demás. Cuando realmente se decidía, no había absolutamente ningún resquicio a la discusión, ni hablar de las opiniones de otras personas. ¿Cómo qué lo consideraba en su mente? ¿Un... niño? Alguien que necesita que lo cuiden y enseñen, alguien que no era confiable... ¿Tal como lo que había sido con Ashinlae?

Luego de tres shichen, Wuxi se cambió a un caballo rápido y cabalgó a toda velocidad todo el camino.

Se obligó a no pensar en Jing Beiyuan ni en la situación actual en la capital y se centró únicamente en lo que tenía al frente. En la superficie, estaba tan sereno como un charco de agua estancada.

Inesperadamente, se las arregló para condensar casi un mes restante de viaje en seis días. Se abrió paso en soledad y mató del cansancio a tres caballos.

En estos seis días efímeros, dominó la represión de sus emociones, la represión de sus expresiones y la represión de todo a una velocidad difícil de imaginar. Aprendió a guardar todo en su interior y solo mostrar a los demás lo que él quería que supieran. Aprendió a insertar un pilar inamovible en su corazón bajo la presión del pánico, así que incluso si el monte Tai se derrumbara ante él, podría manejarlo metódicamente.

La primera vez que su vida se alargó repentinamente fue cuando Nanjiang perdió la guerra e ingresó a la capital como rehén, solo. La segunda vez fue después de ser un visitante en una tierra extranjera durante diez años y presenciar y experimentar asesinatos, reverencia forzada, vidas libertinas grotescas y extravagantes, conspiraciones espeluznantes y anhelo abismal. Y ahora, en este momento actual y final, de repente se sumió en un gran cambio y completó su metamorfosis final.

Con un grupo de guerreros sureños alarmados, regresaron a Nanjiang como si se precipitaran por un camino de la muerte. Solía creer que tendría todo tipo de sentimientos cuando volviera a esta tierra, pero ahora no sentía nada. Había reprimido esas emociones de una manera tan violenta que se habían vuelto morosas. Simplemente las estaba guardando, como un arco listo, pero sin lanzar la flecha.

Desmontó con un salto. Antes de quitarse el polvo del largo viaje o incluso tomar un sorbo de agua, lo primero que hizo fue agarrar el cuello del que vino a darle la bienvenida. —¡Quiero reunirme con el gran chamán! ¡Enseguida!

El gran chamán ya había envejecido. Su cabello estaba completamente blanco e innumerables arrugas escalaban por su rostro trasijado, como si hubieran sido cortadas con un cuchillo.

En el instante en que Wuxi lo vio, de repente descubrió que el gran chamán ya no tenía el aspecto de su memoria, lo que hizo que sus pasos se detuvieran en la entrada de la puerta.

El gran chamán encendió una pipa de tabaco y soltó lentamente una larga bocanada de humo. Agitó su delgada mano demacrada para indicarles a todos que se retiraran y solo quedaron él y Wuxi, ambos escudriñándose mutuamente. La traba en el corazón de este último de repente se aflojó y toda clase de emociones –injusticia, dolor, indignación y añoranza– parecieron destruir la represa, pero apretó los dientes tenazmente y lo soportó. Levantó los pies para entrar a paso firme, se arrodilló en el suelo y se postró ante el gran chamán.

—Profesor, he regresado —dijo.

El gran chamán suspiró, se puso de pie con ayuda de la mesa y extendió lentamente la mano, abrazando por los hombros al niño ya adulto. Sintiendo ese cuerpo joven y robusto que rebosaba de poder, su mirada se dirigió a la distancia a través de la puerta abierta, oteando la remota cadena montañosa.

—Ah, Wuxi, Wuxi —murmuró.

Wuxi cerró los ojos. Pensó que su ser había vuelto a casa, pero su corazón todavía estaba afuera.

Por tanto, con un forcejeo se liberó suavemente del abrazo del gran chamán. —Profesor, quiero impetrarle a usted algo —dijo con una voz profunda.

El gran chamán no dijo nada, simplemente puso la pipa en sus labios y fumó en silencio. Sus ojos seguían igual de límpidos que hace muchos años, como si pudieran ver claramente las preocupaciones de todos. Cuando Wuxi se metía en problemas de niño, siempre le temía a esa mirada omnisciente, pero ahora de repente descubrió que ya no tenía miedo. Y eso se debía a que había descubierto que, en este mundo, el número de cosas que podían hacerle sentir la emoción de "miedo" realmente no eran muchas.

—Profesor, cuando llegué, vi que la guardia fronteriza del sur de la Gran Qing se estaba retirando. La tribu Vakurah del norte está en guerra con ellos. Supongo que usted lo sabe.

El gran chamán se volvió a sentar con las piernas cruzadas, asintiendo cuando escuchó esto. —¿Qué quieres decir, hijo? —preguntó en medio de una cortina de humo.

—Quiero que me preste tropas y regresar a la capital de la Gran Qing.

La expresión del gran chamán no varió en absoluto, como si esto no fuera para nada inesperado. Después de un corto período de silencio, dijo serenamente:

—Durante una década, nosotros y la Gran Qing hemos interactuado con armonía y paz. También hay un poco de comercio en la frontera. Su seda y su porcelana son muy buenas. Cuando nos casamos aquí, los jóvenes van a dar obsequios nupciales a las mujeres y a muchos les gusta usar las hermosas sedas y baratijas de la Gran Qing para incitar el favor en una chica. Pero ¿has olvidado que la Gran Qing es nuestro enemigo?

Wuxi negó con la cabeza. —No lo he olvidado. Recuerdo que cuando estaba a punto de irme, prometí a Gazh que definitivamente regresaría y no olvidaría a mi tribu en esta vida. Los lideraría a contraatacar, recordaría quién nos había intimidado y los haría morir horribles muertes, pero también recuerdo que usted no respondió en absoluto a mis palabras en ese entonces y solo me dijo que recordara a los miembros de mi tribu y mi tierra natal.

El gran chamán fumó de su pipa, sin decir una palabra.

—También recuerdo que usted dijo que Gazh estaba mirando todo desde otro reino. Nuestras vidas son demasiado cortas para muchas cosas y no podemos verlas claramente a menos que estén justo ante nuestros ojos. No lo entendía en ese entonces, pero ahora sé que mi razonamiento estaba equivocado.

—¿Qué es lo que entiendes ahora? —preguntó el gran chamán, absolutamente inmutado.

—Hace diez años, sentía que debíamos aunar nuestras fuerzas, luchar, vengarnos y ajustar las cuentas de nuestro enojo y odio. Pero ¿qué queda después de ajustar las cuentas? ¿Otro grupo de hermanos en sus años mozos muertos, provocando que sus familias y padres se acongojen y sufran y sus hijos transmitan para siempre ese odio? Vi que muchos en nuestra tribu usan objetos de la Gran Qing. Puede que recuerden lo que sucedió en ese tiempo, pero ya no están enojados. ¿No sería muy doloroso si vivieran el resto de sus vidas con odio? ¿No es el deber del gran chamán permitir que la tribu viva una vida mejor? ¿Por qué amarrarlos al enojo por el bien del pasado?

El gran chamán guardó silencio por un momento. —¿Quieres decir que deberíamos olvidar el pasado?

Wuxi volvió a negar con la cabeza. —No deberíamos olvidarlo. Todavía deberíamos aunar nuestra fuerza e incluso obtener apoyo de la fuerza de la Gran Qing para volvernos formidables y pararnos el uno al lado del otro, de modo que aquellos con ambiciones feroces ya no se atrevan a codiciar nuestro territorio. Esto también es conquista.

El gran chamán lo escudriñó por un momento y de repente se echó a reír. Su risa se hizo cada vez más fuerte hasta que una bocanada de humo lo trapicó, lo que lo hizo comenzar a toser.

Cof... Muy bien, muy bien... Wuxi, en aquel entonces dije que era hora de que salieras a ver el mundo exterior. Eres inteligente, pero demasiado terco. Me preocupaba mucho, pero ahora puedo ver que aprendiste mucho en la Gran Qing.

Wuxi sonrió suavemente. —Tenía a alguien que me enseñara.

El gran chamán lo miró un poco sorprendido. —¿Oh? ¿Quién?

Wuxi negó con la cabeza. Ahora necesitaba concentrarse, no pensar en cierta persona, así que volvió al tema de conversación. —Profesor, aún no dice si me permitirá usted tomar tropas o no.

El otro se puso serio y apartó la pipa. —Tengo que escuchar tu fundamento.

—La Gran Qing ha sufrido grandes pérdidas esta vez y no podrá recuperarse durante una o dos décadas. Podemos aprovechar esta oportunidad para hacernos más fuertes, pero creo que antes de eso, debemos deshacernos de nuestro estatus como "estado vasallo de la Gran Qing". La Gran Qing ahora se encuentra en crisis y necesita refuerzos urgentemente, lo que constituye una buena oportunidad para la negociación. Dirigiré a las tropas hasta allá, y si la crisis de la capital se puede resolver, en ese momento la ciudad estará inundada de guerreros de Nanjiang. Entiendo un poco a su príncipe heredero y no discrepará sin razón ante las circunstancias actuales.

El gran chamán entornó los ojos y se sentó más derecho. —Prosigue.

Wuxi así lo hizo, sin apremio alguno. —La frontera también se puede abrir e incluso puedo pedirle que nos facilite un camino. Nuestro lado tiene bosques densos y miasma, lo que dificulta el ataque de los forasteros, pero también obstruye nuestra propia línea de visión. Nuestra tribu no puede ver el mundo exterior en su vida.

Su voz dio un giro. —Además, profesor, es posible que no sepa que, en la Gran Qing, el emperador tuvo tres hijos, todos los cuales competían por el trono. Al final, elegí al príncipe heredero. Ser amigos está fuera de discusión, pero al final no hay odio. Dado que es un hombre pragmático, si se convirtiera en emperador, querría mejorar la vida de sus ciudadanos, en vez de dejar su sabio y divino nombre en los libros de historia. Hasta la fecha, la Gran Qing ha experimentado cientos de años de prosperidad constante desde su fundación. El príncipe heredero no es tonto como su padre, por lo que no se arriesgará a la idea de venir a atacarnos de nuevo.

Después de escuchar esto, el gran chamán asintió. —Los vakurah arden de ambición. Quieren anexar la totalidad de la planicie continental y colonizar las fronteras para ampliar su territorio... Estás en lo cierto. El gobernante que hace prosperar el mundo y el gobernante que amplía la influencia no son iguales. El primero anhela aún más estabilidad y prosperidad, mientras que el segundo siente una sed de sangre insaciable y anhela aún más territorio y aún más vicisitudes.

El gran chamán miró a Wuxi y suspiró, cubierto de emociones conmovedoras. —Maduraste.

Wuxi esperó a que asintiera sin parpadear. El gran chamán se puso de pie laboriosamente, se dio la vuelta y entró en una habitación interior. No mucho después, salió con un cetro en las manos. Los ojos de Wuxi se abrieron de par en par: ese era el símbolo del gran chamán.

El hombre se acercó para quedar ante él. —Estoy viejo, Wuxi. Nanjiang siempre iba a ser tuya.

Wuxi abrió la boca, pero no sabía qué decir.

El gran chamán se mordió el dedo, dibujó temblorosamente un tótem en el cetro y después usó su pulgar manchado de sangre para presionar fuertemente la frente de Wuxi. —Acéptalo —dijo con una voz profunda.

Wuxi automáticamente estiró los brazos y el gran chamán puso el cetro en sus manos. Con una fuerza que salió de quién sabe dónde, lo levantó del suelo y lo llevó a la entrada de la puerta. Solo entonces Wuxi descubrió que la tierra oscura y densa se había llenado de gente; casi todos los hombres, mujeres, ancianos y niños de Nanjiang estaban presentes. Apretó el cetro, un poco desconcertado.

El gran chamán le agarró la mano, la levantó sobre su cabeza y siseó. —¡De hoy en adelante, el joven chamán Wuxi heredará el cetro del gran chamán de nuestra Nanjiang! ¡Recuerden, el emisario de Gazh guiará a nuestra tribu a un gran poder! —gritó.

Todas las personas simultanea y tácitamente se pusieron las manos sobre los hombros y se inclinaron.

El gran chamán se atragantó con el viento, empezando a toser una vez más. Wuxi rápidamente le dio palmaditas en la espalda. —Profesor...

El hombre agitó las manos en su dirección y de repente preguntó en voz baja:

—Dijiste el fundamento de Nanjiang. ¿Qué hay del tuyo, entonces?

Wuxi se sorprendió. Después de mucho tiempo, respondió:

—Es por el bien del... que tiene mi anillo de jade.

El gran chamán sonrió en silencio. —Realmente me gustaría conocerle.

Sobre el "estado vasallo", en realidad, por lo que se describe en este universo, se podría decir que las cualidades territoriales de Nanjiang se acercan más a lo que se conoce como estado satélite, pero agregando el pago de tributos (típico del estado vasallo o estado tributario). Posible información de interés aquí.