Capítulo 75: La batalla final V

Por tanto, Zhou Zishu quedó tremendamente conmocionado. Solo logró tartamudear preguntas al cabo de un largo rato. —Quién... ¿quién dijiste? ¿Liang Jiuxiao?

El de Tian Chuang asintió. Tan pronto como notó que la máscara de piel humana del otro no podía ocultar la expresión abatida que tenía, bajó inmediatamente la cabeza con tacto y discreción.

Helian Yi tosió suavemente. —Zishu, ¿qué tal si vas a echar un vistazo?

Zhou Zishu enfocó su mirada en silencio y agitó la mano, indicándole al de Tian Chuang que se fuera primero. Jing Qi también suspiró. —Zishu, mejor anda a echar un vistazo. Yo estaré aquí con Su Majestad.

Helian Yi lo miró de reojo. —Sería lo mismo sin ti. Si contáramos contigo para que nos protejas, sería más directo si simplemente encontráramos un pedazo de seda blanca con el que colgarnos de un árbol torcido.

—Se equivoca, Su Majestad —respondió Jing Qi, mortalmente serio—. Incluso una silla o una mesa podrían usarse para bloquear una espada en la víspera de la batalla. No soy grande y fuerte, pero una persona viviente de tal tamaño es suficiente para servir como un escudo de carne.

Helian Yi se quedó mirándolo y de pronto no pudo pronunciar palabra. Esto, pensó en su corazón, podría considerarse como estar juntos tanto en la vida como en la muerte, ¿verdad?

Zhou Zishu ignoró ambas bromas, inexpresivo durante un momento, pero al final negó levemente con la cabeza. —Ha ordenado usted a todos que jamás abandonen sus puestos sin autorización, Su Majestad. No sería bueno hacer una excepción por mí.

—Te ordenamos que vayas. ¿Cómo es eso irse sin autorización? —dijo Helian Yi.

El otro forzó una sonrisa, negando con la cabeza una vez más. —Cuando la guerra haya terminado, iré a agarrarlo y lo colgaré en la sala de tortura de Tian Chuang para darle una buena paliza con una palmeta. Ahora... ahora, saber que está al lado de la princesa está bien.

No quería ir a verlo. Sentía que ir corriendo, especialmente en este momento, sería exactamente como ir a verlo por última vez... y eso no era auspicioso.

En este mundo, nadie era de nadie y la soledad controlaba cada cardinal. Pero ese chico le provocaba una profunda preocupación y estaba realmente aterrorizado.

En el sexto día del asedio, el clamor surgió en todas partes. Las nueve puertas sufrieron ataques de diversos grados, pero nadie se retiró con la derrota ni nadie se rindió.

En el séptimo día del asedio, hubo amargos combates.

Durante la noche del octavo día, el viento de repente se levantó y oscuras nubes cubrieron densamente el cielo sobre la capital. La guerra se detuvo para un descanso, con los puestos de vigilancia tan estrictamente supervisados como siempre.

No se sabía quién sacó una flauta, pero tocó una pequeña melodía desafinada. Se escuchaba horrible y no tenía un propósito distinguible. Sin embargo, por alguna razón, escucharla provocaba el arrastre de un escalofrío en la espalda. Aunque el tañido no tenía son, el desolado y triste sonido de finales de otoño no podía evitar permearlo.

Varios caballos estaban terminando de prepararse. Jing Qi vestía completamente de negro, lo que lo hacía ver aún más delgado. —Síganme de cerca y muévanse con cuidado —susurró solemnemente—. Sé que están más familiarizados con los caminos exteriores de la ciudad que yo, pero no olviden que la caballería de los vakurah se encuentra patrullando el campamento allá afuera.

Dos efectivos de Tian Chuang vestidos con ropa de noche se acercaron corriendo, arrastrando consigo una enorme bolsa de tela abultada y llena. A juzgar por las marcas que dejaba en el suelo, pesaba unos varios cientos de jines.

—Príncipe, está listo.

Jing Qi extendió la mano para abrir la parte superior de la bolsa, echó un vistazo rápido hacia adentro, para entonces cerrarla con una sonrisa. —Nuestro emperador jubilado realmente logró hacer algo bueno.

Se dio vuelta y se subió al caballo. —En marcha —dijo en voz queda.

—¡Beiyuan! —gritó abruptamente Helian Yi.

Jing Qi giró la cabeza y lo miró. El lúgubre color de su cuello que estaba siendo levantado por el viento hacía contraste con su mentón afilado. La sonrisa en las comisuras de su boca todavía no se había desvanecido, sus ojos que parecían flores de melocotón estaban un poco elevados y brillaban radiantemente, ornamentados con delgadas cejas cuyos arcos subían hacia sus sienes… Era impactantemente lindo.

El corazón de Helian Yi dio un vuelco. Se arrepintió de haberlo llamado así.

—¿Su Majestad?

Helian Yi hizo una pausa y lentamente avanzó un par de pasos. Bajo la impresión de que quería decir algo, Jing Qi se inclinó, solo para que el abrazo del hombre lo pillara desprevenido. Una mejilla congelada por el viento nocturno se presionó cerca de su cuello, como si estuviera a punto de ser bruscamente arrastrado del caballo y firmemente grabado en el pecho de Helian Yi.

El caballo dio unos pequeños pasos en su lugar.

Jing Qi se quedó momentáneamente estupefacto, con la mano todavía sujetando las riendas, sin saber cómo debería reaccionar. Trescientos años... Alguna vez había esperado trescientos años solo por este abrazo. Sin embargo, ahora que hacía mucho se había rehusado a seguir esperando, lo pusieron en esta posición difícil sin previo aviso. Sus hombros cayeron bajo, presionados al recoveco de los de Helian Yi. Esto no fue en lo más mínimo cálido, lo único que hizo fue provocar que la congoja y la tristeza emergieran en el corazón.

Si tan solo... si tan solo en la vida anterior no hubieras sido el emperador Rongjia y yo no hubiera sido el príncipe Nan'ning.

—¿Por qué tienes que ir tú?

Helian Yi había estado reprimiendo esto, pero al final no pudo evitar susurrar estas palabras en el oído de Jing Qi, para que únicamente él las escuchara. A estas alturas, ya no podía conservar ni un poco de egoísmo, y con múltiples renuencias a separarse del hombre, lo único que podía hacer era decirle esto a nadie más que él.

Jing Qi parpadeó. —¿Ya lo olvidó, Su Majestad? Yo soy el único que conoce el camino —respondió con el mismo tipo de suavidad.

Helian Yi cerró los ojos. —Beiyuan...

Cuando te dije que te fueras, ¿por qué no lo hiciste?

Pero ya había hecho esa pregunta y había recibido una respuesta. También quería preguntar: Esa palabra de afinidad predestinada que me calculaste en la vereda, ¿se podía invalidar? ¿Se podía cambiar? También quería decir: Lo calculaste mal, así que ¿me devuelves ese conejo que usé como pago de adivinación?

Esas palabras, sin embargo, trataron de sobrepujarse entre sí para salir primero y se apiñaron en su garganta. Ni una sola oración pudo salir. Jing Qi le palmeó suavemente el hombro, se liberó de su abrazo con una sacudida, se enderezó e inmediatamente lo miró. Ahuecando los puños frente a su pecho, lanzó un comentario serio y resoluto:

—Cuídese, Su Majestad.

Espoleó entonces a su caballo y se marchó.

En esta larga vida transitoria, ¿de dónde nacía el consuelo?

Solo quedó el silencio, solo la espalda de una figura que se alejaba y lentamente se fusionaba con la tenue luz de la noche. Y así, ese hombre sentimental no pudo verlo ni pensarlo. Lo dejaron con nada más que una boca llena de amargura.

Una aflicción inigualable[1].

Jing Qi ciertamente era el único que conocía este camino; la zona a la que se dirigían se encontraba justo en el curso superior del río Wangyue. Unas cuantas personas de Tian Chuang lo seguían tan cerca como las sombras. Dos jóvenes cargaban ese gran saco de varios cientos de jines sobre sus hombros en un palo de hierro, cada uno remolcándolo de sus extremos. Sus caballos eran buenos, por suerte, y el peso no le dejó a ras del suelo los estómagos.

Cuando su grupo estaba atravesando silenciosamente el envolvimiento de los vakurah, por desgracia los vio un jinete. Jing Qi levantó rápida y decisivamente la mano y alguien de Tian Chuang inmediatamente subió al lomo caballo del jinete cual demonio, le cubrió la boca y le torció el cuello, rompiéndoselo.

Tian Chuang solo tenía espías y asesinos.

Jing Qi sentía que dado que podría tener un origen que no podía exponerse a la luz, se había desarrollado innatamente una complexión en su carne que no podía exponerse a la luz, por lo que terminó siendo tal para cual con Zhou Zishu. No era un comandante con la capacidad de liderar un ejército, pero podía aprovechar la oscuridad de la noche para realizar algunos trucos diabólicos. Montando un caballo que no se detuvo, simplemente sacó una botellita de sus solapas y se la arrojó al que había asesinado al hombre.

Eso era algo que Wuxi le había dado para la autodefensa antes de ir a las Guang: Huesificador.

El efectivo de Tian Chuang que terminó de ocuparse del cadáver rápidamente volvió a alcanzarlos después.

Atravesar el campamento de los vakurah de esta forma, más asustados que en peligro durante todo el camino, hizo que Jing Qi no pudiera evitar a girarse para mirar hacia atrás. Sería más que bueno si pudiera dar la vuelta a mi caballo ahora, buscar la tienda de Jeshe y matarlo a flechazos, pensó por dentro.

Claro, eso era solo una hermosa fantasía. Solo desviarse del envolvimiento de la caballería ya fue muy difícil. Si en realidad entraran, probablemente no tendrían suficiente fortuna para compensar las pérdidas.

Siguieron continuamente el caminito que Wuxi le había mostrado hasta que llegaron a la fuente del río Wangyue.

Jing Qi suspiró con tristeza y pensó en cuán sofocado tenía que haberse sentido Wuxi de vivir en esta ciudad imperial que parecía cárcel, como para haberse ido a vagar tan lejos a sus inmediaciones. ¿Cuántas veces vagó antes de encontrar un lugar tan remoto como este?

Ya debería estar en Nanjiang en este momento, ¿cierto?

Que estuviera sano y salvo ya era bueno.

El viento subió rodando las nubes negras y al final llegó el sonido de un fuerte trueno, lo que provocó el estremecimiento del mundo entero.

No obstante, Jing Qi se alegró mucho. Había encontrado a alguien que hiciera un estudio meteorológico y dijo que habría lluvia esta noche, mas no previó que también podría haber truenos en esta estación del año. El hecho de ver esto ahora le permitía a la gente consolarse con la línea de "El destino de la Gran Qing aún no acaba". Varias personas desmontaron en la zona cercana a la fuente en la parte superior del río. Con grandes gotas de lluvia que ahora caían, Jing Qi se limpió la cara. Solo ahora comprendió lo que se llamaba "circunstancias miserables; lluvia inclemente"... No podía preocuparse por sí mismo en este momento. Los llamó para que abrieran esa gran bolsa y dentro de ella había dos bestias extrañas.

Pero al mirar con más detención, estas no eran bestias extrañas en absoluto: era claramente un lobo blanco extremadamente grande que tenía el tamaño de dos. Lo más extraño era que, encima de su cabeza, había un mechón de pelo gris que parecía una corona.

Uno de Tian Chuang no pudo evitar preguntar:

—Príncipe, ¿esto es... un lobo?

Jing Qi sacó a sacudones un par de cintas de color escarlata de la bolsa, usó sus dientes para rasgarlas y amarró ágilmente el cadáver del enorme lobo, empleando una especie de método bastante peculiar para atar el nudo. Inmediatamente después de eso, se rajó la palma de su mano, haciendo que la sangre goteara sobre la piel del animal, y tan pronto como se infusionó con el agua de la lluvia, se tiñó enseguida y se expandió ampliamente.

Después de terminar, se rio entre dientes. —¿Lobo? Este no es un lobo común y corriente.

Llovió a cántaros toda la noche, pero el centinela de los vakurah no se atrevió a ser en lo más mínimo flojo y permaneció concienzudo en su guardia. De repente, una burda balsa de madera flotó río abajo por el río que fluía directamente a la capital. Parecía haber algo encima de ella. El centinela se frotó los ojos, pues la lluvia había hecho borrosa su visión.

Cuando la balsa se acercó aún más, el centinela tuvo una visión clara de lo que era y terminó boquiabierto, con ojos que casi sobresalieron. Con un sonido grotesco emitido de su garganta, lentamente levantó una mano para señalar el río, demasiado aterrorizado para siquiera hablar.

Jeshe se despertó de su sueño con un sobresalto. Su duermevela era liviana, con su arma junto a su almohada en espera del alba, por lo que en el instante en que hubo bullicio afuera, abrió inmediatamente los ojos. Antes de que pudiera reprenderlos a todos, su guardia personal llegó corriendo frenéticamente. —Jefe, jefe... ¡un lobo blanco! ¡Hay un lobo blanco manchado de sangre!

Jeshe lo apartó con un empujón y salió a zancadas.

Una cantidad creciente de soldados vakurah se había congregado en la ribera sin obedecer las órdenes. Otro trueno de repente resonó, iluminando el miedo en las caras de todos con una fría luz azul.

—Se dice que el supuesto "lobo blanco manchado de sangre" es una maldición extremadamente malévola.

Jing Qi se vendaba cuidadosamente la herida en su mano mientras sonreía suavemente. La ropa que tenía puesta estaba completamente empapada y se le pegaba al cuerpo, pero hablaba con la misma calma de siempre:

—Los vakurah creen que los lobos son emisarios del cielo, especialmente los blancos con pelo gris en la cabeza, los cuales pueden volar. Tales lobos no se pueden matar. Cuenta la leyenda que una vez un demonio tentó al jefe de la tribu Ruvah a beber sangre de lobo blanco, usar una cinta escarlata para atar el cadáver del animal de esa misma manera y después salpicarle cornalina roja sangre, para que pudiera obtener un poder supremo. El jefe de los ruvah hizo exactamente eso, también en una noche de lluvia intensa, y entonces...

Otro rayo cayó, casi sofocando la voz en su interior. —Tres días después, toda la tribu Ruvah, hombres, mujeres, ancianos y niños, había muerto. No quedo ni una sola persona, ni un solo ser vivo en docenas de li alrededor.

Uno de Tian Chuang abrió los ojos de par en par. —Príncipe, ¿es... es... cierto eso?

Jing Qi encarnó una ceja. —Por supuesto que son tonterías. Los ruvah fueron claramente aniquilados por una tribu cercana. Esa tribu estableció un acuerdo con ellos alguna vez, pero les gustaron sus praderas, así que no cumplieron con su palabra. Por temor a que los maldijeran como putas, inventaron un cuento como ese para erguir una infraestructura conmemorativa que conservara su buen nombre.

Todos los de Tian Chuang quedaron estupefactos.

He ahí bajo la lluvia con las manos en la espalda, Jing Qi comenzó a reír en voz baja. —Jeshe probablemente conoce este cuento, pero esos bárbaros que comanda no van a entender que esa balsa que va río abajo se hizo para que todos pudieran verla claramente, lo que le impide mantenerla en secreto... Incluso si puede confiar en su poder acumulado y métodos severos para suprimir esto, no podrá controlar la conmoción en el corazón de las tropas. En este momento, lo más inteligente naturalmente sería atacar lo más rápido posible, usando la energía de la matanza y la lucha para disipar el pavor.

Aunque defensa de la capital era similar a un balde de hierro irrompible, no duraría mucho. Tampoco podría soportar las arduas tácticas de prolongación de Jeshe ni lo que desgasta sondeando todos y cada uno de los lugares.

—Les pediré que sean cautelosos y después los obligaré a no tener más remedio que apostar todo de una sola vez... —dijo más, con voz hosca—: Jeshe definitivamente debe haber pensado que hay alguien haciendo travesuras río arriba. Todos, preparen sus armas. Puede que no regresemos.

[1] El verso completo es: "No hay mayor aflicción que separados en vida y muerte estar", de uno de los poemas registrados en las Elegías de Chu. Quizás se considere trivia, pero porque sé que alguien va a decir algo, aclaración sobre sobre los traducidos en inglés “luwa” y/o “Lurcata”. Hay un preámbulo de fonología-lingüística, eso sí.La transliteración es la representación de los fonos de una lengua mediante el alfabeto de otra, por lo que es mandatorio que, al momento de transliterar, ambas lenguas tengan alfabetos diferentes: en el caso nuestro, que el sistema de escritura fuente no utilice los signos del alfabeto latino. Utilizar el pinyin del chino no es transliterar como tal, ya que si bien agrega huellas a las grafías, no se pronuncia cómo se lee: una [q] en pinyin se puede pronunciar como /ch/, por ejemplo. Es por esto que para el chino existe el sistema de Wade-Giles. Ahora bien, tal vez alguien se pregunte, ¿por qué se transliteran los nombres de los extranjeros en esta novela? Primero porque los personajes fueron creados como extranjeros que no hablan mandarín nativamente, por lo que sus nombres están transliterados de su lengua tribal al mandarín para que la gente de la Gran Qing los pueda pronunciar. Básicamente, son solo un conjunto de sonidos abstractos escritos como se escuchan. Segundo, no tienen significado. Los caracteres usados representan sonidos, no significados completos como tal (en la novela, solo Wuxi es la excepción, junto con Lutah). En fin, siguiendo la transliteración previamente hecha para los vassa (瓦萨wasa, acento prosódico vássa) y los vakurah (瓦格剌wagela, acento prosódico vakúrah), según la fonética, los ruvah (鲁瓦luwa) se deberían transliterar como yo lo escribí, ruvah (acento prosódico rúvah. La [r] se pronuncia como apicoalveolar vibrante simple, es decir, tal como en “garulla”), no mantener el pinyin como se hizo en inglés.Por algo las tres tribus tienen el mismo carácter. Se supone que los nombres de las tribus deben sonar parecidos y esta consistencia terminológica debería transliterarse como tal.En el caso de Lurkata, en inglés era “Lurcata”. Yo cambié la letra c porque, en español, la [k] es la que generalmente se utiliza para transliterar palabras extranjeras y préstamos, no la [c]. En el caso de Jeshe, era opcional transliterarlo como Geshe o Jeshe, ya que /g/ y /j/ al lado de esa vocal se pronuncian igual. TL;DR corregí errores de la traducción en inglés en términos de transliteración y adapté una transliteración inglesa al español.