Capítulo 76: La batalla final VI

En la madrugada, llegó el enfrentamiento final.

Jeshe Urme ya había llegado tan lejos. Si se retiraba, ¿qué justificación podría dar a los miembros de su tribu? ¿Y qué justificación podría darse a sí mismo? Simplemente no había esperado que los de la Gran Qing pudieran lograr obtener un lobo blanco o... que tuvieran a alguien con este grado de conocimiento diverso, para tocar directamente el lugar de mayor tabú de su tribu.

Era más que despreciable, pero realmente le permitió salirse con la suya.

Antes de que Jeshe asediara la ciudad, emitió una orden. Asignó un pequeño escuadrón de sus caballerías de élite para que subiera por el río Wangyue. Definitivamente encontrarían a este pendenciero.

Mientras los cielos derramaban lágrimas amargas, el fango cubría la piel de los cuerpos humanos.

Con un sable de caballería que iba a cortarle la cabeza, Jing'an se tumbó sobre el lomo de su caballo mientras usaba firmemente su lanza de hierro para refrenar el filo. Hacía mucho tiempo que su sable de cintura había caído al suelo. Sus brazos naturalmente no eran tan sólidos y gruesos como los de un hombre y estaba siendo presionada por el poder de la fuerza defensiva de su oponente. El agua de la lluvia enjuagó la sangre de su sable y acabó chorreando sobre su mentón. Apretó los dientes tenazmente, con las manos que se aferraban al arma temblando hasta que quedaron miserablemente pálidas y descoloridas.

Alguien de repente pareció caer del cielo. Blandiendo el sable que Jing'an había perdido en algún lugar desconocido, la persona se balanceó para cortar la cintura del que sostenía el sable de caballería y la presión de arriba se alivió enseguida. La joven suspiró de alivio, inclinó la lanza y levantó con un giro el sable de caballería que había sido desarmado. Eso fue justo a tiempo para destrozar el cráneo –que se partió con un crujido y parecía sandía– de un médico vakurah y mandarlo al paraíso.

Jing'an escupió vulgarmente un poco de sangre. Esa pose de princesa que las cuidadoras en lo profundo del palacio le habían inculcado atentamente durante tantos años se había abandonado completamente en el transcurso de un par de días. Tras levantar la cabeza, le asintió al joven de cejas gruesas y ojos grandes que tenía la habilidad suficiente para salvarle vida.

Liang Jiuxao rio radiantemente. —Su Alteza, todos estamos pendientes de sus acciones. Incluso si lo deja todo en la batalla, debe cuidarse.

Jing'an no hablaba muy alto. Incluso si estaba en medio de una enorme horda de soldados, siempre usaba inherentemente esa voz fina y reprimida, sin tener en cuenta si otros podían escucharla o no, porque alguien iba a correr la voz de todos modos. Al escucharlo, manifestó suavemente:

—El emperador ordenó que, si el general principal muere, el vicegeneral toma el mando. Si el vicegeneral también muere, entonces es el coronel, después el teniente, y en el peor de los casos, el centurión... Si solo queda uno, entonces eso es aún mejor y puede hacerse cargo. Mata a uno y no es una pérdida. Mata a dos y es una ganancia de... uno.

Se había detenido dos veces en medio de su discurso, ya que su lanza se movía como si tuviera vida propia mientras asolaba sucesivamente los intestinos de dos vakurah sin siquiera parpadear. Liang Jiuxiao simplemente sonrió. —Si regresas al palacio después de toda esta contienda fuera de la ciudad, ¿algún hombre se atrevería casarse contigo, Su Alteza?

Jing'an sonrió suavemente y los dos viajaron codo a codo, portando un matiz de que incluso diez mil hombres no podrían detenerlos. —Si muero aquí, puedes volver y decirle a ese guaperas de Jing Beiyuan que a esta princesa todavía no le gusta.

Liang Jiuxiao hizo una breve pausa y no pudo evitar sonreír. —No lo conoces. El príncipe no es ningún guaperas... Su Alteza, si yo también muero aquí, te molestaré para que le entregues un mensaje a mi shixiong. Solo di... solo dile que Jiuxiao fue digno en esta vida.

Jing'an le dirigió una mirada extremadamente rauda, un poco perpleja.

—Ese día en la residencia del príncipe —continuó él—, soñé con montañas llenas de flores de melocotón y mi shixiong decía que me llevaría a vagar por jianghu con él, así que siento que incluso si muero, estaré satisfecho, incluso si fue solo un sueño... Además, si muero aquí, entonces no habré defraudado al señor Jiang y no temeré no tener la cara para ver a xiao-Xue abajo en el Manantial Amarillo.

—¿Shixiong? —Jing'an frunció ligeramente el ceño. Mientras arrancaba con fuerza la lanza de un hombre muerto y la sacudía para quitarle la sangre, dijo bastante irritada—: Incluso cuando estás a punto de morir, sigues cantaleteando. No eres guapo, pero también eres esencialmente un guaperas.

El otro sonrió en silencio.

Helian Yi estuvo preocupado por Jing Qi durante toda la noche, y después de que comenzó la guerra, su corazón finalmente se calmó. Su alivio no se debió a la confirmación de que Jing Qi ahora se encontraba a salvo, sino porque iban a estar iguales: se iba situar dentro de numerosas dificultades y riesgos.

Se limpió la lluvia y el fango de la cara. Zhou Zishu se encontraba a su lado, blandiendo una espada extremadamente delgada y flexible mientras apartaba las flechas voladoras una por una en un radio de tres chi alrededor de Helian Yi. Esta era la primera vez que exhibía su arma ante la gente. Quién diría que alguien que hacía que lo consideraran aterrador y disoluto tendría una espada tan eficiente.

Helian Yi de pronto preguntó:

—Zishu, ¿todavía estás preocupado por tu shidi?

—Vamos a darlo todo, así que no tiene sentido preocuparse por nadie. Si esto es lo que el destino depara, morir juntos probablemente esté bien.

Helian Yi guardó silencio por un breve momento y después negó con la cabeza. —¿Morir? Podemos morir nosotros, pero la capital no. La Gran Qing no puede morir —elevó rápidamente el volumen—. ¡Flancos izquierdo y derecho, penetren oblicuamente el ejército enemigo! ¡Ejército central, dispérsense! ¡Arqueros, prepárense, con rodillos de piedra detrás de las flechas! ¡Tan pronto como los bárbaros se adentren lo suficiente, conviértanlos en carne molida!

Zhou Zishu frunció el ceño. —Con el ejército central disperso, Su Majestad, regresar a la ciudad por el bien de su seguridad...

Helian Yi lo interrumpió:

—Al comienzo de la guerra dijimos que las puertas debían cerrarse y todo aquel que vistiera armadura tenía prohibido retirarse.

—Pero...

Helian Yi soltó unas risillas. —Si no estuviéramos nosotros aquí, ¿por qué razón el enemigo estaría tentado a adentrarse tanto?

Lo estaban obligando a poner en práctica esas tácticas militares teóricas que había aprendido en el inapropiado período de su niñez. Quizás era un comandante nato o quizás se había reprimido durante demasiado tiempo y necesitaba una oportunidad como esa para desahogarse.

Las cejas de Zhou Zishu se estiraron rápidamente. —En ese caso, es un gran honor para este subordinado tener una oportunidad como esta, estar a su lado en el sacrificio por el país.

La lluvia se había detenido en algún momento desconocido, dejando solo un par de sonidos ocasionales de truenos amortiguados. El cielo todavía no brillaba, tan encapotado como antes sin sol visible. En medio del clima inclemente de finales de otoño, la feroz batalla ya llevaba la mitad de una noche y seguiría librándose, como si fuera interminable... Como si no existiera rendición si todo el bando contrario no moría.

Las flechas se disparaban con precisión, las piedras rodantes entonces llegaron, envolviendo y tragándose no menos de veinte a treinta mil élites vakurah. Helian Yi rugió estrepitosamente. Ya no era el príncipe heredero prudente y silente de la dinastía. —¡Hagan que los bárbaros se larguen a casa!

No se sabía de dónde salió el eco de asenso, ya que la pila de cadáveres era alta y hacía que el margen de mando se achicara cada vez más. El exterior de toda la capital se había transformado en una batalla campal y la masacre en un escenario de asura.

Un clamor de repente llegó de la distancia. La sonrisa en la cara de Helian Yi se congeló. Limpiándose bruscamente la lluvia de la frente, entornó los ojos para mirar. Parecía que algo había aparecido en la retaguardia de los vakurah y toda su formación de caballería se estaba desorganizando por sí sola. Luego de un pequeño descanso, su cerebro un poco entumecido rápidamente se despabiló.

Alguien de Tian Chuang se abrió paso a través del denso ejército y se lanzó justo debajo del caballo de Helian Yi. —Su... Su Majestad, ¡refuerzos!

Helian Yi quedó realmente perplejo, incapaz de reaccionar por un momento. —¿Qué dijiste?

—Es la guardia fronteriza del sur, Su Majestad. ¡Escuché que también hay tropas dirigidas personalmente por el gran chamán de Nanjiang y han cubierto la ruta de escape de los bárbaros vakurah!

En ese instante, Helian Yi supo que la adversidad de la capital había sido resuelta.

Sin embargo, sorpresivamente, no sintió nada de éxtasis en su corazón, solo un poco de incredulidad. Le nació la sensación de que algo de esto no era real. Había estado aferrándose a la idea de que definitivamente moriría, solo para que le dijeran que no tenía que ser así... Encontró que ese tipo de fortuna era difícil de creer. Estupefacto, la comisura de su boca se levantó y murmuró para sí mismo:

—No esperábamos... que llegaran tan rápido.

Después de tanto tiempo de violenta guerra, ambos bandos ya se habían extenuado hasta lo insoportable. Pero la llegada de los refuerzos se convirtió en una inyección de adrenalina en los corazones de los defensores de la Gran Qing y los vakurah finalmente ya no pudieron contener su propio declive.

Helian Yi contempló a ese caballo de guerra negro y al hombre algo familiar, pero desconocido, que lo montaba. Se dio cuenta abruptamente de que ya no lo reconocía.

Cuando cruzaron caballos, Helian Yi soltó:

—Río arriba.

El primero lo entendió inmediatamente y salió galopando como loco sin mirar atrás.

La herida de un corte en el pecho de Jing Qi se inclinaba hacia abajo desde su hombro y sus costillas eran vagamente visibles, con la carne volteándose de adentro hacia afuera. Su ropa totalmente negra colgaba de su cuerpo cubierto de sangre, destrozada. Como si no sintiera dolor alguno, apoyó la espalda en un árbol seco y el arco que tenía ya se había cargado. Solo su objetivo –que se movía con cautela en el bosque– parecía estar en su mira.

Lentamente ajustó la punta de la flecha y la liberó de sopetón. Dicha flecha se disparó de un ángulo extremadamente tramposo y un hombre se tambaleó silenciosamente hacia adelante. Los vakurah rápidamente comenzaron a gritar en una lengua ininteligible. Jing Qi supo que tenía que cambiar de escondite, así que gesticuló a los alrededores con la mano.

Varias siluetas (que se encontraban en un estado igualmente miserable) lo siguieron ágilmente a modo de retirada. Solo quedaba la compañía de unos pocos de Tian Chuang, con uno más miserable que el otro, pero todavía estaban bien entrenados.

Jing Qi no sabía cuánta sangre había perdido. El agua de lluvia le lavaba el corte, lo que le dificultaba la formación de la costra, y con cada movimiento la sangre se derramaba. Sentía que se le estaba acabando rápidamente [la sangre]. Con labios que se estaban poniendo tanto pálidos como azules y una visión que se oscurecía, apretó los dientes.

—Retirada, cambien de lugar —ordenó en susurros.

En esta pequeña zona de montaña densa de árboles, otra lucha se estaba llevando a cabo. Era más cruel, pero también más silenciosa. El objetivo de ambos bandos era matar a todos los del bando contrario. Los de Tian Chuang eran maestros del asesinato, pero la caballería de los vakurah −que luchaba contra toda la naturaleza en la pampa durante todo el año− era más sagaz y numerosa.

Esta noche, cada persona sabía que tenía más de una docena de vidas en sus manos. Cada persona sabía que, si quería vivir, tenía que seguir adelante.

Jing Qi se balanceó un poco. De repente, lo sintió... eso que nadie más podía sentir: el frío característico de alguien cuya lámpara se estaba quedando sin aceite. Un hombre de Tian Chuang estiró la mano para brindarle apoyo. —Príncipe —dijo.

Jing Qi se inclinó en su brazo, solo apartándolo cuando encontró un poco de fuerza dentro de su cuerpo. Parado con determinación, enderezó la mirada, observando atentamente durante un momento hasta que pudo ver claramente al que tenía al frente. Se mordió el labio con fuerza, pero hacía mucho tiempo que el dolor se había entumecido y esto ya no podía estimular su psiquis.

—Príncipe, no se exija —dijo el que le estaba dando apoyo—. Si no puede caminar, entonces no puede, y nosotros, hermanos, tampoco podemos. ¡Podemos dar lo comido por servido y arrastrarlos a todos a la muerte junto con nosotros!

...Solo le quedaba un brazo.

Jing Qi cerró los ojos y de repente sonrió suavemente. —Cierto... tienes razón. Podemos dar lo comido por servido.

Respecto a la muerte, ¿qué era eso tan terrible? Había estado "muerto" durante trescientos años y hacía mucho tiempo que consideraba el Puente de la Impotencia como su propio patio. Por tanto, sonrió. —Cuando lleguemos al Puente de la Impotencia, los llevaré a ver cómo es la Piedra de las Tres Vidas. Meng Po y yo nos conocemos, tal vez me dé un poco de cara y les invite a todos un brebaje que les caliente los cuerpos...

Los de Tian Chuang pensaron que estaba bromeando, pero todos rieron en conformidad.

El sonido de los gritos de los vakurah y las pezuñas se avecinaba. Jing Qi sacó su última flecha y la posicionó. Su mano tiritaba tanto que casi se le resbaló. La muerte no es nada terrible, pensó. Pero nunca volveré a ver ese pequeño veneno en esta vida... así que ¿cómo podría compensárselo?

Aunque parecía ser desconsiderado, asiduo entre ramos de flores, en realidad no estaba demasiado acostumbrado a expresar sus sentimientos. En ese tiempo cuando le gustaba Helian Yi, hizo silenciosamente innumerables cosas y asumió mucha culpa por él, pero por fuera se mantenía tan moderado como siempre. Contrariamente, parecía que Helian Yi hacía mucho más para mantener su relación. A lo mucho, no fue más que "tenerte en mi corazón" cuando estaba vivo y "esperarte en el puente" después de morir.

Tal vez Wuxi pensó que había estado manteniendo su distancia. Sin embargo, de ser así, ¿por qué nunca volvió a ir a ese burdel debido a lo que había dicho? De ser así, ¿por qué decidiría sacarlo de la ciudad cuando llegara la hora? ¿Por qué no dudó en entregarse a él, conspirando un poco de margen para cambiar su relación con él en el futuro?

Solo que ese poco de margen que dejó al parecer fue innecesario... Jing Qi sonrió amargamente en su corazón. De haberlo sabido, se lo habría hecho despiadadamente ese día, para no guardar arrepentimiento cuando recorriera el camino al Manantial Amarillo.

Los pasos de los vakurah se acercaban cada vez más. En todo caso, hace mucho tiempo que soy un visitante frecuente del puente, pensó. Esperar a alguien más esta vez sigue siendo una espera, ¿eh? No serán más de sesenta o setenta años...

Levantó la mano, sus ojos se centraron en un lugar y la última flecha fue liberada. El vakurah que se llevó la peor parte fue tomado por sorpresa y se cayó del caballo de guerra, boca arriba. El animal siguió arremetiendo violentamente, pero Jing Qi ni siquiera tenía la fuerza para esquivar un paso hacia un lado.

Pareció haber un episodio de ruido en sus oídos, pero cuando escuchó, el sonido parecía extremadamente lejano. Incluso los llamados de los hombres de Tian Chuang a su lado eran indistintos y vagos. El largo arco que sostenía cayó al suelo e incluso reveló una pequeña sonrisa...

En medio de truenos, piedras y fuego, una mano se estiró y lo levantó. En el momento en que su cuerpo se tambaleó, un sable cortó. El caballo de guerra que arremetía continuó corriendo como loco unos pasos hacia adelante y después se derrumbó en el suelo con un ruidoso golpe, su cabeza decapitada salió volando a un costado. Jing Qi pensó que estaba alucinando, pero el calor que su propia palma temblorosa sostenía era tan real.

Apretó un brazo contra el pecho de Wuxi, levantó laboriosamente un dedo y sucedió que le tocó el mentón, sonriendo. Sus labios se movieron débilmente sin emitir ningún sonido, aunque sintió que dijo algo como "Ah, eres tú...".

Poco después, su campo de visión se oscureció por completo y los disturbios del mundo mundano poco a poco se alejaron de él.

La batalla final por la defensa culminó completamente debido a la llegada de los refuerzos de Nanjiang. Los vakurah finalmente fueron derrotados; Jeshe Urme fue alcanzado en el pecho por una flecha voladora. Aunque no se sabía si estaba muerto o vivo, en la opinión de la mayoría de la gente, eso ya no importaba. Cómo se negociaría la paz y cómo se establecerían los tratados, eso después lo tenían que descifrar pieza a pieza los funcionarios civiles de la ciudad en conjunto con el emperador. Todos los demás estaban ocupados con el manejo de cadáveres y las heridas de los vivos, por lo que dentro de una alegría entumecida había un vacío dentro de sus cabezas.

Sin preocuparse de arreglar su propio estado lamentable o sus heridas, Zhou Zishu pidió un caballo y se precipitó directamente a la puerta Xuanwu. Con un corazón que palpitaba cada vez más rápido, casi irrumpió de cabeza en la tienda de la princesa Jing'an. Por suerte, al final se detuvo en seco, reprimió sus emociones a la fuerza y habló desde fuera:

—Su Alteza la Princesa, este subordinado Zhou Zishu...

Antes de que pudiera terminar, una canora voz femenina salió suavemente del interior. —Pasa.

Vaciló un poco y luego entró. La princesa Jing'an Feng Xiaoshu ya se había quitado la armadura. A pesar de que la ropa que tenía puesta estaba ordenada, se podía ver el vendaje expuesto en su cuello. Su tez estaba algo pálida y su cabello caía suelto. Varias mujeres que parecían sirvientas palaciegas se encontraban en medio de limpiarla poco a poco con pañuelos. Ahora que su rostro original se había revelado, no importa cómo se la mirara, era simplemente una jovencita encantadora y hermosa.

Jing'an lo miró. —¿Viniste a buscar a ese hermanito que se llama Liang Jiuxiao? Eres su shixiong, ¿no?

—Sí —respondió rápidamente—. Por favor, Su Alteza, dígame...

—No tienes para qué buscarlo —interrumpió ella—. Me dijo que te entregara unas palabras. Dijo que ese día en la residencia del príncipe, había soñado con una montaña llena de flores de melocotón y que decías que te lo llevarías a vagar por jianghu, por lo que sentía que estaría satisfecho incluso si moría. Ahora que murió en el campo de batalla, no ha defraudado al señor Jiang y cree que tiene la cara para encontrarse con xiao-Xue abajo en el Manantial Amarillo, lo que hace que todo haya valido la pena.

Zhou Zishu se quedó mirándola en silencio. En esa fracción de segundo, cuando Jing'an vio a este hombre, pensó que realmente había muerto. La máscara de piel humana que tenía estaba inflada por la lluvia en un par de áreas, lo que le daba un aspecto horrible y ridículo, así que solo lo miró a los ojos sabiendo que la cara era falsa.

Aunque el rostro de la joven se mostraba indiferente, no pudo evitar bajar la vista. Ya no quería seguir mirándolo.

Flores de melocotón...

Jiuxiao... Liang Jiuxiao...

Alguien urgió por la fuerza a Helian Yi a regresar al palacio y entonces fue rodeado por una pila de doctores imperiales. Después de un desorden de medicación y vendado, todavía estaba inquieto y terminó irritándose a sí mismo. Expulsando a todos, solo dio una orden: si alguien del gran chamán de Nanjiang venía, infórmenle de inmediato.

Esperando desde la tarde hasta el anochecer, aquel que esperaba no llegó. Helian Yi ahora se negaba a irse a dormir sin importar cómo Yu Kui tratara de persuadirlo. Estuvo de vigilia toda la noche. Para cuando amaneció, ya no podía mantenerse despierto en absoluto y se derrumbó de costado, medio consciente sobre la cama. Estuvo lleno de sueños caóticos durante mucho tiempo y, entonces, algo desconocido lo despertó del susto, con un corazón que comenzaba a palpitar.

Todo lo que vio fue a Yu Kui entrar rápidamente, acaparando tres pasos en dos. —¡Su Majestad, el gran chamán regresó!

—¡Invítalo, rápido!

Helian Yi se puso de pie automáticamente cuando Wuxi entró y sus ojos lo miraron directamente. Este último se detuvo y, sin decir nada, lentamente metió la mano en sus solapas. La mirada de Helian Yi aterrizó en su mano y su respiración se detuvo por un momento.

El otro sacó un pequeño trozo de tela sangrentada y lo puso ante él.

Helian Yi se quedó estupefacto durante una varilla de incienso y solo entonces el alma le volvió flotando al cuerpo. Estiró la mano lentamente y tomó ese trozo de tela, sosteniéndolo en su palma. —¿Dónde está? —preguntó con voz ronca.

Wuxi negó con la cabeza en silencio.

—Queremos... ¡verlo si está vivo, su cadáver si está muerto! ¡Alguien! ¡Alguien venga!

Al sentir que no había nada más que pudiera decirle, Wuxi se dio la vuelta y se fue en medio del caos de doctores y sirvientes imperiales.

Tres meses después, las negociaciones entre Nanjiang y la Gran Qing finalizaron. El primero había sido formalmente relevado de su estatus como estado vasallo del segundo. Wuxi se llevó a sus guerreros de la capital. Montaba a caballo cuando llegó, pero cuando se fue, tomó un carruaje.

Ese carruaje había sido recién comprado en la capital. Era extremadamente bello por dentro, con cojines suaves en las cuatro paredes y espacioso. En el medio había una mesita con todo lo necesario, como un incensario y té frutal.

Pero la cabina tenía capacidad para dos personas.

Wuxi sostenía un libro, completamente callado. Si no fuera por el hecho de que pasaba una página de vez en cuando, prácticamente parecería una estatua. La tez de la otra persona no se veía demasiado bien y todo lo que podía hacer la mayor parte del tiempo era estar recostado. Apenas podía incorporarse en este momento, por lo que estaba bastante aburrido. Después de tontear por arriba y por abajo, seguía aburrido, así que pensó en mil maneras diferentes para hacer que, con su jugueteo, Wuxi hablara.

—¿Dónde encontraste un cadáver que pudiera engañar al emperador para que creyera que era mío?

Los párpados de Wuxi no se levantaron, considerando todas sus palabras como aire.

Una vez más, intentar iniciar una conversación fracasó. Jing Qi estaba un poco frustrado por dentro. Sabía que este pequeño veneno guardaba rencor, pero no quería que lo guardara de esta forma. Fueron tres meses –tres meses completos– donde lo había curado y atendido personalmente en sus necesidades diarias, mas nunca le dijo una palabra.

Quiso levantarse, entonces. El movimiento afectó su herida y el dolor le hizo fruncir el ceño. No había sido gran cosa al principio, pero sus ojos de repente se fueron a blanco, se cubrió el pecho exageradamente y sus hombros se encorvaron, dando la impresión de que sentía un dolor extremo.

Wuxi realmente reaccionó esta vez. Apartando su mano, examinó la zona de su herida y, al no encontrar nada malo, volvió a sentarse. Jing Qi rápidamente le agarró la muñeca. —Dime, pequeño veneno, ¿ya terminaste o qué? ¿Qué tal si me dices qué puedo hacer para enfriarte los ánimos? Tienes que esclarecérmelo.

Pacientemente, Wuxi le abrió los dedos uno por uno y volvió a sentarse en silencio, sin siquiera mirarlo.

La táctica de herirse para engañar al enemigo... fue un completo fracaso.

Jing Qi se acostó con un ruido sordo y puso los ojos en blanco, devanándose los sesos para una nueva intriga.

En un lugar que este último no podía ver, la comisura de la boca de Wuxi se levantó suavemente. Solo habían pasado tres meses, ¿por qué tanta prisa?

Príncipe, tienes una deuda que saldar. Tus palabras son valiosas y todavía te queda toda una vida para decirlas.