Capítulo 68: Leal hasta el final

He Yunxing se dirigió a su propio caballo de guerra y siguió de cerca a Helian Zhao. En ese instante, el resentimiento y el rencor entre los dos de repente se desvaneció mientras el humo emanaba de todos lados. El marqués júnior –que desde su adolescencia había anhelado instar a un caballo militar– había madurado a la velocidad del rayo en virtud de un par de meses de campaña.

Arrojaron sangre y fuego dentro de una cuna hecha de hierro. El olor del maquillaje que infestaba el río Wangyue se había lavado completamente de su carne.

El hombre cuyo corcel estaba a la cabeza emitió un rugido bestial de su pecho, con su vestidura de hierro reflejando luz fría en la escena nocturna. Con el aterrizaje silencioso de los rayos de la luna sobre su cabeza, desapareció sin un sonido inmediatamente después.

No te rías de aquellos caballeros que borrachos yacen en el campo de batalla. Desde tiempos inmemoriales, pocos de sus campañas regresan[1].

Helian Zhao lo mató todo. Cortó a un bárbaro casi depredador, con la cabeza amputada de su cuello. Un soldado de la Gran Qing se topó con él después de huir estúpidamente ante la derrota, lo que le hizo levantar la mano y usar la empuñadura de su sable de varias docenas de jines para aplastarle despiadadamente la cabeza, salpicando sus sesos en el lugar.

En no más de un momento, el color original de esa deslumbrante armadura quedó indistinguible, todo su cuerpo sanguinolento y tan sucio como su caballo de guerra, mas su expresión era tan dura y fría como siempre. Un caballo rojo se precipitó directamente y la persona que se acercaba giró la cabeza. He Yunxing pudo ver claramente que se trataba de Cui Yingshu.

Cui Yingshu jadeó ferozmente. —¡Su Alteza, el flanco derecho no puede resistir!

Helian Zhao solo lo miró a los ojos. —Ordena que los arqueros del ejército central vayan a la cima —respondió con indiferencia—. Cuando no queden más flechas para disparar, lancen piedras. Cuando no queden más piedras que recoger, lancen cadáveres. Incluso si tienen que usar cadáveres para aplastarlos, los bárbaros tienen que morir aplastados.

Se dio vuelta para fulminar con la mirada a Cui Yingshu, con unos ojos cual sierpe venenosa. —General Cui. Esta no es la época en la que nuestro generalísimo Feng asoló Nanjiang, ¿entendido? —dijo con una pausa entre cada sílaba.

Cui Yingshu se quedó mirándolo con aturdimiento, como si Helian Zhao fuera un visitante del infierno. Solo lo escuchó reír fríamente. —En ese entonces, su muerte estaba planeada. Sacrificarse hoy en su nombre es como debería ser.

Sus palabras transmitieron vagamente un matiz agorero. He Yunxing no pudo evitar abrir la boca e interrumpirlo. —Su Alteza.

Helian Zhao no se giró para mirarlo, simplemente habló con serenidad:

—Podemos aguantar precisamente porque estas tropas todavía dependen de saber que nuestros cientos de miles de élites de la dinastía están aquí y que no se pueden cometer errores. Pero ahora, si incluso sus esperanzas se destrozan, ¿qué quedaría?

La cara de Cui Yingshu se hundió. —Sí. Este humilde general entiende.

Helian Zhao sonrió, azotando con fuerza su caballo de guerra con una fusta y embistiendo por iniciativa propia.

Mientras todos se encontraban en estado de alarma, nadie más que él dirigió a los soldados. Cada uno de sus movimientos parecía tener un extraño y asombroso poder mágico, ya que los corazones de aquellos que lo vieron enseguida se sosegaron y lo siguieron inconscientemente para recibir las afiladas garras y dientes de la tribu Vakurah. Era como si un agujero se hubiera abierto en la caótica multitud, con una tierra casi vorágine que integraba cada vez más personas en la congregación y a fluir en una dirección.

¡Por temor a que el hedor del ganado las planicies tanto tiempo contamine, la gente corre asustada! ¡Dirige a excepcionales héroes a hacer todo lo posible para erradicarlo, entonces! ¡Entre este reino, los invasores deben ser condenados a muerte!

Se perdieron vidas humanas solo para que pudiera amasar fortuna, se coludió con funcionarios corruptos para usar a la gente como carne, se deshizo de los disidentes independientemente de las consecuencias, lastimó a los leales, e incluso al momento de su partida, no se olvidó de sembrar maliciosamente la semilla de la discordia entre el príncipe heredero y el príncipe Nan'ning.

He Yunxing se limpió ferozmente la cara, rugió con vigor y siguió de cerca a Helian Zhao.

En medio de rayos, piedras y fuego, una flecha fría salió de la nada y dio acertadamente en la cabeza del caballo de Helian Zhao. El caballo de guerra soltó inmediatamente un largo relincho. Casi corcoveó al hombre, corrió hacia adelante y se derrumbó ruidosamente. Helian Zhao salió rodando de él y una flecha aparentemente omnipotente de repente volvió a aparecer. Sin tiempo para esquivar, casi le dieron, pero He Yunxing por suerte lo alcanzó ágilmente y la cortó a gran velocidad.

En el mismo segundo que Helian Zhao se cayó de su caballo, una voz comenzó a gritar:

—¡El inútil del comandante en jefe de la Gran Qing está muerto! ¡Está muerto!

Helian Zhao maldijo, empujando rápidamente al caballo de guerra y liberándose de él. Se volvió a poner en pie y dijo:

—Quién carajo está muerto.

La mente de He Yunxing, que estaba inmersa en un torbellino, de repente esclareció por qué el otro estaba apostando su propia vida para convertirse en el objetivo y eso le dio un susto que prácticamente sudar frío le hizo. A toda prisa, también saltó de su caballo y lo jaló. —¡Su Alteza, por favor retírese, Su Alteza! Si algún infortunio llegase a ocurrir...

Helian Zhao le agarró el cuello. Lo miró fijamente por un breve momento, lo soltó y lo empujó un par de pasos hacia atrás mientras reía entre dientes. —¡Entonces puedes volver a reportar las buenas noticias a mi hermanito!

Poco después, montó otro caballo y gritó:

—¡Vengan, perros bárbaros!

La visión de He Yunxing estaba borrosa. Se restregó los ojos frenéticamente, solo para descubrir que su rostro en algún momento se había llenado de lágrimas.

Helian Zhao, como maná, estaba usando su vida para revitalizar a los soldados de la Gran Qing que estaban a punto de aceptar la derrota. A medida que avanzó el karma, una corriente de sangre se convirtió en un océano.

Para cuando el sol del amanecer salió, un pequeño albor se abrió paso en la densa cubierta de nubes y la lúgubre luz del sol se roció sobre la batalla en curso. El suelo estaba repleto de cadáveres de humanos y caballos. He Yunxing había sufrido un corte en el hombro, y a pesar de que la armadura lo descargaba de la mayor parte de su fuerza, mucha sangre fluía, lo que le adhería la armadura de batalla firmemente al cuerpo.

Estaba un poco débil, pero aun así apretaba los dientes y agarraba tenazmente su sable independientemente de los pensamientos que tuviera, negándose a soltarlo. Una enorme explosión le había llenado los oídos, lo que provocó falta de sagacidad en su mente. Le habían cercenado el espacio entre el pulgar y el índice, la sangre y el polvo en su palma totalmente callosa se mezclaron en inmundicia oscura en muy poco tiempo. El polvo, la suciedad y la ceniza volaban libremente.

No sabía cuánto tiempo podría aguantar.

Se terminaron de disparar las armas de fuego, las flechas se habían lanzado con habilidad. Los vakurah habían traído un extremo tan corajudo y perseverante, con una ola de ellos precipitándose para encontrarse de frente con los hombres de la Gran Qing tan pronto como la anterior cayera. La línea de visión de He Yunxing estaba algo difusa y vaga por el exceso de agotamiento.

Una persona de repente se acercó frenéticamente, desmontó y se arrodilló con un ruido sordo, como un mono de arcilla. Solo después de tratar de reconocerlo durante mucho tiempo pudo distinguir que era el guardia personal de Helian Zhao y su corazón se hundió rápidamente.

El guardia levantó la vista en su dirección, apoyó abruptamente ambos brazos contra el suelo y enterró firmemente la cabeza en él.

He Yunxing abrió la boca, pero su garganta estaba tan seca y áspera que ya no podía emitir un sonido.

—Marqués, marqués...

He Yunxing casi se cayó del lomo del caballo, con el cuerpo balanceante y tembloroso, y agarró rígidamente las riendas. Tomó un largo período de tiempo antes de que pudiera obligarse a hablar. —Envía un mensaje de emergencia. Infórmaselo al emperador... y al príncipe heredero...

En el Palacio Oriental, la taza de té en la mano de Helian Yi cayó al suelo y se quebró en tres pedazos.

La zona fuera de las puertas fue capturada y los extranjeros teñidos de sangre acometían como si esta fuera tierra de nadie, pensando en su próximo objetivo: la capital.

Jing Qi se había dado cuenta hacía mucho tiempo de que podía ahorrar el esfuerzo de prepararse para la fuga.

Ahora en este punto crítico, Helian Pei había sucumbido completamente a la inconsciencia y la duración de su respiración –que entraba, pero no salía– dependía completamente de que los doctores imperiales le dieran medicina. Era simplemente un muerto viviente. En la sala del trono, al fin nadie discutía ni reñía.

De principio a fin, mientras miraba a los escasos súbditos de la corte, Helian Yi tampoco estaba seguro: ¿quién fue el que destruyó el país? ¿Su padre emperador? ¿Estos pocos funcionarios? ¿Sus dos hermanos?

Pero su feroz hermano mayor ya había muerto en el campo de batalla del noroeste, sin que ni siquiera su cadáver pudiera volver a unirse, así que... ¿fue él mismo?

Rememorando estos años, ¿qué había hecho?

Helian Yi descubrió que, además de luchar por poder e influencia, no había logrado nada. Originalmente, había querido esperar hasta ascender para reorganizar a ciencia cierta el viejo país, pero, por alguna razón, los cielos se atascaron en el tiempo y no le dieron la oportunidad. Ahora, al fin se sentaba en lo alto del gran salón, pero era demasiado tarde.

De repente, alguien dio un paso al frente de la fila de funcionarios. Helian Yi vio impávidamente que el hombre era quien solía ser el viceministro de Hacienda y ahora era el actual ministro, Zhao Mingji. El anciano seco y decrépito se inclinó profundamente, con una voz nítida. —Su Alteza, este súbdito tiene un memorial que presentar.

Helian Yi levantó la mano y le hizo un ademán.

Zhao Mingji sacó un memorial y lo levantó con ambas manos. Wang Wu lo aceptó rápidamente en respuesta y se lo entregó a Helian Yi.

Muchos otros salieron en silencio de la fila para pararse detrás de Zhao Mingji, a quien se le escuchó decir:

—Su Alteza, este súbdito estudió adivinaciones nocturnas el día de ayer. El Tigre Blanco superó la luz de la Estrella Púrpura[2]. La estrella imperial se ha difuminado, y ahora, al toparse con días turbulentos, la complexión de dragón del emperador ha enfermado. Puede este súbdito ser tan audaz como para solicitar que, en primer lugar, herede usted su gran legado y ascienda al trono como emperador.

Helian Yi observó en silencio a todos los ministros principales que se pusieron de pie, esperando su "en segundo lugar".

Después de que Zhao Mingji soltara un respiración lenta, dijo:

—En este momento, no hay nadie que obstruya a la raza bestial que son los vakurah. La defensa del norte fue completamente destruida, hace mucho tiempo que se vació el fisco y las pérdidas prácticamente han consumido a las tropas de élite. Ahora, esta guerra ya no se puede librar. Le pido a usted, príncipe heredero, que tome una decisión pronto.

Helian Yi se rio suavemente. —El enemigo ha invadido mi territorio y lastimado a mi gente. Si yo no lucho, ¿quién? —murmuró.

—El plan para esta instancia solo puede ser enviar diplomáticos para negociar la paz y entregar lo que sea necesario —respondió Zhao Mingji—. Debe usted tomar la responsabilidad de esto ahora, Su Alteza.

No se podía distinguir ninguna emoción en el semblante de Helian Yi. —¿Lo que quiere decir, señor Zhao, es ceder territorio y pagar indemnizaciones, entregar la mayor parte del país y no administrar ninguna parte de él? —preguntó en voz baja.

Zhao Mingji se arrodilló y se postró ante él. —Su Alteza, este no es el momento de presumir valentía —articuló—. ¡Este súbdito solicita que emita usted un decreto para trasladar la capital hacia el sur y evitar así el filo de los vakurah! ¡Es probable que tengamos otro día en el que podamos resurgir y regresemos en un tornado!

Helian Yi asintió inexpresivamente, la mirada baja cuando su mano cayó en el memorial. En el lugar para firmar, la mayoría de los seis ministerios y nueve ministros había escrito su nombre. Volvió a levantar la mirada, le dirigió un vistazo a la multitud arrodillada detrás de Zhao Mingji y suspiró. Arrojando el memorial al pecho de Wang Wu, se levantó un momento, de espaldas a la gente, y se giró para mirar la placa dorada sobre el gran salón que estaba tan magnífica y radiante como siempre.

—Muy bien —negó suavemente con la cabeza mientras reía.

Zhao Mingji, creyendo que había aceptado, estaba a punto de postrarse y encomiarlo como un gobernante sabio, pero vio a Helian Yi darse la vuelta para mirarlo. —Muy bien. El señor Zhao ha hecho un buen plan para condenar la nación y traer la ruina a su gente.

Acto seguido, se sacudió las mangas con enojo. —Arresten a Zhao Mingji y a todos los que están detrás de él. Sáquenlos de mi vista —ordenó en voz baja—. Si... si alguien vuelve a mencionar lo de trasladar la capital, caballeros, por favor sopesen cuánto les pesa la cabeza en el cuello.

La capital se ubicaba en planicies anchas y llanas. Si la capturaban, entonces la barrera final en la mitad norte del país desaparecería. ¿Cuál era la diferencia entre eso y una nación destruida?

Aunque los miembros de la familia Helian no son nada bueno, no somos cobardes. Hermano mayor, hermano grande... si tu espíritu todavía está aquí, no te rías de tu hermanito por sobreestimar su propia capacidad, ¿bueno?

Helian Yi emitió tres órdenes en sucesión. La capital entró en estado de emergencia, lo último del Ejército Forestal Imperial se preparó para enfrentar al enemigo y se emitieron varios decretos diarios a las Guang y la zona fronteriza del sur. Todos los que osaban a mencionar media palabra de "trasladar la capital" eran encarcelados para la ejecución, pues tenía la intención de luchar con la frente en alto.

Después de la sesión de la corte, apartó a Jing Qi.

Helian Yi suspiró y se sentó flácidamente, como si sus músculos y huesos no fueran suficientes para soportar la presión. —Beiyuan, siéntate —susurró un largo rato después.

Wang Wu rápidamente trajo una silla y pidió a Jing Qi que tomara asiento. Así lo hizo, esperando a que Helian Yi abriera la boca, pero la mente del hombre parecía estar en la luna, puesto que lo miró con aturdimiento durante bastante rato sin hacer un ruido.

Después de esperar un largo período de tiempo, Jing Qi tosió un poco. —¿Príncipe heredero? —acotó.

Helian Yi pareció volver en sí y parpadeó, lo que aclaró su mirada. Levantó la mano para amasarse el entrecejo mientras suspiraba. —No dormí anoche, así que me falta un poco de energía.

Jing Qi guardó silencio. En estos días, Helian Yi no estaba para nada solo en la vigilia.

Helian Yi forzó una sonrisa y murmuró, aunque no se sabía si sus palabras iban dirigidas a Jing Qi o a sí mismo:

—Este es el momento en que se decidirá la vida y la muerte. La capital tendrá una feroz batalla. Aunque ya marchan en las tierras de cultivo, la ansiedad no sirve de nada. Se debe promover la motivación para que soldados decentes vengan a obstruirlos.

Al ver su expresión peculiar, Jing Qi no pudo comprender lo que iba a decir, así que asintió.

Helian Yi lo miró. —El joven chamán es de Nanjiang. También es hora de que devolvamos al rehén —dijo con una voz extremadamente lenta y suave—. Este es un asunto de la Gran Qing, por lo que no tiene sentido implicarlo como extranjero que es y hacerle quedarse en la capital...

Jing Qi se sorprendió, sus dos ojos de flor de melocotón se agrandaron rápidamente para quedarse mirando a Helian Yi con incredulidad.

Solo lo escuchó continuar:

—Yo no puedo irme. Aprovecha el tiempo antes de que los soldados vakurah lleguen a nuestras murallas y reemplázame... en su despedida.

[1] Un poema de Wang Han, "Liangzhou".[2] Esto se refiere a la Astrología de la Estrella Púrpura, un método de adivinación que solo se practicaba en la corte, así que no era muy conocido. La "Estrella Púrpura" se refiere al emperador; el "Tigre Blanco" es uno de los cuatro símbolos de las constelaciones chinas, siendo el "Tigre Blanco del Oeste" y representando, valga la redundancia, el oeste y la estación del otoño. En el texto se refiere a los vakurah que vienen del noroeste y que la capital se encuentra, en estos momentos, en otoño.