Capítulo 67: Una noche de color sanguinolento

La conciencia de Helian Pei se ofuscaba cada vez más. Ese episodio previo de enfermedad ya le había vaciado la base apenas existente que tenía, y con este susto, parecía que estaba a punto de morir. El tiempo que pasaba despierto durante el día era cada vez menor y tenía que reunir energía para escuchar a Helian Yi en el día a día. La mayoría de las veces, se volvía a dormir antes de que el otro hubiera terminado de hablar.

Todo el mundo podía notar claramente que, aunque el príncipe heredero todavía moraba en el Palacio Oriental en este momento, probablemente no pasaría mucho tiempo antes de que intercambiaran lugares.

Por tanto, cuando ni siquiera había ascendido al trono, los asuntos de la nación se presionaban sobre sus hombros de una manera extraordinariamente intensa, sin siquiera dejar un resquicio de amortiguación. Era bastante impresionante. Cuando el difunto emperador dañó la mitad del país y se lo legó a Helian Pei, todavía se consideraba lo suficientemente fuerte como para levantarse. Helian Pei reinó durante treinta y seis años y dañó la otra mitad, sin defraudar las expectativas de nadie. Al llegar a las manos de Helian Yi, simplemente no tenía idea de cómo debería proceder.

No estaba claro si tenía un destino aciago o si era porque, para empezar, había nacido en este mundo.

Sin embargo, si nada de esto se considerara importante, entonces ese papiro que había descubierto debajo de la cama de Helian Pei se habría convertido en la piedra más pesada en su corazón. En estos últimos días, siempre iba a ver casi inconscientemente a Jing Qi, observando desde todos los ángulos el semblante que hacía mucho tiempo que conocía bien.

Quizás estaba mirando demasiado, quizás siempre existió una noción en su corazón. Al escudriñarlo, realmente sentía que podía distinguir algunos matices de la faz de aquel que con los ojos cerrados podía describir.

Solía pensar que sus cejas y ojos se parecían a los de la princesa consorte, que su boca y nariz se parecían a los de la princesa consorte e incluso la forma de su rostro era igual al de ella, lo que permitía que los viejos amigos de ese tiempo distinguieran de un vistazo de quién era hijo. Pero ahora, Helian Yi de alguna manera sentía que el hombre también se parecía un poco a Helian Pei, especialmente en sus momentos de travesura y reflexión.

Guardó aún más aprensión en su pecho.

Pensó que, si el otro fuera solo Jing Beiyuan, al final todavía tendría algo de esperanza, aunque remota. Pero ¿y si realmente fuera su hermano biológico?

En lo que respecta a las relaciones humanas, ¿alguna vez podría invertirse e ignorarse un principio consanguíneo directo? ¡Ese era su hermano menor biológico!

Los antiguos no sabían del anhelo al nacer, pero los atormentaba cuando lo comenzaban a tener. Así se sentía el anhelo.

Un pensamiento que al principio era una conjetura, finalmente comenzó a profundizarse poco a poco dentro de su repetida reflexión. Se convirtió lentamente en algo similar a la verdad mientras una corriente de desesperación se generaba en su corazón.

Aun así, esa percepción solo podía existir en su interior, inefable.

Si solo fuera él quien sufriera con este problema emocional, eso estaría bien. Las formas del mundo se encontraban caóticas en este momento y los demás probablemente no se daban cuenta de las consideraciones privadas del príncipe heredero. Pero Jing Qi sabía. Cada vez que Helian Yi lo miraba, se daba cuenta.

Mientras la mirada del otro se volvía aún más compleja bajo sus ojos, Jing Qi fingía no percatarse, pero también tenía una lenta sensación zozobrante. En esta vida, toda su energía se había empleado en salirse del camino. Hacía mucho que ni siquiera había tenido la mitad de una mente ambiciosa y se había difamado a sí mismo durante dos décadas.

En su vida anterior, era el príncipe Nan'ning, astuto e increíble a los ojos de todos, pero en esta, se había convertido en el despilfarrador ridículo número uno de la capital. ¿Cómo Su Alteza el Príncipe Heredero lo seguía pensando de esa forma?

Incluso las figurillas de arcilla tenían cierto grado de carácter terrenal. Se había dado una vuelta por el mundo mundano, haciendo todo lo que no debería haber estado haciendo. ¿Era posible que esta intriga incesante todavía no fuera lo suficientemente próspera?

Precisamente por esto ya no era excesivamente cercano con Helian Yi. A fin de cuentas, tenían una amistad que se extendía de la infancia hasta la adultez, y aunque compartieron adversidades durante tantísimos años, por un dibujo que podía ser falso y un linaje que salió de la nada, ¿ya no podía tolerarlo?

¡Tan receloso que era Su Alteza el Príncipe Heredero!

Como las cosas estaban así... Nunca había sido muy estable o resoluto, por lo que, al soportar bastante la crisis actual, el tumulto de su mente se disipó por completo y finalmente ya no vaciló más. Quería irse bien lejos de esta heladísima tierra de riñas. Cuando la crisis de la Gran Qing finalizara y el viento se llevara la almenara del noroeste, su muerte entonces llegaría. E iba a morir fuera de la capital, sin jamás regresar al suelo de congoja junto al río Wangyue.

Qué lástima por Bai Wuchang. Había vagado por el inframundo durante mil centurias y ya estaba acostumbrado a ver flotar almas mortales, pero aún no entendía que las zonas más terribles del corazón humano no eran más que el concepto de paranoia y juzgar a los demás usando estándares propios. Helian Yi y Jing Beiyuan, uno desconfiado y otro hipersensible... Entre las verdades y las mentiras, probablemente ninguno podía distinguir si sus propios sentimientos eran reales o falsos. El enamorado se guardó su enamoramiento y el aprensivo se guardó su aprensión.

Derrotado en la vida anterior y derrotado en esta. Jing Beiyuan había esperado meticulosamente junto a la Piedra de las Tres Vidas durante trescientos años y su corazón incomparablemente apasionado se había enfriado. Ya no tenía la motivación para aquejarse en exceso y ser completamente analítico.

En la causalidad de la naturaleza, ¿dónde estaban esos siete años de afinidad predestinada? A pesar de todo, el karma fatídico que surgió de algún evento desconocido revoloteó en respuesta. En varios cientos de años de enredo, cada deuda se compensó, lo que permitió que esos espíritus de enamoramiento sin suficiente comprensión pudieran conjeturar sobre evidencia ridícula.

Cada noche, Helian Yi tenía que trabajar hasta la intempesta y solo entonces cerraba los ojos. En su aturdimiento nocturno, sonó con Jing Qi.

Dentro de su sueño, ese hombre todavía vestía esa larga túnica cian de mangas anchas y onduladas, con su largo cabello suelto como si fuera un adolescente, y le sonreía minúsculamente desde una distancia moderada. Dio un paso al frente y el otro dio un paso atrás. Perseguirlo con apremio hizo que retrocediera, como si el viento lo estuviera soplando.

Ansioso, de repente entendió lo que significaba estar tan cerca, pero tan lejos. Era como si estuviera al alcance de la mano, pero también fuera eternamente intocable. Con una inmensa congoja en su corazón, solo podía mirar con impotencia al hombre sonreír de una manera tan vaga y mínima mientras se alejaba cada vez más y no pudo evitar gritar en voz alta: "¡Beiyuan!".

Inmediatamente después, su pie pisó el aire, como si estuviera cayendo en un abismo, y entonces se despertó en medio de la noche. Levantó la mano para tocarse la comisura del ojo y se sorprendió al sentir humedad.

El centinela Yu Kui se encontraba en medio de una siesta furtiva cuando lo despertaron con un sobresalto. —¿Tuvo una pesadilla, Su Alteza? —dijo mientras se acercaba apresuradamente.

Helian Yi gruñó mientras se incorporaba personalmente en la cama.

Ese grito de "Beiyuan" fue algo que Yu Kui ciertamente había escuchado. Nervioso, no se atrevió a decir nada, solo se quedó en silencio al costado a la espera de atender.

Helian Yi de repente no pudo quedarse aquí. Tal vez porque ese dolor del sueño fue demasiado real, lo que lo hizo anhelar con mayor urgencia poder ver y tocar a Jing Qi, se puso de pie. —Cámbiame de ropa. Saldré del palacio.

Yu Kui se sorprendió. —Su Alteza... acaba de pasar el galicinio —respondió tentativamente.

El otro hizo una pausa. —Voy a salir —insistió.

Sin más remedio, Yu Kui tuvo que ayudarlo a cambiarse. Quién diría que justo después de que la pretina de Helian Yi se hubiera amarrado, una explosión de pasos apresurados llegaría desde fuera del dormitorio.

—¡Su Alteza, un mensaje de emergencia!

A miles de kilómetros de distancia, todo el cielo del noroeste ya comenzaba a arder con las llamas de la guerra.

Esa noche, las estrellas y la luna se escondían detrás de las nubes y la presión del aire era extremadamente baja, un viento sutil soplaba y los truenos destellaban. Algunos días, el cielo parecía reprimir cántaros, pero unos días después, se ponía caluroso y sofocante sin una pizca de lluvia. En la noche tenebrosa, un par de truenos cayeron, y una ráfaga seguramente vendría al día siguiente y soplaría las nubes.

En todas partes de los alrededores había montañas cuyos extremos se desconocían. El ejército de la Gran Qing había estado enfrentándose a los vakurah durante más de medio mes aquí y el espíritu de lucha que tenía al salir de la capital se había menguado hace mucho tiempo, con todos extremadamente exhaustos.

Un viejo centinela de las provisiones del campamento se secó el sudor, maldiciendo e injuriando en voz queda. El sonido amortiguado del trueno de repente llegó de la distancia como si estuviera presente aquí, retumbando. No pudo ver los débiles rayos de un relámpago, menos cuando el ruido cubrió el sonido de un objeto pesado que cayó al suelo.

El viejo soldado no pudo escucharlo y siguió patrullando diligentemente.

Se dio una vuelta, pero resultó que se encontró con un soldado de la Gran Qing cuya ropa estaba un poco desaliñada. El viejo soldado se sorprendió un poco al verlo y lo saludó con una sonrisa por iniciativa propia. —¿Despierto por la noche?

Asintió, no dijo más, se alejó dos pasos y entonces sintió que algo olía mal... ¿Despierto por la noche? ¿Por qué se levantaría por la noche y vendría aquí? Dejó de caminar, llamó al hombre para que se detuviera y preguntó:

—¿De qué campamento eres?

El hombre se detuvo en seco. —Soy subordinado del teniente Wang del campamento de caballería —dijo con una sonrisa.

El soldado levantó su ínfima luz de patrulla nocturna, iluminándole atentamente la cara con ella. —¿Subordinado del teniente Wang? —dijo con sospecha—. Me pusieron de guardia después de lesionarme y antes también servía en el campamento de caballería, así que ¿por qué... no te ves familiar?

La sonrisa del otro se puso rígida. —No has ido al campamento en unos días, ¿cierto, hermano? Me transfirieron hace poco —murmuró.

El viejo soldado asintió, lo miró una vez más y se dio vuelta para marcharse, solo para de repente recordar algo y girar la cabeza. —¿Cómo te llamas?

Esto pilló desprevenido al hombre. Sus ojos se dirigieron hacia la espalda del viejo soldado mientras una sonrisa taimada se exponía en su cara. —Me llamo...

La voz a sus espaldas fue demasiado baja y el viejo soldado no pudo oírla, así que torció el cuello hacia atrás.

—Qué...

Su voz de repente desapareció, pues una mano pasó por detrás y una sensación dura y fría le cercenó el cuello. Antes de que pudiera reaccionar, vio la sangre brotar. Retrocedió dos pasos, con los ojos abiertos de par en par, y quiso gritar, solo para descubrir que le habían cortado la garganta.

Una procesión de antorchas aterrizó de la nada. En no más que un momento, el viento oriental provocó problemas y todo el campamento se convirtió en un mar de llamas.

—¡Emboscada enemiga! ¡Emboscada enemiga! —gritó alguien.

Cada oración pareció salir con pánico y el tranquilo campamento se sumergió instantáneamente en un frenesí. Poco después, el sonido de la persona que gritaba llegó a un abrupto final, ya que había sido clavada firmemente en el suelo por una flecha fría disparada de algún lugar desconocido, inmóvil y con la cabeza chueca.

Durante el día, un creciente resplandor de batalla existía con el ejército de los vakurah. Bajo el mando de los varios generales de Helian Zhao y la confianza de numerosos soldados, el ejército todavía era competente. En este momento, habían perdido la cabeza de miedo y los soldados normalmente mimados (y que fueron apresuradamente congregados) al fin expusieron su verdadera naturaleza.

Hombres y caballos crearon un tumulto de alarma. Aunque se desconocía cuántos enemigos se habían infiltrado entre ellos, muchos murieron pisoteados por los suyos en una noche tan caótica y confusa.

Helian Zhao escuchó los gritos y salió de su gran tienda. Al ver a un soldado teniendo dificultades para precipitarse ante sus ojos, no pudo contener su ira y dijo:

—¡Dentro de un incienso, quien no pueda reunir a las tropas es quien será inmediatamente ejecutado!

—Gene... ¡Generalísimo! Su Alteza, el ejército enemigo está matando a no sé cuántas personas de la retaguardia, ¡y la mitad del campamento ya se ha convertido en un infierno! Hay... hay gritos tan terribles allá, ¿podría ser que... los refuerzos de los bárbaros llegaron?

Helian Zhao observó fríamente al recluta que se había abalanzado ante él y luego miró malévolamente al campamento abrasador. —Esto no es más que una mísera emboscada —dijo con los dientes apretados—. Transmite la orden de que aquellos que se atrevan a engañar a todos para dañar la moral del ejército y aquellos que se atrevan a ignorar las órdenes para huir a voluntad serán ejecutados sin perdón.

Al ver la expresión del general, sus guardaespaldas atraparon inmediatamente al recluta aterrorizado, lo amordazaron ágilmente y se lo llevaron arrastrándolo. —¡Preparen los caballos! ¡Preparen los caballos! —gritó Helian Zhao.

Durante su juventud, había aprendido y experimentado muchos años en el noroeste, por lo que los asuntos de la milicia no se le eran desconocidos. Al escuchar la lucha bélica, supo por dentro que definitivamente no eran pocos enemigos los que habían prendido fuego en la nocturnancia. Tenía claro que su recluta tenía razón: la mayoría de las formaciones omnipresentes de la tribu Vakurah se había acumulado.

Sin embargo, también tenía claro que hacía mucho tiempo que el ejército de la Gran Qing no era el ejército feroz y poderoso que solía ser. Preso del pánico no estaba, todavía podía controlar la situación. Si Helian Zhao alguna vez mostrara un poco de incertidumbre, estos doscientos mil hombres no serían más que una turba clamorosa y dispersa.

Un caballo de repente se detuvo frente a él y aquel en su lomo desmontó inmediatamente, con su armadura cubierta de manchas de sangre. Enfocando la mirada, vio que resultó ser He Yunxing, quien se limpió la sangre y el sudor de la cara y dijo con voz lóbrega:

—General, el poder del fuego se ve intimidante, pero ya está bajo control. El explorador enviado acaba de regresar e informó que tres formaciones de tropas vienen en camino. Este humilde general teme que los bárbaros quieran aprovechar el desorden para desplegar un doble envolvimiento de fuerza completa.

Helian Zhao se mantuvo en calma, sin hablar ni moverse.

—¡Por favor, dé las órdenes, general! —He Yunxing llamó de nuevo.

Ya le habían traído su caballo de guerra a Helian Zhao. Se dio la vuelta, lo montó, agarró su gran sable y anunció personalmente:

—Marqués júnior, viendo el frío del otoño, los bárbaros no tienen provisiones ni comida. Están preocupados, temerosos de no poder superar las estaciones frías de este año. Ahora, la vida y la muerte de la Gran Qing están en esta campaña. Si...

Sonrió profundamente, con un aire de malevolencia inquebrantable en su cara. —¡Si alguien es derrotado y se rinde hoy, entonces puede suicidarse para compensarlo!