Capítulo 66: Viejos amigos, viejos asuntos

El corazón de Helian Yi de repente se puso nervioso. Y si... ese hombre realmente fuera su hermano biológico, ¿qué pasaría?

Y si...

Se escuchó una explosión de pasos. De repente volvió en sí, atiborró velozmente el papiro y el cofre de vuelta en el compartimento oculto y se puso de pie, actuando como si nada hubiera pasado mientras bajaba sus rasgos y se arreglaba las mangas. El que entró resultó ser el joven eunuco Wang Wu, quien susurró:

—Su Alteza, el señor Lu del Ministerio de Hacienda llegó.

Solo entonces recordó que él mismo había llamado a Lu Shen para hablar de asuntos apropiados, así que se calmó. —Lo sé —dijo. Se giró sobre sus talones y se fue con pasos un poco apresurados, como si le apremiara irse del dormitorio de Helian Pei.

Wang Wu convino obedientemente, de pie a un lado como un maniquí. Había en total dos personas útiles al lado de Helian Pei: una era el eunuco Xi y otra Wang Wu. El primero podía lidiar con los asuntos, lo había seguido durante mucho tiempo y prácticamente se le consideraba su mano derecha. El segundo era diferente. Yacía a su lado, sin hablar ni moverse, y no trataba de ser complaciente. La total inatención podía hacer que se pasara por alto al enorme hombre viviente que era.

No lamía botas, jamás de los jamases decía algo que no se debiera decir y hacía lo que le decían. Hace un tiempo, el eunuco Xi se había interesado en su rara diligencia y consideró promoverlo. En lo que respecta a los sirvientes en el palacio imperial, muchos eran inteligentes y diestros, pero no muchos eran diligentes.

Dado que socializaba todos los días, veía a las personas más honorables, las cosas más invaluables y la autoridad más impresionante. Aunque existían esos caballeros que leían atentamente textos sagrados en un lugar como este, ¿cuántos podían aún recordar con lucidez cómo avanzar y retroceder?

Debido a esto, el eunuco Xi sentía que Wang Wu tenía talento.

En este momento, en el enorme y solitario salón, solo había un viejo emperador descuidado que dormía como un cerdo muerto. Todos los guardias imperiales estaban en el pasillo tras haber sido expulsados por Helian Yi. Después de aproximadamente una varilla de incienso, los párpados de Wang Wu –quien estaba de pie allí como si no estuviera vivo– se levantaron y sus ojos revolotearon una vez. Su mirada terminó aterrizando en el lugar en el que Helian Yi acababa de estar de pie.

Bajo el nerviosismo y la ansiedad, Helian Yi no se había preocupado bien del compartimento oculto y sucedió que una rendija expuesta cayó en la mira de Wang Wu.

Se quedó mirando atentamente la pequeña hendidura, silente durante mucho tiempo sin siquiera parpadear.

Al final, miró detenidamente al legítimo Hijo del Cielo en la cama del dragón. Se encorvó lentamente poco después, hurgando con el dedo hasta llegar a donde la rendija sobresalía. Luego de un poco más de tacto, encontró el mecanismo, lo torció suavemente y abrió el panel oculto. Ese papiro mal posicionado se cayó.

Lo atrapó velozmente, sin permitir que terminara aterrizando en el suelo, y no pudo evitar suspirar suavemente. Mientras mantenía su postura encorvada, miró una vez más a Helian Pei y abrió rápidamente el papiro para echar un vistazo. Hizo una pausa, con las cejas un poco fruncidas, y lo volvió a enrollar, guardándolo y cerrando impecablemente el panel.

Entonces, solo se quedó quieto allí como una muñeca, como si nada hubiera sucedido.

Desde que comenzaron las transacciones entre Wuxi y Zhou Zishu, el primero se había mantenido bastante ocupado con algunas cosas. Pero, en estos días viviendo en la residencia Nan'ning, se le habían olvidado las responsabilidades en medio del esparcimiento y Nuahar finalmente no pudo evitar venir a buscarlo.

Lo que sea que estuviera pasando afuera, Jing Qi naturalmente no lo discutía cada vez que regresaba. Cuando no salía de casa, leía libros, pintaba y caligrafiaba como siempre. A veces, cuando surgía el humor, también practicaba un par de movimientos de artes marciales en el patio. Nunca había ninguna emoción negativa en su rostro, lo que le daba una aparente apariencia relajada y satisfecha.

...Claro, teniendo en cuenta que se estaba perdiendo su importante itinerario de salir a tontear, sus días parecían más relajados de lo que habían sido.

Este señor siempre había sentido que, incluso si hubiera un colapso en el exterior y tuviera que asumir la responsabilidad solo, mudaría una capa de piel y ni siquiera se podría traer ese pellejo muerto de vuelta a casa.

El hogar era el lugar donde solía escuchar las quejas de Ping'an mientras hacía sus quehaceres diarios, y ahora además tenía a Wuxi y la marta, dos venenos de diferente tamaño. Solo había un príncipe en esta residencia. Las obligaciones de los demás eran divertirse, solazarse y cuidar el dinero y la familia, no escuchar esos asuntos externos irritantes.

No obstante, incluso si no lo decía, eso no significaba que Wuxi no lo supiera. Después de todo, este era un hombre que había experimentado la guerra entre la Gran Qing y Nanjiang cuando era niño. Tenía secretamente un experto que se había traído de Nanjiang para que, de extranjis, acompañara a Jing Qi hacia y desde la corte, sin mostrarse nunca. Lo seguía desde el momento en que se iba por la mañana hasta cuando regresaba a estar frente a los ojos de Wuxi en la residencia.

Perfectamente satisfecho, creía que el hombre entero ahora estaba dentro de su línea de visión. Incluso si ocurriera un diluvio celestial afuera, mientras la Gran Qing no luchara con Nanjiang, no tendría ninguna sensación de crisis.

Por la tarde, Wuxi se encontraba en medio de supervisar las artes marciales de Jing Qi. Ya tenía una buena base, así que, con la adición de diez años de entrenamiento duro, prácticamente ya estaba lejísimos de Jing Qi. Sus movimientos eran incluso extremadamente dimensionados y considerados. Ninguno tenía armas, solo intercambiaban golpes con las manos desnudas.

Tras progresar, Wuxi descubrió que el talento nato del tipo era bastante bueno: era muy sagaz y había puesto cierto esfuerzo real antes de brillar, pero probablemente no mucho, ya que añadía mucha trampa y oportunismo al ímpetu de sus movimientos. Ping'an dejó una toalla de mano cerca, así como almíbar de ciruela molido en hielo. Desde el fondo de su corazón, Wuxi sentía sinceramente que, dado que Jing Qi había crecido en la ciudad imperial de niño, debería haber sido enseñado por un maestro famoso y experto, pero sus artes marciales no iban a ningún lado. Lo más probable es que estaba acostumbrado a que este grupo –encabezado por Ping'an– hiciera grandes alborotos por nimiedades.

El verano en la capital era muy sofocante. Un leve movimiento podía hacer fácilmente que alguien se empapara de sudor, pero Jing Qi ahora había comenzado a entrenar boxeo.

Ping'an ya estaba acostumbrado al súbito comportamiento arbitrario de su amo y no lo tomaba en serio. Pero Wuxi podía ver que se lo estaba tomando concienzudamente en serio y este momento de seriedad probablemente se debía a una sola cosa: la guerra en el noroeste.

Al pensar en eso, sintió algo de angustia. Al ver que la fuerza física de Jing Qi apenas podía sustentarlo, de repente le agarró la muñeca y la torció suavemente detrás de su espalda. El otro estuvo cerca de hundirse de cabeza en su pecho. Sus pasos se detuvieron con un tambaleo y se agachó un poco en tanto jadeaba rápidamente.

—No más entrenamiento por hoy —murmuró Wuxi—. Las artes marciales no son como otras cosas, estas deben progresar e incrementarse con el tiempo. Hacer un esfuerzo de último minuto, a lo mucho, te dejará el cuerpo dolorido por un rato y no servirá para fortalecerte.

Jing Qi permaneció en silencio por un momento. Cogió el almíbar de ciruela helado de un lado, y cuando estuvo a punto de beberlo, Wuxi rápidamente lo detuvo, usó fuerza interna para calentarlo y se lo devolvió. —No tomes cosas frías. El frío y el calor repentinos pueden dañar el cuerpo. Para la próxima, no dejes que lo preparen frío.

Jing Qi finalmente confirmó el hecho de que su propia persona era un caso perdido, así que sonrió y no dijo nada.

El ejército de Helian Zhao y la tribu Vakurah se enfrentaron inesperadamente en una ciudad montañosa de Gansu, con un feroz combate de infantería. El punto muerto ya había continuado durante bastantes días. Helian Zhao dependía del Ministerio de Hacienda para abastecerse, pero el fisco había estado vacío durante décadas y la motivación y el apoyo simplemente no eran suficientes. Por otro lado, los vakurah correteaban incendiando, matando y saqueando, lo que era un negocio sin ventajas.

Esta guerra obligaba a actuar en contra de la voluntad y no luchar no era parte de las opciones. Pero si esto se alargaba, el costo de los impuestos probablemente haría que muchos ciudadanos se ahorcaran.

Las enfermedades innombrables surgían desde temprano. Aprovechando este punto crucial, todo erupcionó al mismo tiempo, y el sur que había tenido inundaciones sucesivas, ya tenía una calamidad de turbas pronunciadas. Cuando Helian Yi disolvió una serie de funcionarios que habían explotado la riqueza de la nación y se apresuró a confiscar sus propiedades para llenar de dinero el fisco, al final siguió siendo solo una taza de agua para una hoguera. Contrariamente, la ola de ciudadanos rebeldes no se pacificó antes de que se volviera a levantar y, a pesar de todo, las tropas de las Guang no se movilizaron en lo más mínimo.

Helian Yi también estaba estresado y maltratado, sintiendo que demolía una pared para arreglar otra, pero incluso después de media reparación, el país seguía filtrando aire por todas partes.

Wuxi tomó personalmente la toalla de mano y le limpió el sudor. Las acciones de su mano fueron delicadas, pero las palabras que salieron de su boca fueron increíblemente francas. —Mírate. Un rato tan corto de artes marciales debería haber estado bien, pero fue demasiado. No sentaste una buena base cuando deberías haber trabajado duro de niño, así que no importa cuánto quieras compensarlo ahora, no será más que un armazón de fantasía vacío y no te hará competente.

El almíbar en la boca de Jing Qi se atascó en su garganta, lo que casi lo mató de atragantamiento en el lugar.

Wuxi le dio unas palmaditas en la espalda y se echó a reír. —Escucharme decir elogios vacíos no sirve de nada. Es mejor decirte estas verdades.

Jing Qi se ahogó por un buen rato, para entonces exprimir cuatro palabras de las grietas de sus dientes:

—Gracias por el consejo.

Wuxi dejó la toalla, suspiró y lo abrazó por detrás. —No puedo opinar sobre los asuntos de ustedes, pero cuando no estoy feliz, también me gusta encontrar cosas que hacer. Practicar artes marciales, pisar las plantas en el jardín, etc. En fin, lo mejor sería que vinieras con...

Antes de que pudiera terminar de hablar, Ping'an de repente entró. —Joven chamán, Nuahar está aquí.

Ping'an era una persona sensata, pues dijo estas palabras muy rápido sin siquiera levantar los párpados y sin ver ninguna indecencia. Después de hablar, todo rastro de él desapareció inmediatamente. Wuxi no tuvo más remedio que soltar a Jing Qi con cierta torpeza, sintiendo que Nuahar era realmente fastidioso.

Nuahar entró con una expresión de profunda amargura y resentimiento. En su enorme trineo de dialecto, solo hubo una idea central: Joven chamán, no ha regresado a su propio hogar durante días, ¿lo sabe? Debería estar tomando decisiones, ¿va a abandonar todas sus responsabilidades?

Wuxi frunció el ceño, pero Jing Qi se largó a reír a su lado. —Bueno, regresa y echa un vistazo, quieres. Invitaré gente y me mantendré ocupado, no entrenaré.

El otro se incorporó, pero todavía no estaba tranquilo. Se dirigió a Jing Qi. —Si quieres practicar más artes marciales, mantenerte en forma y saludable siempre es bueno, pero necesitas estar acompañado, no sea que te lastimes o bebas algo frío y congelado que te arruine la salud.

Aunque esas palabras eran desagradables de escuchar, Jing Qi aceptó su buena intención con una radiante sonrisa mientras asentía.

Wuxi se alejó dos pasos, pero por un momento de repente se sintió realmente reacio a tener que separarse de él, así que retrocedió, abrazó a Jing Qi por el cuello y lo besó en los labios a la velocidad del rayo, todo justo enfrente de Nuahar. Solo entonces sintió que había sido suficiente.

Pasmado, Nuahar miró esto con los ojos abiertos de par en par mientras su chamán se acercaba tranquilamente y lanzaba un "Andando", yéndose primero. Nuahar le dio apresuradamente a Jing Qi un solemne gesto suplementario y salió persiguiendo a Wuxi en una carrera obediente.

Se preguntó por dentro: ¿Qué es eso que decía la gente de la Gran Qing? ¿No ver a alguien durante tres días te hace verlo con otros ojos?

El joven chamán era verdaderamente sabio y marcial, para finalmente haber tenido éxito después de tantos años.

Jing Qi reprimió su sonrisa e inclinó la cabeza para mirar las líneas de su palma durante un rato, después se bebió todo el almíbar tibio, no muy refrescante ni delicioso y ordenó:

—Ping'an, me cambiaré ropa. Haz que alguien prepare un carruaje, voy a salir.

Ping'an afirmó, transmitiendo la orden. Jing Qi se lavó y arregló, se cambió a una túnica discreta y subió al carruaje sosteniendo un papiro del estudio en sus brazos.

Tan pronto como llegó a un pequeño restaurante con un umbral destartalado, aire que se filtraba por todas partes y un patio delantero desolado, salió del carruaje, se dirigió a una sala privada en el segundo piso y tocó suavemente tres veces.

La puerta se abrió en respuesta. La persona de negro que había dentro le dio un vistazo rápido y lo dejó entrar apresuradamente, cerrando la puerta a sus espaldas.

Esta presunta "sala privada" en realidad no tenía más que una puerta extremadamente chirriante y destartalada, con ventanas laterales que solo podían cerrarse a medias y no aislaban el ruido.

La persona de negro era precisamente el joven eunuco Wang Wu del palacio. Había estado cumpliendo su papel lealmente durante muchos años y tenía sus propias conexiones, lo que le permitía salir del lugar subrepticiamente.

Ninguno de los dos habló. Jing Qi fue directo al grano, desplegando el papiro en silencio. La pintura había sido hecha por el propio príncipe sénior y su sello personal cubría el lugar de la firma, con las palabras "Siete de marzo, año del mono metal; un regalo para mi querida esposa" escritas en él. Miró a Wang Wu, con una apariencia muy profunda y solemne. Wang Wu miró atentamente la pintura por un breve momento y asintió lentamente.

Ningún talante pudo descifrarse de la expresión de Jing Qi. No sé veía feliz ni enojado y su mirada brillaba. Bajó la cabeza, apartó el papiro lentamente y sacó una bolsa de su manga. Metiéndola en la mano de Wang Wu, lo miró profundamente y le agarró las manos a modo de agradecimiento.

Wang Wu era un sirviente, así que naturalmente no se atrevía a aceptar un gesto tan enorme. Se apartó un paso apresuradamente. Jing Qi solo agitó las manos, diciéndole que regresara al palacio por su cuenta. Luego, tomó asiento y pidió una jarra de vino y aperitivos.

Wang Wu se fue con rapidez de exactamente la misma manera que cuando llegó, pasando desapercibido por la mayoría. El peso de la bolsa en su mano era bastante y se sentía diferente del oro y la plata del pasado. Después de salir por la puerta, miró secretamente su interior... La bolsa estaba llena de crisoberilos. Suspiró suavemente y la guardó con deferencia. Sabía que el obsequio en realidad no era tan pesado en absoluto: el príncipe dio un obsequio de agradecimiento no para decir gracias por la información, sino para dar gracias por salvarle la vida.

Jing Qi sostuvo el papiro en sus brazos y le pidió a Ping'an que esperara en el carruaje ordinario. Se apoyó en la ventana ruinosa durante un rato, sentado con ese platito de granos de maní quemados mientras bebía media jarra de vino de baja calidad. Dejó entonces la propina y se fue en silencio.

Por primera vez en unos cientos de años, se enteró de la relación entre el emperador y su madre, cuyo rostro no había podido recordar claramente por mucho tiempo. Se rio de sí mismo con amargura, pensando: Por ser así de desconcertante, Jing Beiyuan puede morir sin que sea una injusticia.

Se subió al carruaje y regresó en silencio.