Capítulo 65: Presente en toda la vida del caballero

El aliento que le golpeó la cara parecía traer una fuerte desesperación, con el olor a óxido esparciéndose. Jing Qi sintió que el dolor le adormecía los dos labios y quiso empujarlo, pero toda su persona estaba firmemente confinada en los brazos de Wuxi.

Tampoco era que no pudiera sacárselo a patadas y luchar. Aunque Jing Qi sabía que sus propias artes marciales mediocres no eran suficientes, no eran tan malas para no tener ningún margen de resistencia.

Sin embargo, inconscientemente no quería golpearlo y lastimarlo.

Desde temprana edad, este tipo a veces le hablaba con insolencia y decía lo que fuera que pensara. Incluso Jing Qi –con su paciencia y naturaleza amena– se enfurecía de vez en cuando, aunque siempre lo soportaba en secreto. Pero ahora, con la adición del toqueteo, todavía no tenía el corazón para usar violencia contra la violencia. Era como si hubiera mimado a un niño y ahora tuviera que cosechar lo que sembró.

Pero, por desgracia, no podía evitar mimarlo.

Su corazón no podía soportar ese impenitente enamoramiento suyo, no podía soportar dejarlo afuera de la puerta con una serena sinceridad fría e indiferente.

Mucho tiempo después, cuando ambas respiraciones ya se encontraban en un completo caos, Jing Qi logró liberar una mano con gran dificultad. Con la palma un poco fría, agarró tenazmente la nuca de Wuxi, lo alejó con fuerza y retrocedió abruptamente un gran paso, golpeándose la espalda contra la puerta.

Frunció el ceño, extendiendo la mano para palpar la comisura de su boca. Realmente dolía y la piel se había rajado. Limpió enfurecido la espuma ensangrentada que salía de ella y dijo con vigor y enojo:

—Wuxi, ¿eres un perro acaso?

La respiración de Wuxi aún no se había ralentizado, pero el rubor de su cara disminuyó rápidamente y poco a poco se saturó de blanco. Sus ojos cayeron sobre los labios levemente rojos e hinchados del Jing Qi que había mordido. Su corazón palpitó un poco y enseguida apartó rápidamente la mirada. La rabia ferviente se retrajo y la impotencia se elevó.

—Tú...

Pensó en cómo le gustaba tanto, pero siempre estaba haciendo lo incorrecto y siempre lo hacía infeliz. En ese momento, en su corazón casi surgió un sentimiento de congoja: innumerables montañas y ríos se podían medir, pero solo el camino al corazón de esta persona estaba tan oculto y era tan desconcertante.

Pero Jing Qi suspiró suavemente y de repente jaló a Wuxi cuyos ojos se agrandaron por la cintura. El rostro del hombre quedó al alcance de la mano, con una delicada respiración que caía sobre su cara, lo que hizo que el color que acababa de encogerse surgiera una vez más, y escuchó una risilla de parte de Jing Qi.

—Aprende bien, cachorro. Si me muerdes los labios, ¿cómo puedo salir y reunirme con la gente?

Los sesos de Wuxi se molieron en un instante, con un latido que se aceleró como si detonara. Jing Qi bajó un poco la mirada y le jaló un poco la cabeza, acercándose para deslizar suavemente la punta de su lengua contra sus labios. Wuxi no pudo evitar abrir la boca, como un niño confundido e ignorante que aprendía por primera vez lo que eran los sentimientos profundos. Era novedoso y excitante y los diminutos paseos de la contraparte provocaban el incesante temblor de su alma.

Además, la estimulación sensorial que recibió cuando se dio cuenta de quién lo estaba besando con delicadeza y suavidad prácticamente le dificultó el autocontrol. Su último poco de conciencia también sucumbió ante el caos absoluto.

El tiempo pareció detenerse durante un largo, largo rato.

Tan pronto como Jing Qi lo soltó, Wuxi no pudo evitar apretar la mano alrededor de su hombro, con una apariencia mareada.

Jing Qi, como un hombre que no tenía mucha integridad o moral, de repente sintió que se estaba aprovechando de él. Debido a esto, sonrió falsamente mientras le palmeaba la cara con suavidad, bromeando. —Qué niño más inexperto eres.

Como era de esperarse, la cara de Wuxi se ruborizó aún más.

En efecto, inexperto. Jing Qi entonces enroscó los ojos junto con su sonrisa.

Wuxi sintió que sus brazos de repente se vaciaban y agarró automáticamente la manga de Jing Qi, sonando cautivado. —Beiyuan.

Jing Qi respondió arrastrando la voz:

—¿Hmmm?

Wuxi miró esos ojos que seguían un poco pícaros, con una expresión risueña que todavía no se desvanecía, pero que parecía rebosar de esplendor y color. —En esta vida mía, serás el único en mi corazón. En la próxima vida y la vida después de eso, mientras mi alma no se haya dispersado, te recordaré por siempre.

Jing Qi de repente sintió como si le hubiera arrancado una entretela. Recordó abruptamente ese solemne Puente de la Impotencia y esa inmensa franja de flores de equinoccio que sangre parecía. Solo bajó la mirada y sonrió. —No sé quién seré en la próxima vida.

—La cabeza no lo recordará, pero el corazón sí —respondió Wuxi—. Debo haber dicho algo como esto en una vida pasada.

Estaba excepcionalmente serio, como si recordara los eventos de su vida pasada. Jing Qi de repente levantó la cabeza para mirarlo y Wuxi solo sintió que la expresión que su mirada tenía era algo difusamente peculiar. —No... recuerdo que hayas dicho algo así en mi vida pasada —escuchó la respuesta de Jing Qi.

—Incluso si no lo dije para tus oídos, tuve que haberlo recitado un millón de veces en mi corazón mientras miraba tu espalda.

Jing Qi no pudo evitar alzar una mano para tocarse el entrecejo, pensando por dentro: ¿Cómo este tipo podía ser tan tonto? Solía tener una cara que parecía papel maché y era tanto terco como idiota... En esta vida, esa naturaleza estaba establecida y no había cambiado en absoluto.

—¿Me escucharías, Beiyuan? —preguntó Wuxi en voz baja.

Jing Qi hizo una pausa y asintió en silencio.

La voz de Wuxi pareció suavizarse aún más, aunque las palabras que dijo no fueron particularmente suaves. —No te tiene que gustar nadie más. Yo no querría lastimarte, pero si te gustan otras personas, mataré a todas y cada una de ellas.

Sabía que lo siguiente que Jing Qi diría estaría en la línea de "no digas tonterías", por lo que se apresuró a expresar:

—No estoy diciendo tonterías. Cumpliré con mi palabra.

El discurso de Jing Qi se sofocó y lo miró con bastante impotencia. —Ah.

Pero Wuxi no lo dejó pasar. —Recuérdalo.

Jing Qi descorrió la manga de su mano y le dio palmaditas en la espalda. —No estoy tan viejo como para confundirme y no poder recordar nada —regañó con una sonrisa.

Wuxi al fin se rio en silencio y tiró gentilmente de la cuerda roja que colgaba del cuello de Jing Qi. Al ver que el anillo seguía allí, dijo:

—Si hay peligro aquí, no me iré. Incluso si tengo que irme, incluso si de momento no puedo llevarte, tengo que saber que estarás bien. Si realmente no puedo traerte conmigo en el futuro, solo lleva esto contigo y siempre podrás encontrarme. Esta es una reliquia sagrada de nuestra Nanjiang, legada de generación en generación de chamanes. En esta vida, su custodia solo se le puede entregar a una persona.

Jing Qi quedó estupefacto. Recién descubrió que la baratija que había estado usando durante años era realmente tan formidable. Su cuello inmediatamente se sintió más pesado.

Wuxi besó devotamente ese anillo de jade verde, lo cubrió de calor dentro de la palma de su mano y lo metió de vuelta a las solapas de Jing Qi.

El odio mutuo era inferior a las mareas de confianza; el anhelo mutuo provocaba la ilusión de que tan profundo el mar no era. Sin la vejez, los sentimientos eran difíciles de extinguir.

En pleno verano de este año, la tribu Vakurah precipitó a sus soldados hasta las murallas de la ciudad con una fuerza feroz y bestial. Tan pronto como los élites de la Gran Qing terminaron de equiparse, las puertas del norte de la ciudad se abrieron de par en par, con armaduras frías como cubiertas de escamas de peces. El príncipe heredero Helian Yi ascendió como regente en la despedida, con el ejército de aspecto ilimitado solemne y silenciosamente desplegado justo ante sus ojos. Su hermano mayor vestía un uniforme militar y blandía un largo sable. Pronto iba a partir.

El día interminable brillaba, no se veían nubes en su extensión.

Tras la oración convencional a los dioses y el vino otorgado en cálices metálicos, Helian Zhao se preparó para galopar. No obstante, sus movimientos de repente se volvieron a detener, dio vuelta la cabeza, miró a su hermano menor y sonrió, hablando en un volumen que solo ellos dos podían oír claramente:

—Príncipe heredero, no sé si viviré o moriré en este viaje. Hay un secreto en mi mente, y si no lo digo ahora, probablemente me lo llevaré a la tumba.

No hubo ningún cambio en la expresión de Helian Yi. —Estás a punto de entrar a la batalla, hermano mayor. No digas palabras tan amenazantes. Lucha en nombre del territorio de la Gran Qing, pero también cuídate.

Helian Zhao carcajeó con una voz brillante, pues no había esperado poder recibir semejante consejo fraternal en vida. Eran como enemigos en el pasado, y una vez que regresara de esta campaña, la situación probablemente sería una en la que no habría descanso hasta la muerte. Solo en este instante se sintió casi verdaderamente relacionado por sangre con el jovenzuelo elegante, pero astuto y profundo que tenía ante sí.

Pero... al final del día, el amor en la familia celestial era tornadizo.

Poco tiempo después, reprimió su expresión sonriente y bajó aún más la voz. —Probablemente no lo sepa usted, príncipe heredero, pero en mi niñez, una vez irrumpí por error en el dormitorio del padre emperador y sin querer vi un secreto suyo. Hay un compartimento oculto debajo de su cama.

Se subió al caballo, doblando el torso para mirar con arrogancia al que estaba abajo. —Qué secreto es, que lo diga yo no es adecuado. Si el príncipe heredero desea saberlo, bien podría ir a verlo por sí mismo.

Después de eso, sin esperar la respuesta de Helian Yi, tiró las riendas de la cabeza del caballo para voltearlo y gritó fuertemente:

—¡En marcha!

Los estandartes ondeaban con el viento occidental, el humo y el polvo miserables.

Con la despedida del gran ejército, Helian Yi regresó al palacio sin decir una palabra. Primero fue a reportar e informar a Helian Pei.

Esos asesinos habían asustado mucho a Helian Pei. Su corazón de héroe se había desinflado firmemente y ese coraje se filtró, lo que lo volvió a convertir en un cobarde. Extremadamente receloso de todos incluso a plena luz del día y con pesadillas constantes, solo se atrevía a cerrar los ojos al encender lámparas por la noche y después se contrariaba todo el día.

Estaba reclinado en la cama, entrecerrando los ojos mientras escudriñaba atentamente a Helian Yi. Este hijo era tan extremadamente filial y obediente como siempre, sin un indicio visible de impúdicos, sin decir jamás una palabra de más y sin tener jamás la idea de pasarse de la raya al hacer algo que no debería. Solía pensar que su hijo menor era demasiado honrado, incomprensivo de cómo ser dúctil y siempre sufriendo por sí mismo y los demás, por lo que temía que le sucedieran contratiempos en el futuro.

Ahora, de repente se dio cuenta de que, de los tres hijos que tuvo en su vida, ninguno era tan calculador como Helian Yi.

Hace diez años, Helian Pei había estado preocupado de que los hermanos mayores le arrebataran el poder al menor y no pudiera sobrevivir, razón por la cual quiso acercarlo deliberadamente al joven chamán de Nanjiang para que tuviera un lugar en el que refugiarse más tarde. Sin embargo, después de una década, Helian Pei descubrió que esos hermanos mayores ya no eran rivales para él.

Estaba viejo y no tenía fuerzas para lidiar con las cosas, pero por dentro lo tenía más o menos claro. Escuchó en silencio las palabras éticas y convencionales de Helian Yi y agitó la mano para expresar que estaba al tanto. El joven eunuco Wang Wu trajo medicina y Helian Yi la tomó con la mano, atendió personalmente a Helian Pei para que la bebiera y después sacó la almohada que le abultaba la espalda para ayudarlo a acostarse.

Había algo calmante en la medicina. Helian Pei ya había estado carente de vigor y ahora se puso somnoliento.

—Retírense primero —susurró Helian Yi a Wang Wu y al eunuco Xi—. Yo atenderé al padre emperador, solo.

Claro, ninguno de los dos se atrevió a interferir con la piedad filial del príncipe heredero y se retiraron diplomáticamente. Helian Yi se sentó al costado, esperando a que Helian Pei se quedara completamente dormido. Al escuchar su respiración constante y pesada, supo que la medicina había surtido efecto y la duermevela era real.

Se inclinó, usando la mano para hurgar un poco debajo de la cama del dragón. Efectivamente, sintió un pequeño mecanismo en un lugar ordinario y discreto. Lo torció y abrió un pequeño compartimento secreto. En esa fracción de segundo, tuvo un mal presentimiento, como si Helian Zhao le hubiera tendido una trampa antes de irse y no pudiera permitirle eso.

Vaciló un poco y volvió a encajar el panel. Empezó a leer los memoriales a su lado, pero no pudo concentrarse durante mucho tiempo. Una voz en su interior lo acuciaba constantemente: "Echa un vistazo, echa un vistazo al secreto que el padre emperador ha escondido durante tantos años". Cuanto más lo reprimía, más curiosidad sentía. Tras un poco menos de media shichen, al final ya no pudo soportar el tormento en su mente y desenroscó el panel una vez más.

De modo experimental, estiró cuidadosamente una mano al interior y sacó un cofre de madera envejecida. Le asombró descubrir que él y su viejo padre inútil realmente tenían un parecido difícil de creer. En el Palacio Oriental, él también había empaquetado en un cofre el retrato de ese hombre que había dibujado hace mucho tiempo y esas cositas triviales, para después colocarlos prudentemente en un compartimento secreto. Su mente se agudizó abruptamente y supuso vagamente lo que había dentro.

Lo abrió y dentro ciertamente había algunas bolsas bordadas, pañuelos y otras chucherías similares, junto con un papiro dibujado. Helian Yi sonrió en silencio, pensando que seguían siendo diferentes: mirando estos objetos, la amada del padre emperador al menos era mujer. Le dio un vistazo a Helian Pei, vio que todavía estaba profundamente dormido y abrió suavemente el papiro.

Como era de esperarse, dibujada en el papiro había una mujer extremadamente hermosa.

Con una falda que el viento levantaba, su largo cabello desparramado, con las yemas de los dedos un poco levantadas y las comisuras de su boca en una sonrisa, la separación de lo realista era prácticamente diminuta. Helian Yi primero inhaló de admiración, pero poco después sintió que algo andaba mal, ya que la mujer de la imagen... era un poco familiar.

Alguien de repente se le vino a la mente y el papiro casi se le cayó de las manos. Se quedó estupefacto en el lugar, ya que había visto a esta mujer en su infancia. Era aquella cuya sonrisa era hermosamente devastadora, pero también una belleza que sufrió un destino fatídico... ¡La princesa consorte Nan'ning!

Era pequeño cuando falleció, pero la razón por la que podía recordarla tan claramente era porque los hijos se parecían a sus madres, y sus rasgos, con un análisis detenido, se parecían mucho a los de Jing Qi.

¿Por qué... había un retrato de la princesa consorte Nan'ning debajo de la cama del padre emperador? En ese momento, un pensamiento se esparció instintivamente por su mente: ¿Beiyuan realmente era hijo del príncipe sénior? ¿Su apellido en realidad no debería... ser Jing?