Capítulo 45: El noble alegró un corazón

Con un suspiro de pesadumbre, Jing Qi se refregó la cara con fuerza y lentamente se puso de pie. —¿Y ahora qué le pasa?

Ping'an lo miró con vergüenza y, poco después, Jing Qi entendió la razón. Wuxi no solo irrumpió empecinadamente, sino que sus pasos se tambalearon de modo que casi se sumergió de cabeza en su pecho.

Con sus fosas nasales asoladas por un irritante olor a alcohol, Jing Qi frunció el ceño. Por otro lado, Wuxi se balanceaba mientras luchaba por agarrarle la manga en un deseo de incorporarse por sí mismo, con ojos entreabiertos que parecían desenfocados.

Nuahar y Ashinlae lo perseguían, pero se detuvieron en seco casi al mismo tiempo, mirándose el uno al otro.

Ashinlae extendió un dedo para señalar a Wuxi, dándole a Nuahar un tipo de mirada ingenua e inquisitiva. Este último bajó su mano ignorante con enfadó y dio un paso al frente para hablar. —Príncipe, el día de hoy el joven chamán parece estar descontento por algo y bebió mucho. Ciertamente no vino a disturbar a propósito.

Jing Qi estaba sujetando a un borracho que no dejaba de tambalearse, tampoco de intentar apartarlo para poder incorporarse por sí mismo. Se le hinchó la cabeza al doble de su tamaño. ¿No es esto suficiente desorden...? Este tipo no es liviano.

—¿Y ahora qué? —preguntó distraídamente mientras mantenía una mano encima de Wuxi.

Este último forcejeó hasta que se liberó de ella, empujándola y simultáneamente usando todas sus fuerzas para agarrarle la manga. —No me ayudes... Estoy de pie, puedo... puedo caminar... yo solo... —masculló.

Después de eso, un montón de palabras vassa de Nanjiang se mezclaron con incoherencia, dejando incognoscible lo que sea que estuviera murmurando.

Jing Qi no podía retenerlo ni siquiera cuando estaba sobrio, ni hablar ahora que tenía la completa fuerza bruta de un borracho. Wuxi se aferraba con fuerza a la manga de su túnica prácticamente nueva como si la considerara una barandilla y Jing Qi casi fue arrastrado hacia abajo hasta el punto de no poder estar de pie. Tras retirar su propia mano, se escuchó un sonido de desgarro: la manga de esa túnica se había rajado hasta el codo.

Puso los ojos en blanco, pensando por dentro que esta "manga cortada" realmente le hacía honra al nombre esta vez.

El sonido del desgarro de la seda estremeció a Ashinlae y Nuahar. La cabeza de Wuxi también pareció despabilarse un poco. Con la expresión de sus ojos no tan desordenada, se quedó mirando a Jing Qi durante mucho tiempo y preguntó:

—¿Be... Beiyuan?

Jing Qi encarnó una ceja, mostrándole una sonrisa falsa. —Difícil debe ser para usted recordarme todavía.

Wuxi permaneció en su lugar durante bastante rato, todavía sujetándole la manga medio rasgada y mirándolo estúpidamente, como si su conciencia no pudiera reaccionar. Cuando Jing Qi pensó en cómo el clima ya no era cálido y también en cómo el hecho de que una unidad se mirara a los ojos mientras se encontraba en un grupo con otras personas era inapropiado, usó el dorso de la mano para palmearle la cara. —Despierta, despierta. Ping'an, anda a la cocina y trae una decocción de sobriedad para el joven chamán.

Antes de que pudiera terminar de hablar, Wuxi le agarró la mano abruptamente. Su temperatura corporal beoda era bastante alta y la palma inesperadamente lo quemó un poco. Solo escucho susurrar ambiguamente al gato borracho:

—No beberé. No traigas. Tengo algo que decirte.

Ashinlae inclinó la cabeza para volver a mirar a Nuahar, con una vaga premonición. Nuahar lo fulminó con la mirada: Deja de hablar, no estropees esto.

—Bueno, bueno, bueno. Vayamos al estudio a sentarnos, entonces puedes decir lo que tengas. Le diré a Ping'an que te traiga...

—Tú... tú, has que todos se vayan. No necesito que traigan nada... —Wuxi dio un paso al frente y sus rodillas se suavizaron, lo que casi provocó que se postrara en el suelo.

Jing Qi rápidamente dobló su brazo para sujetarlo por la cintura, inseguro de si reír o llorar ante este tormento. —Aún faltan dos meses para el Año Nuevo. ¿Por qué estás siendo tan cortés? Ni siquiera he preparado los sobres rojos todavía, sabes.

—Haz que se vayan... ¡Que se vayan! —respondió Wuxi, aturullado y desconcertado.

Teniendo en cuenta que este pandemonio requeriría esfuerzo físico cuando sus sesos ya habían estado girando sin cesar durante todo un día, Jing Qi les hizo señas a los que los rodeaban. —Ya escucharon, ¿eh? El joven chamán quiere que se vayan —giró la cabeza para hablar con el par Ashinlae-Nuahar—. Si no se sienten cómodos, busquen un lugar para descansar ahora... Ping'an, que la cocina prepare una decocción de sobriedad.

—Dije que no be...

—Sí, sí, sí, no vas a beber. Me la voy a beber yo, ¿bueno?

Jing Qi tomó uno de los brazos de Wuxi y lo colgó sobre su hombro. Su propio brazo pasó por debajo de sus costillas y lo ayudó a entrar al estudio para acomodarlo en una silla. Para cuando se enderezó, el clima de finales de otoño realmente le había llenado la cabeza de sudor.

Wuxi se encogió en la silla y lo miró atentamente, con risillas.

Jing Qi volvió a suspirar. —Esto va a ser la totalidad de lo que les debo... Beber té siempre está bien, ¿cierto?

Wuxi resopló suavemente por la nariz, a modo de aparente respuesta.

—De hecho, mis estándares son altos —reprendió Jing Qi con una sonrisa—. Este señor aún no les ha servido agua a los demás.

Se dio la vuelta, levantó la tetera para sopesarla y tomó una taza. Luego de enjuagarla y tirar el agua al suelo, volvió a verter el té, comprobó la temperatura con el dorso de la mano y otra vez se dio la vuelta.

—Wu...

Ese giro lo asustó. Sus ojos habían estado cerrados a modo de reposo recién y la iluminación del estudio era tenue para empezar, por lo que no tenía idea de cuándo Wuxi había llegado silenciosamente a pararse a sus espaldas. Un par de ojos negrísimos lo miraban directamente sin parpadear. Su tez que normalmente tenía una palidez patente estaba tan demacrada y amarillenta como la de un muerto, con ojeras debajo de los párpados y su ropa y cabello dispuestos en un horrible desastre. Era la viva imagen de alguien que había salido arrastrándose de un cementerio en medio de la noche.

Por un momento, Jing Qi de repente sintió que había regresado al inframundo. Cuando volvió en sí, no pudo evitar pegarle a Wuxi en la frente. —¿Por qué te levantaste de repente? Habrías medio matado del susto a una persona más cobarde —encajó la taza de té en su mano—. Bebe.

Wuxi la aceptó obedientemente, inclinó la cabeza hacia atrás y se bebió hasta la última gota, pero su mirada no se apartó del rostro de Jing Qi ni por un segundo. Cuando terminó, todavía estaba lo suficientemente consciente como para colocar la taza sobre la mesa. Esa mirada le erizo todos los pelos del cuerpo a Jing Qi. A sabiendas de que los borrachos no tenían ningún tipo de racionalidad, sonrió para persuadirlo. —Hay una pequeña cama detrás del biombo. Anda a recostarte un rato y llama a alguien cuando estés sobrio. ¿Qué asunto fue tan terrible que bebiste tanto vino por ello? Anda, anda a recostarte. Te llamaré cuando la decocción llegue en un ratito, ¿de acuerdo?

—No.

Jing Qi negó con la cabeza. —Dime entonces, ¿qué ocurre? —dijo mientras ejercía paciencia.

—El emperador dijo que te iba a confinar.

No se sabía si el poder del alcohol se había apoderado completamente de él o si se había desvanecido un poco, pero su lengua no era tan grande como acababa de ser recién. Sus palabras eran más lacónicas, con una expresión facial de cejas rectas y ojos vacíos. Dado que no comprendió del todo lo que quiso decir, Jing Qi respondió con desgana:

—Son solo tres meses. Después del Año Nuevo, esto ya estará casi...

Antes de que pudiera terminar, Wuxi lo interrumpió:

—Porque dijiste que querías tomar a un hombre como esposa.

...¿Por qué incluso este chico sabía sobre eso?

Jing Qi estaba empezando a sospechar que, si es que lo dejaban ir después de tres meses, todos los capitalinos sabrían que la Gran Qing se había producido un príncipe al que le gustaba montar puestos de adivinación y visitar prostíbulos de mala muerte. Su sonrisa se puso rígida automáticamente. —Eh... lo hice enojar a propósito —dijo con un poco de vergüenza—. Además, está ansioso por cortar mi linaje lo antes posible, así que se sintió bastante aliviado...

El cerebro de Wuxi probablemente no estaba funcionando muy bien. No se sabía si había escuchado o no, ya que simplemente se repitió:

—Vas a casarte con un hombre. Nuahar me dijo que de quien hablaste era un hombre.

Jing Qi soltó una risa forzada. —No dije que me iba a casar con él.

Wuxi se balanceó y después tambaleó. Antes de que Jing Qi pudiera usar las manos para ayudarlo, se volvió a incorporar y se rio de una forma extraña un par de veces. —Dijiste... que te gusta...

Wuxi por lo general no hablaba mucho y su tono de voz era mayormente profundo y bajo. Sin embargo, esta risa que emitió tenía cierta similitud al alarido de un búho. Escucharla incluso hizo que Jing Qi se sintiera un poco cauto y se dijo mentalmente que nunca antes había conocido a un niño tan difícil de engatusar como este. Cuando lo vio balancearse otra vez sin viento alguno, lo alcanzó para jalarlo del codo. —No le estás prestando la debida atención a tus estudios. ¿Dónde escuchaste palabras tan oprobiosas? Es más...

No había llegado al final de sus palabras cuando Wuxi de repente le atrapó la muñeca. Jing Qi se estremeció. Apartándose inconscientemente, dobló el codo y le golpeó el punto de acupuntura shanzhong en el pecho. No se atrevió a ejercer demasiada fuerza por miedo a lastimarlo, simplemente le dio un suave toque que lo obligó a liberarlo con un gruñido ahogado y deprimido. Tras rescindir su fuerza, echó un vistazo: su muñeca ya tenía un anillo rojo a su alrededor debido al agarre de Wuxi.

Negó con la cabeza. Se dio cuenta de que lidiar solo con este borracho era un poco desafiante. Justo cuando abría la boca para llamar a alguien, Wuxi lo tomó por sorpresa cuando lo embistió abruptamente, con toda su persona estrellándose contra él. Esto le hizo retroceder tres o cuatro pasos seguidos y golpearse el costado de la cintura en una esquina del escritorio. El dolor lo hizo sisear suavemente.

—Eres un...

Wuxi lo abrazó fuertemente con ambos brazos, con el mentón comprimido sobre su hombro. La mitad de su peso se tendió completamente sobre Jing Qi y sus brazos bajaron lentamente hasta que, por casualidad, se adhirieron a la zona que recientemente había hecho chocar en la esquina del escritorio. Jing Qi no necesitaba ver para saber que definitivamente se había puesto verde. No pudo evitar empujarlo mientras lo regañaba. —¡Eres un bastardo! Comiste bolas de hierro mientras crecías o qué... ¡Tsss, suéltame!

Pero el otro lo abrazó con aún más fuerza, susurrándole al oído de una manera casi inaudible. —Voy a matarlo...

Jing Qi quedó estupefacto. —¿Qué dijiste?

Wuxi se echó a reír. Sonaba como si la risotada estuviera reprimida dentro de su garganta y no se detuvo, lo que enronqueció su voz. Aun así, eso mezclado con el sonido del llanto hizo que la piel de gallina apareciera sobre todo el cuerpo de Jing Qi, quien solo lo escuchó responder intermitentemente:

—Quien sea que te guste es a quien voy a matar. Voy... voy a agarrarlo y se lo daré de comer a mi serpiente. Una vez que esté limpio y muerto, serás mío... jejejeje... Serás mío...

En ese momento, Jing Qi se olvidó por completo de incluso forcejear. Lo único que sintió fue un hormigueo en el cuero cabelludo mientras yacía enraizado en el lugar, como si Leigong del noveno cielo lo hubiera partido.

Wuxi continuó empecinadamente:

—Quiero... quiero llevarte a Nanjiang. No te puede gustar nadie más. Te trataré muy, muy bien. Que no te guste nadie más, Beiyuan, que no te guste nadie más...

Roció su fuerte aliento alcohólico en el cuello de Jing Qi. Poco después, prácticamente cedió a sus instintos: lo sostuvo fuertemente en su pecho, y de una manera tanto frenética como intensa, le mordió el cuello. La temperatura de su cuerpo parecía arder. Jing Qi de repente volvió en sí, empujándolo con muchísima fuerza.

Wuxi ya se encontraba de pie con cierta inestabilidad, por lo que su empujón lo mandó un buen par de pasos hacia atrás. Se detuvo solo cuando su espalda chocó contra la puerta del estudio. Con el cuerpo flácido, se deslizó lentamente por las tablas de madera. La expresión de sus ojos aturdidos no muy sobrios pareció solidificarse con las relucientes lágrimas, pero al mirar con más detención, sus comisuras volvían a estar secas, solamente reflejando la luz. Esa mirada impolutamente negra estaba rebosante de tristeza y dolor, como si fuera a manifestarse tan pronto como cerrara los ojos.

Su boca siguió llamando "Beiyuan ... Beiyuan...", para entonces quedar incapacitado de levantarse ante el caos de su mente, cerrando los ojos con la cabeza torcida hacia un lado.

Jing Qi levantó la mano poco a poco para cubrir el lado de su cuello que había sido mordido hasta algo de estado miserable. Le dolía la cabeza como si una contienda se estuviera librando en su interior y su mente estaba tanto desconcertada como molesta.

Se acercó luego de un largo rato, se inclinó y levantó a Wuxi con un poco de esfuerzo. Lo colocó suavemente sobre el pequeño sofá de descanso detrás del biombo del estudio, levantó una manta bordada para cubrirlo, se dio la vuelta y se fue. Le ordenó a Ping'an que hiciera que alguien le diera un cuenco de decocción de sobriedad y le pidió a alguien que notificara a Ashinlae y Nuahar que podían irse primero. Al regresar a su habitación, con un aspecto desdichado se cambió la ropa.

La escena de la noche estaba tranquila, la luz de la luna se disolvía. Por lo general, ese joven expresaba poco a poco el sonido de la risa con su expresión. El patio académico estaba en silencio y debajo de los árboles ese niño parecía estar tranquilamente concentrado en la reflexión, con el ceño fruncido de ansiedad, con algo apenas enterrado en el fondo de su corazón. En este momento, una ráfaga de viento otoñal sopló el polvo asentado, como si en su mente reapareciera la vívida imagen.

Solo lo consideraba como un amigo magnánimo y contumaz. Nunca habría imaginado que... realmente tenía estos pensamientos, realmente tenía...

Había nubes de engaño y mareas de ardid dentro de la corte. Ninguna de las luchas de los partidos lo había hecho vacilar ni un poco, pero por las palabras borrachas de ese joven, perdió el sueño durante la mitad de la noche.