Capítulo 44: Condena

El príncipe Nan'ning Jing Beiyuan era típicamente favorecido y mimado, corría como loco por la capital con un equipo –compuesto por el emperador y el príncipe heredero– que lo respaldaba. Tanto el primer como el segundo duque lo odiaban profundamente por diferentes razones, pero nunca tenían forma de atraparlo.

Pero ahora de repente lo pusieron bajo arresto domiciliario.

Había secretos por todas partes en las profundidades del palacio, y por esa mismísima razón dejaban de ser secretos. Además de eso, Helian Pei había espetado su pregunta experimental y el movimiento de Jing Qi fue espontáneo e improvisado, carente de una evitación meticulosa del tabú. El resultado fue que, en el transcurso de un día, la razón por la que el príncipe Nan'ning recibió un arresto domiciliario de tres meses se extendió prácticamente por toda la ciudad imperial.

Literalmente todo el mundo se alborotó.

En el Palacio Oriental, Helian Yi quebró vigorosamente una taza, los fragmentos de porcelana rota cortaron su respetada mano hasta que goteó sangre. Un par de jóvenes sirvientas palaciegas a su lado se aterrorizaron: unas rápidamente salieron corriendo a llamar a un doctor imperial y otra se arrodilló, sujetándole cuidadosamente la mano y quitándole los pedazos de porcelana. Antes de que los hubiera limpiado, Helian Yi de repente la apartó bruscamente, se levantó y salió a zancadas.

Su sirviente personal, Yu Kui, traía té de afuera en ese momento. Casi chocó directamente con Helian Yi, pero lo apartaron con un empujón. Al darse cuenta de que su expresión no estaba bien, Yu Kui ignoró todo lo demás mientras lo seguía apresuradamente y le gritaba repetidamente:

—Su Alteza, Su Alteza, ¿a dónde se dirige, ah...? Está usted...

Las palabras de Helian Yi parecieron exprimirse de las grietas de sus dientes. —Anda... trae gente para asediar esa Casa del Crisantemo o como se llame. Además, ese Ming Hua... quiero ver de qué está hecho. Sus argucias son gigantes, para haber descarriado y seducido a un funcionario de la dinastía miembro de la casa imperial... Bien. ¡Muy bien, muy bien!

¿Por qué razón esa gentuza es perfectamente aceptable, mientras que yo no? Un corazón que estima, un corazón que durante tantos años no se ha atrevido a pasarse en lo más mínimo de la raya... ¿Se le dio de comer todo a los perros?

¿Te considero un tesoro y tú me correspondes entregándote al libertinaje?

Yu Kui corrió ansiosamente frente a Helian Yi, jadeante, y se arrodilló en el suelo con un ruido sordo mientras le abrazaba la pierna. —¡Su Alteza, no debe hacerlo en absoluto! En estos momentos, el asunto del príncipe está desatando un escándalo en toda la ciudad. Si reuniera usted una fuerza enorme para arrestar a un solo prostituto en esta coyuntura y se corriera la voz, ¿qué diría la gente? ¿Qué pensaría el emperador? ¿Qué sería también de la reputación del príncipe heredero? No está us-usted pensando en nadie más, tampoco en nuestro montón de sirvientes en el Palacio Oriental, pero ¿puede pensar aún en nuestra Gran Qing? ¡Debería pensar esto en detalle, ah, Su Alteza!

Los ojos de Helian Yi estaban totalmente rojos. Quería forcejear para liberarse, pero Yu Kui lo obstaculizaba como si su vida dependiera de ello. Se tambaleó. Al sentir que había cierta oscuridad ante su mirada, inconscientemente extendió la mano por el aire para agarrarla. Por suerte, un guardia imperial cercano que observaba notó la rareza en su complexión y rápidamente se acercó para sujetarlo, impidiendo que se derrumbara en el suelo en el lugar.

El príncipe heredero –que normalmente sonreía suavemente cuando se cruzaba con personas, sin alegría ni enojo distinguibles– tenía la cara tan blanca como el papel, y sumado a su mano que no dejaba de sangrar, lucía espantoso sin importar cómo se lo mirara. Yu Kui se levantó frenéticamente, enmarcado por guardias imperiales a su izquierda y derecha.

—¡¿Su-Su Alteza?! ¿Dónde está el doctor? ¿Se murió? ¿Lisiado? ¡¿Por qué no está aquí todavía?!

Helian Yi lo agarró por los hombros con todas sus fuerzas, con los ojos abiertos. La ansiedad y la furia le atacaban el corazón en este momento y el color sangriento de sus labios se había desvanecido. Del interior de su garganta escupió algunas palabras en voz baja:

—Prepara un carruaje y diríjanse... a la residencia del príncipe Nan'ning.

El viaje del palacio a la residencia no fue largo, pero sintió que toda una vida había pasado. Cuando emergió, su mente estaba en blanco de la ira, pero a medida que poco a poco pasaba el tiempo, parecía sentir una impotencia que también subía poco a poco.

Pensó en el cambio gradual del otro de la niñez a la adultez. Pensó en esos ojos vibrantes y cristalinos, pero abismales. Pensó en su rostro embadurnado de amarillo enfermizo mientras sostenía un bastón roto, con un dedo largo y delgado que apuntaba al agua remanente en la mesa en la ribera del sur, diciéndole en un tono silente que "esta palabra no tiene afinidad".

Se sentía como si estuviera girando sobre un lecho de clavos, y no podía decir exactamente dónde le dolía.

No alabes este lugar por estar separado del reino, pues solo tiene la mitad del maquillaje de la consorte Xu... El reino está a la izquierda y ese hombre está al costado. Dentro del mundo secular, hay todo tipo de sufrimientos por buscar, mas no que se puedan conseguir. Razones para que ustedes, descendientes imperiales del dragón, puedan evitarlos jamás han existido.

Qué alegría había... ¿Qué alegría había en la vida?

Lo que era tener un cuchillo torcido en el corazón, lo que era estar roto de congoja... ahora lo sabía.

El dolor era tan feroz. Quería llorar, pero ese montón de aire melancólico se sentía en su pecho como si fuera a rompérselo. No subía ni bajaba, yacía atascado allí de tal manera ni siquiera podía desahogarlo.

Año tras año en el pasado, varias veces le habían lastimado el corazón. Varias veces, por él. Varias veces...

Apenas se dio cuenta de cómo llegó a la residencia. Un poco aturullado, empujó a la persona que custodiaba la entrada, y sin esperar siquiera a que le diera algún tipo de aviso previo, se precipitó directamente al interior.

Un estallido de sonido centelleante de repente atravesó el viento. Tan pronto como la conciencia de Helian Yi despertó, no pudo evitar detenerse y levantar la mirada. Había una serie de coloridas cintas de seda colgando de la puerta del estudio de Jing Qi, con hileras de pequeños cascabeles en sus extremos, las que se dividían en dos segmentos y colgaban un pequeño conejo de jade en cada uno. A medida que la brisa llegaba, los cascabelitos se balanceaban de izquierda a derecha, lo que hacía que los conejos chocaran de vez en cuando como si estuvieran vivos, amigables y retozando.

El ruido del choque de los cascabeles y el jade verde era similar a una tranquilizante música celestial. En el lapso de lo que pareció un segundo, extrañamente hizo que la mayoría de la masa de ira horriblemente retorcida en su pecho se disipara.

Se quedó allí, mudo, observando durante un largo rato. Señaló entonces las cositas atadas. —¿Desde cuándo está colgado eso ahí? —preguntó.

Ji Xiang, que le había seguido el ritmo a todas las velocidades durante todo el viaje, respondió apresuradamente:

—De ese par de conejos de jade, solo uno salió de la residencia y el otro lo trajo el príncipe de afuera de no se sabe dónde. Hizo que los colgaran allí ese día y nada más dijo que era un regalo de un viejo amigo. Al verlo con frecuencia, podría volver al pasado y también sentirse un poco mejor por dentro.

—¿Mejor? —preguntó Helian Yi, prácticamente hablando dormido—. ¿No se siente bien?

Antes de que Ji Xiang tuviera tiempo de hablar, se escuchó a alguien interrumpir y salir del costado. —El emperador puso a este súbdito bajo arresto domiciliario por tres meses, ¿acaso no es suficiente para no sentirse bien?

Jing Qi salió del estudio medio cubierto. Su cabello aún no había sido recogido y había rastros de sangre en su frente, pero no había nada de vergüenza. No parecía como si el emperador lo hubiera reprendido recién, sino como si acabara de regresar de una excursión. Tan pronto como vio la mano de Helian Yi que estaba cubierta de manchas de sangre, su expresión cambió y avanzó un par de pasos. —¿Qué sucede, príncipe heredero? —giró la cabeza para regañar a Yu Kui—. ¿Estás muerto o qué? ¿Siquiera pones de tu parte en el trabajo?

Dicho eso, se inclinó con cuidado. Abriendo la palma de Helian Yi, la miró detenidamente y se dirigió a Ji Xiang. —¡Anda a buscar la pomada que el señorito Zhou trajo la última vez, rápido!

Helian Yi resopló con sarcasmo. —No me voy a morir todavía.

Jing Qi suspiró. —Mi querida Alteza, ¿con quién se enoja ahora? —dijo con impotencia.

Ji Xiang trotó de regreso con un giro, trayendo consigo una cajita. Jing Qi jaló a Helian Yi para que se sentara en una pequeña mesa de piedra en el medio del patio, los ojos de este último lo miraban sin pestañear.

Vio sus cejas bellas y delicadas levemente fruncidas mientras se inclinaba, con un poco de su fino cabello negro colgando de sus espaldas. Vio cómo lo limpiaba con cuidado, le esparcía la pomada y lo vendaba. Como si no sintiera dolor, de repente se estiró para colocar su otra mano en el hombro de Jing Qi, con sus dedos tocándole el cuello. Casi podía sentir su pulso palpitando allí. Helian Yi pensó que, siempre y cuando cerrara y apretara, este odioso hombre repulsivo nunca podría volver a tomar las riendas de su alma. Siempre y cuando...

Como si hubiera detectado algo, Jing Qi levantó la cabeza. —¿Qué? ¿Le duele, Su Alteza? —preguntó suavemente.

Ese semblante al alcance de la mano hizo que el corazón de Helian Yi se estremeciera y no pudo evitar aflojar los dedos. Escuchó suspirar a Jing Qi. —¿Por qué sufrir este dolor en vano, Su Alteza? No puede usted lastimarse así cuando se enoje con quien sea —murmuró—. En el caso de que realmente se disloque los músculos o huesos, ¿quién podría compensar esa terrible pérdida?

Helian Yi guardó silencio durante mucho tiempo y sonrió con ironía. —¿Y a ti qué te importa eso?

Jing Qi se congeló. Aunque abrió la boca como para decir algo, al final solo bajó las pestañas. Al mirarlas con detención, eran extremadamente largas y parecían trepidar, la persona con una expresión inefablemente taciturna. Helian Yi levantó la mano que le había vendado, agarró el mentón de Jing Qi y lo obligó a levantar la cabeza.

Ji Xiang y Yu Kui eran personas inteligentes. Intercambiaron miradas rápidas y expulsaron al grupo de gente desocupada de los alrededores, para luego también retirarse silenciosamente a la entrada.

Los labios de Helian Yi temblaron un par de veces, ya que de momento no tenía idea de lo que debería decir. Simplemente se quedó mirando atentamente a Jing Qi, a una distancia extremadamente cercana. Este último volvió a suspirar y fue el primero en hablar. —¿Sabe usted de qué hablaron este súbdito y el emperador, Su Alteza?

Helian Yi entrecerró los ojos.

—El emperador dijo... que me permitiría tomar a la princesa Jing'an como esposa.

El estado de ánimo de Helian Yi durante su estancia en la residencia Nan'ning había sufrido tantos altibajos que había adquirido un fuerte sabor nostálgico. Se sorprendió al escuchar esto y reaccionó soltando una exclamación involuntaria:

—¿Qué dijiste?

Jing Qi bajó la voz. —El sénior Zheng derrotó a Duan en Yan. Según la ciudad concedida, esperó, esperó hasta que las murallas fueran lo suficientemente gruesas como para derrocar al rey... La princesa es para mí lo que era la ciudad para Duan. Este súbdito es sincero y no tiene dónde expresar dicha sinceridad. Lo mejor sería deshacerse de las aprensiones ocultas en el corazón del emperador.

Los ojos de Helian Yi se agrandaban cada vez más a medida que lo escuchaba continuar.

—Ahora, el legado del príncipe Nan'ning acaba conmigo.

Cuando los súbditos eran fuertes, el gobernante era débil. Un príncipe de apellido diferente –el primer príncipe de apellido diferente– era una enfermedad en el corazón del emperador. No se le permitía estar demasiado cerca ni demasiado lejos.

Helian Yi se levantó abruptamente, guardando silencio por un largo rato, y de repente abrazó a Jing Qi.

Todo tipo se sentimientos colisionaron en su interior.

La expresión de impotencia y consternación en el rostro de Jing Qi se escondió discretamente en un lugar que Helian Yi no podía ver. Levantó la mano lentamente y le palmeó la espalda, sabiendo en su corazón que... apenas podía obligarse a hacer esto.

Cuando salieron a despedir a Helian Yi, se sintió aliviado. Levantó la cabeza para mirar el cielo oscurecido y se dio la vuelta, regresó al estudio y cerró la puerta. Alguien de repente salió de detrás del biombo.

Zhou Zishu sostenía un abanico plegable con una sonrisa. —Ha usted planeado de antemano de una manera íntegra, príncipe. Muy admirable.

Jing Qi agitó las manos, sin responderle. Se sentó a un lado, un poco exhausto mentalmente. —Aún tendré que molestarte con lo de Ming Hua, hermano Zishu.

Zhou Zishu asintió. —Claro que sí, príncipe, descuide. Ya hice los preparativos necesarios para el señorito Ming Hua. Definitivamente no permitiré que en un momento de impulsividad el príncipe heredero haga algo que deshonre su gracia.

Jing Qi respiró hondo. —Muchas gracias, hermano Zishu.

El vacío en su corazón era inefable, pues esa persona alguna vez fue su prioridad tanto en la vida como en la muerte, fue alguna vez el que pensó implacablemente junto al Puente de la Impotencia, abajo en el Manantial Amarillo. Hoy en día tenía que devanarse los sesos de esta manera para calcular su ira y su alegría, o sus pensamientos. No pudo evitar reír con amargura. —Ni siquiera sé cuándo va a terminar esto...

Zhou Zishu le dio un escrutinio meticuloso a la expresión de Jing Qi. De repente sacó un papel de sus solapas y se lo pasó. —Por cierto, exijo una explicación para esto, príncipe.

Tomado por sorpresa, Jing Qi levantó la mirada para ver que el papel que sostenía era un contrato firmado. Su rostro rápidamente se contrajo.

—Este plebeyo no tiene talento, pero hace unos días, de casualidad descubrí algunas cosas... —continuó Zhou Zishu, con una voz indistinta—. ¿Planea usted construir una residencia separada en alguna otra región, príncipe? Sus subordinados a cargo de la administración son verdaderamente astutos. Le dimos muchas vueltas, pero aun así no pudimos encontrar al comprador de estos títulos de propiedad, y no fue hasta hace poco que con gran dificultad pudimos averiguar algo. Las residencias que ha establecido en privado probablemente no se limitan solo a esta, ¿verdad? ¿Se trata de un capital puramente personal o... es para prepararse para el futuro...?

Jing Qi cerró los ojos y después los volvió a abrir. La expresión que tenían mostraba cierta rendición y vulnerabilidad, junto con un poco de súplica. Abrió la boca, pero ningún sonido salió, y solo se vio que sus labios se movían de una manera extraordinariamente lenta. —Dame un respiro...

Se miraron el uno al otro durante un largo período de tiempo, con uno sentado y el otro parado. Zhou Zishu de repente sonrió con una implicación difusa y levantó la delgada hoja de papel cerca del borde de la llama de una vela, mirando cómo se quemaba poco a poco hasta reducirse en cenizas.

—Te debo una —murmuró Jing Qi.

Zhou Zishu se rio enérgicamente, girándose para irse. —Cuando nos topemos en el paisaje de jianghu, espero que me conceda una copa de vino, príncipe.

Jing Qi también se rio. Independientemente de si el otro estaba demasiado lejos para escucharlo o no, accedió en voz queda:

—Trato hecho.

Se relajó, se inclinó en la silla y cerró los ojos, sintiendo una lasitud como si toda la fuerza de su cuerpo hubiera sido drenada. No sabía cuánto tiempo había estado sentado allí cuando escuchó a Ping'an llamarlo desde afuera de la puerta:

—Amo...

Con los ojos cerrados a modo de descanso, no los movió en absoluto. —¿Qué ocurre? —preguntó en respuesta.

—Amo, el joven chamán está en la entrada... ¿Y si va a echar un vistazo?