Capítulo 43: Reunión para volver a indagar

Zhou Zishu, quien venía a la zaga de Helian Yi, dio un paso atrás y miró pensativamente al Wuxi que estaba a su lado, con el ceño un poco fruncido.

Jing Qi guardó silencio durante mucho tiempo, todavía con esa tez amarillenta y esos párpados inmóviles a pesar de que su corazón había dado varios vuelcos. Ese día en el Palacio Oriental, cuando Helian Yi soltó esas palabras –que parecían pervivir en sus oídos– antes de su partida, un minúsculo indicio de algo diferente se había filtrado vagamente de ellas.

Los asuntos de la vida eran un enorme sueño. El mundo humano había experimentado varios episodios de frío otoñal[1]; tres centurias de amor y odio habían pasado tan rápido como un pestañeo. De principio a fin, como si en un instante sucediera, las mejillas sonrosadas y el precioso cabello se convertían en huesos secos, y la mente cultivada, así como el espíritu caballeroso, se convertían en ceniza voladora.

Durante sesenta y tres años, hubo un invitado inusual junto a la Piedra de las Tres Vidas. Después de sesenta y tres años de tanta ponderación, se dio cuenta de que nunca hubo palabras en esa piedra. ¿No eran ridículas esas supuestas vidas de lazos kármicos?

Lo único constante en este mundo era la impermanencia.

Solo... la impermanencia.

Jing Qi sonrió suavemente y cerró la palma de su mano. —El diccionario une las nubes de yun, el brillo de jing y la luz de guang. El sol de ri también se le asocia y ese jing es similar al jing de "capital" [2] —dijo con serenidad y confianza—. Es una buena palabra, pero ha hecho usted la pregunta equivocada, señor.

Helian Yi lo miró profundamente, con ojos taciturnos. —¿En qué me equivoqué?

Jing Qi extendió la mano, la sumergió en el poco de agua de su agrietada y gruesa taza de porcelana y reescribió la palabra "jing" en la mesa con un dedo delgado. —El sol sale por el este, la luz brota por doquier y gradualmente escala las sucesivas capas de montañas. Aunque el sol se pierde un poco la cabeza del emperador, la esplendorosa capital bajo sus pies se encuentra repleta, capaz de avanzar, mas no retroceder. Si pregunta sobre las perspectivas futuras de esta palabra, señor, entonces a pesar de sus adversidades, también será inefablemente costoso.

Helian Yi soltó una risilla, aunque no había líneas risueñas en las comisuras de sus ojos. —¿Y si... en vez de eso quiero preguntar sobre una afinidad predestinada? —preguntó en un susurro.

Jing Qi negó con la cabeza, con otra risilla en respuesta. —Esta palabra no tiene afinidad. Si existiera en ella un karma de tres vidas, no sería más que una pintura abstracta. No había necesidad de preguntar, señor. Usted lo sabe muy bien en su corazón.

Helian Yi bajó la cabeza. Mucho tiempo después, sonrió con renuencia y se puso de pie. Sus hombros y espalda parecían estar siendo aplastados por algo: estaban doblados. Levantando la cabeza y entrecerrando los ojos, miró el ostentoso letrero de "Las adivinaciones del viejo Séptimo", con una expresión en el rostro que tenía cierta desdicha irreprimible.

—Lo que ha dicho tiene sentido, maestro...

Esa frase pareció suprimirse dentro de su garganta. Todas y cada una de las palabras se escupieron como cuchillos que le rajaban la voz, hasta que terminó sonando un poco ronco.

—Tiene sentido.

Sacó de repente una bolsa bordada absolutamente refinada de sus solapas y la lanzó al cuenco roto de Jing Qi para el pago de la adivinación. Dicha bolsa chocó con el escaso relleno de monedas de cobre con un tintineo. Se dio la vuelta y se marchó a pasos largos, como si ni siquiera se atreviera a girar la cabeza. Zhou Zishu les asintió a Jing Qi y Wuxi, apresurándose a alcanzarlo.

La sonrisa en la cara de Jing Qi pareció alargarse en el lugar, sin disminuir durante mucho tiempo. Cogió entonces esa pequeña bolsa bordada y la abrió para mirar el interior: no había piezas de plata, sino un conejo de jade de dos cun. Había un agujero en su pata del que colgaba un antiguo cascabelito, el que producía un sonido crispado cuando el viento soplaba.

Lo sostuvo en la mano y lo observó por un largo rato. Recordó entonces que era de ese par de conejos de jade que Helian Pei le había obsequiado cuando era niño. Le había pedido específicamente a alguien que le perforara un cascabelito a uno y se lo dio a Helian Yi. El otro probablemente todavía estaba en su propia residencia, junto con esas cosas viejas que se habían acumulado con el tiempo.

Más de diez años ya habían pasado. Jing Qi guardó la bolsa bordada con una sonrisa, se puso de pie con exasperante morosidad y se estiró la espalda. —Ese ricachón gastó una cantidad generosa, así que es hora de empacar. Pequeñín Wu, este señor te invita al puesto de enfrente a comer wantán.

Dicho eso, se inclinó, metió su puesto ostentosamente engañoso en su cajita desgastada y comenzó a avanzar mientras golpeaba el bastón de madera contra el suelo.

Tras dar unos pasos, se dio cuenta de que Wuxi no lo seguía. Miró hacia atrás con los ojos entornados y los labios curvos. —¿Por qué no vienes? ¿No quieres?

—Recién, ¿a qué se refería ese tipo? ¿Decía que le gusta alguien de apellido Jing? —preguntó Wuxi.

Jing Qi se quedó petrificado. Frotándose la nariz y pensando que no debía corromper a los niños con asuntos desordenados como estos, respondió:

—Ya sea el apellido "Jing" de pozo o "He" de río, fue solo una broma para burlarse del hecho de que un señorito pudiente es un haragán. Realmente esperaba no equivocarse, él, pero no me descubrió.

Wuxi negó con la cabeza. —No bromeaba, lo decía en serio. Lo sé.

—¿Y qué sabes tú? —resopló Jing Qi—. Eres un niño pequeño. Estudiar está bien y todo, pero ¿para qué estás pensando tanto?

Wuxi frunció el ceño. —No soy un niño pequeño.

Jing Qi asintió desganadamente. —Ajá, no eres pequeño, tienes razón. Estás en el apogeo de tus años mozos e ignoras tanto la pasión como la zozobra. Válgame...

Empezó a cantar a murmullos imitando la entonación de un actor de ópera, burlándose y jugueteando como si nada de nada hubiera sucedido recién.

Wuxi se quedó en su lugar, inmóvil. —No soy un niño pequeño —dijo tercamente.

Jing Qi ya se había contoneado al puesto de wantán, dejado sus cosas y comenzado a entablar una conversación con el dueño. Estaba tan lejos que no escuchó sus palabras.

Había un inmerso campo de junco del blanco de la escarcha recubierto y esa persona en la otra orilla se encontraba, alcanzarle y tocarle difícil[3].

En gloria y polvo, su tierra natal estaba a una larga travesía de distancia. ¿Quién tenía tiempo para tanto suspirar por el amor de un niño?

Wuxi de repente avanzó y jaló el brazo de Jing Qi, mirándolo de una manera luminosa y urente. —En tu corazón... ¿alguna vez ha habido alguien que, cada vez que lo ves, se siente como si un capullo floreciera dentro de ti, y cuando no lo ves, estás siempre inquieto? Pero, aun así, ¿tienes miedo de decírselo y simplemente sientes que no le eres digno? ¿Y piensas en todo tipo de eventos en su nombre, rehusándote a permitir que tenga un día de dificultad o un punto de infelicidad incluso si mueres?

La mano que Jing Qi había estirado para alcanzar los palillos se detuvo, como si hubiera recordado algo al escuchar eso, por lo que sonrió suavemente un largo rato después.

—Sí.

Wuxi se estremeció. Abrió la boca y la voz se sofocó en su garganta, sin escupirla ni tragarla. Mucho tiempo después, respiró hondo y preguntó en voz baja:

—¿Qué... tipo de persona es?

Se sirvieron dos cuencos hirvientes de wantán, con el vapor golpeándoles directamente las caras. Jing Qi cogió un plato de salsa de soja de la mesa y vertió un poco de condimento en el suyo. —Murió —respondió a vuelapluma—. Hace mucho tiempo que no puedo recordarle con claridad.

—Si realmente tuvieras a alguien así, no lo olvidarías incluso si murieras. Otra vez no dices la verdad.

Jing Qi sonrió, pero no dijo nada. Cerrando los ojos y bajando la cabeza, vertió un gran montón de amaneramiento en comer torpemente los wantanes.

La razón por la que no podía recordar con claridad no era porque la persona estuviera muerta, sino porque... su corazón estaba muerto.

En la corte a la mañana siguiente, Helian Pei apareció inesperadamente. A la hora de la salida, se le pidió específicamente a Jing Qi que se quedara y lo llamó para que lo acompañara a tomar té y jugar ajedrez.

—Pequeño bastardo, con ganas de huir de nuevo. ¿Qué te atrae tanto? ¿Ni siquiera tienes ganas de ver a tu tío emperador?

Jing Qi sonrió a modo disculpa. —Ah, ¿cómo podría? ¿No estoy... ocupado con asuntos oficiales?

Helian Pei levantó la vista para mirarlo fijamente. —¿Ocupado? Estás completamente ocupado estableciendo un puesto de adivinación en el sur de la ciudad, ¿eh?

Cof, verá usted... ¿Qué ocurre con Su Alteza el Príncipe Heredero que de repente vuelve a informar de las circunstancias de este súbdito? —refunfuñó Jing Qi con una cara agria—. ¿Esto es porque su amigo le extorsionó un ápice de dinero de adivinación?

Helian Pei le empujó la cabeza con una sonrisa. —¡Pendenciero! Cuando tu padre príncipe era joven, era un erudito de primera clase en nuestra capital. ¿Cómo pudo haber producido un chico tan travieso e indisciplinado como tú?

—Es una lástima que haya fallecido temprano —continuó el otro—, sino podría usted haberle preguntado si fajó al niño equivocado, ¿no?

Este comentario evocó los recuerdos nostálgicos de Helian Pei. Miró a Jing Qi de pies a cabeza una vez. —Mingzhe... hace ocho años que se fue, ¿verdad? —preguntó con tristeza.

—Sí. Respondiendo a Su Majestad, han pasado ocho años enteros.

Helian Pei entrecerró los ojos mientras rememoraba el pasado. Algo emocional, extendió la mano en el aire e hizo un gesto. —Hace ocho años, solo eras así de alto... Un bebé tan pequeño. Ahora ya eres un adulto.

Jing Qi guardó silencio.

Helian Pei suspiró una vez más. —Esos viejos amigos con los que solíamos hablar, bromear, beber y escribir en su mayoría han fallecido ahora. Viéndolos crecer a todos, nosotros también hemos envejecido.

—Usted está justo en sus mejores años, Su Majestad, ¿cómo puede decir que está viejo? —respondió inmediatamente—. Mi padre príncipe… tuvo poca suerte, eso es todo.

El hombre siguió suspirando durante un tiempo, arrastrando a Jing Qi a parlotear sobre esos momentos de juventud y chorreando un par de lágrimas en el medio. Jing Qi se vio obligado a estar a su lado y escuchar, teniendo que torcer una expresión excepcionalmente apenada mientras lo acompañaba en su angustia. En serio, ¿quién hizo que el emperador alargara este tema de conversación en persona?

Sabía que Su Majestad era una persona de gran sentimentalismo y, en estos días, Jing Qi todavía no se permitía nada nuevo, por lo que aprovechó esta oportunidad para mencionar deliberadamente los acontecimientos del pasado. No esperaba que este viejo caballero se angustiara y no pudiera frenarlo.

El té continuó durante tres o cuatro rondas y solo entonces Helian Pei se detuvo, limpiándose las lágrimas. —Cuando la gente envejece, les encanta hablar del pasado. A ustedes, los jóvenes, ciertamente no les encanta escucharlo.

—¿Por qué dice usted eso? —dijo Jing Qi con una sonrisa—. Mi padre príncipe se fue temprano, cuando este súbdito era un niño. Mi impresión de él no es profunda y, a veces, se llega a sentir borroso cuando pienso en él. Cuantas más cosas diga usted, más cosas se apuntan en mi corazón y perdurarán en la próxima vida para serle filial.

Helian Pei negó con la cabeza. —Ah, tú...

Al de repente recordar algo, levantó la mirada en dirección a Jing Qi.

—Beiyuan, dicho esto, no eres pequeño, ¿verdad? Ya viene siendo hora de que te preocupes por los eventos principales de la vida: el connubio. El próximo mes es precisamente el día de la selección, por lo que tu tío emperador te escogerá una debutante noble y virtuosa. Sin embargo, si hay alguna que te guste, puedes decirlo de antemano para llegar a un acuerdo. Viejo como soy, no debo ser apresurado para no provocarte contrariamente renuencia.

Jing Qi levantó la cabeza para mirarlo, algo pasmado.

Helian Pei le palmeó el hombro con una sonrisa feliz. —No eres pequeño, deberías sentar cabeza ya. ¿Qué vas a parecer, perdiendo el tiempo en cualquier momento y lugar todo el día? ¿No haría reír a la gente?

El progenitor de la pérdida de tiempo estaba ahora educando a alguien más. Jing Qi agachó rápidamente la cabeza. —¿Qué es esto que está diciendo, tío emperador? Beiyuan aún se siente joven. Todavía es... demasiado pronto para... sentar cabeza —susurró.

El hombre frunció el ceño. —¿Ah? ¿Todavía es demasiado pronto? Dime, ¿cuándo no sería pronto?

Jing Qi tosió secamente, devanándose los sesos durante un largo período de tiempo hasta que exprimió una frase:

—Los... los hu-hunos aún no han sido exterminados, ¡cómo podría pensar en la familia!

Helian Pei se largó a reír, casi se meció hacia adelante y hacia atrás, y la risa una vez más le sacó las lágrimas que acababan de limpiarse. —Los hunos aún no han sido exterminados, así que ¿cómo puedes pensar en la familia? Ninguna de tus cuatro extremidades trabaja duro y no puedes distinguir entre los cinco granos. Si los hunos realmente vinieran, ¿qué podrías hacer tú?

—Su Majestad, lo dice usted así, pe-pero... pero... —dijo Jing Qi, con una cara dolorida.

—Pero ¿qué? ¿Resientes desposarte porque te impedirá divertirte como loco? —interrumpió Helian Pei—. Es hora de encontrar a alguien que sea lo suficientemente poderosa como para ponerte las riendas... Cierto, hablando de poderosa, tenemos a esa chica de la familia de Feng Yuanji, le dicen Shu'r. La viste una vez cuando eras pequeño. Su padre fue leal hasta el final por la nación y nos apiadamos de ella al mirarla, por lo que la acogimos como ahijada. Dio la casualidad de que la consorte Xian no tenía herederos, así que ha sido criada con ella todo este tiempo. Y, es más, es una mujer que iguala a los hombres en términos de coraje y habilidad, una amante de bailar con espadas y jugar con lanzas desde que era niña, con una personalidad vivaz, verás...

El corazón de Jing Qi palpitó, y mientras sonreía obedientemente, escudriñó detenidamente la expresión de Helian Pei.

¿La hija del generalísimo Feng, la que después titularon como "princesa Jing'an"? Casarse con ella prácticamente equivalía a recibir el montón de tropas desahuciadas que previamente servían al generalísimo, las que estaban dispersas por toda la nación. Además, ¿no que la consorte Xian tenía a ese influyente preceptor Zhao? Él y Lu Renqing tenían una relación personal muy estrecha. Aunque ocultaba la mayor parte de sus intenciones, ¿qué erudito parásito no lo consideraba como un superior?

¿Qué posición daba casarse con la princesa Jing'an dentro de la corte?

La princesa era un pastel de alta demanda, pero cuando se trataba de Jing Qi, era una papa caliente.

¿Esta era otra maniobra de prueba, Helian Pei? Soltó un suspiro de alivio, inhalando otro de nuevo. Con una repentina idea en mente, se arrodilló con un ruido sordo. —¡Su Majestad, este súbdito definitivamente no se atreve a seguir esta orden!

Helian Pei lo recorrió con la mirada. —¿Por qué? ¿Nuestra princesa no te merece, príncipe? —preguntó suavemente.

Jing Qi simplemente se golpeó la cabeza contra el suelo a modo de reverencia, mudo con los dientes apretados. Un pedazo de su frente se golpeó, pero pareció no sentirlo en absoluto. La cara de Helian Pei se transformó y gritó:

—¡Ya basta! ¡¿Qué parece esto?! —rio fríamente—. Ya que no te gusta nuestra princesa y no somos un gobernante incompetente carente de razón, ¿cómo podríamos forzarte?

—Este súbdito merece diez mil muertes —murmuró Jing Qi—. Expíe usted mi pecado, Su Majestad, pero me enamoré de alguien más. Definitivamente no me atrevo a mancillar la limpia reputación de la princesa.

Helian Pei se detuvo, levantando la vista para mirarlo. —¿La jovencita de cuál familia tiene semejante talento mágico como para embelesar a nuestro príncipe Nan'ning, para que ni siquiera quiera una princesa?

Después de guardar silencio durante mucho tiempo, Jing Qi dijo lentamente:

—Respondiendo a Su Majestad, Ming Hua es... hombre.

Helian Pei casi escupió el sorbo de té que había bebido. Al presenciar esto, el eunuco Xi rápidamente dio un paso al frente para darle palmaditas en la espalda. Se atragantó durante muchísimo tiempo antes de exhalar lentamente. —¿Qué dijiste? —preguntó, alzando la voz.

Jing Qi se arrodillaba en el suelo sin levantarse, cabizbajo. —Respondiendo a Su Majestad, si bien Ming Hua es alguien de terrenos burdelescos, su corazón no es el de una persona humilde y está mutuamente enamorado de mí. Ambos lo sabemos desde hace mucho tiempo, yo... yo...

Tan pronto como se dijeron las palabras "terrenos burdelescos", el cerebro de Helian Pei explotó. Señaló a Jing Qi con un dedo tembloroso, diciendo "Tú" durante mucho tiempo porque olvidó las palabras.

Jing Qi insistió:

—Calme su ira, Su Majestad, es solo... un asunto pasional. Controlarse es lo más difícil —hizo una pausa—. Como los sauces viejos y el jade púrpura, solo sé que es cuestión de un juramento de estar juntos tanto en la vida como en la muerte…

—¡Deshonra! —escarmentó furiosamente Helian Pei, interrumpiéndolo—. Hay tres maneras de no ser filial, y no tener descendencia es la más grande. ¿No quieres herederos? ¡¿Acaso quieres que el primer título de príncipe de apellido diferente en nuestra Gran Qing quiebre su linaje de aquí en adelante?!

Jing Qi guardó silencio, con una expresión enlutada.

—¡Jing Beiyuan, vas a volver a tu residencia y estarás bajo arresto domiciliario por tres meses! —Helian Pei estaba enfurecido—. Si... si nos llegamos a enterar de que volviste a ir a un lugar tan ridículo como un burdel, ¡te-te romperemos las piernas en nombre de Mingzhe!

Jing Qi yació postrado, sin levantarse, y Helian Pei de repente lanzó su taza de té al suelo. —¡Levántate y lárgate de aquí! ¡Nos haces enojar con solo mirarte! ¡Sal, regresa y no te atrevas a salir de ahí!

Jing Qi tropezó un poco cuando se puso de pie. El eunuco Xi le ordenó apresuradamente a Wang Wu que lo sujetara, y lo culminó con una sonrisa forzada: "Este súbdito acatará el decreto". Se retiró entonces con una ligera curva en la espalda. Originalmente ya era una persona delgada, y este arco le daba a su figura en retirada una sensación huesuda y macilenta. Helian Pei lo miró, aturdido, y no pudo evitar apartar la cabeza.

Caminó hasta el exterior del palacio de esta manera de "dios de madera seca" y después enderezó la espalda y la cintura, con una sonrisa minúscula expuesta en su rostro de aspecto aquejado.

¿El primer príncipe de apellido diferente de la Gran Qing? Bien podría entonces cortar esas raíces de grandeza y ahorrarle a ese manojo de mandamases el tiempo de sentir extremo recelo todo el día. Tres meses de arresto domiciliario... Bueno, después de tres meses, el emperador ya no tendría razones para no sentirse aliviado.

Cuando llegara la hora, alguien estaría esperando hacer su movimiento.

[1] Cita parcial (priest cambió un carácter en la segunda línea, 人生/vida mundana por 人间/mundo humano. Fuera ello intencional o un error, nunca lo sabremos) de "La luna en el río Xi" de Su Shi, un importante personaje político de la dinastía Song. Debido a su oposición contra cierto miembro de la corte y el monopolio de la industria de la sal, fue eventualmente degradado y exiliado bajo la ignominia de "haber criticado al emperador". En luces de este contexto actitudinal, escribió este poema que ilustra su tristeza y desolación en un paisaje de otoño, así como la brevedad de la vida y la dificultad que la ambición conlleva.Jing Qi citó parcialmente la primera línea de este poema en el capítulo 28.[2] Es importante saber que los miles de caracteres chinos que existen se pueden descomponer en +100 radicales (caracteres o pedazos de caracteres unidos a un carácter "más grande") y ello es usado como método para la ordenación de palabras en los diccionarios.Respecto al diálogo, *inhales* el carácter 景 (jǐng) en "Jing Qi", que, de hecho, es el único carácter no simplificado de los que mencionó, significa "brillo"; el carácter 日 (rì) que significa "sol" es un radical de 景 posicionado en la parte superior. Del mismo modo, el carácter 京 (jīng) que significa "(ciudad) capital" es un radical de 景 posicionado en la parte inferior. Por lo tanto, el sol de ri y la capital de jing componen el apellido de 景Jing Qi.[3] De "Los juncos", un poema melancólico del Clásico de poesía que describe la profunda admiración por la persona que amas.