Capítulo 34: Imposible de desenredar

Se vio a un joven con una túnica larga irrumpiendo directamente, con unos guardias imperiales persiguiéndolo a sus espaldas. El lamentable erudito, con su largo cabello suelto revoloteando con el viento de la escena nocturna, se veía igual que un fantasma viviente.

La conmoción atrajo la atención de todos los presentes. Enfrente, Jing Qi levantó la cabeza, le echó un vistazo al joven y se dio la vuelta para mirar a Liao Zhendong con una sonrisa. —¿Qué ópera es esta que se está cantando, señor Liao?

Liao Zhendong admitió apresuradamente su error (como un adulador), giró la cabeza y regañó a los guardias que se precipitaron al interior. —¡¿Qué es esta cosa que dejaron entrar libremente?! ¡¿Para qué los tengo aquí?!

En solo un momento, el erudito fue capturado, con ambos brazos atados a sus espaldas. El guardia que lo atrapó lo reprimió como si su vida dependiera de ello, haciendo que el hombre se doblara por la cintura. Se acercaron luego dos más y lo arrastraron afuera, solo para ver que el erudito forcejeaba con fuerza, gritando descaradamente mientras lo hacía:

—¡Funcionarios tan audaces y corruptos, tiranos! ¿Qué gobernador, qué comisionado imperial? ¡Son una serpiente y una rata en un nido, coludidos entre sí! Solo miren este... este país de hoy, ¿de quién es realmente el reino? No es ciego acaso el que está sentado en la sala del trono...

Jing Qi entornó un poco los ojos y levantó levemente el rostro. —No se apresuren. Suéltenlo por ahora.

Después de que los guardias miraran a Liao Zhendong, liberaron al erudito de túnica que yacía tendido en el suelo. A pesar de la lamentable figura que esbozaba, en realidad no tenía miedo. No se olvidó de volver a enderezar la espalda al momento de ponerse de pie, mirando en dirección a Jing Qi con los ojos lustrosos.

Jing Qi sonrió. —Por qué, afirmaste que el gobernador Liao y yo estamos en el mismo nido. ¿Cuál de nosotros dirías que es la serpiente y cuál es la rata?

El erudito enderezó el cuello. —El gobernador de las Guang, Liao Zhendong, vive de los frutos del trabajo de la gente. Primero se come la fortuna de salario que le otorga el monarca, después bebe la sangre y la médula de los ciudadanos. No arregla el gobierno, malversa los activos de la ciudadanía, es avaro y le teme a la gente. ¿No es una rata colosal? Tú, majestuoso príncipe Nan'ning que ha venido de la capital como portador de un poder estatal arbitrario, ¡no tomas en cuenta los alegatos en nombre de la nación, sino que estás aquí, disfrutando de la música, las danzas y la ambrosía con platos de jade como si nada estuviera mal! Codicias las exquisiteces de la rata y estás dispuesto a compartir una almohada con él, entonces, ¡¿cómo es injuria cuando digo que están en el mismo nido?!

—¡Insolente! —Ji Xiang fue el primero en no dejar pasar esto.

Jing Qi agitó la mano. —¿Cuál es tu nombre y apellido, erudito?

—Yo, Mu Huaiming, ¡nunca alteraré mi nombre ni mi apellido! —dijo con una voz brillante.

Jing Qi asintió, recogiendo su copa de vino de la mesa y tomando tranquilamente un sorbito. Un rato después, preguntó:

—¿Queda gente en tu hogar? ¿No tienes compañeros de clase o amigos?

—Mis padres ya fallecieron —respondió Mu Huaiming, alto y claro—. Pero tengo dos sirvientes jóvenes. Confiamos los unos de los otros para sobrevivir, dependemos mutuamente de nosotros mientras sobrevivimos una existencia exigua. Mis amigos...

Su voz flaqueó, una mirada emocional apareció en su rostro, pero la reprimió a la fuerza mientras señalaba a Liao Zhendong. —¡Este funcionario perro ya arrestó a la mayoría de mis amigos y compañeros de clase y el resto está esperando en la entrada con las denuncias en mano!

—¿Denuncias? —Jing Qi se rio suavemente, mirando a Liao Zhendong—. Yo digo, señor Liao, que a pesar de la riqueza y el honor que tiene aquí, tampoco tiene mucha paz.

Liao Zhendong inclinó la cabeza y simplemente no dijo nada, con la intención de esperar y ver cómo Jing Qi resolvería esto.

Sin embargo, en contra de las expectativas, Jing Qi bajó abruptamente la copa de vino y golpeó moderadamente la mesa con un sonido nítido. Con una sonrisa fría, el joven príncipe Nan'ning les dio órdenes a los que lo rodeaban. —¿Qué están esperando aún? Este malvado rufián de plebeyo ha calumniado abiertamente a la dinastía y dio rienda suelta a muchas palabras. ¿Por qué no los arrestan, a él y a ese montón de discípulos locos en la entrada? ¡Si se atreven a dejar que uno se escape, este príncipe se verá en la obligación de interrogarlos a todos!

Ese arranque de griterío hizo que todos en los alrededores se congelaran por un segundo. Jing Qi inclinó un poco la cabeza, jugueteó con su manga y después continuó, imitando excéntricamente la forma de habla de Helian Qi:

—¿Qué? Este príncipe dijo que lo hicieran ahora. Ninguno de ustedes, caballeros, ha escuchado con atención, ¿verdad…?

Los guardias rápidamente sujetaron a Mu Huaiming, lo amarraron y lo arrastraron al exterior. Alguien también acató simultáneamente la orden de llamar a un grupo de guardias del patio de la residencia y dentro de poco todos los eruditos afines que estaban afuera habían sido atados y apartados.

Mu Huaiming maldijo con furia mientras lo arrastraban como a un perro muerto. —¡Funcionario corrupto! ¡Empleado despiadado! ¡¿Qué beneficios te ha dado Liao Zhendong?! ¡Jing Beiyuan, tirano que abusa de la carne de los plebeyos! ¡Llegará un día en el que te caerá un rayo y no tendrás una buena muerte...!

Aunque el erudito Mu era un ratón de biblioteca, aun así, tenía una voz bastante buena. Su grito de que "no tendrá una buena muerte" tuvo cadencia, fue sonoro y retumbante.

Jing Qi sonrió vagamente. Cómo sucede una mala muerte, eso no es algo en lo que tengas la última palabra. Puedes tener la conciencia limpia durante cientos de años, pero aun así nunca experimentar una buena muerte.

Liao Zhendong fue el primero en levantarse de su asiento y dijo, como si sintiera miedo ante la realeza:

—Este humilde funcionario ha manejado las cosas de manera desfavorable. Por favor, decrete el castigo, príncipe.

Incluso con eso, su corazón se sintió aliviado. Independientemente de lo que se dijera, el griterío de Jing Qi había demostrado claramente su posición. El príncipe Nan'ning y él ahora podían considerarse piratas en el mismo barco.

El superintendente Li Yannian fue aún más rápido en darse cuenta de la oportunidad, y con un aplauso rápido, un grupo de bellezas con vestimenta casual llegó en fila india desde el final del corredor. No se veían joyas de colores estridentes ni tocados, solo se combinaban con qines y xiaos. La que estaba al frente era aún más despampanante, casi a la par en términos de apariencia con la Dama de la Luna Su Qingluan de la capital, con una impresionante similitud de aura. Dicha apariencia era algo más recatada que el encanto de ella, eso sí.

Jing Qi se rio por dentro. Iban directo a los puntos débiles, muy bien. Las Guang estaban lejos, pero la información de estos caballeros no había sido en lo más mínimo exigua. Incluso investigaron minuciosamente sus preferencias.

Li Yannian primero le ahuecó las manos al coordinador provincial Zhang Xun y después habló con Jing Qi. —Estas no son más que unas pocas mujeres de familias comunes. No se les puede nombrar bellezas nacionales, pero el señor Zhang se tomó muchas molestias para encontrarlas. Usted es un individuo elegante, príncipe, así que, por temor a que desdeñara el embellecimiento vulgar, las instruyó con especial cuidado. Se considera que las presentes aquí son la cúspide de la apariencia y hay esperanzas de que puedan atrapar su atención.

Acababa de aplaudirle a su superior, después le aplaudió al superior de su superior. Jing Qi ladeó la cabeza para recorrerlo con la mirada. Había conocido a este hombre de paso cuando llegó aquí y tenía una impresión bastante profunda de él. Aunque ahora era el superintendente, seguía siendo un pequeño desperdicio de talento.

—Así es. Por así decirlo, ciertamente no se pueden comparar con la señorita Qingluan de la capital con la que está usted familiarizado, príncipe. Pero no están tan mal y cada una tiene su propio estilo único —dijo Zhang Xun con una sonrisa.

La comisura de la boca de Jing Qi se contrajo. Intentó desesperadamente no reír. Después de controlarlo durante un largo rato, levantó la cabeza para dirigirle una mirada a Zhang Xun, sin hacer ningún sonido. No es de extrañar que este erudito imperial, que estuvo en el vigésimo tercer año del reinado del difundo emperador hubiera llegado a tener una barba completamente blanca, mas solo actuara como un coordinador en el traspaís. Probablemente también tuvo que gastar dinero en sobornos para conseguir el puesto.

Incluso Liao Zhendong lo fulminó con la mirada, pensando para sí mismo: ¿No lo estás estropeando? Acabas de empezar a hablar, pero le dijiste explícitamente que "sabemos todas las tendencias que suceden en tu capital, nadie tiene asuntos demasiado pequeños".

Para otros era más bien un tabú hacer averiguaciones sobre el paradero de la nobleza capitalina. Zhang Xun no había dicho nada durante tanto tiempo, pero tan pronto como abrió la boca, cometió un paso en falso, actuando como la estrella principal de la ópera en el proceso.

Que las bellezas cantaran y bailaran durante el banquete era obvio. Después de que la fiesta se acabara, Liao Zhendong guiñó el ojo y alguien envió a la belleza principal a la habitación de Jing Qi. Aconteció entonces que tan pronto como Jing Qi abrió la puerta, se encontró con una gran beldad sentada en el interior –su figura bamboleante bajo la luz de la lámpara inspiraba la detención de la pasión– lo que le causó un susto que casi le hizo retroceder el paso que acababa de dar.

Casualmente, como si tuvieran sensibilidad mutua, Wuxi estaba en la capital escuchando a Nuahar informarle lo que había averiguado. Lógico era que no pudiera investigar cada pensamiento de cada persona, por lo que solo pudo divulgar la noción de lo que todos sabían.

—¿Dices que es porque lo enviaron a investigar una insurrección? —preguntó Wuxi.

Ashinlae le agregó sabor a la historia. —Escuché que los funcionarios de allá están realmente podridos. La gente solo hará disturbios si no tiene los medios para seguir viviendo. Eso sí, creo que los funcionarios podridos son la especialidad local de la Gran Qing, así que esos deben ser la cúspide de la pudrición.

Wuxi frunció el ceño con preocupación. Sopesando el lenguaje corporal del otro, Nuahar dijo rápidamente:

—Pero tampoco tiene que preocuparse demasiado, joven chamán. Zyale es inteligente, nada pasará.

En Nanjiang, "zyale" significaba "buen amigo". Wuxi le dirigió una mirada. —No es un zyale, es la persona que me gusta. Me lo llevaré a Nanjiang en el futuro —contestó como si esto no fuera gran cosa.

Hubo un momento de silencio. Nuahar y Ashinlae, cuyas sonrisas se congelaron en sus rostros, se miraron el uno al otro, por poco creyendo que habían escuchado mal.

El joven chamán, que iba a por sus vidas, agregó:

—No mentí y ninguno me escuchó mal. Es verdad. Me gusta.

Por supuesto que era verdad, su joven chamán nunca había dicho una mentira... El trasero de Nuahar se sentó en el aire y se cayó del pequeño taburete. Ashinlae abrió la boca, "E-eso" y "Es-esto" durante un largo rato, pero no pudo ordenar sus palabras en una oración completa.

—Sin embargo, les pediré que no se lo digan a nadie más. Si Beiyuan lo supiera ahora, no estaría de acuerdo y podría no querer volver a verme —murmuró—. Esperen... esperen un rato para volver a mencionarlo.

Dicho esto, los ignoró. Se puso de pie sin consulta previa, se guardó en la ropa a la pequeña serpiente que se había acurrucado en una bola y se dirigió al patio trasero.

Reflexionó sobre cómo esos funcionarios podridos de los que habló Ashinlae podrían querer hacer todo lo posible para comprar a Jing Qi. El tipo dijo una vez que lo que la gente buscaba no era nada más que las pocas palabras de riqueza, belleza, poder y lujuria. Poder y riquezas o lo que sea, en sí no les daba mucha importancia, pero... ¿y la belleza?

Por supuesto, quizás tampoco le daba mucha importancia a eso. Basado en lo que Wuxi entendía de Jing Qi, creía que, a lo mucho, le gustaría por dentro mientras fingía que no por fuera y no le importaría demasiado. Usando sus palabras, se "toparía con un escenario y montaría un espectáculo", no lo comprarían realmente.

Pero cuando recordó su actitud lasciva y frívola, junto con "gustarle por dentro" y "toparse con un escenario" y eso, sintió que le picaban las raíces de los dientes, lo que le hizo querer urgentemente ir a buscar algo para rechinar.

Pero su acusación realmente no le hacía justicia a Jing Qi, ya que seguía siendo una persona de devoción y enamoramiento en este mundo, para nada diferente del señor Séptimo que anteriormente yació sentado junto a la Piedra de las Tres Vidas durante más de seis décadas. Simplemente hacía demasiadas finuras sociales y superficiales. Wuxiaquel serio y terco− no podía distinguir entre montar un espectáculo y divertirse genuinamente, por lo que siempre sentía que el corazón del otro se parecía bastante a una flor.

Después de las riquezas venía la belleza, Jing Qi escarneció para sí mismo. Ese señor Liao realmente no había escatimado ningún esfuerzo. Tras sorprenderse un poco en la entrada, ingresó a la habitación y cerró la puerta de pasada. La belleza se puso de pie y se inclinó respetuosamente. Estaba lejos de ser obvio hace un momento, pero parecía que el maquillaje que tenía era muy inusual: exiguo en cantidad, meticuloso y delicado, pero después de mirar con detenimiento, se podía detectar uno que otro elemento misterioso.

Zhou Zishu y Jing Qi habían estado juntos durante mucho tiempo. El primero era un experto inigualable en el cambio de rostro, lo que significó que el último llegara a entender una pequeña parte de sus variadas técnicas. Pese a que no podía hacerlo él mismo, podía distinguir un par de cosas mirando.

Se congeló un poco, pensando que Liao Zhendong realmente no sabía cuándo darse por vencido. ¿Por qué pasaba una cosa tras otra? Se dieron todo el trabajo de ponerlo a prueba, después se inició un gran alboroto. ¿Cómo sigue sin ser suficiente? Algo impaciente, apisonó su temperamento y le preguntó con indiferencia:

—¿Quién te ordenó que vinieras?

—El gobernador Liao —susurró la belleza en respuesta, con la cabeza gacha.

—Hm. ¿Cómo te llaman?

—Señorita Jiu.

Lo que preguntó fue lo que respondió, sin honoríficos, con la mirada siempre baja y cada oración acortada al extremo, su voz apretada en la garganta y extraordinariamente tierna... pero con una vaga sensación de incongruencia. Jing Qi frunció el ceño y la volvió a mirar, descubriendo entonces que esta belleza... era un poco alta.

Extendió la mano para agarrar el mentón de la "señorita Jiu" y entornó los ojos mientras la escudriñaba atentamente. Incapaz de ver emoción alguna en su rostro agraciado, la soltó. —No necesito que me atiendas. Vete —dijo mientras le señalaba que se fuera.

Dicho eso, se dio la vuelta y no le prestó más atención. Transcurrió mucho tiempo, pero no escuchó sonidos de movimiento. —¿Por qué no te has ido todavía? —preguntó con cierta insatisfacción.

Un brazo se estiró abruptamente y lo abrazó por detrás, con el aire de una fina fragancia flotando en sintonía. El cálido cuerpo de la señorita Jiu estaba casi pegado a su espalda. —¿No soy lo suficientemente buena, príncipe? —preguntó delicadamente.

Jing Qi apartó bruscamente su brazo, alejándola con un balanceo. —A este príncipe no le gustan las personas indisciplinadas. Lárgate —respondió inexpresivamente.

La señorita Jiu levantó la vista para mirarlo, completa frialdad dentro de las bellas líneas dibujadas en sus ojos, y una luz fría destelló repentinamente dentro de su manga...