Capítulo 63: El vecino de al lado

Otros pensamientos surgieron en la mente de Jing Qi por nada menos que el conjunto de palabras justicieras de Helian Zhao en la corte: primero encomió la habilidad civil y militar de Helian Pei y después instó a este viejo suyo –que no podía hacer ni una maldita cosa– a dirigir personalmente su ejército a la batalla bajo el glorioso nombre de remediar la baja moral bélica de las tropas.

Helian Zhao y Helian Pei se parecían totalmente al concepto de esforzarse por lograr hazañas extraordinarias. En verdad se veían como parientes de carne y hueso, lo cual era raro. Ya fuera el propio Helian Zhao o el grupo de consejeros que controlaba, alguien había logrado distinguir la insinuación, lo que resultó en que Helian Pei se sintiera halagado hasta la arrogancia.

Claro, hubo personas que se opusieron firmemente a esto, afirmando que la valiosa progenie ni siquiera podía existir en una zona de peligro, así que ¿cómo el propio emperador podría arriesgar su integridad? Aparte, todos en las calles tenían clarísimas las intenciones de Helian Zhao... salvo su viejo padre Helian Pei.

Por tanto, Helian Pei reflexionó al respecto. Al reflexionar que su propia persona era extremadamente importante, se retiró de la corte para discutirlo.

Los vakurah también habían causado problemas en la vida anterior. Más tarde, fueron a la guerra y los reprimieron, siendo puramente el fuerte sonido del viento con muy poca caída de lluvia. Hubo un clamor durante la mayor parte de un año y todos, respectivamente, fueron a hacer lo que deberían estar haciendo.

Sin embargo, Jing Qi sabía que había algunas diferencias. Por ejemplo, en comparación con sus recuerdos, este período de agitación emergió mucho antes y de una manera mucho más súbita.

Por eso no tenía ningún plan de acción.

Nueve ciudades se perdieron una tras otra en un mes. Eso de que los vakurah arrasaran con cualquier resistencia... tampoco había sucedido en el pasado.

La dinastía se encontraba en un caótico ajetreo y su mente también estaba pensando.

Helian Zhao obviamente quería valerse del desorden para llevar al ataúd a su vejestorio de padre emperador. El seguimiento del asunto era, en su opinión, probablemente muy fácil. Por ejemplo, una vez que el viejo emperador muriera, creía que se apoderaría de algo de poder militar, y ese poder militar, en nombre de la pacificación de la revuelta, se seguiría expandiendo y podría entonces rebelarse públicamente.

Sin importar lo increíble que fuera el príncipe heredero, sin importar cuánto apoyo y aval recibiera de los principales funcionarios de la dinastía, esa manga de ancianos tenía habilidades en labios y mentes, pero ¿qué verdadero poder había?

Se tenía que combatir por el poder verdadero usando espadas.

Helian Zhao había estado muy reprimido por el príncipe heredero estos últimos años, pues este lo tenía en la palma de su mano. En aquel entonces, si el asunto de las Guang se hubiera revelado ante el viejo emperador, su destino probablemente habría sido aún más trágico que el de aquel que había ingresado al Tribunal del Clan Imperial. Pero si para su jubilación el emperador se mudaba diplomáticamente al inframundo, entonces ¿a quién le importaría si se rebelaba?

El príncipe heredero era una persona fiable, por lo que naturalmente se negó a permitir un riesgo tan grande y se opuso a toda costa.

La edad de Helian Pei y cuántos jines pesaba eran algo que solo él no entendía. Todo el mundo sabía muy bien que, si salía, probablemente no podría regresar. En el momento en que desapareciera el tigre en la montaña, el mono solitario que era Helian Zhao sería nombrado tirano, aunque hubiera una escena de caos. Pero...

Extenuar a Helian Zhao así, ¿era posible?

Jing Qi estaba algo agotado de vivir así. Incluso si Helian Yi realmente sucediera al trono y le prohibiera salir de la capital, como máximo no tendría esa libertad de mundo abierto y, como mínimo, ya no se le haría volver a los sueños cada medianoche, donde su cabeza se llenaba de estos asuntos vulgares de luchar por el poder y dar lugar a días pacíficos.

Los ciudadanos de la Gran Qing también tenían esperanza.

Cuando se trataba de prudencia y precaución, quizás sobrepasaba a Helian Yi; no vaya a ser que un paso rompiera una rama y provocara problemas. Con la lección de Liang Jiuxiao de la última vez, casi consideró pensar en cada persona y cada evento, pero el impulso de los talones de una raza extranjera que se dirigía al sur no se podía detener y el tiempo que le quedaba era cada vez menor, con el debate en la corte cada vez más feroz.

Durante varios días sucesivos, salía de la corte matutina para ir al Palacio Oriental –a veces solo regresaba al caer el crepúsculo– y se acostaba a dormir a su regreso, independientemente de si el cielo estuviera claro u oscuro. Los buenos políticos siempre planificaban para lo peor, así que un día que se mantenía ocupado era un día en el que se situaba dentro de una mentalidad pesimista.

Había perdido peso en pocos días, por lo que Wuxi –quien había estado esperando diariamente en la residencia Nan'ning para atraparlo, pero diariamente fracasaba– no pudo seguir viendo y directamente le pidió a alguien que arreglara una habitación de huéspedes, con la intención de alojar en la residencia. Aunque Ping'an parecía ser simple y honesto, al final era un poco más razonable que la especie de Ashinlae y Nuahar. Tantas cosas ocurrieron durante tanto tiempo justo debajo de su nariz que la intención del joven chamán era algo que tenía muy claro.

Era simplemente que entendía bien sus límites, y los asuntos del amo nunca debían interrumpirse.

Al verlo a punto de llegar en este momento, tomó la iniciativa de ordenar una habitación de huéspedes que estaba extremadamente cerca del dormitorio de Jing Qi y se lo explicó cuando regresó.

Jing Qi agitó la mano. Tras haber extenuado todas sus palabras en el mundo exterior, al volver tenía pocas ganas de mover la boca y simplemente respondió: "No lo desatiendan".

Ping'an supo inmediatamente que este era el acuerdo tácito del amo respecto al enfoque del joven chamán. Al principio, sentía que los pensamientos del joven chamán en cierta medida pedían la luna: Nanjiang no podía estar más lejos y quedarse en la Gran Qing se le era imposible, ya que incluso si quisiera, el país no se atrevería a permitírselo. Además, ¿qué tipo de persona era su amo? Incluso si le había admitido a troche y moche al emperador que le gustaban los hombres y se entretenía (por miedo a que otros no supieran que se estaba comportando con oprobio y deshonor) en la Casa del Crisantemo cuando tenía tiempo libre, seguía siendo un príncipe de la Gran Qing. Tener algunas mascotas hermosas y ser impertinente estaba bien, pero seguir a un extranjero y abandonar su tierra natal para ir a un lugar lejano era irrazonable.

Aun así, durante estos varios años, Ping'an lo había estado observando con apatía. Solía pensar que el joven chamán era de un aura completamente nefaria al actuar, descortés y poco comunicativo, lo cual era realmente excéntrico y grotesco. Sin embargo, lentamente había crecido. Pese a que todavía no hablaba demasiado con extraños, esta tierra extranjera realmente lo había ayudado a madurar: ya no era ese joven terco que no conocía la inmensidad del reino.

Las propiedades externas que Ping'a había comprado en nombre de la residencia Nan'ning ya se habían vuelto bastante contundentes a lo largo de los años y había extraído la mayoría de los activos de la residencia Nan’ning en absoluto secreto. Pensaba que, si el príncipe realmente así lo quería, y si realmente tenía el corazón para, que se fuera de la capital no era imposible.

En cualquier caso, el joven chamán era la persona más confiable que había visto en su vida. Fuera hombre o mujer no importaba, era alguien que le hacía compañía al príncipe, al final, por lo que nunca estaría demasiado solo.

Ping'an creía incondicionalmente en Jing Qi, y aunque tenía la capacidad, su mente no tenía tantas peripecias. Lo único que sabía era que era el sirviente personal del príncipe y que su amo era bueno y estaba viviendo su vida de una manera maravillosa, benevolente y generosa.

El cielo todavía estaba brillante afuera. Antes de que llegara la hora de que se enviara la cena, Jing Qi les ordenó a todos en la residencia que cenaran solos y nadie viniera a molestarlo. Por tanto, rápidamente se aseó y cerró los ojos a modo de reposo mientras se recostaba en el sofá. Justo cuando estaba medio dormido, escuchó a alguien susurrar fuera de la puerta, y un minuto después, esa puerta se abrió desde afuera. Levantó un poco los párpados para ver que era Wuxi y solo entonces recordó que ya estaba en la residencia.

Se sentó, frotándose los ojos mientras sonreía. —¿La residencia del joven chamán cayó en quiebra y viniste a pedir asistencia financiera?

Wuxi se sentó a un lado por iniciativa propia. —Ping'an dijo que has estado mal de salud últimamente. Vine para poder ayudar a cuidar de ti.

El Jing Qi "que vinieron a cuidar" no sabía si reír o llorar. —Bueno, puedes quedarte entonces. Da la casualidad de que hay un caos allá fuera, dile a tu gente que no esté yéndose tan seguido. Podrás volver a tu propio territorio con el esfuerzo del diálogo, así que no crees más problemas en esta coyuntura.

Wuxi asintió. El hecho de que Jing Qi mencionara lo de su inminente partida le creó una extraordinaria cantidad de palabras que quería decir, pero no podía expresar. Sabía que llevarse a Jing Qi era poco realista. Tenía que discutir términos y condiciones con la Gran Qing, así como esperar hasta su regreso a Nanjiang para extender completamente las alas antes de poder actuar. Por esa razón, quería aprovechar su tiempo en la capital para verlo más.

A veces pensaba que era incapaz de hablar bien e incapaz de incurrir cariño en la gente. Antes tenía la idea de que debía perseguir lentamente a Jing Qi, pero ahora, tenía miedo de que no quedara tiempo para hacer eso, lo cual era angustiante.

Jing Qi había prometido que, si se iba de la capital en el futuro, iría a buscarlo a Nanjiang. Sin embargo, después de ese día de felicidad, volvió a sentirse aprehensivo. Le dio miedo que pudiera olvidarlo o le llegara a gustar alguien más en ese largo período de tiempo, y tan pronto como todas las cosas siguientes se le vinieron a la mente, se sintió como si alguien le estuviera pinchando el corazón con una navaja.

Pero incluso con la miríada de sentimientos, dijo solo una frase después de tranquilizarse firmemente:

—¿Ya comiste?

Jing Qi bostezó. Había ido a la corte matutina antes del amanecer, se quedó parado allí maquinando con perturbación mientras simultáneamente escuchaba a los héroes de todos los colores luchar con palabras y después el príncipe heredero lo arrastró al Palacio Oriental. Helian Yi no llegaría tan lejos como para matarlos de hambre, pero ¿cómo alguien podría seguir de humor para comer en este momento, con todas las nubes oscuras que presionaban las murallas de la ciudad imperial?

Había corrido hacia el este y acelerado hacia el oeste durante todo el día, y en este momento, sentía que todas sus extremidades estaban entumecidas, por lo que hizo un ruido desganado: "Mn".

Pero Ping'an habló desde la puerta:

—El amo bebió apresuradamente dos sorbos de congee al amanecer y luego se fue. Después de regresar de un día entero afuera, tomó media taza de té, pero no llamó para que se le trajera la cena.

Jing Qi se largó a reír. —¿Por qué diablos vuelves a condenar a tu superior?

Al darse cuenta de que estaba verdaderamente cansado, así como con una tez bastante enfermiza, Wuxi le tomó el pulso. Frunció momentáneamente el ceño y sacó un pincel y un papel, escribió una receta y se la entregó a Ping'an. —En estos días, suele pensar demasiado sin comer regularmente, por lo que tiene deficiencia de qi y sangre y no tiene energía. Esto es para un uso de enfermería. Haz que alguien lo hierva y recuerda que se lo debe tomar a tiempo.

Ping'an la aceptó apresuradamente.

—Si se quiere estar sano y enérgico, entonces la rutina no se puede romper —volvió a decirle a Jing Qi—. Cuando debas comer, no puedes estar hambriento. Cuando no sea la hora de cerrar los ojos, tampoco puedes acostarte. Siempre dices que es un descanso, pero una vez que cierras los ojos, es probable que dure hasta la medianoche. Si pasa la medianoche y estás cansado o somnoliento, pero no puedes dormir, eso es aun peor. Si comes al levantarte, no andarás ofuscado.

Jing Qi asintió. —Mmh, tiene sentido.

Su boca dijo que tenía sentido, pero eso no significaba en absoluto que se fuera a levantar del sofá. Wuxi sabía que este caballero era el arquetipo de "aceptar con modestia, pero ser incorregible", por lo que no tenía ganas de chacharear con él. Giró sobre sus talones y salió. Dentro de un rato, trajo personalmente un tazón de congee humeante. Ping'an se sobresaltó del susto, apresurándose para a ir a tomarlo. —¿Cómo puede ser usted el que lo traiga? Este sirviente...

—Anda a hacer tus cosas. Yo cuidaré que coma —dijo Wuxi.

Ping'an se sorprendió por un momento y una emoción sutil surgió de repente en su interior. Sintió que, después de preocuparse durante más de una década por este amo suyo que parecía un gerente que solo sabía mandar y no trabajar, ahora por fin tenía un amo similar a un pilar honorable que cumplía con su palabra. Por tanto, muy conmovido, se retiró con discreción, cerrando la puerta a su partida.

Wuxi sostuvo el tazón, lo sopló para que se enfriara y llevó la cuchara a la boca de Jing Qi, esperando silenciosa e inmóvilmente a que la abriera. El apetito de Jing Qi nunca había sido grande, y cuando no tenía energía, más tendía al ayuno. —Ahora no tengo hambre —dijo mientras ejercía paciencia.

—Come a esta misma hora todos los días, naturalmente te acostumbrarás y te dará hambre.

La fastidiosa perturbación de Wuxi le había quitado hasta el sueño, así que dijo con impotencia:

—Te dicen que no tengo...

Wuxi sostuvo el tazón y presentó la cuchara, observándolo en silencio.

Como ya estaba tan grande, Jing Qi siempre hacía lo que quería, jamás alguien lo había obligado de esta forma. Según la lógica, pensó que debería estar molesto o insatisfecho, pero por alguna razón, no podía enojarse con él. Se quedaron mirando por un momento y terminó admitiendo la derrota bajo la perseverancia de su oponente. Se incorporó con un suspiro y tomó el pequeño tazón junto con la cuchara de porcelana.

En su corazón, simplemente no podía entender qué habilidad especial tenía este pequeño veneno para hacerle hacer repetidas excepciones.