Capítulo 62: Un héroe de grandeza

El estado de ánimo de Jing Qi había estado horrible todo el día. Estaba muy exhausto y no dormía bien. Tan pronto como cerraba los ojos, se llenaban de sueños caóticos y arbitrarios, en el mundo humano un minuto y el inframundo al siguiente. Al despertar y abrirlos, solo se sentía mareado y no podía recordar lo que acababa de soñar.

Por tanto, el suave empujón de Ping'an lo despertó de inmediato.

Entornó los ojos y los apuntó al cielo todavía negruzco. Dado que acababa de despertar, su garganta estaba algo relajada y sus palabras salieron un poco roncas. —¿Qué shichen es?

—Galicinio, amo. Vino el señorito Zhou.

Jing Qi frunció el ceño. Ni siquiera se había frotado los ojos, pero su mente se había despabilado. —¿A esta hora? ¿Dónde está?

Ping'an hizo una pausa. —En... el patio trasero —dijo.

Cuando Jing Qi se arrastró fuera de la cama y le pidió a Ping'an que lo ayudara a vestirse, preguntó:

—¿Para qué fue al patio trasero?

—Este sirviente... tendió el cadáver de antemano allí.

A pesar de estar extraordinariamente reacio a ver el cadáver de Ji Xiang, aun así, terminó arreglándose y precipitándose al patio. El cuerpo sin vida estaba cubierto con una tela blanca, la cual tenía una esquina levantada. Zhou Zishu estaba agazapado a un lado, con una cara aturdida.

Jing Qi nunca antes le había visto ese tipo de expresión y no pudo evitar preguntar:

—¿Qué... te pasa?

Zhou Zishu levantó la cabeza para mirarlo con ojos vacíos y señaló a Ji Xiang. —¿Te lo llevaste a las Guang y no te lo quedaste?

Jing Qi agitó la mano, haciendo que Ping'an se retirara primero. En el momento en que solo quedaron él y Zhou Zishu, suspiró suavemente. —Quería quedármelo, pero no pude.

Zhou Zishu apartó la mirada otra vez, como si fuera a estudiar atentamente el cadáver de Ji Xiang. —Cierto. No pudiste —contestó vagamente después de un largo rato.

—¿Zishu?

Zhou Zishu se echó hacia atrás y se sentó en el suelo con las dos manos apoyándolo por la espalda. El largo cabello en sus sienes colgaba, con un rostro inefablemente alicaído y descorazonado en la oscuridad. Respiró hondo, inclinó los hombros y se restregó la cara con fuerza. Jing Qi se le acercó y descubrió que tenía una maraña de venas rojas en los ojos. No lo había visto por solo un día, pero se había demacrado tanto.

Solo lo escuchó decir:

—Jiuxiao salió hoy... y se encontró con una cantante en un restaurante. Después de darle algo de propina, ella le entregó esto.

Cuando terminó de hablar, sacó un pedazo de papel arrugado y rayado de su manga y se lo entregó.

Receloso, Jing Qi lo tomó y lo entendió de un vistazo. Su cara palideció inmediatamente y de repente levantó la cabeza. —¿Dónde está?

—¿Quién? —Zhou Zishu se rio con hosquedad—. ¿Te refieres a la chica del restaurante? Yo me haré cargo de ella. Liang Jiuxiao... Liang Jiuxiao... dijo que los asesinos pagan con la vida. Me dijo que pagara con mi vida.

—No pensé bien esto —susurró Jing Qi.

Se avecinaba una gran tempestad, pero una chiquilla había volcado inesperadamente el barco. No tenía nada que decir en ese momento. —Este fue un error mío, Zishu. Si quieres atacar o matar a alguien después, aceptaré tu forma de lidiar con las cosas, pero para ocuparnos de este asunto de una manera pulcra, absolutamente nadie puede enterarse. Llévame a verlo primero... Levántate.

Lo arrastró hasta que quedó de pie. Zhou Zishu, mientras se balanceaba, lo observó pedir la preparación de caballos y carruajes sin decir nada, después de lo cual salió a la zaga.

La residencia de Zhou Zishu estaba escondida detrás de una enorme tienda de telas cuyo escaparte estaba cerrado. Pasar por una puerta secreta dirigía a un pequeño patio trasero, donde había muchos ciruelos plantados. Cuando sus flores se abrían en la temporada, su fragancia se podía diseminar en las grandes lejanías. Al adentrarse más y atravesar un pequeño corredor, había otro patio, pero este parecía mucho más vigilado.

Zhou Zishu llevó a Jing Qi hasta la parte más interna y abrió una puertecita raída en la esquina. La puerta estaba vigilada por varias personas y dentro había una zona de custodia de aspecto malévolo.

—Lo encerré ahí —dijo con una cara impávida.

Jing Qi lo miró y siguió apresuradamente al viejo sirviente que los guiaba con una lámpara. El interior de la zona de custodia era como un laberinto, con un guardia en cada esquina. Realmente parecía más resguardado que la prisión del Ministerio de Justicia. Al llegar al punto más profundo, Zhou Zishu se detuvo en seco y se rehusó a entrar.

Jing Qi miró al guardia y después le dijo al viejo sirviente:

—Déjame una llave. Salgan por un momento, por favor.

Cuando todos se retiraron, se acercó y abrió la puerta de hierro de la celda.

Liang Jiuxiao se encontraba encogido en una esquina. La comida al lado no había sido tocada y ya se había enfriado. Al notar que Jing Qi entraba, levantó silenciosamente la cabeza para mirarlo. Una sonrisa excéntrica se desprendió de las comisuras de su boca. —Ah, príncipe. Muchas gracias por su hospitalidad ese día.

Jing Qi se le acercó sin decir una palabra y lo miró desde la altura. El rostro de alguien habitualmente elegante y refinado se había enfriado y pareció producir de la nada una fuerza opresiva, por lo que Liang Jiuxiao apartó la vista para quedarse viendo la esquina mientras hablaba rígidamente:

—¿Vino usted a ser un intermediario, príncipe? Olvidé que usted también fue partícipe de esta masacre de un súbdito leal...

Jing Qi de repente estiró la mano y lo agarró por el cuello, levantándolo del suelo, y lo empujó brutalmente contra la pared, después de lo cual le estrelló el puño en el vientre bajo. Liang Jiuxiao quedó un poco pasmado. No había esperado que lo golpeara sin reparos y no lo esquivó automáticamente. Con un gruñido reprimido, se encorvó y Jing Qi lo volvió a golpear en el mentón.

No hubo ni una pizca de piedad en su puño, golpeando la cabeza de Liang Jiuxiao hasta el mareo y girándola hacia un lado. Con la boca llena de sabor a óxido, la abrió para escupir un trago de espuma ensangrentada. Se tambaleó unos pasos hacia un lado, y al ver que Jing Qi estaba a punto de darle un puñetazo suplementario a su otro lado, rápidamente levantó ambos brazos para bloquear la parte delantera de su cabeza.

Jing Qi lentamente retrajo su puño. Liang Jiuxiao esperó bastante tiempo antes de bajar los brazos que había levantado. Usó entonces la mano para palparse el mentón magullado en silencio y escuchó decir a Jing Qi, con una pausa entre cada sílaba:

—Liang Jiuxiao, ¿sabes cómo escribir la palabra "conciencia"?

Jing Qi también quería preguntarle esto a otra persona: Ji Xiang, ¿sabes cómo escribir la palabra "conciencia"?

Liang Jiuxiao se quedó mirándolo por un breve momento y de repente recordó que, después de haber soportado esa bofetada, el rostro de Zhou Zishu había palidecido. Su corazón se apretó por alguna razón. Sin embargo, pronto se volvió a tranquilizar mientras se reía en voz baja. —Príncipe, todo el mundo dice... que lo que levanta el trono son los huesos de los muertos. Había pensado que eran solo patrañas de los itinerantes de jianghu, pero no esperaba que fuera cierto.

La cara de Jing Qi no tuvo la más mínima fluctuación.

Liang Jiuxiao respiró hondo. —Me atrevo a preguntar, entonces, príncipe, ¿dónde está tu conciencia?

—Hice que un perro se la comiera —respondió Jing Qi con apatía.

Liang Jiuxiao primero lo miró aturdido, luego de repente se echó a reír, como si hubiera escuchado una gran broma. Su cintura se dobló, solo para que esa risa se pareciera cada vez más al llanto. —Ciertamente... ciertamente es usted la persona más franca bajo este cielo, príncipe.

Jing Qi ignoró su apariencia errática, solo murmuró:

—Jiuxiao, imagina que estás conduciendo un gran carruaje con unas ocho personas arriba, el caballo se asusta y corre directamente hacia un precipicio. Ni siquiera un dios podría rescatarlos a todos. Pero, en este momento, otra bifurcación aparece al lado en el camino. Si doblas, ninguna de esas personas tendría que morir.

Liang Jiuxiao no estaba seguro de lo que quería decir, pero al final le guardaba cierto respeto a Jing Qi, así que no pudo evitar detener su risa para escucharlo proseguir:

—Pero en ese camino hay un niño que no tendrá tiempo de esquivar. Si das la vuelta al carruaje, inevitablemente morirá. ¿Qué harías?

Liang Jiuxiao abrió la boca, pero no salieron palabras.

Los dos ojos de Jing Qi lo miraban tenazmente, con palabras que urgían. —¿Provocarías la muerte de estas ocho personas o doblarías?

El otro guardó silencio durante un largo rato. —Preferiría... preferiría morir.

Jing Qi sonrió. —¿Tú? Que mueras no sirve de nada.

Liang Jiuxiao apoyó la espalda en la muralla de la zona de custodia. Mucho tiempo después, se deslizó a lo largo de ella hasta que su trasero llegó al suelo y bajó la cabeza. —Dobla... doblaría.

—Bien, así que doblarías —dijo monótonamente Jing Qi—. Digamos que hay un carruaje con ocho personas a punto de caerse de un precipicio, pero esta vez eres un transeúnte. Tus puntos de acupuntura de la cadera están sellados y tus piernas no pueden moverse, por lo que no tienes más remedio que mirar sin poder hacer nada. En ese momento, aparece un transeúnte a tu lado. Sabes que es una buena persona, pero también sabes que, si lo empujas, el caballo enloquecido podría detenerse y esas ocho personas se salvarían. ¿Lo empujarías?

Liang Jiuxiao levantó la cabeza para mirarlo. Se le había helado la sangre. —¿Qué?

Jing Qi asintió. —Bueno, recién elegiste doblar y quitarle la vida a este personaje para salvar la vida de todos en el carruaje. Por lo tanto, esta vez, también deberías empujarlo...

—¡¿Qué estupideces estás diciendo?! —gritó Liang Jiuxiao—. ¡¿Cómo podría ir y... ir y matar a una buena persona sin una buena razón?!

Una sonrisa interesante apareció en la cara de Jing Qi, haciendo que ese semblante elegante y gentil que Liang Jiuxiao estaba acostumbrado a ver pronto se volviera severo y acre, y solo lo escuchó decir pausadamente:

—Cuando conduces el carruaje y solo puedes elegir un camino, doblas y usas una vida a cambio de ocho, predicando que no tuviste otra opción. Pero cuando te dicen que mates a alguien, prefieres ver morir a estas personas que estar dispuesto a ensuciarte las manos. Vaya, vaya, vaya...

Tras decir esa palabra tres veces en sucesión, se rio con sarcasmo. —Pero qué honradez más impresionante tiene el héroe Liang. Qué servidumbre a la nación y su gente, qué noble y sublime, héroe Liang.

Dicho eso, se giró y se fue, como si desdeñara incluso mirarlo.

Liang Jiuxiao miró su espalda en retirada mientras yacía sentado en el suelo.

Cuando se devolvió a zancadas y dobló en una esquina, Jing Qi se encontró a Zhou Zishu parado allí, solo. Suspiró y extendió la mano para darle palmaditas en el hombro. Zhou Zishu forzó una sonrisa y le agarró la mano. —Te... invitaré una copa después —dijo con una voz áspera.

Jing Qi negó con la cabeza. —Te lo debía.

—¿Qué tenía que ver contigo, príncipe? —preguntó Zhou Zishu en voz baja—. No eres un dios. ¿Tampoco eres humano?

El corazón de Jing Qi se estremeció. Mucho tiempo después, se rio con amargura. —Soy humano. Como comida humana, solo que no me comporto como tal... Cuídate.

Se marchó en silencio. Nadie recordó cerrar la puerta abierta de la celda. Liang Jiuxiao se quedó sentado dentro durante muchísimo tiempo y Zhou Zishu se quedó de pie afuera durante muchísimo tiempo.

Fue solo en la madrugada del día siguiente que Liang Jiuxiao emergió del interior arrastrando los pies. Tras ver a Zhou Zishu, no dijo nada durante un largo rato, para finalmente llamar:

—Shixiong...

Zhou Zishu cerró los ojos. No dijo nada, simplemente abrió los brazos y cobijó todo su ser en su pecho.

Las complicaciones de este mundo no se podían sopesar. Hacerlo era solo dolor y sufrimiento.

Aquellos que podían soñar en grande y flotar por la vida con una jarra de licor eran muy sabios. También tenían que ser muy afortunados.

Liang Jiuxiao de repente parecía haberse vuelto taciturno y reticente. Aunque todo en lo que había creído había sido derrocado de la noche a la mañana, lo mejor fue que se había calmado. Tanto Zhou Zishu como Jing Qi suspiraron de alivio por dentro, pero de momento no podían preocuparse de él... Un infortunio había sucedido en el noroeste.

Hace unos años, Jiang Zheng había presentado un memorial de que el Mercado de Primavera del noroeste era motivo de preocupación. Ahora que Jiang Zheng había muerto, es como si una maldición se hubiera hecho realidad.

Zhao Zhenshu y su gente habían sido despedidos en sucesión. En años anteriores, todos los Mercados de Primavera los había organizado (y sobornado) él, por lo que cuando volvió a suceder este año, los vakurah del noroeste de repente descubrieron que los funcionarios que lo administraban habían sido completamente sustituidos por un nuevo lote de caras. Y no solo eso, este grupo de caras tampoco sabía cómo funcionaban las cosas por ahí.

El noroeste acababa de someterse a una purga, ¿quién se atrevería a burlar la ley en esta coyuntura actual? Por consiguiente, en lo que respecta a los plebeyos de la Gran Qing, la extorsión de impuestos y los gravámenes debían ser escasos. En lo que respecta a los vakurah, entonces, se habían roto las transacciones secretas y las ganancias. La ambición de los vakurah era exuberante y, además, un personaje extraordinario había aparecido: un líder conocido como Jeshe. En solo un corto par de años, ya casi había capturado y sometido a todas las tribus bárbaras del noroeste. Su territorio se expandía cada vez más y su poder era cada vez mayor, por lo que su ambición naturalmente también estaba creciendo.

Y por fin había llegado la oportunidad de que sus ambiciones salieran volando de su pecho.

A principios de este verano, se había decretado estado de emergencia en el noroeste, un motín. Las defensas del norte de la Gran Qing –que habían estado tranquilas durante más de cien años– de repente sufrieron un ataque sorpresa. El ejército defensor que estaba casi medio retirado a la vida civil retrocedió paso a paso ante la derrota, y en el transcurso de un mes, nueve ciudades se habían perdido una tras otra.

Ahora, el clima realmente había cambiado.

Helian Pei verdaderamente entendió que algo había sucedido esta vez e incluso asistió a las sesiones de la corte por varios días, siempre pacientemente sentado en el trono del dragón mientras escuchaba a funcionarios civiles y militares transformar a gritos y peleas toda la corte en un horrible desorden de diez millones de patos.

Pero Jing Qi formó un plan indistinto y diferente en su mente.

Sobre el título, se usa 侠之大者, una frase extraída de El regreso de los héroes del cóndor, una novela publicada en 1959 y se refiere al espíritu caballeresco de hacer contribuciones a la patria y al pueblo, ello desde el ángulo del confucianismo; una persona que lucha contra la injusticia y actúa con valentía y honestidad.