Capítulo 53: Trance Onírico

De hecho, a Jing Qi realmente le gustaba el patio de Wuxi. Tenía muchas cosas entretenidas y novedosas y solía visitar el lugar con frecuencia para gorronear comida. Pero desde que Wuxi bebió demasiado y lo abrazó mientras lloraba a lágrima viva, guardaba una especie de rencor.

Originalmente había considerado a Wuxi como un niño terco e ignorante, jamás habría imaginado que desarrollaría este tipo de pensamientos después de tanto tiempo. Cuando los estragos en el corazón de Jing Qi pasaron, tomó rápidamente una decisión despiadada, y a partir de ese momento, directamente se negó a reunirse con él, con la intención de esperar a que creciera y lo pensara más. La idea encantadora y poco realista que tuvo durante su juventud debería estar diluida para entonces.

Pero en esa noche de ventisca, obstinadamente hizo que ese corazón suyo –tan frío y duro como el hierro– se ablandara por un momento. Una cosa llevó a la otra y terminó sin tener el corazón para retener al chico fuera de las puertas de la residencia.

A veces pensaba que, cuando creciera en el futuro y comenzara a recordar la gratitud y el resentimiento de los viejos sentimientos que en el pasado albergó, ¿cuántos "viejos sentimientos" todavía tendría por él?

El príncipe Nan'ning era opulento, ingenioso y también bienaventurado. Cuando regresaba a los sueños a la medianoche, se despertaba sobresaltado con un corazón vacío y desolado, carente de un solo pensamiento de anhelo o remembranza. Había disfrutado de los mayores placeres del mundo secular y después había bajado al Manantial Amarillo. Al haber visto todos los escenarios hermosos y corrompidos del mundo, naturalmente estaba al tanto de lo bueno y lo malo, y porque estaba al tanto de ello, lo que más odiaba hoy era separarse de este pequeño indicio de bien.

No era Zhou Zishu. Se le era imposible ser el tipo insensible que mataba con resolución y seguía al cielo en busca del destino. Una vez que pensaba demasiado, con demasiada meticulosidad, siempre le resultaba algo difícil llegar a una conclusión.

Sentía que, en su vida humana anterior, fue un poco injusto morir por la mano de Helian Yi debido al miedo que este le tenía. Helian Yi realmente lo estimaba, mientras que Jing Qi sabía el tipo de basura que su propia persona era: siempre un consejero inepto que seguía al lado del comandante, que carecía innatamente del porte para emitir dictamen u organizar el universo.

Debido a estos pensamientos indescriptiblemente incómodos, no había venido a la residencia del joven chamán en más de un año. Ceder por benevolencia era una cosa. Jing Qi reflexionó sobre el asunto un par de veces y sintió que al lidiar con una mente obstinada como Wuxi –que permanecía tan impertérrito ante el fracaso que a veces era imposible comunicarse con él– la persuasión no servía y, aun así, siempre había sido bondadoso. Si no podía ser rígidamente radical con él, solo podía hacerse el tonto y esperar que su naturaleza adolescente se encauzara después de este período de tiempo, para hacer lo que debería haber estado haciendo.

No obstante, Wuxi podía calarlo o algo así, porque de vez en cuando se lo recordaba de una manera muy franca y abierta. Jing Qi fingía no haber escuchado o bromeaba desganadamente diciendo que no hablaba en serio, pero se sentía cada vez más nervioso. Se engañaba a sí mismo diciendo que Wuxi no hablaba en serio, pero en su corazón sabía muy bien que sus palabras eran definitivamente más reales que las avellanas.

Tan pronto como entró en el pequeño patio de Wuxi, se topó con la vista de un par de cuerdas de diferentes tamaños colgando de su gran banyán, sobre las cuales se ataban pequeñas tablillas de madera no más delgadas que una palma. Debido a que Wuxi lo había estado mirando con una sonrisa tonta todo el tiempo, Jing Qi se vio obligado a desviar un poco su atención, así que estiró la mano para tocar suavemente una tablilla. —¿Para qué es esto?

Acababa de terminar de hablar cuando Wuxi lo agarró de la mano y lo arrastró un paso atrás. Inmediatamente después, gotas de cinabrio cayeron de arriba y aterrizaron justo donde acababa de estar parado. Vio entonces que sobre la cuerda había un platillo en equilibrio que se meneaba con la brisa. El hecho de que topeteara la tablilla hizo que el platillo inestable se desequilibrara y derramara el líquido.

—Que no te caiga en la ropa —dijo Wuxi—. Esto es lo que solía usar para practicar qikung. La fuerza que se pone al pisar las tablillas no debe ser suficiente para derramar el agua de cinabrio. Claro, ya terminé con eso y ya no las uso. Ashinlae juega con ellas, pero es demasiado corpulento y nunca podrá practicar artes marciales de ligereza, así que todos los días se llena la cabeza y la cara de agua roja.

Jing Qi se limpió el sudor por dentro, pensando que era una suerte que Ping'an y Ji Xiang lo hubieran fastidiado ese día y no hubiera podido intercambiar golpes con este tipo. De no ser así, realmente no habría tenido ningún lugar donde dejar su vieja cara.

Aún había más cosas en el patio: a un lado había un estante de arsenal y a su lado varios tocones de ciruelos que se erguían en alturas desiguales. Mirándolo, el patio no parecía un lugar donde el joven chamán de Nanjiang residiera, sino una zona donde una secta secreta practicaba artes marciales. Junto a él había un estudio, y aprovechando los rayos del sol, una estera tejida se extendía en la entrada con varios libros asoleándose en ella.

—Siéntate aquí un momento —dijo Wuxi una vez más—. Voy a echar un vistazo al jarabe de suero floral hecho hace un par de días que ha estado remojándose en agua azucarada. Originalmente planeaba enviártelo cuando estuviera listo y dio la casualidad de que viniste.

El tipo era verdaderamente rápido para actuar, mas lento para hablar. Sin esperar a que Jing Qi montara un espectáculo de decir "muchas gracias, no te apresures", huyó.

El ocaso de la primavera había llegado a la ciudad, lo que la ubicó en un período de algazara. Pero ello no parecía mezclarse ni un poco con este pequeño patio. El gran bayán en el medio que había estado allí durante una cantidad desconocida de décadas parecía ocultar el cielo y ensombrecer la tierra, extendiendo una vasta sombra de luces y tonos errantes provenientes de sus aperturas. Los guardias imperiales sabían que se encontraba aquí en este momento, así que tampoco vinieron al patio, lo que hacía que este lugar exudara tenuemente una atmósfera inquietante y desierta del sombrío repique de las campanas, con el sonido nítido, lejano e indistinto.

De vez en cuando, una serpiente o un escorpión o algo parecido se arrastraba lentamente, y los insectos venenosos también parecían bien entrenados. No se acercaban a Jing Qi en absoluto, lo miraban desde lejos y después se iban a otra parte, como si tuvieran algo de precaución con la marta que abrazaba.

Jing Qi se dio unas vueltas alrededor del patio, luego abrió los libros que Wuxi simplemente había dejado al sol y los leyó casualmente. Vio que todos los que leía tenían pequeñas palabras cuidadosamente anotadas en los márgenes, con pinceladas de bermellón o tinta negra. Las examinó con detención: las secciones de bermellón eran sus propias lecciones casuales y cotidianas y el resto eran acotaciones del propio Wuxi. Las palabras eran desordenas y no muy bonitas, pero tenían una rara seriedad.

Los cerró con un secreto ataque de gran encomio. Vio de reojo una pequeña estera al lado del libro, donde un montón de polvo ampo se asoleaba. No sabía lo que era e incluso al acercarse aún no podía oler nada. Relucía bajo la luz del sol, muy brillante y clarísimo, bello.

No pudo evitar querer estirar la mano y agarrar un poco para examinarlo. Inesperadamente, antes de que sus dedos lo tocaran, sucedió que Wuxi entró y exclamó tan pronto como lo vio:

—No toques eso...

Lo atraparon desprevenido, así que Jing Qi dio vuelta la cabeza para mirarlo. Pero con una distracción mental como esa, la pequeña marta que sostenía en sus brazos –después de haber estado mucho tiempo impaciente por ir a pulular por el lugar– aprovechó la oportunidad para liberarse. Saltó felizmente y se lanzó directamente sobre el polvo medio secado al sol. Realmente se movía demasiado rápido, capaz incluso de arañar a alguien con la habilidad de Liang Jiuxiao, por lo que Jing Qi naturalmente no pudo agarrarla de vuelta. A la velocidad del rayo, el polvo sobre el que se abalanzó la marta se le esparció en la cara.

Se levantó abruptamente y retrocedió un gran paso, desconocedor de si lo había inhalado o no. Vio a Wuxi dando zancadas en su dirección y pronto se sintió mareado, con su conciencia volviéndose nebulosa. Como si se encontrara aquejado en una pesadilla de medianoche, su mente se aclaraba y también se confundía. Se balanceó, con los dedos agarrando el aire como si estuviera sujetando algo, y sin saber lo que había atrapado, entonces no supo de nada.

Wuxi miró al hombre que se había zambullido de cabeza en su pecho, para luego bajar la vista a la marta que yacía igualmente inmóvil sobre su estómago en el suelo. Por una fracción de segundo, tuvo muchas ganas de despellejarla, guisarla y comérsela.

Suspiró, usó la punta de los dedos de los pies para levantarla y la lanzó a un costado. Poco después, se inclinó y dobló un brazo debajo de las rodillas de Jing Qi, lo levantó con cuidado y lo colocó sobre su propia cama. Cuando lo miraba en el pasado, aunque pensaba que era alto, esbelto y frívolo, ahora mismo, su cuerpo estaba débil. Parecía muy frágil con la forma en que se acurrucaba en sus brazos. Tampoco pesaba mucho cuando lo cargaba, como si fuera piel y huesos. Conservaba sus tres tesoros así, pero después cotorreaba y conspiraba.

En este momento, cuando de repente se vio afectado por el abrupto contratiempo de la marta y se derrumbó, las almas inmortales y mortales de su cuerpo se vieron obligadas a descansar, por lo que parecía un simple esqueleto. El círculo de sombras que proyectaban sus pestañas sobre su piel blanca provocaba cierta lástima al mirarlo.

Wuxi no estaba seguro de la razón, pero sintió que tendría frío, así que sacó una cobija de seda y lo cubrió suavemente con ella.

Luego de eso, se levantó y sirvió una taza de agua caliente, sacó una botella de porcelana de un pequeño gabinete y puso el antídoto en el agua. Al enfriarse después de un corto momento, puso gotas en el dorso de su mano para probarlo y solo después de sentir que no estaba hirviendo, incorporó a Jing Qi. Cuando lo apoyó contra su pecho, le abrió suavemente la mandíbula e introdujo la medicina.

Ese polvo blanco sin olor que había dejado al sol era un tipo de agente noqueador. Al principio no tenía nombre, pero después de que Zhou Zishu vendiera un lote, recibió uno de la gente de jianghu: Trance Onírico. Lo que mejor entendía Zhou Zishu era la puerta a los corazones de la gente. No vendió mucho, solo distribuyó cinco o seis botellas y se negó a dar más después. Cada una se vendió a un precio altísimo.

Después de que se secaba por completo, era incoloro e insípido. Lo colocaran en comida y bebida o lo esparcieran por el aire, nadie podría detectarlo. Si no se disponía del antídoto, bastaba con inhalar un poquito y tendrías que acostarte durante cinco o seis días. Sin embargo, esos días no se pasaban en coma. Los que tomaban la droga soñaban salvajemente sin despertar, soñando con las cosas que más anhelaban en sus corazones. Así fue cómo se ganó el nombre.

Incluso con la medicina, Wuxi sabía que aun así requeriría una o dos shichen para que despertara. Inclinándole la cabeza, limpió tierna y dulcemente las gotas de agua de los labios de Jing Qi. No pudo evitar detenerse cuando sus yemas se frotaron contra ellos. La suavidad y la humedad de sus labios hizo que su corazón palpitara.

El que anhelaba día y noche se apoyaba en su cuerpo sin la más mínima conciencia. El corazón en el pecho de Wuxi aumentó repentinamente de velocidad y su respiración se empezó a desordenar. Como si algo lo hubiera hechizado, lentamente bajó la cabeza, levantó el mentón de Jing Qi y fue a besar esos labios que acababan de quemarle los dedos.

Inmediatamente después, no fueron solo las yemas las que ardieron, sino que sintió como si toda su alma se desplomara. Jing Qi inconscientemente jadeó un poco debido a su beso levemente invasivo. Wuxi parecía poder sentir los huesos del otro mientras se apretaban tan fuerte contra él... pero aun así no era suficiente.

Esa estrecha cercanía seguía sin ser lo suficientemente cerca. La sed que clamaba en su interior no se aplacaba, quería algo más.

Desde que Wuxi había llegado a la capital a la edad de menos de once años, su vida había sido constantemente simple y disciplinada: práctica física, práctica medicinal, estudio, ver tontear a Jing Qi. Nunca antes había experimentado las relaciones humanas, pero en ese momento, como instado por el instinto, levantó la mano y manoseó. Comenzando por el cuello, desabrochó los botones de Jing Qi uno por uno.

La piel blanca y tersa del extravagante príncipe Nan'ning muy pronto quedó al descubierto. Wuxi estiró la mano y toqueteó su cintura compacta y cálida, como si estuviera explorando, como si estuviera embelesado y ya no pudiera dejarlo ir.

Si bien el hombre parecía hecho de porcelana, no era tan frío como ella ni tan urente como la temperatura de su propio cuerpo. Era como si tuviera la calidez perfecta.

También tenía un aspecto perfecto en todas partes. Un mechón de cabello se cayó y se dispersó, cubriéndole suavemente la clavícula. Colgado cerca de un lado de la cama, el contraste de blanco y negro era asombrosamente bonito.

Wuxi se volvió loco.

Sintió que todo su cuerpo humeaba, un calor anormal fluía por todas partes en desorden. Recordó la tierra onírica de encanto conmovedor. La memoria y la realidad se superpusieron, el hilo en su cabeza se rompió repentinamente y obedeció su instinto de inclinar el torso...

En ese instante, Jing Qi de pronto se movió. Wuxi se sobresaltó, mirando con perplejidad dónde se encontraba. No pudo reaccionar por un momento.

Pero Jing Qi no se despertó. Como si el Trance Onírico comenzara a surtir efecto, parecía estar soñando con algo. Sus refinadas y lindas cejas se arrugaron lentamente y poco después se volvieron a relajar. Una sonrisilla incierta se reveló en la comisura de sus labios, pero las puntas de sus cejas bajaron, lo que lo cubrió vagamente en una capa de congoja.

Al mirar al que abrazaba cuya ropa estaba desaliñada, Wuxi de repente se sobresaltó. El rubor de su rostro se disipó y se puso verde y blanco. Rápidamente cerró las solapas de Jing Qi y las abrochó una vez más, lo colocó en la cama, lo cubrió con la cobija y salió corriendo como si estuviera escapando.