Capítulo 38: Intercambio de obsequios

Año tras año, las que estaban encima del río Wangyue eran diferentes, pero las atracciones eran siempre las mismas. El viento primaveral pasó una vez por la ribera de diez li de largo, separando a la gente por nueve pasos y tres giros de la cabeza.

Se vio que todo el bermellón se volvía turquesa.

Se perdió la canción anual en el río, se perdió la noche del Festival de las Linternas. Cuando Jing Qi vio las lejanas puertas de la capital, una especie de añoranza continuamente reprimida emergió vagamente en su corazón.

Añoranza por la silenciosa y tranquila residencia Nan'ning, añoranza por el fastidioso parlanchín de Ping'an e incluso el monstruito de al lado, Wuxi.

No pudo evitar sonreír y le dijo a Ji Xiang, que atendía a un lado:

—Según tú, ¿me reconocerá todavía esa marta despiadada de nuestra residencia?

Ji Xiang rápidamente sonrió obsequiosamente. —Ha dicho usted palabras sin fundamento, amo. Esa cosita ha estado siempre a su lado y nunca deja que nadie más se acerque. ¿Cómo podría no reconocerlo?

Como si hubiera recordado algo, Jing Qi también sonrió. —Sí, los animales tienen mucho más corazón que los humanos... Oye, ¿sabes el porqué? —dijo.

Aunque era una charla ociosa, sorprendió un poco a Ji Xiang. No entendía a lo que se refería el príncipe júnior… ¿Por qué había arrastrado el tema hasta acá? ¿Era la morriña? Por tanto, negó con la cabeza.

—Los humanos tienen demasiadas preocupaciones, como padres, hermanos, amigos, familia, esposas, hijos, ancianos y jóvenes, además de la socialización diaria que no se puede omitir, y siempre hay una miríada de tentaciones en las que pueden caer —explicó Jing Qi, con cierto sentimiento patente—. Pero los animales son diferentes. Sus preocupaciones diarias no son más que vivir, comer y beber. Críalos y serás el único al que normalmente mirarán y reconocerán. Tienes este gran mundo exterior afuera, pero lo único que recuerdan es tu bondad...

Al llegar a ese punto, dejó de hablar.

Ji Xiang se quedó mirándolo con perplejidad, sin entender. Se vio obligado entonces a sonreír con deferencia, asentir y convenir.

Pero Liang Jiuxiao de repente preguntó:

—Príncipe, ¿por qué lo que ha dicho es tan... tan doloroso de escuchar? —inhaló por la nariz y pensó por un largo rato—. Príncipe, usted viene a casa después de completar su comisión y yo puedo encontrarme con mi shixiong al que no he visto en mucho tiempo. Ambos son eventos alegres, así que no digamos cosas así, ¿bueno? Escucharlas hacen que el corazón se sienta agrio.

Jing Qi le dirigió una mirada. —Solo estaba sopesando el asunto de pasada. ¿Qué tiene de doloroso? —preguntó con indiferencia.

Todo el rostro de Liang Jiuxiao se arrugó y negó con la cabeza. —No, suena doloroso, como si mi pecho se ahogara. Es una sensación de ansiedad, como si... si... como si algo me hubiera decepcionado tantas veces. No quiero pensar más en eso.

La esquina de la boca de Jing Qi se curvó, sin decir nada.

Creía que a veces los cielos eran bastante imparciales. Cuál fuera la aptitud de una persona, asimismo sería su defecto. La mayor parte de la gente inteligente, por ejemplo, pensaba más, pero el transcurso de sus vidas no necesariamente sería más fácil que el de los tontos. Por dar otro ejemplo, aunque los astutos y analíticos que estaban constantemente reflexionando sobre las mentes de los demás siempre tenían una perspectiva inherente al momento de calar a la gente, a menudo estaban mal versados en las costumbres del mundo y eran inferiores a aquellos de naturaleza honesta que tenían una intuición casi mágica.

Wuxi tenía ese tipo de intuición, igual que Liang Jiuxiao.

Jing Qi estaba convencido de que en realidad todos la tenían al nacer, pero con el paso del tiempo... incluso sus propios corazones perdían la fe en ella.

El carruaje de repente se detuvo, lo que lo sobresaltó. Ji Xiang rápidamente asomó la cabeza para preguntar al respecto. La parte delantera le dijo algo en respuesta y este último se bajó del carruaje. Regresó un momento después con lo que parecía alegría en sus rasgos. —Adivine quién está aquí, amo dijo Ji Xiang.

—¿Hm?

Los rayos de luz eran algo tenues y tampoco había analizado la expresión de Ji Xiang, por lo que frunció el ceño al escuchar eso. El tumulto se agitó inmediatamente en su mente. Estaba poco condecorado y su sequito era sencillo, andando por delante de Cui Yingshu precisamente para regresar a la capital de tapadillo. Nadie había sido informado al respecto para que pudiera ir directamente al palacio, presentarse ante el Sagrado y explicar el acuerdo del incidente, ello para evitar que aconteciera un momento en el que Helian Qi montara un escándalo de la nada. Sin embargo, habían descubierto sus huellas aquí...

¿Quién era el todopoderoso? ¿Dónde se había enterrado al topo? ¿Cerca de él? Imposible... Quizás estaba cerca de Zhou Zishu...

¿Y cuál era el significado de obstruirlo aquí?

Jing Qi guardó silencio por un momento y extendió la mano, con la superficie de su rostro inmutada y sin emoción visible. —Ayúdame a bajar. Iré a ver qué clase de amigo tiene semejante poder.

Pero tan pronto como se bajó, quedó estupefacto.

En una antigua carretera en las afueras de la capital solía haber un pabellón de vinos que se convirtió en un "pabellón de descanso". Había tres sauces en sus puertas y los transeúntes los atravesaban de un lado a otro –arrancar una rama transmitiría el anhelo por miles de li– y si se caminara más allá, se sobrepasarían las puertas de la ciudad.

En este momento, en la zona abierta a la entrada del pabellón se sentaba una sola persona.

El joven había crecido rápido. Al no haberlo visto durante la mayor parte de un año, casi no pudo reconocerlo. Su altura había aumentado bastante, descollaba en la multitud. No había velo en su rostro y la curvatura siempre algo pueril de su memoria parecía haber sido pulida por el tiempo. Se había convertido en un adulto de la noche a la mañana en virtud de un soplo del viento. Los ojos con los que lo miraba eran extremamente brillantes y límpidos, incluso acarreaban una sonrisa.

Jing Qi nunca antes había visto una sonrisa tan gentil en el rostro del joven y por un momento se sintió algo desconocido.

Por supuesto, no era el único que nunca había visto una sonrisa como esa en Wuxi. Incluso Ashinlae y Nuahar –que lo acompañaban– no pudieron evitar horrorizarse. Después del día en que su joven chamán había dicho esas palabras que asustaban al mundo y hacían llorar a los espíritus, la mente de ambos había estado continuamente en caos.

Sin mencionar a Ashinlae, ni siquiera Nuahar podía entender por qué al joven chamán le gustaba un hombre.

¿Qué tenía de bueno esta persona? No olía bien, no era delicado, tampoco tenía un cuerpo sólido. No podía hablar con una voz melodiosa ni lavar ropa, tampoco cocinar, tener hijos o administrar el hogar. Nuahar miró a Ashinlae, imaginando silenciosamente al mismo hombre siendo considerado como esposa y llevado a casa... Inmediatamente se le puso la piel de gallina de pies a cabeza y casi vomitó lo que había comido anoche.

Sentía cada vez más que el joven chamán estaba hechizado[1].

El aburrimiento lo sobrepasaba todos los días mientras acompañaba a Wuxi a sentarse un rato en este ruinoso pabellón de vinos, y tampoco estaba seguro de lo que estaba haciendo, pues no comía nada. Hacía siempre lo mismo: pedía una jarra de vino, pagaba y se iba cuando la terminaba, echando un vistazo melancólico a las imponentes murallas de la ciudad al partir. Eso era todo.

Sin embargo, en la fracción de segundo en que el príncipe Jing se bajó del carruaje, tanto los ojos como la sonrisa de Wuxi de repente brillaron, lo cual alcanzó el corazón de Nuahar como un rayo. Se dio cuenta de un vistazo que esto no se trataba de un hechizo, era sincero.

En aquel entonces, cuando su propio hermano mayor recogía una canastilla diaria de la hierba de seda más hermosa de las zonas extremadamente peligrosas de Nanjiang –desafiando el peligro de perder la vida en cualquier momento– y se la llevaba a casa para su esposa, a menudo mostraba inconscientemente una expresión como esta.

Cuando se veía a ese alguien, era una apariencia similar a una planta casi marchita que ganó un momento de maná: la totalidad de su persona cobraba vida.

Por lo tanto, el estado de ánimo de Nuahar se complicó mientras seguía a Wuxi para ir a recibirlo. Escudriñó secretamente al hombre familiar. El aspecto de Jing Qi era verdaderamente bueno y no el tipo de bueno de una mujer. Era alto, con una indumentaria afilada como un árbol de jade que enfrentaba los vientos. Toda su persona tenía una elegancia y sofisticación indescriptibles y la forma en que hablaba y se movía dentro de esa vestimenta meticulosa no podía evitar tener una marca de desenfreno de que nada le importaba, una marca de poder ceder ante todo. Era extremadamente poco revelador, pero capaz de formar lazos de admiración.

Esta era una buena persona, pero... ¡era un hombre! Nuahar le lanzó automáticamente una mirada furtiva a Ashinlae. Al ponderar cómo el que le gustaba al joven chamán era un hombre grande y crecido como él, se confundió aún más.

Desde luego, Jing Qi no estaba al tanto de que en este preciso momento otra persona estaba en medio de establecer mentalmente una conexión que desafiaba la descripción entre él y el grande y bruto Ashinlae. En todo lo que estaba pensando era que su reciente vigilancia había sido un poco ridícula.

Estaba acostumbrado a la precaución meticulosa, incluso era algo asustadizo.

Por alguna razón desconocida, se relajó tan pronto como vio a Wuxi. A pesar de saber que el mocosito tenía un corazón venenoso, manos venenosas y todo venenoso, aun así, le daba una sincera sensación de seguridad. En cualquier caso, al menos al frente de él no necesitaba tener una mente calculadora: podía relajarse un poco, reír cuando estaba de buen humor y no forzar una apariencia feliz cuando no lo estaba, como si también se dejara llevar por su naturaleza.

—No esperaba que la primera persona con la que me topara en la capital fueras tú —dijo Jing Qi con una sonrisa.

Wuxi de repente extendió las manos y lo abrazó. Estupefacto, Jing Qi se recompuso solo después de que un breve momento pasara y le dio una fuerte palmada en la espalda. —Huiste a una granja y te robaste el abono de una familia campesina para comer, ¿eh? No te he visto en unos días y parece que te has vuelto loco.

Wuxi detectó que los huesos del hombre le pinchaban dolorosamente los brazos, como si hubiera adelgazado en comparación con antes de su partida, y se le agrió un poco el corazón, con un sentimiento de tristeza y alegría entretejidos. Nunca antes se había dado cuenta de que podía haber tantos sentimientos sutiles en el corazón humano. Medio año de añoranza se menguó y la inundación se convirtió en un desastre.

Al final, lo único que dijo con asfixia fue: "Te extrañé".

El corazón de Jing Qi se entibió... Helian Pei estaba esperando registrar la lista de patrimonio neto que había contabilizado; Helian Yi estaba esperando la colección de funcionarios corruptos que había atrapado; Helian Zhao estaba esperando noticias de que había salido limpio; Zhou Zishu estaba esperando a su shidi... Nadie había venido a este pabellón de descanso en un camino antiguo, donde el ruido y el polvo estaban sujetos a esparcirse, para abrazarlo con fuerza y decirle te extrañé.

Nada más. Solo extrañarte, solo a ti.

No pudo evitar sonreír. —Veo que todavía tienes algo de conciencia.

Mucho tiempo después, Wuxi lo soltó y lo miró sin pestañear con ojos negrísimos.

—¿Por qué estás aquí? —preguntó Jing Qi.

—No tengo nada más que hacer, de todos modos. Escuché que volverías por este camino, así que he estado viniendo a ver todos los días.

Los ojos de Jing Qi se agrandaron. —¿Todos los días? —espetó—. Me fui por más de medio año. Tú, todos los días...

Wuxi asintió como si fuera algo inevitablemente natural. —Me sentaba aquí un rato, después volvía. No esperaba que te fueras por tanto tiempo.

¿Cómo es que este niño evocaba tanto afecto...? De repente, al sentirse bastante conmovido y gratificado, Jing Qi le hizo un gesto a Ji Xiang para que trajera una cajita, la que luego tomó y se la entregó a Wuxi. —Te compré pequeñas chucherías.

Wuxi la aceptó con perplejidad, una expresión extraña emergió repentinamente en su rostro. Dicha expresión parecía una felicidad extrema, la que entonces fue reprimida por la fuerza. —¿Para mí? —susurró.

Jing Qi asintió. —Especialidades locales típicas de las Guang. No valen nada, pero pensé que quizás no las habías visto antes, así que puedes llevártelas y hacer lo que quieras con ellas.

—Entonces... ¿son solo para mí? —volvió a preguntar Wuxi.

Los que tienen un corazón grande, también valoran mucho lo material, pensó Jing Qi. Todo aquello que se valorara debía atenderse morosamente y la fruslería para camelar niños lógicamente no era muy presentable en público, por lo que asintió. —¿Para quién más serían? —dijo despreocupadamente.

Perfectamente satisfecho, Wuxi abrió con mucho cuidado la caja envuelta en satén. Dentro había un elaborado cofre de marfil, cuya superficie estaba decorada con diseños de fauna que eran nada menos que extremadamente exquisitos. Desde tiempos inmemoriales, la forma del rinoceronte se yuxtaponía con el jade de la montaña Kunlun, la perla de la luna brillante, los adornos ceremoniales, etc. Mencionar el lustre y la opulencia que tenían no era necesario. El cofre se abrió y en su interior yacían doce estatuillas de los animales del zodiaco, todas y cada una de ellas talladas meticulosamente en marfil con una inocuidad palpable.

Wuxi la aceptó con atención y cuidado, la ubicó de manera excepcionalmente bienamada en su pecho, mostrando una sonrisa que no tenía la menor falsedad. —Me encanta —tomó un anillo de jadeíta verde oscuro que tenía en el dedo—. Me diste un regalo. Yo también te daré uno.

Los ojos de Nuahar y Ashinlae casi explotaron. ¡Joven chamán, eso se ha legado de generación en generación de grandes chamanes! El gran chamán se lo entregó antes de su partida, indicándole que lo mantuviera a salvo y que, si no lo traía consigo en el futuro, definitivamente tenía que haber sido obsequiado a su esposa... Eso... Pero entonces...

Ashinlae abrió la boca, con la intención de hablar. Nuahar le dio un fuerte pisotón y se lo tragó con la cara lívida.

Jing Qi le agitó las manos y se largó a reír. —Eres aburrido, ¿eh? Son solo unas baratijas, los regalos son solo regalos. Juega con ellos cuando quieras, tíralos a un lado cuando no.

—Jamás tiraré a un lado algo que me des tú. Esto también es diferente, debes aceptarlo —respondió seriamente Wuxi.

Jing Qi parpadeó. Tomando el anillo de jadeíta, lo observó a la luz. Sabía que era un buen artículo, pero como el príncipe Nan'ning, hasta la fecha había visto realmente demasiados artículos buenos, así que tampoco le importaba mucho este pedazo de jade verdusco. —¿Qué tiene de diferente? —preguntó de modo juguetón.

Wuxi se quedó callado por un momento. —No puedo decírtelo ahora. Como sea, es diferente.

Encantado con la perspectiva misteriosa, Jing Qi quiso hablar, pero notó que Wuxi lo estaba mirando con total seriedad. —Debes aceptar esto —insistió.

No había necesidad de discutir con él por esta nimiedad. De buen humor, Jing Qi accedió sin reparo alguno. —Muy bien. Rechazar sería irrespetuoso.

Lo comparó con su mano. No encajaba en su pulgar, pero era un poco más grande que el resto de sus dedos. El solícito de Ji Xiang rápidamente sacó un trozo de hilo de quién sabe dónde y lo encordeló para colgarlo alrededor del cuello de Jing Qi.

Wuxi sonrió en silencio.

Príncipe, ha recibido usted una muestra del amor de este...

[1] Referencia a Mara, el demonio del deseo y "la personificación de las fuerzas antagónicas a la iluminación" en el budismo, que intentó tentar al príncipe Siddhartha haciendo uso de ilusiones de mujeres hermosas."Príncipe, ha recibido usted una muestra del amor de este..." Sí, lo trató de usted. Lo segundo, trivia: 定情 es un verbo para "intercambiar muestras de amor/votos; jurar amor; comprometerse".