Capítulo 15: Junto al río Wangyue

El Año Nuevo era un evento masivo. Se estaba preparando un banquete en el palacio, y aparte del caballero Helian Yi que se estaba acicalando felizmente, nadie más lo estaba pasando bien.

Dentro había una plétora de hermosas consortes imperiales de todas las procedencias. Como se decía, tres mujeres juntas era una obra de teatro, por lo que innumerables mujeres reunidas era una catástrofe de unos pocos millones de patos. Afuera había una manada de hijos de sangre y ahijados, cada uno albergando sus propios pensamientos, con púas ocultas dentro de sus interacciones amistosas mientras todos los altos funcionarios cercanos simplemente los acompañaban con sonrisas rígidas.

Al final, Helian Pei simplemente no lo abordó. No es que no supiera lo que estaba pasando: había pasado la mayor parte de su vida en las profundidades del palacio, después de todo. Aunque no podía gobernar el país ni pacificar el reino, aun así entendía la competencia por el favor y las luchas internas.

Después de sentarse para la reunión, al comienzo se sentía enérgico, pero después de un rato se irritó. Agitó la mano para para que todos se sintieran cómodos y solo afirmó que estaba exhausto.

El eunuco Xi hizo que alguien le presentara una sopa para calentar el estómago y Helian Pei tomó un sorbo mientras la sostenía. —¿Dónde está Beiyuan? —preguntó—. Llámalo para que venga y se siente con nosotros un rato.

El eunuco Xi hizo una pausa. Girándose para buscar, descubrió que el asiento del príncipe Nan'ning había estado vacío hace mucho tiempo y envió apresuradamente a alguien para que lo investigara.

Un momento después, había vuelto a susurrarle a Helian Pei. —Respondiendo a Su Majestad, el príncipe informó que había un viento frío afuera y le dolió un poco la cabeza, por lo que se disculpó y regresó a su residencia.

Helian Pei levantó un poco los párpados y agitó suavemente la mano. El eunuco Xi notó su expresión enfermiza y no lo molestó, retrocediendo al costado.

Un segundo después de eso escuchó a Helian Pei suspirar suavemente. El rostro del emperador parecía un poco lóbrego bajo la luz de las velas, las sucesivas arrugas competían para revelarse de las comisuras de sus ojos y parecía extraordinariamente marchito debajo de su magnífico ropaje. —Ni siquiera tenemos a alguien que nos acompañe a charlar...

En esta noche, toda la capital se llenó de los vítores, risas y charlas de la gente.

Jing Qi sabía que no podía permitir que Helian Yi fuera testigo de su escape. Su Alteza era el típico tipo de llevarse a alguien al ataúd, alegando que que un compañero taoísta siguiera coleando mientras su humilde persona moría era ilógico y definitivamente nunca podría soportar ver a otras personas huyendo de la primera línea mientras él sufría.

Durante el momento en que Lu Shen −el zhuangyuan del examen imperial de este año− apartó a Helian Yi para conversar, Jing Qi aprovechó la oportunidad para engrasar sus suelas y huir rápidamente a la libertad del mundo fuera del palacio.

Fingió fragilidad todo el camino y no montó a caballo, sino que hizo que Ping'an preparara un carruaje, y al resguardarse dentro de la residencia Nan'ning, dijo que se iba a acostar temprano.

Ping’an estaba nervioso, temiendo que este señor realmente tuviera dolor de cabeza y fiebre. Al darse cuenta de que no estaba de humor para conversar, lo ayudó a vestirse, lavarse y acostarse. Después apagó las luces temprano.

Cuando no escuchó ningún movimiento afuera, Jing Qi se levantó, se cambió a un discreto atuendo de paisano, se ató descuidadamente el cabello y se escabulló al patio trasero. En la víspera de Año Nuevo, los sirvientes de la residencia Nan'ning también hacían lo suyo, por lo que la zona estaba extraordinariamente tranquila sin ninguna vigilancia. Se escapó furtivamente por la puerta de la esquina y corrió a la residencia de Wuxi.

Ashinlae se congeló por un momento al verlo. Antes de que pudiera hablar, Jing Qi le cubrió la boca. Solo después de escurrirse al interior de la residencia del joven chamán, lo liberó mientras sonreía. —Vine a buscar a tu amo. No se lo dije a Ping'an, pero volveré a escondidas antes del alba, así que no digas nada.

Ashinlae se quedó mirándolo con perplejidad, sin comprender por qué él, un príncipe, tendría que obtener la aprobación de Ping'an para salir, pero al final asintió. —Entonces... entonces iré a buscar al joven chamán para que venga.

—No es necesario, ya lo sabe. Esa pequeña marta que tienen no me da nada de cara. No le importan otras personas, pero una vez que llego yo, entra corriendo.

Jing Qi entonces vio por el rabillo del ojo que la silueta de la criatura desaparecía en un instante y se sintió un poco quejumbroso. No hice nada más que gustar de ella, pensó. Ah, ahora se ha verificado la mala fama de que los gatos odian a los perros y no los soportan.

Efectivamente, su voz aún no se había desvanecido cuando Wuxi salió caminando.

Tan pronto como Jing Qi lo vio, se sorprendió. Wuxi no vestía esa ropa negra incolora que no mostraba ni un poco de piel, sino que algo casual. Tampoco usaba velo y tenía el cabello holgadamente recogido a sus espaldas.

Como no había visto luz durante todo el año, su piel era pálida e incluso el color de sus labios era tenue. Sus rasgos eran más profundos que los de la gente de las Planicies Centrales, mas no duros, sino que tenían un tipo de belleza particularmente solemne e inmensurable. Al volver en sí, Jing Qi lo señaló y sonrió. —¿Por qué hoy no "sujetas la pipa para cubrirte el rostro a medias", permitiéndome a mí, un hombre común, ver un poco de belleza inmortal?

—Oh. Hoy no uso ese conjunto —dijo de manera completamente sucinta.

Jing Qi pensó, contrariado: ¿Crees que soy ciego?

De hecho, en Nanjiang, el velo negro que le cubría la cara era lo que los chamanes vestían durante la participación de ceremonias como sacrificios y demás, no lo que vestían en el día a día. Fue solo después de que llegó a la Gran Qing que llegó a sentirse ajeno a los demás, y sin importar a quien saliera a ver, siempre se mantenía rígidamente tenso, por lo que se quedó con el atuendo.

Parecía que, con un velo, si no dejabas que otros te vieran, no tendrías que ver a los demás.

Sin embargo, debido a que últimamente Jing Qi venía a armar escándalo con frecuencia −y a pesar de la reacción inicial de Wuxi, junto el dolor de cabeza que todas las criaturas venenosas de todos los tamaños que había criado sentían cuando veían a este príncipe Nan’ning− se le había aliviado mucho el corazón. Tras sentir poco a poco la genuinidad, la puerta de la residencia del joven chamán ya no estaba tan cerrada.

Wuxi miró de manera extraña cómo estaba vestido. Aunque por lo general Jing Qi no era de los que usaban colores llamativos, sus antecedentes consentidos tendían a mostrarse. Incluso si salía vestido de paisano, inevitablemente tendría que ser muy exigente con el material y el bordado. Nunca antes lo había visto con este tipo de ropa de plebeyo.

—¿Por qué viniste... vestido así? —preguntó.

Jing Qi puso los ojos en blanco. —Mocosito sin corazón. ¿No te dije hace unos días que te llevaría a las partes más animadas de la ciudad para ampliar tus horizontes?

Wuxi quedó estupefacto. Había pensado que Jing Qi solo había hablado por hablar en ese momento.

La gente de las Planicies Centrales era magníficamente educada con sus palabras y siempre hacían que de sus labios se repartieran algunos saludos convencionales, pero nadie los tomaba en serio. A pesar de no poder distinguir entre sus verdades y sus mentiras la mayor parte del tiempo, durante todos estos años aun así llegó a entender que palabras como "te visitaré la próxima vez" y "ven a acompañarme cuando tengas tiempo libre" no se decían con esa intención.

—¿Hablas en serio?

Jing Qi se sacudió las mangas, se dio la vuelta y fingió irse. —¿Cuándo este príncipe no ha hablado en serio con lo que te he dicho? Jaj. Me costó mucho escapar del palacio para venir aquí, pero no lo valoras, y como no lo valoras, simplemente volveré a mi residencia a dormir. Me ahorra la molestia de tener que volver a entrar a escondidas antes del alba como un ladrón...

Wuxi rápidamente le agarró el hombro. Era un hablante torpe cuya capacidad para conectar una oración de cada diez que Jing Qi decía no era una certidumbre, y como estaba ansioso, carraspeó y masculló durante un largo rato solo para tartamudear un “Voy contigo”.

Por lo general, nueve de cada diez oraciones que salían de la boca de Jing Qi eran patrañas o mentiras, pero se había topado con Wuxi, un niño terco que no podía distinguir lo verdadero de lo falso. También era consciente de que una línea inofensiva de farfulla quizás podría arruinar su amistad, por lo que era bastante sincero la mayor parte del tiempo y nunca hacía promesas a la ligera.

Tras haber vivido durante tantos años, tenía un agrado excepcional por los niños y los animalitos. Con Wuxi y la marta sentada en su hombro, un humano y un animal, ambos mirándolo con ojos negros y límpidos de idéntica ansiedad, no pudo evitar querer bromear vilmente con él, por lo que preguntó con el rostro deliberadamente serio:

—¿Te pedí yo que vinieras conmigo?

—No... no quise decir eso...

Todo lo que creía era que Jing Qi realmente se había ofendido. En el pasado, el otro siempre había sido muy magnánimo: independientemente de si había dicho palabras que no eran agradables de oír o si una pequeña marta enojada lo atacaba o si la gente de su residencia a menudo no entendía la etiqueta y la infringía con él, nunca le había importado, siempre lo dejaba pasar con una sonrisa. ¿Quién diría que esta vez realmente se daría la vuelta y se iría?

El rostro algo pálido de Wuxi estaba levemente teñido de una capa de rosa nacida de su ansiedad. Sabía en su corazón que Jing Qi había sido continuamente permisivo con él y pensaba que si realmente lo irritaba no podría convencerlo de regresar.

Al pensar en algo como eso, un poco de pánico apareció inexplicablemente en su corazón. Temía que si se iba así volvería a ser como antes, alejado de todos, con la residencia una vez más muerta y desanimada como una tumba.

—¡Beiyuan!

Jing Qi lo ignoró y simplemente caminó hacia adelante. La fuerza de Wuxi había sido abundante desde la infancia, naturalmente podía retenerlo, pero tenía miedo de enojarlo aún más, por lo que no se atrevió a usar la fuerza física, sino que se arrastró unos pasos con él. La marta pareció haber entendido algo y saltó para colgarse de la ropa de Jing Qi con la boca, con sus garritas enganchadas en su cuello.

Como solo había estado bromeando con él, Jing Qi no había previsto la genuina ansiedad del sincero Wuxi o el poco de rojo que apareció alrededor de sus ojos. Como resultado, se detuvo, con el rostro impávido y mirando a la pequeña marta que yacía en su brazo. Extendió la mano para agarrarla por el cogote y la levantó. —Si me dejas quedármela por unos días, no me enojaré contigo —dijo descaradamente.

Wuxi miró la inocente cara de la marta, después escudriñó la expresión de Jing Qi y asintió con júbilo. —Pásame una botella del antídoto que acabo de hacer.

Ashinlae sacó inmediatamente una botellita de porcelana de sus solapas, la que Wuxi le entregó a Jing Qi. —Debes llevarte esto. Este animalito tiene un veneno poderoso en la boca. Está familiarizada contigo y probablemente no te morderá, pero si muerde a alguien más en tu residencia, haz que se tome una pastilla y estará bien.

Tras pensar más en ello, todavía no se sentía tranquilo. —Dijiste... dijiste que no te enojarías.

Jing Qi, dueño de una cara tan gruesa como la muralla de una ciudad, de repente descubrió que su propia conducta era digna de un tío. La práctica de engañar a un niño honesto como un anciano que no sabía cómo ser respetable... era bastante vulgar.

Sin más demora, tosió suavemente, revelando una pequeña sonrisa. —Te perdonaré esta vez.

La marta todavía estaba haciendo todo lo posible por estirar sus garras y aferrarse a su ropa, con los ojos perfectamente abiertos. La desafortunada criaturita no sabía que su dueño ya la había traicionado.

Había un enorme río que atravesaba el centro de la capital, Wangyue, y sus aguas fluían de sur a norte. En esta noche, las linternas flotaban en el río por varios li, como una infinidad de manchas de estrellas, con el humo y los fuegos artificiales que ya habían ocultado la totalidad del cielo nocturno del mundo, opacando incluso la luna y las estrellas. La música, entremezclada con las voces humanas, se escuchaba a lo lejos desde los barcos de placer en la superficie del río. Los pabellones se erguían, las luces rojo anaranjado colgaban de los bordes de sus esquinas e iluminaban los rastros de nieve caída que aún no se barría.

La gente se codeaba en las calles, pisándose los talones en la vereda, y aunque el viento septentrional azotaba suavemente la cara, aun así se podía detectar un poco de calor al mezclarse con la multitud. Los vendedores ambulantes vendían solo unas cuantas chucherías típicas, que eran muy toscas e improbable era que fueran muy buenas, pero aun así eran maravillosas en un ambiente animado.

Después de recorrer las calles, Wuxi, sorprendentemente, estaba sudando.

Nunca antes había visto un espectáculo tan bullicioso y por un segundo lo infectó. Sus ojos brillaban radiantemente como si no pudiera usarlos lo suficiente. Jing Qi protegía cuidadosamente a la marta en sus brazos mientras señalaba todas las atracciones de la capital para que las mirara.

Justo en ese momento, el crujiente silbido de una flauta pareció atravesar el clamor de la vida mundana, después ascendió abruptamente y perforó los oídos de la gente. Los alrededores parecieron acallarse y esa gente ruidosa y alborotadora se calmó un poco. Todos se apiñaron al lado de la ribera, estirando el cuello para mirar hacia un barco de placer en medio del río Wangyue.

—¿Qué miran? —Wuxi no pudo evitar preguntar.

A Jing Qi también lo pillaron por sorpresa, momentáneamente incapaz de recordar la respuesta. Cada año, se había quedado hasta tarde en el interior del palacio, luego regresaba a la residencia Nan'ning, se aseaba y se acostaba. Este año había prometido sacar a Wuxi y solo ahora que se mezcló con la multitud recordó vagamente que había un evento como este al final de cada año, cuyos detalles se le eran algo confusos.

—La Dama de la Luna va a salir a cantar —escuchó a alguien responder tranquilamente desde un costado.

Jing Qi sintió comezón en el cuero cabelludo. Giró rígidamente el cuello, para entonces forzar una sonrisa. —Por favor, cálmese, Su Alteza...

Helian Yi lo escrutó con una sonrisa profunda. —Mmh, ¿dolor de cabeza?