Capítulo 10: La presunta fortuna

Después de su llegada a capital, Wuxi había provocado innumerables vientos y mareas, pero después del día en que impactó al mundo con una hazaña, no volvió a hacer nada que se pasara de la raya. Prácticamente no existió durante el tiempo que moró en el puesto y para cuando se completó la construcción de la residencia de rehén del joven chamán, medio año ya había pasado. Desconocida era la intencionalidad detrás de esto, pero la residencia se ubicó en la calle trasera de la residencia del príncipe Nan'ning.

No hacía falta decir que esto no cumplía con la etiqueta, pero a nadie le importaba porque el señor Jian Sizong, que por lo general era el más entusiasta en el uso de "¡Esto es escandaloso!" como mantra, se encontraba en un aprieto por participar en un crimen escandaloso.

Wuxi −quien vivía recluido− obviamente no sabía nada de estos asuntos. Pero Jing Qi, que asimismo vivía recluido, los sabía muy bien.

El joven chamán se había sosegado, pero muchas personas aprovecharon el tema para expresar y promover sus propias ideas. Si este grupo de personas se alineara, las que temían que nada bajo el cielo estuviera libre de caos, podrían rodear varias veces la capital.

Hubo personas que criticaron a Jian Sizong desde la forma que se comportaba hasta sus lazos secretos con un colega brutal, que sus ambiciones eran colosales y cosas por estilo. Por supuesto, en sus corazones todos sabían muy bien quién era este "colega brutal", y si la severidad subía un poquito más, se transformaba en cierto alguien que no reconocía ni a padre ni a monarca y por tanto pretendía rebelarse, etcétera, etcétera. Los memoriales que mencionaban al partido del primer duque se amontonaron como copos de nieve.

También hubo quienes se quejaron de los errores en nombre de Jian Sizong mediante la denuncia de la magia negra y el chamanismo, desde la técnica del parasito del chamán hasta la discusión acerca de que una figura importante en la corte tenía un sacerdote taoísta y escuchaba información errónea sobre la inmortalidad y la hechicería. ¿Quién no sabía que el ayudante más confiable de Helian Qi era un sacerdote taoísta de apellido Li? Durante un rato, palabras de critica tales como maldad, hechicería y errores volaron por el cielo y lo llenaron con un montón de idas y venidas, con el escritorio del dragón al borde del colapso por no poder soportar semejante peso.

Si bien el ambiente de la corte era turbio y pútrido, cuando se trataba de los niños que aún no habían recibido su porción de estas preocupaciones, la vida pasaba especialmente rápido. El físico de estos jóvenes se volvió alto y delgado cual árbol que germina sus ramas, y si no estaban estudiando, estaban perdidos en sus pensamientos.

Aunque Wuxi vivía muy cerca de Jing Qi, no se comunicaban mucho.

Wuxi parecía tener una especie de resistencia instintiva hacia este adolescente lindo y refinado y siempre sentía que su sonrisa parecía estar mezclada con algo más.

Como no había interactuado con muchas personas de las Planicies Centrales antes, no sabía cómo debían ser en realidad. Nada más sentía que el omnipotente primer duque que había bramado para que lo mataran aquel día en la corte estaba bien, que el emperador que no sabía muy bien lo que hacía estaba bien, que ese señor Chen que hacía que otros se preguntaran en qué estaba pensando estaba bien. Ninguno de ellos le ponía los pelos de punta de la misma manera que este príncipe Nan'ning.

Jing Beiyuan parecía tener la niebla de un bosque sureño suspendida sobre su rostro, puesto que sin importar la cercanía, distinguirlo era imposible. Wuxi sentía que este príncipe era diferente a los otros de su edad, más bien un monstruo que había vivido durante una cantidad desconocida de años, similar en edad al gran chamán o incluso mayor. Mirando a través de la capa de densa niebla que abundaba en los ojos del joven, nadie podía saber si los pensamientos en su cabeza eran buenos o malos.

A la edad de cuatro o cinco años, los niños de Nanjiang ya habían aprendido de los adultos las habilidades fundamentales de la caza en el bosque, así como medidas de prevención contra de todo tipo de venenos y toxinas. A la edad de siete u ocho, ya podían salir con los mayores, y cuando superaban los diez, podían sobrevivir de forma independiente. Con solo una ráfaga de viento, podían distinguir si lo que se acercaba se trataba de un animal pequeño y apto para la caza o una bestia feroz y cruel, podían calar el disfraz del zorro más astuto y saber instintivamente dónde yacía el peligro.

En estos momentos, su instinto le decía que no se acercara a este adolescente llamado Jing Beiyuan.

Jing Qi que confiaba en que el destino juntaba a las personas no se inmutó, y sintiendo que probablemente había empezado con el pie izquierdo con este niño de ojos sinceros, no lo molestó mucho. Solo a veces lo atrapaba Helian Yi cuando salía a pasear y con cualquier cosa nueva que recibiera, siempre hacía que Ping'an enviara una parte de ella a la residencia de Wuxi. Ya fuera un cachorro de lobo o un conejito, primero tenía que familiarizarse con él, después hablarían.

Pasaron unos tres o cuatro años en un abrir y cerrar de ojos, y en ese lapso, Jing Qi también guardó un registro mental de dónde iba y venía la gente del hogar del joven chamán, eso todo el día.

Dejando temporalmente de lado el trasfondo del joven chamán de Nanjiang, solo ridiculizar públicamente a Jian Sizong en la corte en aquel entonces ya lo había convertido en una joya a los ojos de Helian Qi.

Qué lástima que Wuxi fuera pariente de los burros. Desde la fachada hasta el patio de su residencia, todos eran iguales: cada uno de los guerreros de Nanjiang que vigilaban las puertas y custodiaban los patios tenían el temperamento de un burro. Si te consideraban desagradable a la vista, entonces las cosas son como son, la entrada se cerraba de inmediato, lanzando directamente la frase "El amo no está recibiendo visitas" e invitándote a irte por ti mismo.

Desde tiempos inmemoriales que se enfatizaba no golpear caras sonrientes y el joven chamán era experto en golpear caras sonrientes.

Jing Qi le ordenó en secreto a Ping'an que encontrara una persona confiable para hacer una buena cantidad de sobornos en nombre de Wuxi. Tenía un patrimonio familiar bastante pudiente, y sumando las muchas cosas que Helian Pei le regalaba, no le importaban estos asuntos monetarios, pero Ping’an siempre tenía un resentimiento considerable al respecto.

Después de mucho tiempo de esto, hizo pucheros todo el día y masculló mientras seguía a Jing Qi:

—Amo, la residencia tiene dinero, pero no puede hacer que se reduzca… Es más, debería administrarlo adecuadamente. Nunca he oído hablar de alguien que despilfarré su dinero desde el amanecer hasta el anochecer...

Jing Qi actuó según la anécdota de la dinastía anterior, la de escuchar las palabras que se dicen, pero sin levantar la cabeza. —¿Y ese ruido? —canturreó suavemente una sola oración.

Ping'an palideció. —Vaya ingrato que eres, amo.

A fines del año pasado, el viejo mayordomo había descargado oficialmente todas las responsabilidades de sus hombros, pidió la gracia y regresó a su antiguo hogar para disfrutar de su jubilación, por lo que todos los asuntos de todos los tamaños en la residencia Nan'ning estaban siendo actualmente manejados por el propio Ping'an. El comienzo estuvo lleno de baches, con las profundas cestas de trabajo apiladas, cuyo manejo hacía que el joven se viera en apuros, y todos los días, dos enormes ojeras colgaban alrededor de sus ojos cual perro muerto.

Jing Qi tampoco se preocupaba por él. Si la gestión de un asunto era un fiasco, entonces era un fiasco. Cuando había una disminución o un excedente, estaba muy consciente de ello y no lo señalaba, y cuando se añadían posesiones materiales nimias, no se angustiaba por ellas. A sabiendas de que el niño tenía que experimentar esto para poder levantarse y valerse, dejó que Ping'an se abriera paso a ciegas personalmente. Solo mencionaba algunas cosas de vez en cuando.

Se podría decir que tenía un don natural para esto. Ping'an era un niño de gran sabiduría que se mostraba como estupidez. Podía parecer un tonto ingenuo, pero tan pronto como los quehaceres del mayordomo llegaron a sus manos, demostró ser realmente hábil. No pasó mucho tiempo para que los pequeños asuntos domésticos, las alquerías y las tiendas, la plata que entraba y salía y los sobornos se administraran bastante bien, convirtiéndolo en un asistente bastante confiable y útil.

Su único defecto probablemente era que cuando llegó a administrar el hogar por primera vez, sintió que había más gastos que ganancias, por lo que se sentía constantemente obstaculizado al tratar con ambos. Durante el año pasado, literalmente solo quiso atornillarse a las monedas. Se trataba de dinero donde fuera que mirara y lo que se le era más indecoroso era la forma en que su amo manirroto no dejaba de desperdiciarlo todo.

—Amo, después del Año Nuevo se rumoreará de que ingresará usted a la corte y escuchará la política. En cada festividad a partir de ahora, tendrá que sobornar para tener conexiones sociales, y ¿qué hogar está falto de plata?

El aire de finales de otoño era un poco seco. Jing Qi, reacio a escuchar su charla, se dio la vuelta para entrar al estudio. Ping'an, no dispuesto a dejarlo escapar, lo persiguió y siguió parloteando. —¿Por qué molestarse? ¿Está haciendo esto para obtener el favor del segundo duque o para que ese bárbaro del sur esté agradecido con usted en el futuro? Las buenas personas tampoco son así...

Jing Qi se detuvo en seco, girándose para mirar fijamente a Ping'an con una expresión algo hostil.

Por desgracia, Ping'an tenía una noción de su carácter y entendía que su mirada enojada, así como su rostro taciturno, eran simplemente una fachada que les mostraba a los demás. No necesariamente se lo había tomado en serio. Por tanto, sin miedo alguno, siguió hablando con una voz severa y una expresión impávida. —Amo, ¿me dice si mis palabras son correctas o no?

La expresión que Jing Qi tenía en exhibición desapareció en un instante, y con impotencia, negó con la cabeza. —Por qué, Ping'an...

—Este sirviente está aquí.

Al mirar su aspecto honesto, sencillo y afable, Jing Qi respiró hondo, luego exhaló, luego volvió a inhalar con descontento, luego dejó que saliera, ahogado por su excesiva insatisfacción. Todo lo que pudo hacer fue dar una amonestación:

—¡Si algún día te consigues una esposa, tiene que ser una sorda!

Con un giro de sus mangas, se marchó.

A Ping'an no le importó. Siguiéndole el ritmo, abrió sus dos labios súper gruesos para seguir balbuceando. —El tres del próximo mes es el día de la longevidad del señor Lu, amo. Llegó una invitación para el banquete, quiere usted que...

—Haz lo que estimes conveniente.

—Ha pedido que usted vaya en persona, amo. El señor Lu es un gran erudito confuciano de la época y el reino está lleno de los que ha educado. El examen de otoño acaba de terminar y todos los nuevos electos que en el futuro se unirán a la nobleza de la corte irán a mostrar sus respetos y le envió a usted una tarjeta de invitación específicamente...

—Solo di que estoy enfermo.

La cabeza de Jing Qi estaba repleta de zumbidos. ¿Cómo en aquel entonces no se había dado cuenta de que este tonto de Ping'an era tan irritante?

—Príncipe, Su Alteza el Príncipe Heredero desea que usted se presente en persona y use la muestra de respeto para amistarse con algunas personas, para que así su ingreso a la corte el próximo año salga bien...

—Ping'an. —Jing Qi se giró abruptamente—. A partir de ahora, si puedes callarte por una shichen todos los días, este señor te dará propina.

Este truco era lo más efectivo, ya que Ping'an realmente se callaba obedientemente.

Y hablando de Helian Yi, ese era un azote adicional que perturbaba su tranquilidad.

No es más que un niño en esta vida.

Indiferente y frío, Jing Qi lo observaba crecer poco a poco. Reprimía toda esa ira, toda esa indignación propensa a mostrarse hasta el fondo del hueco de su corazón mientras el rostro de Helian Yi desenmascaraba esas mismas líneas filosas de su vida anterior, superponiéndose lentamente con el hombre de su memoria.

Se dio cuenta entonces de que la persona que extrañó durante siete vidas, de repente tenía el rostro borroso.

Se dio cuenta de que el hombre que había sido tan analítico en su juventud, en realidad no era más que un chico que se reprimía concienzudamente y luchaba dentro de una grieta. A veces, Jing Qi lo miraba y de repente entendía por qué su turbulencia había alcanzado un nivel interminable... Probablemente porque nunca antes lo había comprendido.

Probablemente porque él también era un niño en ese tiempo, solo viendo la astucia del otro, pero no su sufrimiento silencioso; viendo sus maquinaciones omniscientes, pero ignorante de la paranoia y la miseria en su corazón.

El joven príncipe heredero siempre había sido muy precavido desde sus primeros años, diligente en sus conspiraciones, con el recelo ya fusionado con el material dentro de sus huesos. Jing Qi lo pensó, su propio lugar de maquinaciones en ese entonces −las que se consideraban como las más magníficas y astutas− debió haberle inducido silenciosamente una inquietud incesante, ¿verdad?

En fin. En esta vida, no quería estar a cargo de nada y se negaba a pensar demasiado en nada. Solo en la ocasión en que Helian Yi lo visitaba, lo acompañaba a sentarse en silencio un rato. Había momentos en los que ni siquiera decía una palabra durante toda la tarde. Helian Yi se perdía en sus pensamientos y Jing Qi leía por placer, y cuando llegaba la hora de encender las lámparas, el primero al fin recobraba el sentido, se despedía y se iba; o algunas veces se quedaba a cenar. Todo esto, por el contrario, permitió que Helian Yi lo considerara vagamente como un amigo cercano, un confidente.

Esos inquebrantables malentendidos de sus vidas pasadas parecían nunca haber existido.

En este mundo hay muchas cosas que solo se pueden desear, mas no alcanzar. Pero, en realidad, eso se debe únicamente a que las personas no entendían cómo retroceder por el bien de avanzar y solo claman que la fortuna les toma el pelo.

Al final, Jing Qi terminó asistiendo al banquete de longevidad del famoso erudito Lu Renjing y eso fue porque, después de abandonar la corte a primera hora de la mañana, Helian Yi salió personalmente del palacio para ir a su residencia a "desenterrarlo".

"Vaya ingrato que eres". Quiero dejar en claro que Ping'an la mayoría del tiempo usa el lenguaje formal (usted) para hablar con Jing Qi, pero a veces lo tutea (tú). Asimismo, aclaro que siempre cotejo los raws, así que cuando hay (o no hay) usted/tú en mi traducción es porque así está en chino, no es cosa mía ni que se me haya olvidado. Hay excepciones, eso sí: a veces los personajes simplemente no usan ninguno de los pronombres en los diálogos (en ese caso uso el formal), o bien usan el "tú", pero lo acompañan de términos en tercera persona humildes para dirigirse a sí mismos (por ejemplo, a veces Helian Zhao usa 小人 cuando habla con Helian Yi). En ese caso, no los traduje como tal por el bien de la fluidez, pero lo cambié por el formal.