Capítulo 41: Un secreto florece

—El enfoque del retiro anticipado consiste en retroceder después de haber avanzado y avanzar después de haber retrocedido.

Jing Qi estaba holgadamente envuelto en una túnica cian pálida, con el cuello níveo que contrastaba con un mechón de su cabello despeinado –que parecía marcas de tinta– que se acababa de caer, puesto que había despertado recién de una siesta vespertina. Reclinado en un diván con los ojos medio cerrados, tenía un tono levemente nasal en sus palabras. La claridad en la voz del joven ya había iniciado en algún ínterin desconocido, puliéndose poco a poco con el tiempo en un sonido profundo y bajo, con todas y cada una de sus palabras tranquilas cual golpe en el corazón.

—Cuando otros piensan que es hora de avanzar, hay que retroceder un poco para evitar obstruir el camino de quienes cuyo camino no debe obstruirse. Cuando otros piensan que es hora de retroceder, hay que avanzar. Eso es lo que se llama "arremeter pese a que cien mil personas se oponen a mí".

Wuxi lo miraba aturdidamente, su mente claramente abismada. Jing Qi había balbuceado hasta este punto perezosamente, susceptible de volver a dormirse en cualquier momento, por lo que no se dio cuenta al principio. Sin embargo, después de no escucharlo responder durante mucho tiempo, volteó la cabeza para mirarlo. —¿En qué estás pensando? —dijo.

Sorprendido, Wuxi evitó su mirada con un poco de nerviosismo y bajó levemente la cabeza. —¿Como tú, entonces? —preguntó.

—Hmm... ¿Ah? —Jing Qi abrió un poco los ojos—. ¿Yo qué?

—Cuando todos los demás pensaron que no debías ir a las Guang, fuiste. Cuando regresaste, todos los demás pensaron que usarías esa oportunidad para hacer algo, pero no has hecho nada y estás completamente igual que antes.

—El hecho de que fuera a las Guang se trató de Helian Qi causándome problemas. El asunto se resolvió. Si no jugaba al sibarita ocioso a mi regreso, ¿cuándo?

Wuxi reflexionó sobre esto y negó con la cabeza. —No estás diciendo la verdad.

Jing Qi se largó a reír, poniéndose de pie para aflojar los músculos y estirarse. Las flores del peral en el patio florecían como una pila de nieve, y cuando el viento soplaba, la escarcha caía por todas partes, lo que traía consigo una fragancia fría. Mientras revoloteaba por el cuerpo de Jing Qi, Wuxi pensó que esta persona parecía salida de una pintura. No pudo evitar recordar un poema que había escuchado unos días antes y espetarlo:

—Humilde y modesto, zagal exiliado...

Al no haber escuchado con claridad, Jing Qi se dio la vuelta para mirarlo con cierta duda. —¿Qué dijiste?

Wuxi negó con la cabeza, girándose de una manera algo frenética para mirar la moteada pared del patio. Sentía que había una humedad en su corazón similar al musgo que crecía en ese rincón: tenía a esa persona justo ante sus ojos, pero algunas palabras debían contenerse. Entonces, algo agraviado, de repente preguntó en voz baja:

—¿Puedes hablarme del Clásico de poesía hoy?

Wuxi acostumbrara a centrarse en el pragmatismo. Normalmente solo le gustaba escuchar cosas sobre tácticas históricas y gobernanza pacifica, mientras que no estaba muy dispuesto a escucharlo hablar de etiqueta y poesía. No planeaba tomar el examen imperial ni tenía necesidad de escribir obras demasiado bien. Si bien esas parábolas rítmicas escritas en el Clásico de poesía siempre le habían entrado por los oídos, no les prestaba mucha atención. Siempre y cuando pudiera entender lo que escuchaba, eso era suficiente.

Jing Qi se sorprendió un poco. Al notar que la cabeza del otro se inclinaba para poder mirar aturdidamente la base de la pared, con una mirada que parecía flotar con el color superficial del amor bañado en medio de sus rasgos enigmáticos y afables, no pudo evitar a esbozar una sonrisa cómplice mientras pensaba en su corazón: Este chico al fin llegó a la edad del anhelo, ¿eh?

—¿Qué segmento quieres escuchar?

—El de "la mano del zagal tomar y juntos envejecer".

Ah, entonces era cierto.

Aunque animado y feliz, Jing Qi aun así recordó algo más. No lo acotó directamente, sino que solo dijo:

—Esa es una canción triste, pero recordaste los dos versos más desgarradores en ella.

Wuxi se giró para mirarlo sin comprender, asombrado.

Jing Qi se quitó suavemente el par de pétalos que habían caído sobre sus hombros y lentamente comenzó a hablar:

—"Con las tropas armadas brincamos al son del tamborileo, un foso se excava en la muralla de la ciudad mientras hacia el sur marcho yo en soledad. Seguimos a Gongsun Zizhong, pues la paz se hizo con las dinastías Chen y Song, mas a mi hogar no me regresan, en mi corazón angustia hay, hay en mi corazón congoja..." Existe una lucha de cien guerras en la arena amarilla hasta que la armadura se torna dorada, asimismo el hecho de que un general obtiene su fama a partir de una miríada de cadáveres. Si bien algunas personas recuerdan con cariño a Loulan y la actitud de no regresar hasta la ruina, la mayoría preferiría escuchar por la noche una canción como "El sauce roto", donde el viento primaveral nunca disminuyó y el anhelo jamás cesó. Lo que esto dice es que en el desierto, aunque un inmenso ejército acometía con el estandarte, con tambores de guerra inflados y el llanto de los corceles, una de esas personas giraba la cabeza para mirar en dirección a su ciudad natal, así como a los vivos que lo rodeaban. Uno por uno, por la mañana marchaban a atacar y por la noche no regresaban. Ese viejo amigo guardaba pensamientos de su patria en su corazón. Pareció fallecer, después.

Wuxi no había esperado que desviara el tema a esto y por un momento no reaccionó, solo escuchó con aturdimiento.

Con un suspiro, Jing Qi continuó:

—"Un juramento tanto en la vida como en la muerte hecho con nuestro ser querido, de tomar su mano y juntos envejecer". Estas palabras no las dijo un general que se había comprometido a cumplir con su misión, tampoco un Hijo del Cielo que podía desplegar millones de cadáveres en un segundo de ira, sino un soldado raso. Estaba destinado a no tener una aptitud excepcional en su vida y lo único que anhelaba era poder vivirla con sus necesidades básicas, al lado de su esposa pobre y ordinaria mientras esperaba a que su maquillaje y esplendor se lavaran por completo, a que su belleza juvenil envejeciera y cayera fulminantemente enferma. Después de eso, encontró una tumba de tres chi en la que ambos pudieran yacer, y si estaban destinados en la próxima vida, se volverían a encontrar. Si no...

De repente se detuvo, y tras mucho tiempo, reiteró:

—Prospera y la gente sufre. Pierde y la gente sufre. Estas no son palabras que debería estar diciendo, pero me atrevo a preguntar, joven chamán... Si regresas a Nanjiang, ¿cómo actuarás entonces?

Wuxi presenció cómo su aspecto típicamente descuidado se ponía completamente serio, con una especie de sentimiento inefable y profundo dentro de la plácida tristeza de su mirada. Sintió en ese instante que una distancia –de Nanjiang hasta la capital– se había abierto entre él y la persona con la que normalmente era cercano. Con amargura en el corazón, la expresión de sus ojos se oscureció inmediatamente.

—...Tu intención, la entiendo.

¿Por qué eres tan bueno conmigo cuando te proteges de mí?

Jing Qi estaba acostumbrado a discernir las emociones de los demás a través del lenguaje corporal. Al escudriñar repetidamente la cara de Wuxi, supo que estaba pensando en algo, así que hizo una pausa. Sentado ante él, salpicó el té de hierbas sobre la mesa y lo volvió a reponer tanto para sí mismo como para el otro. Se entrelazó los dedos, los colocó sobre el escritorio y exhaló. —¿Qué opinas del príncipe heredero?

Wuxi se quedó anonadado y pronto sintió un poco de dolor. —No es malo, por supuesto. De lo contrario, no harías todo pensando en su bien.

Jing Qi sonrió. —Pero le tengo miedo. El príncipe heredero se encuentra en el lugar más desafiante de la corte y le encanta escaparse a mi residencia porque hay tranquilidad. En realidad, no me atrevo a hablarle mucho, así menos lo molesto.

Las cejas de Wuxi se fruncieron. En su impresión, Jing Qi no parecía tener miedo de nada, pues incluso ante las criaturas venenosas más aterradoras de su residencia, jamás vio que le provocaran alguna reacción especial y eso que allí podía hablar y reír con cualquiera sin preocuparse. Cuando lo miraba en el pasado, sentía que el tipo no se tomaba nada en serio. Más tarde, poco a poco comprendió su cansancio y angustia, pero después de sentir lástima por él, también siguió creyendo que era capaz y habilidoso.

No pudo evitar preguntar:

—¿Por qué le tienes miedo?

—Es el príncipe heredero, y aunque en veinte años Helian Zhao nunca se ha inclinado al topárselo, no le importa en absoluto. Sigue mostrándole respeto fraternal —negó con la cabeza—. Helian Zhao es valiente y meritorio; Helian Qi es insaciablemente codicioso, mezquino, estrecho de mente y heterodoxo. Solo el príncipe heredero... Tras alcanzar la mayoría de edad, ni siquiera alguien como yo que creció con él desde la infancia puede discernir sus emociones. Aun así, nadie conoce mejor que yo sus intrigas y su sofisticación. Dime, ¿cómo podría no tenerle miedo?

Las cejas de Wuxi se fruncieron aún más. —Como no te agrada, ¿por qué le ayudas?

Jing Qi sonrió ampliamente. —No dije que no me agradara. El príncipe heredero tiene la capacidad de gobernar, así como logros tanto políticos como militares. No hay ninguna razón ni justificación para que me desagrade. Si no lo ayudo yo, entonces ¿quién? En el reino de la Gran Qing, ¿quién podría gobernar además de él? ¿Helian Zhao o Helian Qi?

Mientras se devanaba los sesos, Wuxi descubrió que todavía no podía entender ese tipo de mentalidad: venerar, admirar y trabajar hasta el cansancio por alguien, pero también tenerle tanto miedo hasta el punto de ni siquiera querer hablarle mucho.

Siempre había tenido predilección, siempre había distinguido entre el amor y el odio. Le gustaba lo que le gustaba y le desagradaba lo que le desagradaba, ignorante de que había muchos más sentimientos especiosos en el mundo. Sin poder entender esto por un momento, simplemente escuchó a Jing Qi continuar:

—Por ejemplo, hablemos del hecho de que fui al Palacio Oriental el mismo día que regresé de las Guang. Las últimas palabras que me dijo a mi partida... A lo que se refería y lo que estaba pasando por su cabeza, esas son cosas que siento que no puedo entender incluso ahora. Cuanto menos puedo entenderlas, más pienso en ellas, y después de pensarlas por arriba y por abajo, me aterrorizo.

—¿Por qué tienes que pensar en ellas? ¿No puedes ir a preguntarle directamente? —preguntó Wuxi, desconcertado.

Jing Qi se quedó anonadado. Al final miró a Wuxi y entonces no pudo evitar echarse a reír enérgicamente. Su sonrisa de oreja a oreja limpió por completo la niebla y la sombra de su rostro, como un cielo brillante y despejado, como un carácter benigno y noble.

Aunque no lo entendió por dentro, aun así, a Wuxi realmente le gustaba verlo carcajear con comodidad así. Luego de un largo período de tiempo, Jing Qi se secó las lágrimas que la risa le provocó y extendió la mano para palmearle el hombro. —No existe recelo en tu corazón, siempre he admirado eso de ti. Recién te hablé de Nanjiang y no te preocupaste. Eres el joven chamán de Nanjiang, el gran chamán del mañana, ¿cómo es que, en un momento de rareza, pudiste hacerte egoístamente amigo mío... cuando sigo siendo el príncipe Nan'ning de la Gran Qing y naturalmente conspiraré por su gente? Es lo mismo, cada paso de mis planes son para que el príncipe heredero obtenga el trono, pero no quiero estar cerca de él. Tú eres de una etnia externa al final del día, pero te reconozco como amigo.

O sea que... ¿en su corazón, él está mucho más cerca que el príncipe heredero? Wuxi de repente sintió luz en su corazón y toda su persona se alegró tanto como si fuera a flotar.

Pero en ese momento, Jing Qi pareció recordar repentinamente algo. Se le acercó, con la expresión en su rostro obscena. —El tema se desvió recién, así que por poco se me olvida. Me pediste específicamente que hablara de poesía hoy, joven chamán, y tan pronto como abriste la boca fue "tomar su mano y envejecer juntos", lo cual es súper curioso. ¿Podría ser... que te enamoraste de alguna dama?

Con su abrupto acercamiento y proximidad, su cuello –bordado exquisita y complejamente con hilo de plata– pareció desprender vagamente una fragancia sutil. Aunque Wuxi sabía que el aroma ciertamente provenía de la ropa que se colocaba dentro de un armario con incienso después del lavado, siempre sentía que emanaba del cuerpo del otro. Parecía oler sutilmente distinto. Con un corazón que inmediatamente dio varios vuelcos, sus ojos zigzaguearon con temor de mirar dentro de su escote ligeramente holgado.

Pese a eso, Jing Qi pensó estar aún más en lo cierto. Era raro ver a este joven tan avergonzado, por lo que su corazón juguetón rápidamente se volvió a encender. Puso el codo en el hombro del joven mientras sonreía. —Bueno, tenemos que conversarlo, qué tipo de amistad tenemos, ¿eh? Si te gusta la princesa del emperador, también puedo decirte que podría estar dispuesto a tener una conexión matrimonial con tu Nanjiang.

Wuxi se sacó su mano de encima y se puso de pie con un ruido sordo. Ya fuera por enfado o ansiedad, su rostro estaba impregnado de una fina capa de rubor. Se quedó mirando rígidamente a Jing Qi antes de dar vuelta la cabeza e irse sin decir una palabra.

—Ay, realmente no puedo evitar bromear. —Jing Qi tomó asiento y levantó serenamente su taza de té—. Ese chico tonto. Hablamos y hablamos y todavía se pone nervioso conmigo.

Sonrió y después gritó:

—Ping'an, prepárame un carruaje. Voy a salir.

Ping'an dio su confirmación mientras transmitía la orden. —¿A dónde va hoy, amo? —preguntó de pasada.

—Casa del Crisantemo. No he ido en varios días y extraño el té de Ming Hua. Anda a buscarlo.

La cara de Ping'an se derrumbó inmediatamente, arrugándose como un bollo al vapor. —¿Por qué va de nuevo a ese lugar inmundo, amo?

—¿Cómo es un lugar inmundo? —preguntó despreocupadamente mientras dejaba que Ji Xiang se ocupará su cabello—. Hay vino, té y bellezas. ¿Hay algún lugar mejor para un hedonista de segunda generación como yo? Las palabras del emperador son primordiales, me dijo que actuara como un sibarita ocioso, así que ¿cómo podría atreverme a desobedecer mis órdenes?

Ping'an quedó severamente angustiado.

La Casa del Crisantemo... Ese era territorio de prostitutos y catamitas, y en la mente de la gente común, probablemente era más insoportable que Jadeíta, la Torre de los Humos y otros lugares similares. El magnífico príncipe, que va a ver un... un catamita prácticamente todos los días, ¿qué parecía eso?

¿Por qué la anormalidad del príncipe se estaba agravando?

Hubo muchas citas a poemas en este capítulo, algunos incluso de autores desconocidos, así que simplemente opté por no dejar notas. Pero quiero destacar dos cosas:Primero, el poema ese del juramento se llama Tamborileo. Lo otro, el poema que mencionó Wuxi, el de "zagal exiliado", en realidad usa pronombres neutros. Por el bien de lo que nos concierne y no confundirnos, los traduje en masculino.