Capítulo 40: La primavera llega a la ciudad imperial

La primavera en la ciudad imperial exhaló silenciosamente, con el frío inclemente todavía presente, pero con suavidad derrumbándose. La helada primaveral se volvía abruptamente cálida, después se enfriaba de nuevo, como si estuvieran explorando con avances y retiros.

Jing Qi emergió de la sala del trono, con una cara que se había entumecido, y montó el palanquín de vuelta a la residencia.

Analizó internamente que ciertamente había sido un poco exagerado en el pasado. Tras guardar silencio durante todos estos años, la mayoría de la gente en la corte solo lo consideraba como un sibarita ocioso. Sin embargo, desde que Jiang Zheng incitó la agitación, sus movimientos no habían sido pequeños –ya fueran abiertos u subrepticios– y con el incidente de las Guang ahora, los observadores lo calaban aún más.

"Asombrar al mundo con una sola hazaña" son palabras que dijo el rey de Chu. Si dichas palabras aterrizaran sobre su propia cabeza, eso estaría enormemente lejos de ser alentador.

El agua torrencial tenía que retirarse. Jing Qi expulsó a los sirvientes y se sentó solo en su estudio por un momento, jugueteando inconscientemente con el anillo de jadeíta colgado en su cuello que Wuxi le había obsequiado. Reflexionó sobre cómo, por lo que había dicho Helian Pei, probablemente le había llegado la hora de retroceder. Este reino era de la familia Helian, al final. Aunque algunas cosas estaban bien para agregar leña al fuego, subir al escenario con ellos para montar un espectáculo no era necesario.

—¿Dónde está Ping'an? ¡Ping'an! —llamó de repente.

Una respuesta vino del exterior. Ping'an abrió la puerta y entró. —Amo.

Jing Qi lo pensó por un rato. —Cuando el príncipe heredero se casó, yo no estaba en la capital y no asistí. A menudo hemos sido cercanos y en estos años no ha sido menos amable con nosotros, así que al final del día no se siente muy apropiado.

Después de un momento de perplejidad, Ping'an entendió inmediatamente la connotación oculta y acto seguido su expresión se desmoronó. —Amo, incluso si no estuvo usted en la capital, es ilógico decir que nosotros los empleados no llevamos a cabo ese gran evento. Los obsequios para la boda de Su Alteza ya se habían entregado con antelación y cuando estaban en preparación le pedí a usted que los revisara también... Es más, puede ir usted personalmente al Palacio Oriental para ofrecer sus más sinceras disculpas.

Mirando en su dirección, Jing Qi solo lo sintió hilarante y deliberadamente jugueteó con él. —¿Ir personalmente? Si voy con las manos vacías, ¿los demás no dirán que este príncipe es insincero?

—¿Cómo podría ser insincero? —respondió rápidamente—. ¿Qué objetos podrían ser comparables a que tengas la intención de hacer una visita personal, amo?

Jing Qi espetó sin pensar:

—Todavía tengo la autoconsciencia para saber que no soy tan valioso.

Al girar la cabeza y ver la retorcida cara de pampita de Ping'an, también se retorció por dentro y extendió la mano para pellizcarle fuertemente el entrecejo. —¿Nuestra residencia se está quedando sin dinero acaso? Es solo un regalo de compensación para el príncipe heredero, la cortesía no cuesta nada —regañó—. Esa mirada tuya es como si tuvieras que ir a empeñar las tablas de los ataúdes. Habla menos tonterías y anda a hacer lo que sea que debas hacer.

No había mucha gente en la residencia. Jing Qi había nacido en un opulento hogar noble, por lo que explicar sus gastos diarios no era necesario. Aun así, no eran en el grado de ser fastuosos y la mayor parte de ellos se atenía a las normas. A pesar de que le encantaba divertirse y poder darse la gran vida, también eran ocasiones moderadas establecidas por una cantidad fija de tiempo. La mayoría de los gastos de la residencia se destinaban completamente a la socialización y los sobornos.

El corazón de Ping'an estaba angustiado. Aunque el que no ganaba el dinero era el que no sabía cómo gastarlo prudentemente, tampoco había nada que pudiera hacer. Masculló para sí mismo y se marchó.

Sin pasar la noche allí, Jing Qi se dirigió al Palacio Oriental solo.

Un recién casado por lo general debería tener un rostro radiante. No obstante, por alguna razón desconocida, Su Alteza estaba demacrado y cetrino. Parecía más exhausto que el propio Jing Qi, que apenas había regresado a la capital y había estado corriendo por todas partes antes de siquiera tener tiempo de beber un sorbo de agua. Solo cuando lo vio llegar apareció el más mínimo lustre en su cara y lo acercó para escudriñarlo con detención, suspirando en silencio mucho tiempo después.

—Adelgazaste.

Antes de que Jing Qi hablara, les dijo a los sirvientes:

—Vayan a ver si esa comida medicinal ya se guisó y que alguien sirva un cuenco para el príncipe.

Jing Qi agitó las manos repetidamente. —Ya basta, ya basta. No soporto ese sabor.

Helian Yi ignoró por completo su protesta, sin prestarle atención mientras lo interrogaba con una acumulación de ruido. —¿No tuviste problemas con tu comisión? Escuché que este año cayó una gran nevada del cielo allá, ¿pasaste frío?

Tanto la emoción como la mirada en sus ojos eran avasalladoras. También se había olvidado de liberar la mano que sostenía la muñeca de Jing Qi, ya sea porque no sabía que lo había olvidado o porque estaba lleno de sentimientos.

Con una tos suave, Jing Qi retrocedió medio paso hacia un lado y liberó oportunamente su mano mientras fingía despreocupación. —¿De qué se trata todo esto? Liao Zhendong me invitó buena comida y bebida. Por miedo a que me congelara, montó especialmente un toldo de centenares de li para recibirme. Mis días fueron mucho más cómodos que aquí en la capital.

Por un corto momento, de repente sintió que parecía haber algo oculto en la expresión de Helian Yi, pero se rehusó a ahondar en ello.

Gato escaldado, del agua fría huye. A veces difícil era lidiar con el dolor, a veces palpable era el miedo. Al pensar un poco más las cosas, se sintió aterradísimo y le urgió alejarse a ocho zhang de él.

Se decía que, en una tierra extranjera, había una especie de animal conocida como elefante: enorme, de nariz larga y con una fuerza descomunal. Si se le encadenaba a una estaca de madera cuando era joven y crecía atado a ella, entonces, muchos años después, cuando tuviera la capacidad de envolver un árbol y arrancarlo de raíz, aun así no podría librarse de esa pequeña estaca.

Jing Qi entendía bien en su corazón que no se podía luchar contra el instinto, porque Helian Yi a veces era precisamente su estaca.

La tez de Helian Yi imperceptiblemente se apagó un poco, después de lo cual lo soltó y se sentó, tomándose el té como si nada hubiera ocurrido. —Escuché que recién hoy regresaste y te reportaste al padre emperador. ¿Cómo es que en este momento no estás descansando, sino que te escapaste a mi hogar?

—Ah, tengo un regalo para usted, Su Alteza. Temía que no lo pudiera usted recibir si fuera más tarde —dijo Jing Qi con una sonrisa.

Helian Yi le echó un vistazo al baúl que Jing Qi le ordenó a alguien que trajera y rápidamente entendió cuál era el "regalo". Bajando las pestañas, sonrió sin apresurarse a hablar y agitó la mano para que todos en los alrededores se retiraran antes de responder:

—¿Es posible que hayas obtenido información privilegiada sobre Helian Zhao?

Jing Qi reunió palabras importantes para explicar todas las vicisitudes de su visita a las Guang, después abrió el baúl y exhibió una capa de obras caligráficas, pinturas, pinceles, tinteros y otras cosas por el estilo. Dado que tenía buen ojo, todo lo que se regalaba al Palacio Oriental eran bienes de primera calidad. A Helian Yi usualmente le gustaba juguetear con estas baratijas, pero en este momento no tenía ninguna inclinación a hacerlo. Observó mientras el otro disponía desvergonzadamente en el suelo esas obras artísticas y caligrafías magistralmente elaboradas y extenuantemente obtenidas como si estuviera montando un puesto y notó entonces que el baúl estaba lleno de libros de contaduría encuadernados.

Helian Yi se puso de pie para estirar la mano y agarrar un volumen, abriéndolo casualmente. Cuanto más leía, más se sorprendía, y rápidamente recogió otro volumen en secesión. Los ojos del príncipe heredero, que en el pasado nunca habían mostrado emociones en sus miradas, se agrandaron en dos círculos. —¿De dónde... de dónde sacaste esto? —preguntó en voz baja.

—Dentro de esto hay registros de todo tipo de tratos turbios entre Liao Zhendong y los comerciantes de las Guang a lo largo de los años, con copiosos libros de contaduría de sus ventas de puestos de funcionario y títulos de nobleza —respondió Jing Qi con una gran sonrisa—. Fue Li Yannian el escritor de todas y cada una de las palabras en ellos, pues estuvo siguiendo a Liao Zhendong estos años. En cuanto al resto... son los contactos de Liao Zhendong con otras personas en la corte, de cuando su mayordomo ya no pudo soportar la tortura y señaló en silencio una sala oculta para que la registrara.

Al escuchar algo inapropiado, Helian Yi levantó la vista inmediatamente para mirarlo con un ceño fruncido. —Cuando interrogaste al prisionero, ¿ejerciste tortura por voluntad propia?

La Gran Qing jamás había tolerado métodos despiadados, aparte de lo que estaba debidamente respaldado por el Ministerio de Justicia. Incluso el comisionado del emperador solo podía llegar a llevar un caso a juicio o castigar con un látigo. Llevar a cabo torturas en privado estaba prohibido.

Jing Qi sonrió. —Nadie lo sabrá —susurró.

...Todos los que sabían estaban muertos.

La mirada de Helian Yi sufrió un par de cambios. Miró atentamente a Jing Qi durante un buen rato y suspiró. —Beiyuan, no deberías... hacer cosas como esta.

Jing Qi levantó la comisura de su boca y sonrió. —Estoy dispuesto a servirle fielmente, Su Alteza. Lo único que pido es que no olvide usted mis ganancias en el futuro —dijo intencionadamente.

Helian Yi se quedó mirándolo con una expresión profunda y significativa, como si estuviera un poco decepcionado, así como impotente. Agitó entonces la mano. —Lo hecho hecho está, punto final. Deberías... tener cuidado, de todos modos.

Jing Qi tomó la vía de escape rápidamente. —Sí. Gracias por su consejo, Su Alteza. No molestaré más su descanso.

Con la complexión enfermiza de Helian Yi, Jing Qi dejó de hablar y se inclinó para marcharse. Cuando estaba a punto de salir por la puerta, lo escuchó hablar repentinamente a sus espaldas:

—No quisiste descansar ni siquiera una noche, sino que corriste a mí. ¿Te dijo algo el padre emperador?

Jing Qi se detuvo.

De hecho, aunque reportarse al emperador tan pronto como se regresara de manejar un caso tan enorme y externo era razonable, además de Helian Yi, contactarse con más gente de inmediato no era recomendable, pues es fácil que las personas sospechen de la presencia de motivos ocultos. Por ejemplo, incluso si se le permitiera, Helian Zhao no sería tan audaz como para ir a buscarlo y obsequiarle cosas apresuradamente. Sucedió que el príncipe heredero administraba el Ministerio de Personal, por lo que si Helian Zhao iba a buscarlo más tarde, tendría una justificación apropiada.

Se había apresurado al Palacio Oriental personalmente; además de la razón de la visita, también les había dejado vagamente claro a los demás que su lealtad estaba en el partido del príncipe heredero.

Esto era algo sobreentendido, pero Helian Yi, por alguna razón, de repente lo expuso abiertamente. Jing Qi se quedó perplejo en el lugar. —¿A qué se refiere, Su Alteza?

Pero Helian Yi no lo miró, sino que le murmuró con una voz de implicación difusa:

—No te preocupes, ¿bueno?

¿No te preocupes? ¿No te preocupes de qué? ¿No te preocupes por Helian Pei, Helian Zhao o el propio Helian Yi?

Con secreta socarronería, Jing Qi fingió ingenuidad. —¿Se encuentra bien, Su Alteza? ¿De qué tendría que preocuparse este súbdito?

Dicho eso, no dijo más y se retiró del Palacio Oriental seguido de otra reverencia.

Luego de su partida, las llamas de las velas titilaron. A Helian Yi de repente le aquejó una sensación de agotamiento tanto físico como mental.

Cuando Helian Zhao se dio cuenta de que Jing Qi lo había engañado, dio por hecho que todas las cosas que no estaban sobre su mesa habían llegado a manos del príncipe heredero. Ulterior al terror, entendió una cosa: ahora realmente estaba en el mismo barco que el príncipe heredero. Desahogó internamente su furia despedazando mentalmente a Jing Qi varios cientos de veces.

Le disparaba a gansos todos los años, pero esta vez, un ganso le había picoteado los ojos. Contrario a las expectativas, ese Jing Beiyuan era tan profundamente taimado que había fingido ser un seguidor ingenuo, mientras que en realidad tomaba en consideración a cada persona en sus planes.

Más vale que ese viejo en el trono del dragón se mantenga vivo. Su muerte esperaba de otra manera...

Si el plan de la rebelión se hiciera realidad, entonces los libros de contaduría que Helian Yi tenía en posesión se convertirían automáticamente en basura.

Jing Qi, por otro lado, estaba conversando con Wuxi. —En este reino, existe la posibilidad de atraer el favor del primer Helian, correcto, pero no puedo ofrecer algo que no tengo en mi mano. Como no podía atraerlo con ganancias, la coacción era indispensable para hacerlo sentarse en el mismo banquillo que yo... Por cierto, debería darle las gracias a Helian Qi.

Wuxi había retomado su hábito de reportarse diariamente a la residencia Nan'ning a una hora determinada, pero ahora se lo tomaba aún más en serio. Había comprado intencionalmente un conjunto completo de libros que abarcaban todos los para educar niños –como el Clásico de tres caracteres y las Normas para ser un buen alumno y niño– a los Cuatro libros y Cinco clásicos y venía todos los días a fastidiar a Jing Qi para que los explicara.

A Jing Qi le encantaba dar lecciones y Wuxi lo escuchaba atentamente. Con el paso del tiempo, esto realmente llegó a parecer que un alumno que se reportaba ante su maestro. Jing Qi incluso bromeaba diciendo que Wuxi debería mostrarle piedad filial y pagar por las clases particulares de tutoría. Inesperadamente, al mismo día siguiente, Wuxi había investigado sobre la tarifa de tutoría adecuada para los maestros y le dio una cantidad presentable de ella. El príncipe Nan'ning, que acababa de ganar dinero por primera vez en la historia, no sabía si reír o llorar.

Ashinlae, un hablador franco, estaba internamente ansioso. ¿No dijo el joven chamán que le gustaba? Pensaba por dentro. ¿Por qué no parece estar haciendo ningún movimiento? Con la esencia de un eunuco nervioso mientras el emperador estaba tranquilo, le preguntó en voz queda a Wuxi:

—Joven chamán, con usted y el príncipe siempre así, ¿cuándo aceptará regresar a Nanjiang con usted?

La vista de Wuxi no se movió del libro que sostenía, pero se detuvo al escuchar eso. —Aún no hablo con él.

—¿Por qué no? —Ashinlae se preocupó—. ¿Tiene usted miedo de que no quiera?

Wuxi asintió, después negó con la cabeza. —Incluso si quisiera, en estos momentos no tengo la habilidad. Si algún infortunio sucediese, ¿cómo podría no hacer que se preocupe de nuevo? Sería mejor entrenar mi habilidad primero, para poder protegerlo algún día.

Ashinlae lo pensó. —Entonces... ¿qué hará usted si no le gusta? —preguntó tentativamente.

Wuxi quedó pasmado durante mucho tiempo. —Lo trataré bien. Lo sabrá, por supuesto —susurró.

No dijo más, se dio la vuelta y regresó al estudio, ignorando a Ashinlae, quien se estaba tirando las mechas de la angustia.