Capítulo 18: Severidad en la residencia de Nan'ning

Capítulo amablemente traducido por EisowlKoi y editado por mí (≧ω≦)

Jing Qi tuvo un momento de lucidez. Reaccionando con bastante rapidez, extendió la mano y la agitó ligeramente ante los ojos de Wuxi, solo para descubrir que simplemente había abierto los ojos y no estaba del todo consciente, que el enfoque en ellos no era demasiado preciso. Después de decir esa frase que causó que el corazón de Jing Qi diera un vuelco, su cabeza se inclinó hacia un lado y volvió a delirar.

En la víspera del amanecer, la pequeña marta dormía al lado de Wuxi, tendida de espaldas. Jing Qi, por otro lado, examinaba una túnica azul claro que Ping’an le había confiado a alguien que entregara. Su cansancio se había desvanecido por completo.

Una cabeza llena de cabello blanco… sentada junto a la Piedra de las Tres Vidas.

Había vagado por el inframundo durante cientos de años y había llegado a más o menos comprender sus reglas. Por ejemplo, las almas recién nacidas no podían entrar. Por dar otro ejemplo, todos esos espíritus muertos que alguna vez pasaron por su lado habían bebido la sopa de Meng Po también ya se habían lavado hasta la ignorancia en el agua del olvido, por lo que definitivamente no recordarían haberlo visto sentado erguido junto a la piedra.

Por eso, en la vida anterior de Wuxi, si no fue un mensajero fantasma... entonces debió ser un segador de almas.

En un instante, recordó lo que el hombre había dicho en el Estanque de la Reencarnación: "Fui el causante de la ruina de tu destino" y tal... Revertir el yin y el yang era una violación a las leyes de la naturaleza. ¿En serio renunció a todo su cultivo por eso?

Jing Qi levantó un poco la mano para tocarse brevemente el entrecejo, como si aún quedara un rastro de sangre allí. Solo después de un largo rato volvió en sí y se sentó junto a la cama, mirando con ojos complicados al joven febril que yacía allí.

—Aunque esta fue una compra forzada, después de todo, aun así, te debo una… —acarició suavemente el cabello de Wuxi, pensando que la fortuna del mundo era verdaderamente misteriosa. Se habían encontrado en el Manantial Amarillo, pero les permitió reunirse dentro de este interminable y vasto mar de personas.

Su amplia manga cayó, deslizándose contra la marta, la que abrió los ojos con alarma, pero al ver quien era, los volvió a cerrar. Se acurrucó en una bola de pelo, se enterró dentro de su manga y se fue a dormir.

Suspiró y se pellizcó el puente de la nariz. —En otras palabras, aún recuerdo nuestras implicaciones de la vida anterior. En esta vida... en esta vida, haré todo lo que pueda para mantenerte a salvo —arrugó las cejas, escudriñó a Wuxi una vez más como si algo le hiciera ser quisquilloso y su boca se crispó—. Mocosito terco. Dime, si no te cuido yo en el futuro, ¿cuánto tiempo podrías vivir con ese temperamento de burro que tienes?

Rara vez le daba fiebre a Wuxi. Sentía como si el ácido se calara de todas las grietas de los huesos de su cuerpo y sus sueños eran una nube caótica, dejándolo absolutamente incapaz de recordar lo que había sucedido. Durante los momentos en que su conciencia se aclaraba un poco, podía sentir vagamente que había alguien a su lado, lo que le aterrorizaba. Durante su vulnerabilidad, rebosaba de cautela ante todo lo que lo rodeaba. Quería abrir los ojos para ver quién estaba allí, así como reunir todo el poder de su cuerpo para incorporarse obstinadamente.

Sin embargo, ese alguien tenía un olor especialmente agradable: débil, refrescante y un poco dulce. Una mano cálida había estado sobre su cabeza todo el tiempo, muy gentil y muy suave.

Extrañamente, Wuxi se relajó poco a poco. Quizás la fiebre lo volvió algo irracional o quizás su cuerpo estaba demasiado agotado, pero, inesperadamente, desarrolló una especie de… ilusión de seguridad al estar con esta persona. Era como si fuera un animalito que había atravesado un bosque de grandes peligros ocultos en los cuatro cardinales y regresado a su cueva en las profundidades del subsuelo. Podría pasar toda la larga noche, todo ese largo período de miseria, con los ojos cerrados y envuelto en un sueño sobre la calidez.

El día ya era brillante cuando la fiebre bajó por completo y se había despertado.

Tan pronto como abrió los ojos, delante vio una mano delgada con la palma hacia arriba. La mitad del cuerpo de la marta estaba apiñado en la manga de la túnica azul del contrario, que estaba atada sin apretar a su alrededor. Jing Qi estaba medio inclinado en la cabecera, con la cabeza ladeada y un mechón de cabello suelto que pasaba por su mentón para asentarse sobre su pecho, cuya punta parecía flotar ligeramente a raíz de su respiración.

Wuxi lo miró fijamente durante un momento, perplejo, como si nunca antes se hubiera encontrado con este adolescente. Con los ojos negrísimos agrandándose, lo miró detenidamente.

Pensó que era bastante guapo y que era él quien le había hecho compañía toda la noche anterior.

Pensó en por qué cuando se habían topado con un asesinato anoche, no tuvo miedo y tampoco escapó.

Pensó en cómo, durante sus cinco años completos en este mundo desde su llegada a la Gran Qing, este adolescente era el único amigo que había conocido.

Por lo tanto, no pudo evitar sonreír suavemente, cerrando un poco los ojos.

Cuando volvió en sí una vez más, Jing Qi se había ido.

Este último se había desplomado allí por un tiempo −lo dormitado fue suficiente como para que recuperara algo de energía− tomó a la marta que estaba metida de cabeza en su manga, le explicó las cosas a Ashinlae y regresó a su propia residencia.

Después de todo, todavía tenía algunos asuntos que atender.

Ping’an lo recibió en persona, le presentó la lista de los sirvientes de la residencia y le informó que todos los que se indicaban en ella se habían reunido en el patio para esperar.

Jing Qi recorrió la lista con la mirada y se la devolvió, con una leve sonrisa en la esquina de sus labios mientras caminaba hacia el patio delantero.

Ping’an –normalmente aficionado a hacer algo de ruido– también se encontraba en silencio, con la cabeza gacha. De repente sintió que en el mismo instante en que el príncipe júnior atravesó la entrada, pareció haberse transformado en una persona diferente. Esa aura perezosa y frívola que incluso parecía arraigada en sus huesos, la que tenía consigo durante todo el año, ahora era como una capa de piel de disfraz que podía desenmascararse con facilidad.

Seguía siendo el mismo rostro, por lo que, lógicamente, no podía describirse como severo. Sin embargo, cuando sus ojos pasaban cautelosamente por la cara de otra persona, ello le causaba un escalofrío en el largo de la columna.

Al igual que un gato letárgico y tranquilo, una vez que se despertaba, de repente se convertía en un tigre que observaba fríamente a su presa. Ping’an pensó en su corazón que, si su amo se viera así de manera regular, entonces, basándose en su nivel de coraje, no atrevería a parlotear sin cesar en presencia del príncipe.

Jing Qi se paró frente a la multitud, pero no los miró, simplemente bajó un poco la cabeza para inspeccionar el suelo. Ping’an reubicó rápidamente la silla en la que se sentaba todos los días y lo invitó a sentarse en ella.

Tras tomar asiento, cruzó casualmente una pierna sobre la otra y colocó sus manos entrelazadas sobre su regazo. Observó a la gente que llenaba el patio con una inconmensurable expresión de sonrisa. —Ayer por la noche, el príncipe heredero envió a alguien para informarles que este príncipe estaba afuera con el joven chamán.

—Sí —respondió Ping’an en voz baja—. Su Alteza dijo que usted estaba dando un paseo, amo, así que nos indicó a los sirvientes que preparáramos agua caliente para variar y que nos laváramos, además de otras cosas similares, mientras esperábamos a que regresara para atenderlo.

Jing Qi asintió. Eso era estándar, no había necesidad de hablar de ninguna residencia Nan’ning, ya que incluso para una familia capitalina ordinaria propietaria de tierras, si su amo no llevara sirvientes para que le guiaran al caballo y le sirvieran agua, estaría completamente por debajo su estatus si otros descubrieran la razón por la que salió solo. Con un par de palabras, Helian Yi ya había asumido la responsabilidad por él ayer.

Dentro del círculo aristocrático de la Gran Qing, se hacía hincapié en la gentileza, la lentitud, la estabilidad, la carencia de marcialidad y la magnanimidad.

La “gentileza” se trataba de tener un porte intelectual, un físico delicado y una voz suave y débil al hablar, con una ligera sensación de falta de energía y sangre; esto era tener el amaneramiento de una persona elegante. La “lentitud” se refería a una persona pura y noble que recorría su camino sin prisa y montaba su caballo a un ritmo no más rápido que pausado; esto era ser de cultura. La “estabilidad” significaba entonces que alguien de rango tenía que permanecer distante al encontrarse con incidentes, sin mostrar tristeza, alegría ni ira en su semblante; esto era tener estatus. También enfatizaba que los hijos de familias nobles no debían practicar artes marciales, ya que ese era el arte de los salvajes toscos. No debían permitir que la rabia les coloreara el rostro y tampoco pelear con los demás, pues eso significaba rebajarse al nivel del vulgo.

Naturalmente, los estándares previamente mencionados que abogaban por ser una ciruela enfermiza eran, de hecho, solo algunas canciones que se especializaban en fomentar las costumbres de los haraganes y los niños bonitos que no podían hacerse cargo de ninguna responsabilidad.

Helian Yi manejó esto de acuerdo con los métodos de las familias de los funcionarios de alto rango. Al tropezarse con un joven noble sin sirvientes que lo siguieran, envió a alguien a su residencia para informar que estaba sano y salvo y que lo estaban cuidando, ello con la intención de los que estaban en casa se sintieran tranquilos.

Jing Qi tomó un sorbo de té de la mano de Ping’an, frunciendo los labios un poco secos. —Oigan, ¿qué hacen parados aquí? Qué, ¿quieren que les dé el pago de Año Nuevo?

La multitud había sido convocada aquí temprano en la mañana, ninguno de ellos sabía lo que ocurría. Al escuchar al amo decir que no pasaba nada, todos dejaron escapar un suspiro de alivio.

Ji Xiang era ingenioso, pero en este punto crítico, tras observar su expresión, no pudo distinguir si su estado de ánimo era bueno o malo, por lo que trató de tantearlo. —Amo, este sirviente y el mayordomo han recopilado en un registro cómo devolver los obsequios dados por cada caballero, después los dejamos en su estudio. ¿Les echa un vistazo dentro de un rato?

—No —respondió Jing Qi—. Hay montones y montones de esas cosas, mirarlas me lastima el cerebro.

Ji Xiang asintió y afirmó. —Verá usted, temprano en la mañana, el mayordomo nos convocó a todos aquí y no sabíamos lo que estaba pasando. Ahora que ha regresado, amo, podemos sentirnos aliviados. Todos pueden dispersarse para ir a realizar cualquier trabajo que deberían estar haciendo.

Jing Qi asintió. —Hmm. Si están ocupados con algo, dense prisa y vayan a hacerlo, ¿bueno?

Todos intercambiaron miradas, un poco confundidos, y comenzaron a dispersarse.

Pero justo en ese momento, escucharon al señor comenzar a hablar casualmente de nuevo:

—Pero si no están ocupados con algo, no hay nada de malo en quedarse a escuchar a este príncipe contar un chiste. Hablemos de anoche, ¿saben con cuánta gente se cruzaron este príncipe y el joven chamán?

Ni siquiera Ping’an sabía. Las personas que habían venido de la residencia del joven chamán solo dijeron que se hizo demasiado tarde, por lo que el príncipe pasaría la noche allá. Al escuchar sus instrucciones, Ping’an supo que definitivamente algo había sucedido en el intervalo, pero no tenía claro los detalles de lo que era.

Jing Qi sonrió, sus ojos recorrieron la totalidad de la congregación y la especie de ilusión de "me está mirando a mí" golpeó a todos y cada uno de ellos. Luego, lo escucharon decir:

—Me encontré con un par de asesinos que no miraban por dónde iban.

Ping’an se sobresaltó, sus delgados ojos se abrieron instantáneamente en dos círculos. —¡¿Un intento de asesinato?! Amo, ¿hay alguna molestia? ¿Está herido? ¿Quiere que se lo comunique a un doctor imperial?

Jing Qi tomó la taza de té de sus manos, levantando la tapa para beber un sorbo. —No es necesario, no hagas un gran alboroto por una cosita. Solo fueron unos pocos bárbaros del sur llamados “chamanes negros” o algo así y fueron asesinados fácilmente.

Cuando dijo las palabras “asesinados fácilmente”, su tono se volvió aún más suave y amable, pero trajo consigo un aura sangrienta que provocaba estremecimientos. Por coincidencia, en este momento la marta se desenterró de su manga. Esta pequeña había quedado salpicada de sangre el día anterior, pero no había tenido tiempo de limpiarla. La mitad de su cuerpo estaba manchado y, junto con sus ojos brillantes, era algo extraña e intimidante.

Algunos de ellos no eran valientes y ya sentían que las piernas se les ablandaban, pensando que este tipo y su rostro habían cambiado demasiado rápido. Recién había sido tan suave como la garúa y tan gentil como una brisa. No sabían lo que eso significaba.

—De nuestro lado aquí tenemos un hermano de gran habilidad —continuó Jing Qi—. Tan pronto como recibió la noticia, inmediatamente pensó que esta era una oportunidad rara, así que corrió a contarle a su… Hmm, amo. Quién diría que no se encontraría con este amo, sino con el ahijado del amo.

Se rio entre dientes, todos los presentes en la escena guardaban silencio absoluto. Sopló el vapor en su taza de té. —Ese no dijo nada, pero, por otro lado, fueron algunos de sus hermanos de abajo los que no pudieron quedarse quietos y esos sorprendentemente vinieron a asesinar a alguien en esta ocasión. Después de dar una vuelta, no obtuvieron más que algunos de los suyos muertos, además de permitir que este príncipe se volviera a familiarizar con una persona muy influyente en nuestra residencia…

De repente levantó la cabeza, sus ojos electrizantes mirando directamente a una sola persona y sonrió. —Qué, has estropeado los asuntos de Su Segunda Alteza. Incluso yo estoy preocupado por ti, ¿de verdad estás tan tranquilo?

Antes de terminar, el hombre que estaba de pie en la esquina, cubierto de suciedad y con los hombros encorvados, pareció cambiar abruptamente de cara. Se lanzó de una manera extremadamente ágil hacia Jing Qi, durante lo cual el crujido de sus huesos se escuchó varias veces. Al darle un segundo vistazo... ¿cómo podría este hombre seguir siendo ese pequeño, delgado y cobarde viejo Zhang que barría el patio? ¡Este claramente era un hombre grande y corpulento con la espalda de un tigre y la cintura de un oso!

Desesperado, Ping’an arrojó la tetera que sostenía, con el objetivo de aplastarla en el cráneo del gran hombre. —¡Asesino!¡Protejan al príncipe! —gritó a un lado.

El hombre la esquivó, torciendo los dedos para agarrar el cuello de Jing Qi. El giro de los eventos fue demasiado rápido, los guardias imperiales no pudieron reaccionar a tiempo. Sin embargo, justo cuando estaba a punto de aterrizar, se oyó un chillido y se vio al hombre dar abruptamente un gran paso hacia atrás, soltando un grito espeluznante mientras sacudía desesperadamente la mano. La marta saltó rápidamente de regreso el hombro de Jing Qi, erguida con la cola balanceándose en una demostración de su glorioso poder y fuerza.

La mano del gran hombre ya tenía una mancha púrpura. La nube púrpura se movió rápidamente hacia arriba, subiendo por todo su brazo en cuestión de segundos.

Jing Qi quedó un poco sorprendido. Inclinó la cabeza para mirar a la marta que se lamía las patas.

—¿Tan feroz eres?

La marta subestimada mostró los dientes a modo de sonrisa y chilló.

Jing Qi sonrió, volviendo la cabeza una vez más. Los guardias ya habían capturado al hombre y lo empujaban contra el suelo, pero no le quedaba tiempo para pelear con ellos. Solo se sostenía el brazo que se había vuelto varias veces más grueso mientras gritaba dolorosamente. Ni siquiera podía formar una oración completa, ya que la nube púrpura le subía por el cuello, con graznidos desesperados que salían de su garganta.

Jing Qi se acarició el mentón y le preguntó a Ping’an:

—¿Cuánto tiempo más crees que puede aguantar?

Ping’an se había quedado mudo del susto debido a esta serie de eventos imprevistos y solo después de un buen tiempo señaló al hombre que desde entonces se había estado retorciendo en el suelo. —Es-este es... ¡¿el tío Zhang?!

Jing Qi extendió la mano y le palmeó el hombro mientras meneaba la otra. —Retírense, retírense. Ping’an, anda a hacer que la oficina de contaduría le dé a cada uno un sobre rojo. Solo menciona que yo dije que es para agregar buenos presagios a la celebración de Año Nuevo.

Dicho esto, se dirigió al estudio. Ping’an se apresuró a alcanzarlo. —Amo, es-ese…

Señaló al viejo Zhang que ya no se movía, le echó un vistazo y volvió a torcer la cabeza como si hubiera sufrido un susto. —Ese tío Zhang, ¿qué hago?

Sin detener sus pasos, Jing Qi ordenó:

—Quema el cuerpo, pero primero quítate la ropa. Dóblala, plánchala y envíala junto con el regalo del segundo duque más tarde.

Ping’an se quedó estupefacto, con los ojos abiertos de par en par.

Considerando la calidad de este espía, era obvio que Helian Qi no le había dado mucha importancia a Jing Qi. Sonrió vagamente. Mi intención original no era provocarte, pero todo esto fue por tu propio improperio. Parece que esta vez, solo tendremos que esperar y ver qué pasa...