Capítulo 70: Separados tanto en la vida como en la muerte

Volumen IV - "El final de la canción llegó, mas la gente no se dispersa"

Jing Qi subió una pierna y la dobló para arrodillarse en la cama, levantando el mentón de Wuxi para mirarlo desde la altura. Al ver a esos ojos que estaban nerviosos por algo desconocido, sintió que se parecían a las perlas negras más raras que el océano propagaban. Al no ser multicolores ni abigarrados, mirarlos atentamente durante mucho tiempo parecía poder succionarte. No pudo evitar levantar un dedo para acariciar las pestañas de Wuxi.

Todos los dedos de Wuxi se aferraron fuertemente a las sábanas, con el cuerpo rígido. La suave fragancia del hombre proveniente su reciente baño le golpeó directamente la cara, como si fuera a envolverle todo el cuerpo. Mientras su corazón se iba cabalgando, hacía todo lo posible para mantenerse bajo control.

Nanjiang era mucho más franca que la complicada Gran Qing. El que le gustaba era el que quería, pero sentía que esto no debería ser así. Después de haber leído los libros de la Gran Qing, sabía que la "etiqueta" y los "ritos" eran lo más importante para ellos, y que antes de que una pareja soltera celebrara el matrimonio, se suponía que ni siquiera se tenían que mirar demasiado.

Bueno... era hombre, pero...

Agarró los dedos de Jing Qi que ya se estaban introduciendo en su escote, sacudiendo la cabeza con una determinación de aspecto ingente. —Beiyuan... sigo sintiendo que esto es inapropiado.

En el pasado, Jing Qi siempre se había considerado como alguien que –a pesar de tontear de vez en cuando– era moral y escrupuloso la mayor parte del tiempo. Sin embargo, de repente descubrió que, en comparación con este joven chamán, su juvenil y desordenada vida de visitar prostitutas prácticamente podía describirse como podrida.

A pesar de que no tenía mucho interés en la sensualidad, sus métodos para montar el espectáculo no eran pocos. Wuxi sintió que las yemas de los dedos de Jing Qi eran como un pez resbaladizo que se escurría de las manos y fácilmente escaparon del hueco de su palma. Cuando esos dedos abrieron sus solapas, le acariciaron suavemente la clavícula, pareciendo encender un hilo de chispitas invisibles a lo largo de su piel.

—¿Cómo es inapropiado? —preguntó despreocupadamente Jing Qi.

Disminuyó la velocidad deliberadamente, con sus dos manos lascivas acariciando a Wuxi de arriba a abajo. Al ver al hombre nervioso e incesantemente contraído, disfrutó del placer de manosearlo y lentamente avivó el fuego dentro de sí.

Con su rodilla sobre la cama, todo su cuerpo estaba prácticamente presionado sobre Wuxi, quien se vio obligado a apoyar un brazo detrás de su espalda y abrazar a Jing Qi con el otro. Dado que este último lo había despojado de la mayoría de su ropa, estaba infinitamente avergonzado y divagó con desesperación:

—No dijo tu Confucio que... las relaciones sin matrimonio son indecentes...

Jing Qi le pellizcó el pecho, lo que lo asustó tanto que casi brincó. El brazo que lo sostenía se volvió flácido y se recostó directamente sobre su espalda, solo escuchando la silenciosa risa de Jing Qi. —¿Eso se refiere a estar con una mujer o con un hombre?

Wuxi no tuvo respuesta. Confucio no había sido específico.

Percibió que algo destellaba ante sus ojos y entonces vio caer al suelo la túnica blanca de Jing Qi, quien se inclinó hacia adelante para dejar caer casualmente la cortina de la cama, con una luz difusa que la atravesaba. No había tenido nada puesto debajo de esa túnica, su piel se veía más tersa que el mejor de los brocados y ese frágil anillo colgaba de su cuello. Su largo cabello aterrizó junto a las orejas de Wuxi cuando el hombre bajó la cabeza.

Wuxi por poco no se quedó mudo.

—Hermoso Wuxi, ¿o es que tú vas a gritar con indecencia para los oídos de este señor? —Jing Qi preguntó en susurros, con ojos que se curvaron a modo de risa.

Con una racionalidad que finalmente se fue volando, Wuxi lo jaló por el cuello y bloqueó su risa sinvergüenza.

Siempre han existido cosas en el mundo que la gente recuerda vívidamente después de varios años. Los que tristes están se separan y los que están felices como un dosel de hibisco son. Aquella escena onírica que tantos años pervivió de repente se volvía realidad: el calor corporal del hombre y la dulce fragancia lo envolvían. Sus brazos estaban llenos, pero todavía se engañaba pensando que esto no era real.

Por supuesto, el príncipe era un perro viejo en el romance y tenía paciencia, hábil tanto en la retórica fuera de la cama como engatusando gente en la cama. Ahora, al encontrarse con un polluelo como este, quería hacerlo sentirse bien y cómodo de una forma aún más gentil.

Wuxi detectó vagamente que algo andaba mal, pero no podía distinguir exactamente lo que era. Con los sesos hechos una bola de pasta soportó sus acciones hasta que la mano urente e itinerante de Jing Qi alcanzó su espalda y amasó el largo de su columna. Al principio no lo había entendido, pero ahora sí. Forcejeó con algo de incomodidad, pero levantó la visita justo a tiempo para ver los ojos de Jing Qi: la expresión en la mirada del hombre era indescriptiblemente gentil, pero dentro de esa gentileza yacían las profundidades de la lujuria que comenzaba a arder.

Sintió que Jing Qi, en este preciso momento, por fin había apartado a todos y todo los que tenía en sus ojos, dejándolo solo a él. Esto le hizo sentir que estaría bien con cualquier cosa que hiciera. Incluso si muriera por él ahora mismo, moriría sin arrepentirse de nada.

Así que sonrió suavemente y cerró los ojos.

Aunque su sonrisa fue excepcionalmente feliz, provocó una breve pausa en Jing Qi. Al detener su mano, pensó por dentro: Si realmente iban a por todo, ¿el pequeño veneno no lo odiaría a muerte cuando se enterara de lo que había planeado? Según el carácter intenso y terco del hombre, ¿no habría una vida entera sin margen para dar vuelta atrás?

En su experiencia, tenía que dejarse una ruta de escape en todo lo que hacía, sino podría quedarse sin suerte en el futuro y morir por el país o algo así. Si en lugar de eso lo dejaban respirando, ¿dónde podría volver a encontrar a una persona como esta? Frunció un poco el ceño durante un instante y tomó una decisión...

La punzada de dolor que Wuxi había imaginado no llegó, pero sintió que el calor corporal que lo cubría lo abandonaba por un momento. Entonces, su falo caliente fue lentamente envuelto en una calidez apretada y abrió los ojos de sopetón.

Jing Qi rápidamente extendió las manos y le presionó los hombros, con la voz un poco temblorosa y quebradiza. —No te muevas... no te muevas.

Mientras apretaba los dientes con firmeza, lentamente se sentó, con un dolor contundente similar al despedazamiento de su carne. Nadie nunca se había atrevido a pedirle al príncipe Nan'ning hacer algo como esto. Él presionaba a Wuxi al principio, pero poco a poco cambió a depender de él para sostenerse.

El dolor ceñido hizo que sus codos se pusieran flácidos y se desplomó encima de Wuxi, los dos soltando gruñidos amortiguados al mismo tiempo. Wuxi rápidamente estiró las manos para atraparlo y sintió que todo el cuerpo de la contraparte tiritaba levemente. Incapaz de describir qué emoción surgía en su corazón, solo lo abrazó con cuidado y palió su cuerpo a besos de una manera casi devota.

La estrella del luan rojo en el cielo nocturno ascendió silenciosamente, para después descender silenciosamente.

Al día siguiente, Wuxi se despertó tan temprano como siempre. En el instante en que abrió los ojos, casi no pudo distinguir claramente si esa enternecedora velada había sido un sueño o una realidad. Solo después de un largo rato dio vuelta la cabeza con mucha cautela y vio que el cabello ligeramente desordenado de Jing Qi yacía a su lado, con medio hombro que se había escurrido de la colcha bordada.

Sonrió en silencio y suavemente le levantó la colcha. Dado que no le apremiaba levantarse, inclinó la cabeza para mirarlo.

No se cansaría de mirarlo en toda la vida.

Esto no era un sueño. Las cosas más bellas no salían de un sueño; el corazón no tendría una felicidad tan genuina que el alma empapara.

Quizás su mirada era demasiado cariñosa, ya que tanto mirar despertó a Jing Qi. Este último abrió los ojos de manera adormilada, lo miró, masculló un vago "Ni siquiera amanece todavía" y fue a darse la vuelta para seguir durmiendo. Sin embargo, al moverse descubrió que había un indescriptible dolor en su cuerpo y gruñó suavemente mientras su ceño se fruncía.

Wuxi se volteó inmediatamente y se incorporó. —¿Te duele? ¿Dónde? —preguntó con nerviosismo.

Jing Qi respiro hondo y puso los ojos en blanco. —Agua —ordenó sin ambages.

Wuxi se puso ropa inmediatamente y se levantó. Le sirvió una taza de agua, la trajo y se la dio personalmente. Jing Qi tomó dos sorbos y después se negó a beber más, sosteniendo la taza con la mano. —Trae... Cof, tráeme ropa.

Wuxi se apresuró a recoger su túnica que había caído al suelo la noche anterior, pero en vez de entregársela enseguida, la metió en la colcha. —Está helada, caliéntala antes de ponértela —susurró—. ¿Algo más...? ¿Te lastimé anoche?

Apoyado en el cabezal, Jing Qi lo miró por el rabillo del ojo. Al ver su apariencia desconcertada –que claramente se veía como un niño que se había metido en problemas– no pudo evitar reírse suavemente. Wuxi no estaba seguro de qué se reía, pero vio el lustre en sus ojos. Cada vez que se reía, el agua inundaba dichos ojos de una manera excepcionalmente atractiva, lo que también le provocó una risilla incontrolable.

Jing Qi levantó la mano y le dio un manotazo en la nuca. —¿De qué te ríes tú? Anda, pídele a alguien traiga agua caliente, quiero bañarme.

Wuxi aceptó la orden, salió corriendo alegremente y fue a buscar el agua caliente él mismo.

Entonces, Jing Qi suspiró en voz baja y reprimió la expresión sonriente de su rostro. Bajó la mirada a la media taza de agua que ondeaba suavemente al son de sus movimientos, abstraído por un momento, y poco después sacó la túnica que Wuxi había embutido debajo de la colcha. Hurgó y sacó una botellita de ella, sonrió con amargura y vertió todo su contenido en el agua: se deshizo en el líquido, incoloro y sin sabor.

Wuxi estaba feliz de tener la oportunidad de atenderlo personalmente. Cuando dejó el agua caliente y dio vuelta la cabeza, Jing Qi ya se había puesto su túnica y se encontraba en medio de bajar la cabeza para beber. Wuxi se acercó y se sentó al borde de la cama. —Beiyuan, el agua está lista.

Pero Jing Qi de repente le sonrió, inesperadamente envolvió los brazos alrededor de su cuello y juntó sus labios y dientes en un enredo. Pasándole una boca llena de agua como si estuviera jugando, lo obligó a tragarla y solo entonces lo liberó.

Wuxi tosió. —¿Por qué hiciste...? —dijo con un tono impotente.

No llegó a terminar su oración, ya que de pronto sintió que algo andaba mal. Vio perplejamente que la expresión juguetona en la cara de Jing Qi se esfumaba mientras se sentaba allí tranquilamente, mirándolo como si quisiera exprimir una sonrisa, pero, por alguna razón, las curvas de sus rasgos contenían congoja.

Wuxi entendió en un instante de qué se trataba, pero sintió que algo pesaba sobre su cuerpo. Sus ojos lucharon por permanecer abiertos.

Se puso de pie bruscamente y se tambaleó medio paso hacia atrás.

Jing Qi evitó su mirada. En ese momento, las agraciadas cejas bajas del hombre hicieron que surgiera una asfixiante desesperación en el corazón de Wuxi. Sus piernas parecieron no poder seguir soportando su peso, sus rodillas se suavizaron y se derrumbó en los brazos de Jing Qi.

—Jing Beiyuan... Jing... Bei... yuan...

Extenuó sus últimas fuerzas, aferrándose firmemente a la manga del otro y haciendo todo lo posible para abrir los ojos que ya lacios estaban. —Te... odiaré... te odiaré... por siempre... te odiaré... por...

La conciencia finalmente no pudo luchar más. Cerró lentamente los ojos, liberó sus dedos y se desplomó sin fuerza alguna.

Jing Qi lo tomó en brazos, lo colocó suavemente sobre la cama y extendió la mano para trazar con delicadeza y primor todos sus rasgos faciales. De repente, sonrió. El lustre dentro de los frívolos ojos de flor de melocotón pareció quebrarse; en ese instante, todo tipo de prosperidad se olvidó y tanto la vida anterior como esta se desvanecieron sin dejar rastro.

En sus oídos solo restaba esa voz: Jing Beiyuan, te odiaré por siempre.

En las afueras de la capital, había un restaurante ruinoso al que llamaban "pabellón de descanso". Aquellos que aquí se despedían tomaban caminos separados. El polvo y el silbido del viento en el camino Xianyang no se escuchaban ni aquí ni en las lejanías.

Incontables veces Ashinlae se giró para mirar la sombra sentada en el lomo del caballo mientras el joven chamán se encontraba en el carruaje, soñando profundamente sin despertar. Tenía muchísimas dudas en mente, pero no lo entendía. Le preguntó a Nuahar y él tampoco entendía.

El príncipe solo había dicho que la Gran Qing iba a la guerra y los vakurah venían a atacar la capital, por lo que tenían que regresar a Nanjiang por su seguridad.

Ashinlae quería preguntarle por qué no venía con ellos, pero Nuahar –quien parecía haber vuelto de sollozar en un funeral, con la tristeza entumecida en su rostro– lo agarró para detenerlo. Son preguntas que no se pueden preguntar, simplemente negó con la cabeza y suspiró.

En la puerta de la ciudad, los caballos y carruajes estaban dispuestos en una línea. El sol poniente, en este momento, estaba a punto de extinguirse.

Jing Qi tiró de las riendas para detener a su caballo, desmontó, levantó la cortina del carruaje y miró fijamente a Wuxi por un rato. No se podía discernir ninguna emoción de su rostro, lo que hacía que la gente pensara que estaba igual que siempre, pero sin estar en lo más mínimo igual. —Es un largo camino por recorrer. Cuídense, caballeros —murmuró—. Puse todo el Trance Onírico que me quedó de la última vez en esa agua. Este sueño suyo probablemente dure cinco meses. Si se apresuran... tal vez puedan llegar a tiempo.

—Príncipe... —murmuró Nuahar.

Jing Qi lo miró a los ojos, exponiendo una sonrisa superficial que rápidamente desapareció, y dejó caer la cortina. —Bueno, no más cháchara. Vayan.

Los bordes de los ojos de Nuahar se pusieron rojos, pero Jing Qi ya no lo miraba, regresaba con su caballo a pesar de todo. Nuahar se bajó del carruaje. —¡Príncipe! —gritó.

Sin mirar atrás, Jing Qi solo agitó débilmente la mano. —Cuando tu joven chamán despierte, dile que... le debo una por lo de hoy. Si llega el día en que nos volvamos a encontrar, definitivamente se lo compensaré. Vayan.

Ah, partir por el camino Xianyang...

Se llevó el caballo de regreso a la ciudad, solo, cabalgando extremadamente despacio con un ruido de carruajes y caballos que atravesaba la distancia y retumbaba a sus espaldas. No se sabía cuánto tiempo había transcurrido hasta que finalmente no pudo resistir girar la cabeza, solo para descubrir que hacía mucho tiempo que la gente de Nanjiang se había vuelto invisible. El retumbo no era más que una ilusión de la mente, como si ese hombre todavía estuviera ahí, como si...

Sonrió con amargura mientras montaba el caballo.

Cuando pasó por el pabellón de descanso, se dio cuenta de que un carruaje familiar había estado estacionado a la entrada del restaurante durante quién sabe cuánto tiempo. Sorprendido, detuvo al caballo con las riendas y poco después vio a alguien salir de dicho carruaje.

Era Helian Yi. Ambos se quedaron mirando durante mucho tiempo. —¿Por qué no fuiste con él? —preguntó en voz baja.

Jing Qi sonrió. —Este súbdito ha obedecido el decreto de salir a despedir al joven chamán de la capital. Lo que pasa es que estos son tiempos extraordinarios, así que carecer de cortesía esta vez fue inevitable. Perdóneme usted por no salir a despedirlo más allá.

El otro se quedó de pie en silencio por un largo tiempo antes de suspirar profundamente. —¿De qué sirve quedarse?

—De nada. Solo tengo que quedarme.

Solo tenía puesto el conjunto diario de túnicas color zafiro, con lo plateado rodando en los bordes de sus anchas mangas que se levantaban con la brisa. Su espalda y hombros estaban muy rectos, como un bambú que se rehusaba a doblarse dentro del viento.

Entonces, en medio del ocaso, se explicó claramente:

—Yo, Jing Beiyuan, nací como alguien de la Gran Qing y moriré como un fantasma de la Gran Qing.