SEGUNDO DOMINGO PASCUA

PASCUA: ilumina tu mirada.

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A VECES NO CREEMOS QUE JESÚS SIGUE VIVO... ¿DÓNDE VES HOY SUS MANOS?

PARA TODOS:

PAZ A VOSOTROS.

Jn 20,19-31

El Resucitado nos trae las marcas de la Paz. El dolor de los clavos se ha convertido en don de Paz, porque el perdón termina siempre por dar sus frutos.

Jesús Resucitado nos muestra las pruebas de la Vida que vence la oscuridad y la muerte. Sus manos son manos de la Paz. En el lugar de los clavos, la Paz y el Amor.

¿Somos también nosotros capaces de transformar nuestras manos, nuestro corazón, nuestra mente en instrumentos de Paz? Si llevamos la Paz, llevamos la Resurrección del Señor.

Las manos del Resucitado son también muestra del Amor de Dios para quienes no creen, como Tomás, Jesús le muestra sus manos para que vea el Amor hecho verdad y así se incorpora nuevamente a la fraternidad, SE HACE DE NUEVO SU AMIGO.

Con la alegría que brota de la fe, transmitamos que hemos experimentado el encuentro con Jesús Resucitado. Movidos por el viento del Espíritu, recibimos una energía eólica que renovará la faz de la tierra.

Dibu: Patxi Velasco FANO

Texto: Fernando Cordero

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Evangelio del día

Lectura del santo Evangelio según San Juan 20, 19-31

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en

medio y les dijo:

«Paz a vosotros».

Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:

«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».

Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:

«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».

Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:

«Hemos visto al Señor».

Pero él les contestó:

«Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo».

A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:

«Paz a vosotros».

Luego dijo a Tomás:

«Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente».

Contestó Tomás:

«¡Señor mío y Dios mío!».

Jesús le dijo:

«¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto».

Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.