El 14 de febrero de 2006, durante la prueba de relevos sprint femenino de esquí de fondo, en el momento crucial con las medallas en juego, cuando marchaba en cabeza y en plena cuesta, a la canadiense Sara Renner se le rompía uno de los bastones con las negativas consecuencias que ello comportaba. En la lógica desaceleración fue superada por suecas, finlandesas y noruegas y entonces, de entre los espectadores, surgió una persona que le brindo otro bastón para que pudiera continuar la prueba.

Esa persona era el entrenador del equipo noruego Bjoermar Hâskenmoen que poco se podía imaginar la gran repercusión que tendría su gesto de deportividad. Pero resulta que su "fair play" (juego limpio) fue clave para que las canadienses, tras una briosa reacción, acabaran en segundo lugar a tan solo 6 décimas de la suecas y aventajasen en mas de dos segundos a las finlandesas, terceras, mientras el equipo noruego, que había marcado el mejor tiempo en las series semifinales, finalizó en cuarto lugar a más de once segundos de las vencedoras. Muchos creen que de no haber mediado la generosidad de Haskenmoen, difícilmente las canadienses hubieran obtenido la plata y que Noruega incluso hubiera podido optar al bronce.