CITIUS, ALTIUS, FORTIUS


INFANTIL Y PRIMARIA:

Citius, altius, fortius...

…O, lo que es lo mismo, «más rápido, más alto, más fuerte». Éste es el lema de los Juegos Olímpicos al que, ahora, el Comité Olímpico Internacional quiere añadir la palabra communitae (juntos).

Ahora me viene a la memoria la imagen del corredor español Iván Fernández ayudando al keniata Abel Mutai a no despistarse y tomar el camino equivocado en el tramo final de la carrera. Iván sabía que podía aprovechar la ocasión para acelerar y ganar (porque hubiera ganado, eso seguro, aquella era su oportunidad), pero prefirió ser honesto y perder la carrera a ser un campeón sin honores. Se fue hacia Mutai y le mostró cuál era el camino correcto, ¡y Mutai ganó! Más rápido… y juntos.


¿TÚ LO HUBIERAS HECHO? ¿PERDER UNA MEDALLA DE ORO POR AYUDAR AL OTRO?

Ganamos cuando somos buenos... eso nos hace felices,... EL TRIUNFO DE SER BUENAS PERSONAS , de ayudar a los demás... de dejar ganar al que se lo merece... respetando a nuestros compañeros en cualquier deporte... eso nos hace GANAR EN LA VIDA...

Quizás en esta ocasión ese añadido al lema no sea una coletilla bonita más, sino una declaración de intenciones, un propósito, una sincera llamada a la fraternidad, a ser todos hermanos y más humanos... Y quizás esta vez sí nos la creamos y la pongamos en práctica. No sé. Las personas, gracias a Dios, de vez en cuando nos saltamos «lo esperado» y sorprendemos, encendiendo en todos el pebetero (la llama) de la esperanza.

Almudena Colorado

ESO Y BACHILLERATO:

Citius, altius, fortius...

…O, lo que es lo mismo, «más rápido, más alto, más fuerte». Éste es el lema de los Juegos Olímpicos al que, ahora, el Comité Olímpico Internacional quiere añadir la palabra communitae (juntos). Y yo me sorprendo a mí misma diciendo, con cierto escepticismo: «es bonito, sí. Espero que no sea solo postureo…». Y es que ya son demasiadas las veces en que nos han vendido lemas esperanzadores, tipo «de esta salimos juntos», y luego, ante la evidente realidad, se nos queda cara de póquer al habérnoslo creído ilusamente.

Además, en este punto, me pregunto: ¿cómo articular ese «juntos» en una actividad como el deporte, donde la competición está tan presente?


Ahora me viene a la memoria la imagen del corredor español Iván Fernández ayudando al keniata Abel Mutai a no despistarse y tomar el camino equivocado en el tramo final de la carrera. Iván sabía que podía aprovechar la ocasión para acelerar y ganar (porque hubiera ganado, eso seguro, aquella era su oportunidad), pero prefirió ser honesto y perder la carrera a ser un campeón sin honores. Se fue hacia Mutai y le mostró cuál era el camino correcto, ¡y Mutai ganó! Más rápido… y juntos.


Recuerdo el oro compartido en salto de altura en los recientes Juegos Olímpicos de Tokio entre Mutaz Essa Barshim (Qatar) y Gianmarco Tamberi (Italia). Tras ofrecerles un oficial olímpico la opción de desempatar, Barshim preguntó: «¿Podemos compartir el oro?», a lo que el oficial respondió que sí. Ambos en el podio, con sus respectivas medallas de oro, fueron el primer podio olímpico conjunto en atletismo desde 1912. Más alto… y juntos.


¿Y qué decir de la karateka Sandra Sánchez, medalla de oro también en Tokio? Sandra, a los 20 años, abandonó el karate para cuidar de su madre enferma. Eso supuso abandonar el Centro de Alto Rendimiento de Madrid y también, posiblemente, su sueño. Cuando su madre mejoró y Sandra quiso volver, la Federación no se lo permitió por ser ya demasiado mayor para competir. Pero su esfuerzo y dedicación dieron frutos, y tras encontrar a un entrenador que confió en ella, hoy Sandra, a sus 40 años, es reciente medalla de oro y abanderada española en la clausura de los pasados Juegos. Más fuerte… y juntos.


Ciertamente, quien entiende que el triunfo, aunque vayas solo, no es cosa de «uno solo», ha comprendido entonces la esencia de la vida. No hay medalla, ni premio, ni aplauso que otorgue la honda felicidad que da el éxito compartido, ese que se consigue no porque uno deja de competir, sino porque lo hace desde el sacrificio, la entrega a una meta, la honestidad en las acciones y el respeto hacia quien está al lado, luchando por lo mismo que luchas tú.


Quizás, esta vez sí puede ser. Quizás en esta ocasión ese añadido al lema no sea una coletilla bonita más, sino una declaración de intenciones, un propósito, una sincera llamada a la fraternidad. Y quizás esta vez sí nos la creamos y la pongamos en práctica. No sé. Las personas, gracias a Dios, no somos relojes suizos, que siempre funcionamos igual y con precisión. De vez en cuando hay alguien que se salta «lo esperado» y sorprende, encendiendo en todos el pebetero de la esperanza.

Almudena Colorado