CUARESMA 2022: MIRA TÚ CORAZÓN.

PARA INFANTIL Y PRIMARIA:

LA CUARESMA NOS HABLA DE REZAR, DE PASAR POR EL "DESIERTO": ESTO PUEDE SER, POR EJEMPLO, "AYUNAR" DE ALGO QUE NOS GUSTE (TELE, CHUCHES,...) PARA COMPARTIR NUESTRO TIEMPO CON OTROS O AYUDAR A ALGUIEN... O PENSAR EN AQUELLOS QUE ESTÁN PASANDO POR SITUACIONES DE DESIERTO HOY EN DÍA, DE DIFICULTAD... COMO ESTE NIÑO...

“Este es el mayor héroe de anoche” decía este fin de semana la Policía de Eslovaquia sobre un niño de 11 años que huyó solo de Ucrania y con tan solo una bolsa de plástico, su pasaporte y el teléfono escrito en la mano. “Lágrimas en nuestros ojos”, describieron los agentes de este país.

Así, el menor llegó el pasado día 5 de marzo a Eslovaquia después de cruzar sin compañía la frontera, “completamente solo”, ya que “sus padres tuvieron que quedarse en Ucrania”.

Los voluntarios que recibieron al niño “lo cuidaron, lo llevaron al calor y le proporcionaron comida y bebidas”. Estas personas aseguraron que el pequeño “les ganó a todos con su sonrisa, audacia y determinación, digno de un verdadero héroe”.

Cabe señalar que gracias al número que el niño llevaba escrito en la mano y a un pedazo de papel en la cintura, las autoridades de este país lograron contactar a familiares que el pequeño tiene en Eslovaquia, quienes más tarde vinieron a por él, así que, dentro de la situación, “la historia terminó bien”.


DAMOS GRACIAS POR LA SUERTE QUE TENEMOS...

Y PEDIMOS POR TANTAS PERSONAS QUE ESTÁN PASANDO POR DIFICULTADES...

PARA ESO Y BACHILLERATO:

LEEMOS LA NOTICIA DE ARRIBA...

Y, DESPUÉS, ESTA REFLEXIÓN.

TANTOS DESIERTOS.

Este fin de semana recé con el texto de la llamada de Dios a Moisés, que desde la zarza le encomienda una difícil misión: sacar a su pueblo de Egipto. Aquello no iba a ser fácil: habrá que resistir ante los egipcios, esperar a que sean ellos los que tengan que desistir y, finalmente, dejarlos ir. Pero lo logran: Moisés, de la mano de Dios, consigue sacar a su pueblo de la tiranía del faraón. Por delante: 40 años de desierto. 40 años… ¡casi nada!

Esto me recordó a ese niño ucraniano que recorrió 1000 km, con un teléfono apuntado en su mano, en busca de un futuro sin bombas ni destrucción. Respecto a él, el otro día vi la feliz noticia (menos mal, una buena noticia) de que por fin se había reunido con su madre. Todo un desierto por delante, esta vez con final feliz. Y como él, tantos y tantos que van atravesando ese desierto plagado de peligros, buscando la huida de una vida amenazada continuamente, con la esperanza de una «tierra prometida» que no es otra que un techo, un colchón, comida y protección.

Son tantos los desiertos que atravesamos a lo largo de nuestras vidas… Algunos son desiertos silenciosos, callados, que transcurren no solo externamente, sino también, sobre todo, internamente. Desiertos áridos, indeseados, no buscados, insoportables, a veces infinitos. Explanadas áridas abiertas ante nosotros; dudas que nos asaltan; becerros de oro a los que intentamos aferrarnos; maná que cae del cielo a modo de consuelo temporal; protestas y arrepentimientos por haber dejado lo que parecía, quizás no una vida plena, pero sí una vida en la que uno al menos podía saber lo que le esperaba y a qué atenerse.

Sin embargo, cuando se decide emprender ese camino, cuando se da ese primer paso sobre tierras tan inhóspitas, sí es verdad que no hay vuelta a atrás. Quemas tus naves y destruyes puentes de retorno, porque sabes que el desierto te cambia por dentro. Ya nunca serás la misma persona, pues el desierto es el encuentro con uno mismo; simboliza el límite en el que eres capaz de ver lo que importa, lo que añoras, lo que de verdad te llena…En definitiva, en el desierto te topas con el verdadero yo, el verdadero tú, con la vida al desnudo…y también con Dios.

Moisés no saca a su pueblo prometiendo una rápida solución a su estado. Solo tiene una promesa de parte de Dios y una confianza plena en Él. Así es como se atraviesa un desierto: cargados de fe y confianza, como lo hizo el niño ucraniano del que hablé antes. Sabiendo que el final no será inmediato, que los oasis serán esporádicos, que la sed abunda, que el calor asfixia y el cansancio parece ganarte la partida. Pero, por lo menos en lo que a mí respecta, siempre me ha merecido la pena. Y esto por experiencia lo digo y no porque quede bonito como final a este texto que escribo. Miro atrás y soy capaz de ver la presencia de Dios guiándome, sutil pero firme, a su ritmo, que no es el mío ni el de ninguno de nosotros (y eso que ya nos gustaría).

Ojalá los desiertos que a muchos les toca atravesar hoy (los de los corredores humanos, los exilios forzados y, también, los retos vitales que llegan sin avisar) sean desiertos acompañados, que fortalezcan por dentro sin endurecer el corazón y donde la esperanza sea siempre bastón y meta.

Almudena Colorado

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