UN CIRCO CON DOS PISTAS



F. Javier Blasco, coronel (r)

12 de abril de 2024

 

Desde que recientemente el mundo ha perdido no pocos de sus tradicionales papeles y hasta, en muchos casos la cabeza, debido a las abultadas, absurdas y omnipresentes leyes -como podría ser el caso de la exagerada concienciación individual y colectiva sobre la protección animal- nuestras vidas han cambiado mucho y han afectado bastantes aspectos de ellas, modos o maneras de vida y sobre todo, a nuestros comportamientos.

En el caso concreto de los animales, sus leyes afectan al concepto de mascota, los negocios de estas, locales para su cuidado o atención sanitaria y hasta diversos tipos de divertimento en los que la atracción principal corría a cargo de estos, tal y como era el caso del legendario y siempre presente espectáculo, conocido como ‘el circo’.

En esta situación y como viene siendo un comportamiento habitual, el ser humano evoluciona y se adapta rápidamente a los acontecimientos para cambiar las cosas de tal modo y manera, que los objetivos principales, el espectáculo y la diversión queden aseguradas y en poco tiempo, ya hayamos olvidado la total ausencia de los animales en las pistas circenses.

Ahora, en la mayoría de los países civilizados hay circos basados en diversos tipos de espectáculo de habilidad, malabaristas, equilibristas con gran riesgo personal o, lo que es más mayoritario, grandes buenos y malos humoristas.

En España también ocurre lo mismo, pero no solo en dicho mundillo; nuestros políticos, la mayoría aprendices de brujos, y muy dados a la pantomima, el engaño y la exageración han encontrado en ese tipo de espectáculos su modus vivendi, el ambiente en el que esconderse, engordar y si es posible afanar lo que se pueda gratis total y casi siempre, representando un papel de bufón o fuera de contexto a la menor ocasión que se les presenta o si es que se lo exige el guion.

Así, y debido al inesperado y no bien sospesado auge de la corrupción con las famosas mascarillas de protección individual muy necesarias, sobre todo, al principio de la inacabada pandemia, alguien decidió tirar de la manta y denunciar hechos extraños al sorprenderse ante inusitados incrementos de negocio y beneficio por parte de ‘empresas’, auténticos fantasmas por su permanente inactividad previa y la más que patente o manifiesta lejanía de experiencia en el requerido ramo de este tipo de negocios.

Denuncia, que, si bien inicialmente no prosperó, porque en España todo se tapa y porque nuestra poco eficiente justicia es lenta a rabiar, finalmente su incipiente camino hacia la publicidad hizo que saltaran ciertas alarmas en el PSOE y en el gobierno de coalición con lo que, como de costumbre, se procedió de inmediato a poner sobre el tema un parche, a modo de vulgar chapuza, con la esperanza de que tapara su gravedad y vergüenza.

Chapuza, que consistió en la destitución inmediata del todopoderoso Abalos de todos sus cargos en el partido y gobierno para convertirlo en un diputado de tropa raso porque, a pesar de todo ello y por lo mucho que este sabía del tema y trama, debían cumplirse dos objetivos, proporcionarle un sustento para mantener su apretada y aparentosa actividad personal y familiar y darle la necesaria cobertura legal para que no fuera llamado a declarar por cualquier juzgado de guardia u oficio en manos de un juez o jueza habidos de hacer y aplicar verdadera justicia ante hechos tan graves y reprobables como estos. Paralelamente, se buscó un cabeza de turco, Koldo, el chico para todo e impagable ayudante de Abalos, sobre el que recargar todas las culpas y con ello, dejar a su jefe e instancias superiores a este, libres de toda sospecha, polvo y paja.  

A pesar de todo ello, la menciona argucia no ha prosperado tal como se esperaba en el gobierno y su partido, por lo que llevamos más de tres meses arrastrando públicas y vergonzosas acusaciones y reprobaciones cruzadas entre los dos partidos mayoritarios, incluso en la misma sede parlamentaria. Se han sacado a la luz pública todo tipo de trapos sucios y hasta, como primera derivada de tamaño quilombo, ha entrado en juego la esposa del presidente del gobierno, Begoña Gómez, con una serie de tejemanejes, cartas y reuniones sospechosas o poco dignas como mínimo y unas acciones que apestan a un fétido tráfico de influencias que implican al mismo presidente y a su actividad en los consejos de ministros que preside y donde se aprobaron determinadas y opulentas subvenciones a ciertas empresas que, a su vez o con posterioridad inmediata, esponsorizaban las actividades de su señora.

Como viene siendo habitual en él, el señor Sánchez ha sacado uno de sus siempre eternos comodines, la presidenta de la Comunidad de Madrid y sus relaciones familiares o de pareja; rebuscando entre la sublime mentira, las basuras y las heces e implicando para ello -aunque no tienen punto de comparación ni a simple vista consecuencias para Ayuso- a altas instancias de Hacienda y de la fiscalía. Hechos estos se unen a otros bulos y falsedades sobre la mujer de jefe de la oposición y demás zarandajas traídas a colación por el mismísimo presidente del gobierno o su siempre delicada y bien encarada vicepresidenta económica, aunque pronto se demostraron falsas de toda falsedad. Momento en que desaparecieron sin el menor atisbo de pedir perdón.

Acusaciones y denuncias aquellas otras, que como finalmente han sido elevadas a la justicia, algún día verán la luz en sentencias firmes y sabremos, otra vez más, quién tenía razón al esgrimirlas o al defenderse de ellas.

En cualquier caso, y volviendo al tema que centra este pequeño trabajo de análisis, el follón ya está asegurado. Sánchez necesita mucho humo y más ruido de crispación para esconder su incapacidad de gobernar en esta quebradiza e inútil legislatura, sus oscuras actividades en busca de la perniciosa e inconstitucional Ley de Amnistía y la cesión total ante el prófugo Puigdemont y su camarilla de traidores a la patria, quienes dentro de nada y a no ser que la UE nos salve -tras haber cambiado, a su dictado, el Código Penal y varias leyes importantes más, sus expedientes delictivos- quedarán limpios de toda mancha como si hubieran sido lavados con la lejía más potente.  

Para que todo el montaje anterior ocurra y sea realmente eficaz y efectivo, ha sido preciso montar un circo de dos pistas simultaneas en el Parlamento y el Senado; estamentos dominados respectivamente por unos y otros donde en breves días, se procederá a la puesta en práctica de sendas comisiones de investigación, que como ya todos sabemos, a falta de nuevas inclusiones en la larga serie y más que incompleta lista de citados a declarar, no sucederá nada de relevancia salvo lo dicho, mucho humo y ruido inútil porque en ambos casos, aparte de su inutilidad intrínseca, se han mirado a la cara antes de entrar en combate y parece haber acordado no hacerse un daño grave e insalvable en la cara porque, resulta que en ninguno de los citados listados aparecen los principales actores, a pesar de todo lo que les ha sucedido y de que llevan protagonizando todas las cabeceras de periódicos y telediarios durante los últimos meses.

Un espectáculo propio de un circo donde casi nada es verdad y más bien ficticio, e incluso, en este caso, podría llegar a ser indecente e impropio de democracias liberales en las que se persigue la búsqueda de la verdad, cueste lo que cueste y caiga quien caiga, por mucho que afecte al partido en cuestión o a su mayor adversario político.  

Si está mal que el gobierno monte su circo particular para mantenerse en pie y tratar de derivar la atención, considero mucho más grave, que la oposición entre al trapo, monte su propio circo de forma simultánea para añadir más ruido al ambiente y que en este, además, no incluya toda la carne en el asador, máxime en un momento donde es más que necesario. Igualmente, en el reparto de obscenidades y despropósitos, me atrevo a incluir -como máximo responsable- al público asistente al aquelarre, los ciudadanos; que como siempre, acudiremos al apestoso espectáculo callados y sumisos y dispuestos a divertirnos pero no a pedir responsabilidades a nadie por muchas cosas feas o desdeñables que pudieran salir a la luz y, lo que es peor, tras este montaje seguiremos votando al de siempre, aunque sea con una desgastada por el uso, pinza en la nariz.