LOS POPULISMOS Y LA SEGURIDAD NACIONAL

F. Javier Blasco

5 de septiembre de 2016

El Presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy en su intervención en las sesiones de la primera jornada del G-20 que se está celebrando en China, fue muy contundente sobre los peligros que representan los populismos durante su discurso, en concreto dijo: “los populismos son los grandes enemigos de las reformas estructurales y el progreso y, en consecuencia, del crecimiento económico”.

Frase esta que está repleta de razones y miedos más que fundados en el contexto donde se produjo. Los resultados pasados y recientes que estos obtienen allá donde gobiernan o manosean gobiernos son manifiestamente claros y no dejan duda al respecto.

No quisiera abundar más en los razonamientos y multitud de pruebas sobre el tema, porque su autor tiene mucha razón y no seré yo quien trate de quitársela. Pero, en mi humilde opinión, el Sr. Rajoy se quedó muy corto en sus aseveraciones y pronósticos al hablar de los problemas que encierran los populismos; yo hubiera dicho algo más. Los populismos son un gran peligro, no solo para las reformas estructurales, el progreso y el crecimiento económico, sino que son el peor enemigo para la sostenibilidad de la seguridad nacional y colectiva.

Basta con observar en Europa sus conductas y predicamentos en contra de las políticas de la Unión en general, política económica, necesidad de integración, la validez de los mutuos apoyos y en consecuencia sobre la cooperación y necesidad de una política de seguridad y defensa colectiva. Predicamentos estos, que tienen sus raíces en las proclamas pseudo separatistas o nacionalistas y xenófobas que todos estos grupos defienden en sus barricadas políticas y llevan a las masas de seguidores al auto convencimiento de que viviendo separados por naciones e incluso regiones estaremos mejor. La mayoría predica el aislamiento y el cierre de las fronteras a todo y a todos.

La Seguridad Nacional debe entenderse como el conjunto de esfuerzos que cada nación realiza en aras de conseguir hacer frente a todo tipo de amenaza interna y externa que pueda influir malignamente sobre el territorio patrio; pero siempre, en concordancia o conjunción con los que realizan los aliados y vecinos para así, de forma conjunta, se puedan predecir, preparar y ejecutar las acciones necesarias para disuadir, combatir y anular todas las potenciales amenazas sobre el propio país y que, en lógica consecuencia, puedan tener importante repercusión en la Seguridad Colectiva.

Hoy, en el mundo globalizado y transversal en el que vivimos, no se entiende que nada se pueda llevar a cabo sin pensar en las repercusiones sobre los demás. Las amenazas también son globales y, por lo general, muy poco selectivas; aunque, a veces podamos estúpidamente pensar que los ataques dirigidos contra el vecino, lo son y serán contra ellos y no tienen nada que ver con nosotros. Que nuestros servicios de inteligencia y fuerzas y cuerpos de seguridad están mejor preparados que los otros y por ello, estamos a salvo de las garras del despiadado terrorista.

No es verdad, es una auténtica falacia en la que es muy fácil caer incluso por muchos de los dirigentes políticos, quienes se aferran a este tipo de aseveraciones con la esperanza de conseguir pingües beneficios electorales y mejorar la popularidad entre sus seguidores y disminuir el número de detractores.

No solo los terroristas saben que esto no es cierto, también los populistas lo creen a pies juntillas y ambos esperan agazapados al acecho de que ocurra cualquier desgracia para lograr sus objetivos; sembrar el caos y el miedo entre los cada vez menos informados y más exigentes ciudadanos y aumentar la popularidad entre sus propios seguidores. Aunque emplean diferentes medios, unos y otros tienen un fin común; destruir el orden establecido, romper la concordia ciudadana y derivar las mentes de las personas hacia nuevas fórmulas en las que otras soluciones, las suyas, aparentemente fáciles, nos dirijan al establecimiento de situaciones consideradas como “ideales” por ellos.

Una de las grandes diferencias entre el terrorismo yihadista y el populismo se fija en los caladeros políticos y sociales donde ambos se nutren. Si bien los yihadistas tienen una base en la interpretación extrema de una religión malentendida y tratan de captar a desesperados sociales a los que les prometen la mejor de las condiciones personales en la otra vida, cosa que nunca se puede comprobar; los populistas, sin embargo, ofrecen lo mejor en esta vida, aún a sabiendas que las fórmulas empleadas por ellos siempre han fracasado allá donde se hayan conseguido implantar.

Por otra parte, los populismos tienen cabida tanto en las izquierdas como en las derechas sin distinción de edad, sexo o condición social. Por desgracia son cada vez más patentes los avances de estos movimientos tanto en España como en los países de nuestro entorno político.

No hace falta esforzarse mucho para entender que es lo que está pasando en España con los populismos, nacionalismos, extremismos y separatismos. En este caso, sin tener que recurrir a denostar claramente la inmigración, su potencial político les hace capaces de bloquear las necesidades y exigencias nacionales en los aspectos económico, político y de seguridad nacional y colectiva. Además, arrastran a otros partidos a imitarlos en un inútil intento de contrarrestarlos y evitar ser sobrepasados, sin darse cuenta de que estos irracionales cambios de actitud y pensamiento lo único que producen es que aumente el número de seguidores del original frente a la fotocopia.

En Francia, el Frente Nacional (FN), partido ultraderechista, con una clara oposición a las políticas migratorias aboga por salirse de la Unión, del euro y por el ensalzamiento del chovinismo, herramienta esta que tantos frutos ha conseguido a lo largo de su historia reciente. Su auge y empuje actual y futuro, si no se logra invertir dicha tendencia, es tanto que empiezo a dudar de que ni siquiera la unión entre los principales y tradicionales partidos de izquierdas y derechas sea capaz de contrarrestarles como recientemente ocurrió por los pelos.

En Alemania, país modélico de alianzas, el partido populista de derecha, xenófobo y anti europeo Alternativa para Alemania (AfD) en su debut electoral se convertía este fin de semana en el segundo partido más votado tras el socialdemócrata SPD, sobrepasando a la Unión Cristianodemócrata (CDU) de Merkel en las elecciones regionales en Mecklemburgo-Anteporemania, patrimonio de dicha dirigente, relegándola a la tercera posición. El nuevo impulso del AfD es tan grande que ha sido capaz de absorber la mayoría de los votantes del Partido Nacional Demócrata de Alemania (NPD), partido neonazi que tenía su propio grupo en el parlamento regional y que ayer obtuvo solamente el 3% de las papeletas. Este primer éxito del AfD, abre un claro camino hacia una importante representación del mismo en el Bundestag tras las próximas elecciones generales por dar a entender que ellos solo piensan en Alemania y no son nazis aunque los acojan encantados en sus filas.

De todos es sabido el descalabro de los partidos tradicionales en Austria donde se pelean por un puñado de votos los populistas y los verdes, como mal menor tras los escándalos descubiertos en las recientes elecciones presidenciales.

Para terminar y por no aburrir más sobre otros países del Norte y el Este de Europa, simplemente recordar que el triunfo del Brexit ha sido posible por el impulso de los populistas, quienes no han dudado en recurrir a la exageración, la mentira y las incumplibles promesas sobre las potenciales mejoras sociales. Igualmente, puede ocurrir que para el nuevo año tengamos sentado en la Casa Blanca al Presidente más populista e irracional que haya existido en EEUU; quien sin duda pondrá en tela de juicio el valor específico de la OTAN y el papel que dicho país debe jugar en la Alianza. Dos movimientos que, sin duda, pondrán en jaque el futuro de la Seguridad Internacional y por ende la de las correspondientes naciones que participan en la misma.

El caos; desconcierto; insumisión; desprecio de la Ley; acaparamiento del poder, la Justicia y los jueces y el desprecio por la cooperación entre los pueblos y naciones que inculcan los populismos constituyen, sin duda, el mayor peligro al que se enfrenta tanto la Seguridad Nacional, como la compartida.

Si se abren los eslabones de una cadena, esta pierde su fuerza y razón de ser. Si no lo remediamos, llegaremos a ser tremendamente vulnerables y doy por seguro que los lobos que nos acechan están pacientemente esperando a que esto suceda y así poder caer más fácilmente sobre nosotros.

Si esto ocurriera, la recuperación de la integridad nacional y de los valores que la sustentan, será una tarea ardua, larga y de muy difícil ejecución. Aún estamos a tiempo de que no se pierda definitivamente, pero el reloj del artificio ya está en marcha por lo que debemos darnos mucha prisa para poder pararlo y conseguir que no llegue a explotar con toda su intensidad. El apoyo a los que se encuentran más próximos al abismo es sustancial para no dejarlos caer porque, con toda seguridad, estos arrastrarán al resto del convoy.