INDIGNACIÓN Y VERGÜENZA

J. Blasco

3 de septiembre, 2016

Dos palabras estas que no creo que necesiten ningún tipo de explicación ni tener que recurrir al Diccionario de la RAE para saber de qué estamos hablando. Ayer por la tarde las sentí todas y cada una de ellas al ver y escuchar la patochada de la mayoría de nuestros representantes políticos en la Cámara donde se supone reside la soberanía nacional.

Se celebraba la segunda vuelta de la sesión de investidura del candidato Rajoy, Presidente del Partido Popular, tras haber sido designado por S.M. el Rey para el intento de formar gobierno en España. Todos los dirigentes políticos llegaban con su idea preconcebida y los diputados con la lección aprendida, aunque esta fuera simple; aplaudir a rabiar a sus líderes y saber que botón debían pulsar para no confundirse y poder dar lugar a que saltaran las alarmas de algún cambio de opinión en las órdenes recibidas de sus cabezas de filas.

No ocurrió nada anormal, todo salió como estaba previsto y ninguno se saltó el guion preestablecido ya para la sesión anterior. El candidato subió a la palestra con una última oferta de adhesión del PSOE a la gran oportunidad de favorecer e impulsar los cambios profundos que todos estamos deseando y en aras de impedir que España siga a la deriva. El Sr. Sánchez, quién puede pasar a la historia como la encarnación de Dr. NO, representante del principal partido de la oposición, no solo no se apeó de su manida, incongruente y cansina postura sino que al final de su intervención sorprendió a propios y extraños con una semi oferta de búsqueda de alternativas entre los autoproclamados partidos progresistas (PSOE, Podemos y Ciudadanos). Pablo Iglesias continuó en su barricada, con ningún acierto en su vestimenta y presencia corporal y en la reiteración de oferta al PSOE para unirse a ellos y a todos los grupos nacionalistas y separatistas quienes quieren partir y dividir a España en pequeños cachitos irrelevantes.

Los mencionados grupos nacionalistas y separatistas catalanes, en su búsqueda de una España debilitada continuaron con su guion, cerrazón y postura intransigente en la que siempre resaltan, ¿Qué hay de lo mío? O referéndum separatista, o nada. Los vascos a lo suyo, presumiendo de independencia y de andar sobrados en todos los frentes, como si no fueran conscientes de que en las próximas elecciones vascas tendrán que recurrir al apoyo del PSOE o del PP e incluso de los dos para salvar sus muebles frente a un progreso imparable de los populistas y los amigos de los terroristas en dicho territorio.

De todos ellos, quisiera resaltar la actuación de un tal señor Rufián –me resisto a llamarle Señoría-, en esta ocasión en sustitución del infumable Tardá, quien con su actuación burlesca y empleando un tono mucho más bajo que su compañero hizo honor a la definición que la RAE da a la palabra que coincide con su apellido(Persona sin honor, perversa, despreciable).

He dejado para el final al Sr. Rivera, Presidente de Ciudadanos, quien ya en la primera sesión de investidura de esta segunda legislatura, de momento fallida, al presentar las medidas alcanzadas y pactadas con el PP en medio de una demostración de adanismo y narcisismo sin precedentes anunció la poca “fiabilidad” del candidato Rajoy. Pero ayer se superó a sí mismo dado que, en su discurso supuestamente de apoyo a la candidatura, solicitó el cambio de caballo a mitad de la carrera para poder contar con su postura en lo sucesivo.

La falta de coherencia y de talla de este “joven” político es sorprendente; ya lo vengo anunciando en otros artículos sobre el tema, pero ahora creo que ha llegado al sumun. No solo ha demostrado ser lo que coloquialmente se conoce como un “chaquetero” (Persona que cambia de ideas, especialmente políticas, por intereses propios) al pactar con todo el que se le pone a tiro sin importarle sus ideas, sino que ayer se mostró como un moderno Judas al poner “de vuelta y media o como hoja de perejil” al que se suponía que estaba apoyando.

Nunca puede esperar tanta falta de seriedad y de coherencia en una persona quién en la primera sesión de esta investidura confesó que aspira algún día en llegar a ser el Presidente del Gobierno de todos los españoles. Insisto en lo ya dicho en otras ocasiones, compañeros de viaje como este y sus secuaces, es mejor no tenerlos. Personas que han militado en otros partidos en los que no lograron sus aspiraciones, nunca pueden albergar otra cosa más que odio y rencor hacia aquellos que, supuestamente, les humillaron o cortaron sus intenciones.

Ya veremos su predisposición a integrarse o a apoyar el denominado gobierno progresista que le propone el PSOE. Siempre han negado dicha posibilidad, pero tal y como cambian de opinión, todo es posible.

No creo que la imagen dada por Rivera haya sido ejemplarizante ni del agrado de muchos, principalmente de sus votantes quienes en su mayoría proceden del PP, ni por el modo ni por la forma de tratar a quienes con los que, aparentemente, había hecho las paces al acercarse a ellos, e incluso, apoyarles.

Los errores políticos de calado se pagan y supongo que este lo será en gran medida. Ha tirado por la borda todo atisbo de simpatía que hubiera alcanzado en las últimas semanas. La prensa de hoy algo opina en este mismo sentido sobre lo dicho en los párrafos anteriores.

En cualquier caso, los españoles tras esta forzada pantomima nos quedamos con varios palmos de narices; no importan las amenazas políticas, económicas, la pérdida de prestigio y las acuciantes necesidades sociales de muchos millones de españoles. Cada uno a lo suyo con sus tácticas y esperanzas puestas en las nuevas elecciones de las que todos imaginan que saldrán beneficiados a costa de su enemigo directo.

Por último, dentro de este simple análisis político, creo que debo resaltar la total incongruencia de aquellos que sucesivamente han perdido apoyos y, sin embargo, solicitan la cabeza del que, no solo les ha superado, sino que ha incrementado los suyos personales. Permítanme decirlo, yo no entiendo nada.

Mucho me temo que España seguirá descabezada, sin gobierno y con lo que ello implica en lo referente a la falta de presupuestos, disminución de las inversiones internas y externas, multas por incumplimientos anteriores y futuros, total degradación de nuestra incipiente recuperación económica y del prestigio exterior. Dejaremos de ser alguien en el mundo cercano y algo más lejano; pronto seremos el hazmerreír de todo país serio, si es que no lo somos ya.

En todo caso, y en el hipotético supuesto de que triunfara la potencial propuesta de formar gobierno entre socialistas, Podemos e independentistas y separatistas las consecuencias serían aún más graves para España y los españoles y puede, que hasta se haga realidad la frase pronunciada ayer mismo por la Vicepresidenta del Gobierno en funciones “puede que dicho gobierno sea el último en España”. Espero y deseo que no sea así y por si lo fuera, yo ya empiezo a encomendarme a Dios para que me pille en conformidad con él.

Tengo la clara impresión de que todos los partidos políticos y sus jefes a la cabeza ya se han puesto en marcha para la campaña electoral de los próximos comicios vascos y gallegos y, de paso, ya calientan motores para las terceras generales en un año. Ni un atisbo de vergüenza en sus caras ni en sus expresiones; no pasa nada, ellos tienen su buen sueldo asegurado y no les importa que muchos otros sueldos estén en vilo ni que demasiadas decenas de miles de compatriotas acabaran sus contratos el pasado día 31.

En otro orden de cosas, todos e incluso ellos, sabemos que corren mucho peligro demasiadas cosas como nuestra deuda, la famosa prima de riesgo, los ahorros personales, los planes de pensiones, las propias pensiones, los servicios sociales, las inversiones propias y ajenas, el desarrollo cultural, la integridad territorial y sobre todo el prestigio nacional.

Nuestro mundo cercano realmente no está para bollos en estos momentos; la mayoría de nuestros concomitantes lleva a cuestas su propia cruz y todos juntos nos enfrentamos a graves problemas internos y externos como la creciente inmigración descontrolada, las amenazas de países que normalmente pescan en río revuelto, el terrorismo islamista, el crecimiento de los populismos de todo signo en muchos países europeos, el liderazgo emergente de descerebrados o con problemas psicológicos, las reales e irreflexivas separaciones unilaterales como el Brexit y a una nueva y galopante crisis económica que planea sobre todas nuestras cabezas.

Dichos problemas harán que lleguemos a ser aún mucho más irrelevantes para ellos; bastante tendrán con solucionar sus propias circunstancias y no perderán su tiempo en tratar de dilucidar con quien deben hablar por nuestra parte y, desde luego, nunca tomarán en serio cualquier propuesta o postura que salga de esta España al no saber si ella será duradera en el tiempo o aceptada por los sucesivos gobiernos de muy diferente corte y estilo político que pudieran florecer en la arena política.

Por todo lo dicho y por algunas cosas más que me reservo, debo confesar que ayer noche sentí, INDIGNACIÓN y VERGÜENZA del comportamiento y talla de nuestros irreflexivos y cortoplacistas políticos. Sentimientos que hoy se acrecientan por la tranquilidad y pasividad con la que se lo han tomado muchos ciudadanos, quienes parecen aceptar sin pestañear ni protestar que, como poco, iremos a unas nuevas elecciones en diciembre aunque esto suponga aparte de una continua parálisis, otro pellizco importante a nuestra maltrecha economía. Tampoco parecen preocupados por el hecho de que planea sobre sus cabezas el que pude surgir un gobierno irreflexivo y demagogo ni de que nuestros líderes no dan la talla en absoluto.

Todo apunta, a que de haber nuevas elecciones, estas no serán el 25 de diciembre; porque, en eso sí que están todos de acuerdo, no sea que les jorobemos las “merecidas” vacaciones a sus señorías o pierdan apoyos por lo inoportuno de la fecha. Menuda cara.

No me resigno a ser un cordero más que se acerca al degolladero en silencio; este es uno más de mis granitos de arena para contribuir a incrementar, al menos, la reflexión ciudadana para que cada uno actúe más con la cabeza que con el corazón como hasta ahora. Debemos resistirnos a que sigan jugando con nuestra paciencia, sentimientos, nuestro futuro, intereses propios y los de nuestros hijos y nietos. ¿Que España pretendernos dejarles en herencia? Al menos esta, NO.