LOS PRINCIPIOS


F. Javier Blasco, coronel (r)

24 de marzo de 2022

Siempre se ha dicho que el mundo se mueve sobre la base y el mantenimiento de una serie de principios que son absolutamente necesarios para el buen funcionamiento de las personas e instituciones.

La palabra Principios, es un nombre masculino, que tiene dos afecciones principales como: el primer momento de la existencia de una cosa o también, el punto de donde parte, nace o surge una cosa. Definiciones que, aunque parezcan similares o idénticas, no lo son.

Si atendemos a diversos desarrollos sobre la palabra, podríamos llegar a la conclusión de que, en realidad, los principios son aquellas reglas o normas que orientan la acción del ser humano y que definen o modifican las facultades espirituales o morales racionales de la sociedad, de forma individual y también, colectivamente.

En definitiva, se trata de una serie de reglas o preceptos de carácter general o universal que, marcan y definen el conjunto de valores, creencias y normas, que sirven para orientar y regular la vida de una organización, la actitud del hombre en particular y, en gran medida, la del universo en general, en aspectos sociales, morales, políticos, económicos, éticos y de relación.

Un inigualable, archiconocido e incisivo humorista, al referirse a los principios de las personas, en una de sus más famosas representaciones, dijo ‘estos son mis principios, y si no le gustan, tengo otros’.

Frase tan descarnada, con la que dejó bien claro, que, a pesar de suponerse, que los principios deben ser cuasi permanentes en el tiempo y prácticamente inamovibles, salvo por o con ligeros matices, la realidad, dista mucho de ello.

Por desgracia, esto es así y es lo que el actor, aparentemente, quiso satirizar, hay organismos y personas para los que sus principios, inclusive los fundamentales o verdaderos compromisos, no tienen valor alguno ni permanencia en el tiempo; son volubles y cambiantes en función de las circunstancias y, sobre todo, por conveniencias personales.

Es el caso, durante años, de la llamada Comunidad Internacional (CI) y sus Organismos dependientes, que, desde que acabó la II Guerra Mundial y durante mucho tiempo, han venido actuando bajo la influencia de unos enmarcados, fijados, adecuados y consensuados principios éticos, sociales, económicos y morales de forma consecuente sin apartarse ni un centímetro del camino que estos les marcaban a fuego, en negro sobre blanco.

Pero resulta, que últimamente, ante una impertérrita y desnortada sociedad, vemos que vienen apareciendo en escena sucesivos y alarmantes cambios e incluso, el abandono de muchos de aquellos principios que marcaban el comportamiento individual y colectivo de las naciones o de tales organismos.

Cambios de rumbo, que llegan a la renuncia de sus principios o fundamentos y que, normalmente, no encuentran ningún tipo de explicación racional más que la posible existencia de una serie de potentes influencias externas o internas, fuertes disuasiones, agendas ocultas, falta de liderazgos, egocentrismos, conveniencias e incluso infundados o contagiados temores, que, además, ni individual ni colectivamente, gozan de los mínimos y necesarios razonamientos de peso que los justifiquen.

En breve espacio de tiempo, y como consecuencia de las diferentes crisis que reciente y sucesivamente agobian y asolan al mundo, hemos pasado de defender, a toda costa, los valores de la democracia, los derechos de los seres humanos o no y la libertad de los pueblos, a ver, sin inmutarnos mínimamente, que se invadan y masacren a diversos pueblos libres e inclusive, sin declaración de guerra previa o motivo aparente en la mayoría de los casos.

En muchos casos, la CI se limita a contemplar y como mucho, a emitir una inútil e ineficaz condena que se la lleva el viento, aunque se dicte formalmente y por escrito.

A tal respecto, en el caso de Ucrania, se ha ido más allá en las vanas y casi vergonzosas medidas adoptadas; tales como: ‘condenar’ el acto mientras los que condenaban tales vilezas, cerraban las puertas de su protección y apoyo militar directo al oprimido; tomar dubitativas y hasta tardías medidas económicas y comerciales contra el agresor y como única medida medianamente evaluable, proporcionarles unas pocas armas a los sufridos agredidos, aunque para llegar a ello, ‘algunos países muy democráticos todos’, han precisado ser forzados por las circunstancias o a instancias de terceros.

Medidas y ungüentos claramente dirigidos a acallar las conciencias individuales y colectivas de la CI, que apuntan como resultado final de estas a que, irremisiblemente, deben ser aquellos los que luchen en solitario contra el tirano; mientras, de paso, su heroica y numantina actitud, nos defienda o, al menos, aparte la atención o ambición del agresor sobre nosotros.

Hemos visto que todos los principios y medidas de contención del gasto público y privado en el mundo, encaminadas a evitar la deuda y la inflación desbocadas y fuera de toda lógica, se han ido cayendo por los suelos con tal de superar varias crisis que asolan el mundo. Crisis, más o menos provocadas, no vistas y por supuesto, mal combatidas por los responsables de ello.

De forma sistemática y alarmante se vienen incumpliendo los acuerdos, tratados y convecciones que regulan, castigan e impiden la investigación, tenencia, el desarrollo, el uso, o la amenaza de ello, de armas de destrucción masiva o de armamentos que, no perteneciendo a la anterior categoría, producen unos efectos devastadores contra las personas y las cosas.

Todo aquello que se adoptó tras años de discusiones, investigaciones, sesudas y maratonianas negociaciones -aunque a medio gas-, para reducir o atrasar los efectos del cambio climático; simplemente ante la amenaza del posible corte del suministro de gas ruso a Europa, se ha convertido en papel mojado.

Lo que era pernicioso antes, ahora es más verde que una lechuga. Nadie se pone de acuerdo y estamos a punto de regresar, y con más fuerza si cabe, al empleo exhaustivo de centrales nucleares y térmicas a carbón, como ya está sucediendo en países, que hace nada se comprometieron a cerrar todas las suyas de dichos tipos.

La inmigración y los refugiados son dos temas casi tabúes en el mundo; en algunos lugares, se les persigue con saña porque estorban o complican nuestros sistemas sociales; mientras que, en otros, se les ponen tapones y barreras insalvables, a cambio de fuertes sumas de dinero a los países que hacen de sistema de contención y donde se les obliga a vivir de manera poco humana y francamente reprochable.

Sea como sea, en general, nuestro interés y grado de aceptación de estos parias, e incluso las desproporcionadas, volubles y generalmente poco duraderas reacciones de acogida de ellos, que también ocurren, dependen de diversos factores, tales como su lugar de su procedencia, el tipo de conflicto que les ha convertido en sin techo, su raza, religión y ahora, hasta el sexo y la propia edad de los refugiados.

En este punto, en los primeros momentos de cualquier crisis, solemos fabricar verdaderos caladeros de fuentes diversas que facilitan las oscuras maniobras para la trata de blancas y de seres humanos indefensos, como los niños. Además, y conociéndolo, sin ningún tipo de reacción inmediata por nuestra parte; calmamos nuestras conciencias, simplemente, con mirar para otro lado o pensando que ya habrá alguien de bien, que se hará cargo de su cuidado y protección.

El yihadismo se ha convertido en una lacra que golpea al mundo entero salvo, con algunos matices, al continente americano. Está creando una bomba de presión a tiempos en África, como continuación o traslado de su origen en Oriente Medio, donde se les combatió con saña.

Actualmente, no nos queremos enterar de las tropelías que realizan o son capaces de llevar a cabo estos fanáticos religiosos, matones y malhechores; así como de los peligros que, para Europa, principalmente, representa su afán de expansionismo y ocupación de territorios al norte de donde mayoritariamente se encuentran en la actualidad.

A este respecto, no debemos dejar de denunciar nuestro pasotismo cuando, a diario, vemos -como el que mira caer la lluvia tras unos gruesos cristales en una sólida, caliente y bien aislada casa- masacrar de forma cruel y casi total a etnias o pueblos enteros por su raza, ideas políticas o religión.

En España, como no nos privamos de nada, máxime últimamente, tenemos de todo como en botica, debido fundamentalmente a la errática política llevada a cabo por un gobierno minoritario en manos de comunistas, separatistas y filo terroristas, que chantajean constantemente a un presidente del gobierno débil, voluble y centrado únicamente en mantenerse sentado en el sillón presidencial al coste que sea.

Un presidente que se cree más listo que nadie, que basa su política de gobierno en buscar, a toda costa, su supervivencia personal, aumentar su ego narcisista y que suele operar en las decisiones de calado, casi siempre tomadas de forma unilateral, al margen de los principios o preceptos constitucionales, tal y como ha fallado varias veces el propio Tribunal Constitucional o el de Cuentas.

Quien actúa sin tener en cuenta el papel e importancia del Parlamento, culpando a los demás de todo y ninguneando a la oposición o a cualquier colectivo, que él no domina a base de engaños o espurias subvenciones repartidas entre amiguetes, familiares y todo tipo de allegados o corruptos subordinados.

Un gobierno de carácter presidencialista que, a pesar de ser de coalición con los comunistas por su izquierda, les tienen al margen de las decisiones de calado y les contenta y tapa la boca, a base de mantenerlos pisando moqueta y subvencionando sin recato ni decoro los ministerios creados exprofeso para ellos -que, por cierto, no tienen parangón internacional- para, sin duda, tal y como ya es bien notorio, albergar focos de todo tipo de corruptelas y enchufismos.

Alguien que cambia sistemáticamente y a conveniencia de criterio y principios programáticos de gobierno de mucho o poco calado interno y externo y que no se arrepiente de nada de lo que gestiona o decide sea bueno o malo.

Por lo que muestra no afectarle quien, quienes o qué se lleve por delante en decisiones importantes que, además, fueron negadas publica y notoriamente en días u horas anteriores.

Un gobierno, en definitiva, que actúa rayano con la alegalidad democrática, imponiendo sus inventos y parches a base de Reales Decretos y que trata de no rendir cuentas a, ni con nadie.

El narcisismo, la propaganda y el auto bombo personalista, casi de verdadero caudillo, ejercidos por el propio presidente en persona y por un grupo de moldeables y empesebrados ministros, de usar y tirar, son dignos de estudiar, en breve, en facultades de medicina y sociología, amén de las de ciencias políticas.

Son tan extraños y alarmantes, que nadie con algo de juicio, entienda, el que casi transcurrido el primer cuarto del siglo XXI, aún sobrevivan dirigentes, en países considerados como democráticos, que actúen con tanto desprecio a todos y, sin embargo, sigan manteniendo una importante tasa de seguimiento y aceptación popular.

En cuestión de semanas, ha cambiado de criterio en cosas tan importantes como los impuestos, el derecho a la huelga, la financiación del Estado, el cumplimiento total de las penas de aquellos que atacan al mismo, la orientación económica y energética, la política de defensa en el marco nacional y de la OTAN, el papel de ayuda a los damnificados en Ucrania, las relaciones y fuertes lazos internacionales con los vecinos del sur y en el cómo desarrollar, por España, su papel y compromiso contraído con la ONU en 1976 con respecto al futuro de un protectorado español, que durante muchos años, constituyó una provincia española más.

En fin, una lista tan larga que es imposible de enumerar en este trabajo; y que se resume con decir que, tal y como han reconocido y pregonando sus propios muy cercanos ministros, lo que para este personaje era antes blanco como la nieve, ahora, desde que es presidente, es negro como el carbón.

Se nos prometió que, tras la pasada crisis, consecuencia en parte de una tremenda pandemia y que ha costado mas de 100.000 muertos, nadie se iba a quedar atrás y que todos saldríamos mejor y más fuertes.

Dos años más tarde de aquellos anuncios y compromisos, España está económicamente quebrada; con un paro desorbitado y de los más altos del mundo; dependiente para todo de las limosnas europeas; con la luz, el gas y la gasolina más caras que en cualquiera de los países de nuestro entorno y nivel; olvidados de ser invitados a los foros de decisión importantes; con el país paralizado por la huelga en el transporte y en el campo y a punto de que miles de empresas entren en ERTE o sus empleados se vallan directamente al paro.

Y todo, por olvidarse de los principios