INCREIBLE,PERO...

 

F. Javier Blasco, coronel (r)

2 de febrero de 2024

 

Aquellos que me siguen por amistad, porque les gusta mi forma de escribir o la manera de decir las cosas, me suelen criticar, que siempre trato de meter o forzar una “morcilla” en casi todos mis trabajos para hablar o criticar las políticas, las maneras o las formas de actuar de Sánchez; nuestro ínclito presidente, quien cada día que pasa tiene a más gente descontenta, desnortada o simplemente callada por estar vilmente comprados para mantenerlos fieles a una persona y a un marasmo de ideas sin orden, coherencia ni concierto con las que aquel suele jugar.

Pues bien, para evitar que siempre sea así, en esta ocasión prometo que, en este humilde trabajo, solo voy a hablar de él, de sus bandazos, cambios de criterio y de la forma con la que vilmente nos gobierna gracias y a cambio de grandes concesiones a aquellos que odian a España, sus instituciones y estamentos y que son los enemigos más que declarados del orden y el concierto institucional.

Ser un autócrata, puede ser una forma de gobierno o gobernanza que -a algunos y en ciertas o determinadas latitudes y costumbres- les puede funcionar sin problema alguno. Ciertamente, hay países que llevan lustros gobernados por déspotas, autócratas y tiranos, incluso bajo la forma de dinastías establecidas y ancladas en ellos como puede ser en Siria o Corea del Norte o en Rusia y China donde sus dirigentes van camino de lograrlo con gran probabilidad. Lugares, que mantienen subyugados a sus gobernados por la fuerza, el miedo o el engaño al no conocer otra forma de gobierno que les pueda llenar o satisfacer mucho más.

El centro y el sur del continente americano y gran parte del africano o incluso del asiático son caldo de cultivo de estas formas de gobierno, donde las gentes no tienen más remedio que aceptarlo, porque saben a ciencia cierta que la disidencia, no es que esté mal vista o muy criticada, sino que es una forma de pasar a mejor vida con mucha posibilidad.

En cualquier caso, el camino a seguir para llegar a ello, es siempre el mismo; aparecer como el libertador de todas la ataduras del pueblo llamo, el conseguidor del máximo bienestar y aquel que oficialmente lucha por los derechos de los más necesitados para lo que no hay más remedio que derrocar los poderes establecidos, atacar a la banca, la empresa privada y el capital y sumir al pueblo llano en un magma compacto de gente con escasa cultura, idiotizado y super dependiente de la subvención, la dadiva y el favor a cambio simplemente de ser el incondicional seguidor de un visionario, por muy nefasto que este y sus políticas sean de verdad.

Un visionario, al que se le perdona todo, se le entiende aunque sin comprenderle y jamás se ponen en cuestión sus continuos cambios de criterio ni los grandes bandazos en todas y cada una de sus políticas internas y externas y, al que se le llega a adorar como si de un santo o enviado de Dios, se tratara y sin par.

Es muy triste ver que, gracias a una invasión y destrucción progresiva de los medios de comunicación por su compra mediante subvenciones y al haber copado con seguidores o sucedáneos las instituciones altas y bajas y los medios de propaganda oficial del Estado, un pueblo, otrora entregado a su patria -con raíces, ideas y fundamentos basado en la justicia distributiva y equitativa- se convierte, en pocos años, en una masa de sectarios; gente malcarada y dispuesta darlo todo por defender lo que evidentemente a sus ojos y a los de cualquiera, nunca había sido ecuánime, justo, acertado ni cabal.

Sánchez -precedido y últimamente bien acompañado por la labor de su maestro y predicador Zapatero- ha logrado minar y absorber todas y cada una de las instituciones, incluso las más altas de ellas; tiene al Tribunal Constitucional, a la Fiscalía o la Abogacía del Estado y a las cortes subyugadas a su criterio y libre albedrio o conveniencia y siempre dispuestas a aprobar, sin dudarlo, todo lo que él quiera o necesite para mantener su subsistencia en el poder; sostiene una política exterior basada en el engaño, la amenaza, la coacción o el desprecio incluso saltándose los mínimos requisitos legales acordados o protocolarios; pacta incluso con el diablo o peor aún, si ello supone un beneficio personal para su subsistencia; cambia o suprime las leyes a su antojo sin tener en cuenta la opinión de los más doctos estamentos del ramo, quienes son los únicos que realmente conocen los preceptos por los que se rigen unos criterios aceptados, aprobados y mantenidos por la inmensa mayoría de los países e instituciones internacionales a lo largo de la historia durante lustros o incluso más. 

Si algo no le gusta a él personalmente o le va mal para su intención o criterio de supervivencia, lo borra o cambia, sin tener en consideración las repercusiones que dichos cambios legales puedan tener en la marcha de la administración de la justicia, los ataques a la dignidad de los ofendidos o incluso, los daños reales que dichas injustas y/o precipitadas decisiones puedan acarrear.

No pide perdón jamás; él nunca se confunde; si hay un escollo, cambia de criterio o de senda para conseguir sus fines; no se desalienta porque sabe que los caminos a seguir son muchos y diversos; y que, además, puede contar con los apoyos justos y necesarios para llevar a buen término todas y cada una de sus tropelías, atropellos e injusticias de todo orden, tipo, color e intensidad.  

Últimamente las cuentas no le son muy claras ni muy holgadas, por lo que debe caminar sobre un alambre con demasiada frecuencia; aunque, para un funambulista como él, esto no supone un gran problema. Tiene muchos principios y si alguno o algunos no le gustan a su contraparte, los cambia y a seguir funcionando. Se saca conejos de la chistera o ases de la manga a diario sin inmutarse ni asomar un pequeño signo de desaliento, a pesar de que ahora tiene que mostrar con frecuencia su mandíbula excesivamente encajada como símbolo de disgusto; pero, no crean que esto lo hace porque esté disgustado de verdad, sino porque sabe que ello contenta a los que le tienen asido por salva sean las partes y esa impostada figura, de cara a la galería de aquellos, les llena de orgullo y satisfacción, como diría el clásico un día atrás. 

Un farsante, vendedor de crecepelo barato o de humo embotellado en frasquitos de plástico. Alguien que es capaz de defenestrar a quien le ha aupado o mantenido en el poder, si esto se precisa para salvar su tipo o figura. Pero, también, y, muy al contrario, un hombre excesivamente generoso con los suyos acérrimos o meramente mamporreros a los que encumbra en la fama o en puestos de directivos para los que no están preparados ni por asomo, pero que le sirve para crear más estómagos agradecidos al llenar a rebosar sus alforjas particulares durante un tiempo que, en muchos casos, demasiados quizás, se me antoja excesivo o desproporcionado o una barbaridad.  

Una persona chulesca y déspota a rabiar como lo demuestra el contenido de sus respuestas precocinadas, su forma de hablar e incluso la vestimenta que usa y su manera de andar.

Abre un conflicto donde no lo hay, para, inmediatamente presentar una solución, que demás y para más inri, suele ser a cargo de otra administración diferente de la gubernamental. Pero, una vez pasado el momento de impacto mediático, rápidamente se olvida de ellos, pero no los manda a un saco roto o al olvido, los mantiene en la recámara, por si fuera necesario, volverlos a resucitar por segunda, tercera o hasta cuarta vez si fuera menester y le den para jugar.

Aprovecha al máximo y sin pensar en la crisis climática o ambiental, los medios y las capacidades del Estado, aunque sea para uso y disfrute particular, para farutear o para actos de partido que nada tienen que ver con la justificación del empleo de dichos medios, sino de alguno particular.

Además de dar pocas y muy “especiales” ruedas de prensa, no suele atender a ningún tipo de recomendaciones o imposiciones que le llegan por vías internas o externas, criticando o poniendo en tela de juicio sus ideas o resoluciones. Estas, simplemente, no le afectan, él está vacunado contra todo, es inmune y se siente por encima del bien y del mal. Razón por la que dirige sus mandatos de forma personalista y no hay nada ni nadie que le pueda rechistar, porque como diría Alfonso Guerra, el que lo haga, no sale en la foto, ni saldrá. 

Un verdadero autócrata de primera categoría aunque falso en realidad, con grandes rasgos, matices o tendencias a la felonía porque, todo aquello que, en función del cargo que ostenta, realmente debiera defender y que reciente y solemnemente prometió hacerlo, la Patria y su Constitución, son pequeñeces que, como chinas en su camino, le estorban en los zapatos y las quiere dejar atrás porque sabe además, que no hay cosas que ofendan o disgusten más a sus verdaderos socios de legislatura, de quienes, no lo olvidemos, él no es más que un pobre rehén, porque son ellos los que realmente gobiernan, le acosan y aprietan de verdad.