Las Nuevas Cruzadas

F. Javier Blasco

27 de julio de 2016

Llevamos tiempo cavilando sobre cuál es el principal objetivo u objetivos del terrorismo yihadista allá donde se expande y ocupa terreno o en los países que azota en cualquier continente: África, Oriente Medio, Asia y el llamado Occidente. Muchos pensaron que su idea era simplemente la de establecer y agrandar un Califato y volver siglos atrás cuando dominaban muchas tierras y gentes.

Otros pensaban que, como rama escindida de Al Qaeda, solo buscaban la revancha contra los norteamericanos y Occidente por haberles importunado allá por tierras lejanas en Afganistán y Pakistán.

Muchos nos convencimos de que eran el resultado de una mezcla de todo lo anterior más el odio engendrado por las persecuciones a las que se vieron sometidos los sunitas iraquíes tras la ocupación de su país y el giro brutal de la política instaurada en él así como por las consecuencias guerra civilistas del conflicto en Siria.

Solo unos pocos defendían con uñas y dientes que su objetivo final era la lucha contra el Cristianismo y los cristianos, que todo lo demás era accesorio, una excusa o el camino para llegar a dicho punto. Pero, a pesar de sus razonamientos, no les creímos.

Vimos con pavor y por qué no decirlo, totalmente impávidos, las matanzas y masacres de miles de cristianos de todas sus creencias en las tierras ocupadas en aquellos “continentes lejanos” a manos de las diversas facciones yihadistas. En su momento, pensamos que solo su sed de sangre y la buscada expansión del terror sobre sus ya dominados o pendientes de serlo eran los motivos que les llevaban a ello; nos equivocamos totalmente.

Si analizamos el origen y las raíces de este movimiento y quiénes son los verdaderos impulsores del mismo en sus aspectos moral, material y económico nos encontramos que todos ellos son de clara tendencia anticristiana y que abiertamente se oponen y prohíben en sus países cualquier tipo de manifestación distinta a la Ley de Mahoma en sus diversas interpretaciones. Inclusive, muchos de ellos se encuentran embebidos en luchas fratricidas entre musulmanes por el simple hecho de pertenecer a movimientos religiosos de distinta procedencia y creencia.

Como resultado de lo que aparece en numerosas publicaciones del ISIS, llenas de referencias e indicaciones para el cumplimiento de la obligación que tienen sus «mouyaidines» sobre atacar las iglesias católicas, los sacerdotes y sus fieles; nos encontramos que son numerosos los ataques y masacres injustificadas sobre templos y lugares de reunión para el culto, el trabajo y el esparcimiento en gran parte de aquellos confines.

Son tantos, que prefiero no enumerarlos; no solo por no extenderme, sino por no servir de pregón de los mismos y darles pábulo a sus fechorías y “éxitos” alcanzados. Los veíamos como algo incomprensible pero muy lejano, como el resultado de que aquellos pobres infelices tenían la “mala suerte” de habitar en territorios poco seguros y bastante alejados de lo que entendemos como civilizados.

Dese hace poco, las predicaciones yihadistas empiezan a dar sus frutos y los ataques a los cristianos y a sus lugares de culto y reunión también han empezado a aparecer en Occidente. Comenzaron por los judíos en París tras el ataque a la redacción de una famosa revista satírica. Más tarde, supimos de diversos intentos fallidos sobre los católicos hasta que, por fin, se ha perpetrado el ataque en una Iglesia católica francesa con el vil degollamiento del celebrante frente a un reducido número de fieles que asistían a la Santa Misa.

Se habla de intentos de sabotear la JMJ de Cracovia donde el Papa reúne a millones de fieles; jóvenes en su mayoría. Ahora, solo faltaba que se uniera a estos ataques el nuevo aspirante a “Sultán” en Turquía con la aprobación de un decreto por el que el Estado turco confisca los lugares sagrados cristianos en su país y regulará las acciones que en ellos se realicen. Cosa que no se presenta como sangrienta, pero cuyos efectos serán mucho peores al negárseles su libre acceso y la celebración de sus liturgias en un país ya hostil de por sí al cristianismo u otra religión “perversa” y que va de cabeza a la completa islamización.

Resulta extraño que muy pocos medios se hayan hecho eco de este singular crimen contra los derechos humanos y la libertad religiosa en Turquía. La referida noticia solo ha ocupado algunas páginas interiores de los medios en papel; poco o muy poco en los audiovisuales y nada o casi nada en las redes. No hay cabezas cortadas ni derramamiento de sangre y, aunque las consecuencias sean aún mucho peores, esto no es noticia o al menos así lo consideran las editoriales ávidas de multiplicar sus audiencias al resaltar y ampliar los temas verdaderamente morbosos y escabrosos.

Algo parecido ha venido ocurriendo en la pérdida paulatina y el constante ataque a los valores tradicionales en Europa como sus costumbres, fundamentos morales y raíces culturales de todo tipo. Nos hemos olvidado fácilmente de quienes somos, de dónde venimos y de que precisamente es, en el cristianismo donde encontramos los pilares sobre los que se edificó la Europa fuerte que hoy conocemos y que fue el motor de impulsión de grandes imperios y la cuna de muchos derechos, leyes, libertades y, en definitiva, de la civilización que hoy gozamos en varios continentes.

Fueron precisamente estas bases y sentimientos los que, en parte, llevaron a nuestros ancestros a enrolarse en largas y dificultosas campañas que pasaron a la historia con el sobrenombre de “Las Cruzadas”. Los reinos, caballeros y la gleba marchaban juntos a combatir al denominado infiel allá donde se encontrara y a rescatar de sus garras los lugares sagrados. Muchos de aquellos escenarios son ahora la fuente y base de entrenamiento de los seguidores del movimiento yihadista.

No quiero en estas líneas justificar las cruzadas ni entrar a juzgar si estas fueron buenas, justas o necesarias. No comparto muchos de sus fundamentos ni, por supuesto, los nefastos efectos que produjeron sobre aquellas tierras y sus habitantes. El terror y resquemor que sembraron allí fue de tales dimensiones que, tras siglos de que esto ocurriera, aún permanecen en las mentes de sus habitantes como una huella imborrable que se trasmite de generación en generación.

La posterior colonización de aquellos territorios y los efectos desbastadoras de diversas guerras mundiales, regionales o por su independencia también han servido para dejar feas huellas y graves recuerdos en sus mentes y costumbres. Aunque, estoy plenamente convencido que de todo aquello, lo que más daño les produjo fueron los efectos de los múltiples intentos de evangelización de sus gentes. Aunque, también es cierto que, en algunas de sus zonas existen grupos de cristianos más o menos numerosos que subsisten durante siglos a pesar de todos los problemas y persecuciones. Algunos de ellos existen desde los tiempos de Cristo, y por supuesto, mucho antes de que apareciera el primer cruzado o colonizador.

Estos grupos siempre han tenido que crecer, tratar de multiplicarse o al menos subsistir en un territorio totalmente hostil para el cristianismo; pero su arraigada fe, claros sentimientos y fuertes valores han sido suficientes para su permanencia en el tiempo y el espacio.

Las persecuciones sobre los cristianos vienen produciéndose desde los orígenes del cristianismo por la misma Roma. No es la primera vez que el mundo musulmán y otras religiones intentan su erradicación aunque nunca lo han logrado de forma definitiva. Pero, lo que sí queda ahora claro, es que combatirles hasta llegar hasta su total exterminio es una de las principales tareas para los yihadistas.

Por desgracia, estas colonias vienen disminuyendo de forma alarmante en muchos países[1]. Disminución que se produce no solo por las masacres a las que se les somete, sino porque el terror y la presión sobre ellos les impulsa a convertirse en desplazados o en refugiados.

Ahora que la primaria tarea allí está obteniendo muy buenos resultados, los yihadistas han comenzado a poner en práctica la segunda parte de su plan; asaltar Europa al considerarla como la cuna de dicha civilización y como el verdadero responsable de la expansión del cristianismo y por ende, de todo lo derivado de esta corriente que, según ellos, es totalmente contraria a sus preceptos y por ello, se convierte en su enemigo.

Para ello, han planeado llevar a cabo sus peculiares cruzadas. Son totalmente diferentes a aquellas que brevemente comentábamos. Para evitar el combate en campo abierto frente a fuerzas muy superiores en número y armamento, sus cruzados ya no llegan formado masas de ejércitos más o menos organizados; lo hacen de forma aislada y encubierta y/o se basan en el éxito y capacidades de las nuevas tecnologías y gracias a que en muchas de las mezquitas en Europa han conseguido que, durante muchos años, se puedan predicar y expandir doctrinas radicales dirigidas a los muchos desencantados entre las segundas y terceras generaciones de los musulmanes ya establecidos entre nosotros.

Estas personas se encuentran totalmente desarraigas, ya no hablan árabe u otras lenguas maternas, no procesan su religión musulmana, beben alcohol, consumen drogas, comen cerdo y moralmente están destrozados. No se les reconoce en sus países de origen familiar e incluso son rechazados en ellos como europeos de baja estofa. Pero aquí no encuentran su sitio, tienen un difícil acceso a la educación y la enseñanza de calidad. Los trabajos que encuentran se sitúan en los más bajos estamentos y de muy mala remuneración. Socialmente se les rechaza y desconfía de ellos por lo que la mayoría se ven obligados a concentrarse y vivir en auténticos guetos marginales donde la delincuencia, las drogas y la trata de blancas son las únicas herramientas para su subsistencia y escaso o mínimo desarrollo.

Son por tanto, el perfecto caldo de cultivo para su adoctrinamiento fácil y para atraerlos con promesas llenas de falsas compensaciones por su sacrificio personal. No tienen nada que perder y mucho que ganar según sus predicadores; además, ven en estas accionas la forma de vengarse de los malos tratos recibidos desde su nacimiento y primeras enseñanzas. Algunos de los recientes terroristas han declarado públicamente su pertenencia a Europa pero su repudia y disconformidad con el trato recibido.

Por si estos no fueran suficientes, las olas de refugiados, creadas por los propios yihadistas, han sido empleadas como fáciles y efectivos vehículos de penetración en nuestras fronteras gracias al apasionamiento levantado con determinadas y certeras publicaciones de fotos y videos en las redes. La Europa de los valores no se podía cerrar a los necesitados. Aún recuerdo las escenas de acogimiento y creo que todavía subsisten ciertas pancartas de acogida en lugares emblemáticos en varias de las principales capitales europeas.

El Caballo de Troya estaba servido; al pillarnos totalmente desprevenidos, lentos de reacción y decisión, sin planes para el control de los flujos masivos y con muchas presiones internas; las autoridades les dejaron paso libre, muchos de sus guerreros podían llegar fácilmente a Europa sin ser descubiertos; algunos llevan varios años viviendo como refugiados e incluso más o menos integrados y así levantar menos sospechas.

Los resultados de todo esto son tristemente conocidos en las últimas fechas; algunos lo pronosticaban y advertían contra los peligros del excesivo buenísimo, no tener ideas claras ni unificadas y el no hacer las cosas bien. Se dice que las prisas no son buenas consejeras y esto, casi siempre resulta que es cierto.

Ahora, las autoridades europeas se encuentran entre la espada y la pared; ya nadie se acuerda de que fuimos los ciudadanos los que les forzamos a cerrar los ojos, a mirar para otro lado y a adoptar medidas de urgencia que paliaran el sufrimiento de muchos, pero que, al mismo tiempo, facilitaban el camino a algunos de los nuevos cruzados.

A pesar de los titánicos esfuerzos de las fuerzas y cuerpos de seguridad, del ejército y de los servicios de inteligencia, todos no pueden ser controlados porque la mayoría se establecieron a toda prisa y sin ningún orden ni concierto. Pero ahora, todos nos rasgamos las vestiduras y no solo volvemos nuestras caras contra los gobernantes, sino que les abucheamos y seguramente, muchos piensan en no votarles en las respectivas próximas elecciones.

Todo se empieza a perder, porque este caos perfectamente premeditado por algunos, además, ha marcado el punto de partida a movimientos populistas en ambas extremas que precisamente no tienen a gala el respeto a los valores fundacionales y mucho menos, a los que encierra el cristianismo. La mayoría son ateos o agnósticos y solo piensan en sus propios beneficios aunque lo hacen envolviéndose en la bandera de los derechos sociales cuando son precisamente ellos los primeros en incumplirlos y los que buscan y encuentran todo tipo de recoveco legal para saltarse lo que públicamente predican y exigen en sus discursos o mensajes en las redes sociales.

Esto desde luego, es en gran parte la causa o el efecto perseguido por aquellos que tienen por objetivo final acabar con los que predican los valores morales basados en los preceptos del cristianismo. Sus resultados son y serán mucho más destructivos que ir matando sacerdotes o poniendo bombas en las iglesias individualmente. De por sí, estas personas ya se encargan de profanarlas y pintarrajearlas bajo la excusa y precepto del derecho a la libertad de expresión.

Son grupos que ponen todo en duda, incluso los prejuicios sobre el terrorismo. Tenemos muy cerca casos patentes de ello. Siempre aparecen disfrazados de buenísimo y encuentran justificación a los movimientos y actos terroristas pregonando que su lucha y combate con mano dura no es el camino, es el dialogo; un dialogo con alguien que no quiere dialogar. Ideas que, sin embargo, poco a poco van calando en la sociedad y que irremisiblemente nos llevan a cierto tipo de separatismos y nacionalismos que, sin duda, pueden llegar a ser extremos.

De seguir por ese camino, la Europa que conocemos y disfrutamos tiene los días contados; ya empezamos con el Brexit, fenómeno este que pocos analizamos críticamente en lo que respecta a sus orígenes y reales consecuencias. En este sentido, ya despuntan otros movimientos menos llamativos pero no por ello menos importantes como cierto tipo de desconexiones e independentismos.

Por este y otros motivos internos o externos derivados de la transversalidad, la globalización, los avances de las tecnologías, las corrientes de las modas, el acomodo, la pérdida de valores, determinadas actitudes reprochables y errores de la propia Iglesia y el abandono al culto a la verdadera cultura, entre otros, podríamos decir que estamos destruyendo nuestros pilares cristianos y solo nos faltaba un pequeño empujón para que este movimiento y sentimiento sea borrado de forma definitiva. Tengamos por seguro, que los yihadistas están empeñados en proporcionárnoslo.

Así, nos enfrentamos a unas nuevas cruzadas, que emplean diversos medios físicos, materiales y morales y que han encontrado todas las vías para ir destruyendo los valores y principios morales que nos sustentaban desde hace casi dos mil años; quienes, sin duda, todos ellos están basados en el cristianismo. Destruyendo estos en todos los frentes conseguirán sus dos objetivos: acabar con nuestra forma y filosofía de vida y quién sabe, si finalmente terminarán ocupándonos físicamente.

Para evitar esto, además de empeñarnos en una lucha verdaderamente eficaz y definitiva contra los yihadistas en sus lugares de origen; Europa y los europeos debemos tomar conciencia del peligro que corremos, cambiar muchas de las posturas adoptadas previamente, repasar y modificar nuestras leyes y compromisos morales y educativos, establecer un auténtico sistema de inteligencia e información integrado, mejorar en mucho las capacidades, medios y posibilidades de actuación de nuestras fuerzas y cuerpos del orden y luchar política y fuertemente unidos contra aquellos partidos políticos con valores y principios que realmente lo que pretenden es dividirnos y llevarnos al caos y la desesperación.

También, habrá que revisar las leyes de cada país para que se encuentren las vías necesarias para la adecuada integración de los que llegaron en su día y de los que lo están haciendo o por llegar. La exigencia de muchos más controles será más que necesaria y la policía y judicatura deberán tomar más en serio los indicios de que algo no funciona con las personas y movimientos bajo sospecha.

Soy consciente de que todo esto supondrá la pérdida de algunos de los logros alcanzados en lo referente a las libertades individuales y colectivas; pero, debemos entender que, sin llegar a los extremos de Presidente Hollande ni abandonar el barco como alguno ya ha hecho, estamos ante una verdadera situación excepcional y que esta puede mandar al traste, no solo aquellas libertades que podamos limitar o perder por el momento, sino todas ellas e incluso, hasta la propia existencia.

[1] En el último listado mundial sobre persecuciones nos encontramos con estos primeros diez países objeto de las mayores persecuciones: Corea del Norte (92 puntos sobre 100), Irak (90), Eritrea (89), Afganistán (88), Siria (87), Pakistán (87), Somalia (87), Sudán (84), Irán (83) y Libia (79).

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