ESTOY CANSADO

F. Javier Blasco

32 de agosto de 2016

A pesar de haberme prometido a mí mismo pasar de la situación y del debate político para el primer intento de investidura tras las pasadas elecciones, desde ayer por la tarde he asistido con interés morboso a lo que todas las cadenas de radio y televisión nos ofrecen sobre el tema.

Debo aclarar que lo he hecho no por albergar ninguna esperanza de atisbo de solución en el horizonte cercano; no, lo he hecho por escuchar los argumentos de los llamados a dirigir nuestro futuro en España, los representantes en las Cortes de los diferentes partidos Políticos quienes tienen la obligación de elegir al que debe ser el próximo Presidente del Gobierno.

El tono de las intervenciones ha ido creciendo a medida que los señores y señoras diputados y cabezas visibles de los diferentes partidos políticos representados han venido tomando su puesto en la arena política.

Emplear el término arena política, me hace recordar otro tipo de arena, la que se emplea en las pistas de los circos donde los payasos aparecen para alegría y distracción de los niños por la cantidad de sandeces que pronuncian y lo grave que sus gestos interpretan.

Los papeles interpretados por los diferentes actores tragicómicos y a la vez los esperpénticos gestos, pronunciamientos y mamarrachadas de gran parte de ellos han sido los esperados por parte de aquellos que acostumbran a emplear el hemiciclo como una barricada o el escenario montado para la algarada política.

Aunque, hay que resaltar que con el paso del tiempo, estos gestos y pronunciamientos cada vez se suceden con mayor intensidad y van un paso a más allá. Hoy las actuaciones de los independentistas y republicanos, principalmente los catalanes, han alcanzado un clímax mayor. Hemos sido testigos de frases malsonantes, de verdaderas declaraciones de auténtica ruptura y desprecio hacia España, la Constitución y el respeto a la Leyes y las decisiones judiciales. No les importa nada España ni los españoles, solo sus mamandurrias personales y sus beneficiosos envoltorios populistas. Todos estamos equivocados y vamos en dirección contraria, salvo ellos, claro.

Son los únicos que entienden el verdadero sentido de la Democracia; el resto somos unos absolutistas impresentables. Incluso les he oído alegrarse de que su insumisión les llevará a la cárcel porque ello será un mal ejemplo de la imagen de una España democrática. En su afán por alcanzar los pérfidos objetivos perseguidos hasta han ofrecido su apoyo al líder socialista a cambio de que este dé rienda suelta y no obstaculice dichas pretensiones. La pregunta que ahora nos surge es ¿Si cederá Pedro Sánchez a dichos canticos de sirena?

Lo malo que frente a ellos, son muy pocos los partidos capaces de negarse rotundamente y con pleno convencimiento y miles de argumentos y, aunque esta tarea le corresponda al candidato, al menos un atisbo de apoyo en sus fundadas y sentidas réplicas hubiera sido mucho de agradecer por todos aquellos que con independencia de nuestras ideas políticas, creemos en una España unida y sin medias tintas o amaños que solo traen mayores problemas el día de mañana.

Cuánto daño nos ha hecho las amistades de conveniencia y los “favores” pagados a sangre y fuego para los españoles. También aquellos que hicieron por inconsciencia de los que dieron un paso más por pasar a la historia por su originalidad o un buenísimo mal entendido. Ninguno de ellos supo darse cuenta de que todo movimiento independista es insaciable por naturaleza.

El presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy - Imagen Gtres

El amigo Pablo Iglesias ha confundido de nuevo el escenario, desde la apertura con su típica vestimenta, aspecto físico deplorable y gran subida de tono, equiparable incluso a la de una canción protesta rapera de baja estofa y poco contenido. Su originalidad la basa en el hecho de que solo él sabe cómo arreglar las cosas, todo lo tiene previsto y solo hay que seguir sus pasos para convertirnos en los más felices del universo. Hombre provocador como pocos, ha vuelto a retar a las llamadas izquierdas progresistas para crear en un totum revolutum un gobierno de mil cabezas y tendencias con el que retar a todos dentro y fuera de España.

Sus promesas recuerdan mucho a aquellas que se pronunciaron en Grecia hace unos meses y solo han servido para llevar a sus ciudadanos a la mayor de las melancolías, pobreza y desesperación para muchos años.

En los últimos meses he escrito varios trabajos sobre los retos internos a los que nos enfrentamos, amenazas externas de todo tipo y a las pérdidas de prestigio y de inversiones por falta de confianza en nuestros políticos. No quiero repetirlos porque, a estas alturas, son de sobra por todos conocidos. Pero si quiero resaltar lo que acabo de mencionar sobre la creciente amenaza separatista y las “alegrías políticas” totalitarias del representante de Podemos. No obstante a todo ello, todavía persisten algunos en entender que no estamos ante una situación especial, que se necesita de una solución rápida para afrontar dichos riesgos y para cambiar todo aquello que debe ser cambiado para el buen funcionamiento de España y en aras de mejorar nuestras relaciones y posición en el extranjero.

Tal y como estaba previsto, este circo de hoy no ha servido para nada, salvo, para provocar los aplausos y risas de las correspondientes bancadas. Incluso los escasos apoyos recibidos a la candidatura lo han sido con la boca pequeña, llenos de dudas y con amplia expresión de una gran desconfianza. Grave error, porque cuando uno se decide al apoyo, debe hacerlo con plena esperanza en lo propuesto; si no es así, es mejor no hacerlo. Las fobias personales siempre aparecen en los principales actores y con ellas no se llega a ninguna parte, porque no ofrecen sensación de firmeza y compromiso real sino de algo provisional y pendiente de constante y suspicaz revisión y supervisión, cosa que, por cierto, no ocurrió en la fallida investidura de hace unos meses.

Estoy cansado y creo que lo estamos todos; debemos reflexionar sobre nuestro sistema y cambiar nuestra legislación para hacerla más exigente en muchos aspectos. Sobre todo, pienso que en la Cámara de los representantes de la Soberanía Popular no debían tener cabida ninguno de aquellos partidos políticos que tienen como único objetivo romper España o la emplean para hacer apología de reconocidos terroristas. No sé qué hacen allí, no se merecen el escaño que ocupan, ni el sueldo que les pagamos y ni siquiera el derecho a la palabra que nuestra Constitución les otorga.

Estoy cansado de todos ellos y mucho más de la situación que atravesamos; estamos abocados a unas nuevas elecciones, las terceras en un año y mucho me temo que estas no servirán de nada, a menos que los españoles, el pueblo, la gente o los ciudadanos, según sea quien se refiera a ellos, tomen la decisión de arreglar por ellos mismos lo que nuestros “payasos” no saben enmendar.

Espero que en este periodo de dos meses que nos separa de la convocatoria de nuevas elecciones a nadie se le ocurra caer en la tentación de llevarnos a una situación de gobierno multicolor y con graves y diversas tendencias y pretensiones divergentes. España y los españoles no lo aguantaríamos y lo que es peor, cerraremos nuestras puertas a todo tipo de comprensión, apoyo exterior lo que irrefutablemente nos llevará a situaciones peores de las que todos queríamos habernos olvidado para siempre.