EL NOBEL DE LA PAZ


F. Javier Blasco Robledo, coronel (r)

22 de septiembre de 2025

 

Alfred Nobel fue un afamado y polifacético industrial, inventor, escritor y conferenciante sueco del siglo XIX dedicado al mundo del armamento y la munición, que entre otros inventos descubrió la dinamita. Hecho este muy trascendental porque debido a los sufrimientos y numerosas muertes ocasionados por dicho especial invento, decidió que con su herencia y patrimonio se creara una fundación, administrada por el gobierno sueco a perpetuidad, para la entrega de unos premios anuales en reconocimiento a las contribuciones más notables al bienestar de la humanidad en los campos de la física, la química, la fisiología o medicina, la literatura y la paz, para posteriormente ampliarlos también a la economía; que se entregan desde 1901 y son totalmente reconocidos  y codiciados al ser considerados los más prestigiosos en sus respectivos campos.

Fundación y premios que sobreviven en nuestros días y que a pesar de que no siempre han sido muy atinados en su elección y entrega entre los diferentes aspirantes, siguen teniendo un enorme prestigio a nivel mundial.

Todos ellos son importantes, pero el Premio Nobel de la paz, ha sido, es y será de los más renombrados por la repercusión de las acciones de los galardonados en relación con el cumplimiento de los deseos de su instaurador según su testamento que reza textualmente ”otorgados entre aquellos que durante el año precedente hayan trabajado más o mejor en favor de la fraternidad entre las naciones, la abolición o reducción de los ejércitos existentes y para la celebración o promoción de procesos de paz “

Algunas de las concesiones del galardón fueron bastante chocantes y hasta discordantes, como sucedió con el entonces presidente de los EEUU, Brack Obama quien recibió el premio casi como un regalo de bienvenida a la Casa Blanca y fue, sin embargo, el primer presidente estadounidense en terminar dos periodos completos de su mandato manteniendo una ingente cantidad de tropas de su país implicadas en combates directos, intensos y activos en varios continentes.

Diversas fuentes apuntan a que el actual presidente, Donald Trump, también aspira a ostentar dicho privilegio y no son pocas las alusiones, incluso personales, a la posibilidad de ello debido a la existencia de grandes puntos para aspirar a dicho merecimiento, pasando por alto que sus méritos son muy relativos y no tan rápidos ni efectivos, salvo, al parecer, las acciones llevadas a cabo para reducir el tiempo y la capacidad de respuesta nuclear y en misiles de largo alcance iraní y además, mantiene algún que otro litigio candente tanto allende de sus fronteras como cerca de las mismas.

Mientras tanto, aquí en España y cuando los españoles nos encontramos en las altas fases de letargo y de la distracción forzada por la necesidad de ocultar tremendos fallos y graves corruptelas que agobian a nuestro presidente, Pedro Sánchez, él por sí mismo, con ayuda de sus nuevos espadachines o como resultado de los altos y dilatados calores del pasado verano, en la nada desdeñable por larga y lujosa estancia veraniega en la Mareta, aparece una nueva maniobra de distracción  que ha traído a colación Ángel Víctor Torres, ministro de Política Territorial y Memoria Democrática, para proponer nada menos que el Premio Nobel de la Paz para su jefe, Pedro Sánchez.

Como militar retirado que soy, puedo asegurar que me he pasado más de cuarenta años al servicio de España en misiones y destinos dentro y fuera de ella, implicado directa e indirectamente en Operaciones de Paz y en muchos relacionados con la política de la defensa y la democracia para llegar a un punto en el que, superados mis setenta años, pueda discernir y distinguir claramente de qué se habla y de qué se debe hablar cuando alguna persona, medio o institución se refiere a los méritos y esfuerzos en pro de la Paz, o por el contrario, solo vende humo y no hay nada que rascar.

No debemos olvidar que este personaje lleva años enfrentando a los españoles entre sí, que se apoya para formar escuálidos y baldíos gobiernos en vende patrias, herederos de terroristas y separatistas que odian a España y que la esquilman con sus exigencias cada vez mayores y mas frecuentes. Una persona que reconoce y se vanagloria de haber levantado un muro entre los españoles, que ataca a toda aquella persona o región que se le oponga lo más mínimamente o que no trague con sus preceptos; alguien que por interés propio, de la noche a la mañana y sin explicación ni consenso alguno, ha abandonado a los habitantes de una región que durante siglos ha sido parte de España e incluso una provincia más (el Sahara).

En materia de compromiso real y efectivo con la defensa y seguridad mundial, Sánchez incumple los acuerdos de las alianzas a las que pertenece España, llevando a nuestro país a la peor situación de prestigio y fiabilidad de su larga historia como potencia y nación fuerte y amigable. Estamos fuera de todos los foros de enjundia y ya nadie le cree porque no cumple con los compromisos o lo hace tarde y mal o de la forma menos adecuada.

Solo la alta formación y el valor personal de los integrantes de sus Fuerzas Armadas sostienen un cierto hilo de esperanza en que se nos siga reconociendo allá donde participemos, a pesar de los menguantes presupuestos militares, la pérdida de potencial humano y su capacidad de respuesta y la obligada falta de materiales fundamentales para el mando, control y eficaz funcionamiento de nuestros materiales más sofisticados y precisos.

Hecho este último, derivado de su personal y más que enfermizo empecinamiento contra Israel, de tal modo y manera, que puede llegar a influir en el funcionamiento, defensa y existencia futura de un país democrático que, desde su fundación tras la segunda guerra mundial, no ha parado de defenderse de continuos y potentes ataques y acciones terroristas procedentes de los países vecinos y terroristas que le rodean y que incluso, ha enarbolado el banderín de un país, todavía inexistente, para lanzar contra los deportistas internacionales (la pasada vuelta ciclista) a sus engañados y poco versados ciudadanos y a los encubiertos cachorros especialistas el algaradas contra las seguridad y las fuerzas del orden a las que se encargó de atar de pies y manos al más puro estilo de las confrontaciones en Cataluña durante el pasado procés.

En definitiva, una persona que, además de todo los anterior, no es capaz de luchar con todos los medios y capacidades en sus manos en contra los desastres naturales que asolan últimamente a España para así poner en tela de juicio las respectivas de sus adversarios políticos y que ni siquiera defiende, como debe de ser, la total integridad de las mujeres en general y de las perseguidas por sus deleznables acosadores, no puede ni debe hablar de paz porque en su boca suena francamente mal y, por el contrario, debería abandonar su inútil silla presidencial a la mayor rapidez posible y dejarnos tranquilos a los demás.