EL SAHARA ESPAÑOL
F. Javier Blasco, coronel (r)
2 de noviembre de 2025
Con este trabajo quisiera rendir un merecido recuerdo, poner de manifiesto y mostrar mi apego a la evolución de un conflicto, con esperpéntico resultado, que dibuja una historia real tras cincuenta años de tiras y aflojas, engaños permanentes, aderezado con dos decisiones ignominiosas en las que España ha tenido mucho que ver, así como en la alta traición que aparece finalmente como gran colofón de la situación.
Sáhara español (en árabe, الصحراء الإسبانية, al-ṣaḥrāʾ al-ʾisbānīyya) fue una colonia española; que fue transformada en 1884 en la quincuagésima tercera provincia de España con los mismos derechos que las demás –por cierto, muchos años antes de la declaración de independencia y fundación de Marruecos que data del 18 de noviembre de 1956- hasta los fatídicos acuerdos de Madrid del 14 de noviembre de 1975 en los que la abandonamos sin mucha pena y nula gloria aprovechando los últimos estertores de Francisco Franco y la poca experiencia y menor determinación del Rey Juan Carlos I que, por entonces ya había asumido, aunque interinamente, las riendas del Estado español.
Una zona que se corresponde con el actual territorio no autónomo, de momento, denominado el Sahara Occidental, que se mantiene desde entonces en una fuerte y cruenta disputa entre Marruecos, apoyado fuertemente por Francia y EEUU y la mayor parte de los habitantes del territorio en su día, dirigidos por el denominado Frente Polisario apoyado a su vez, por Argelia y Rusia aunque esta en un segundo plano.
Es precisamente este mes cuando corresponde celebrar el cincuenta aniversario de aquella ‘hazaña’ conocida popularmente como la ‘Marcha Verde’ por al que el entonces rey de Marruecos, Hasán II -con fuertes apoyos de sus mejores postores- lanzó sobre el territorio en cuestión unos 350.000 civiles totalmente desarmados para forzar, de este modo poco ético, la salida de las tropas españolas a marchas forzadas.
El hecho y sus prolegómenos me vienen constantemente a la cabeza porque unos meses antes, allá por el mes de marzo del mismo año, los cadetes de último curso del ET en las entonces Academias Especiales de las Armas nos vimos obligados a acortar en cuatro meses nuestra formación como oficiales, en seis meses la siguiente promoción y en un año la consecutiva.
La razón para ello se basada en los análisis de inteligencia militar que ponían de manifiesto la férrea decisión de Marruecos, con el apoyo de Francia y el beneplácito de EEUU, de tomar un territorio de las manos españolas y adherirlo a su corona bien por la fuerza o ‘pacíficamente’ como finalmente ocurrió, aunque también es cierto, que aún quedan algunos flecos por dilucidar.
Como primera premisa estaba la necesidad o posibilidad de tener que cubrir las vacantes de Oficiales subalternos existentes en las unidades allí desplegadas (nunca se encuentran al cien por cien de cobertura) o, las más que probables bajas de estos en caso de enfrentamientos armados en los más que probables conflictos en tales circunstancias.
Como integrante de la mencionada y afectada primera promoción en las academias y ya como teniente de Infantería, en menos de veinticuatro horas, me vi desplazado al territorio saharaui para cubrir una de las vacantes existentes en el Tercio Don Juan de Austria, Tercero de la Legión, ubicado en aquel tiempo en el Aaiún y actualmente en Almería.
Nuestra intensa estancia allí en el territorio sirvió como adaptación a aquel tipo de Unidades un tanto especiales y también al terreno y circunstancias donde desplegaban. Acudíamos en grupos de unos treinta componentes y al mes de nuestra llegada (razón por la que se nos conocía como 'mesinos'), nos repatriaban para ocupar nuestros puestos otro grupo similar, aunque me imagino que por los claros indicios de lo que finalmente iba a suceder, dejaron de realizarse aquellos desplazamientos dos reemplazos más tarde que el mío, aunque si se mantuvo el plan de adelantamiento de las salidas de las academias militares para cubrirse las espaldas si fuera necesario.
La invasión y ocupación marroquí del hasta entonces Sáhara Español supuso no sólo la apresurada salida de las tropas y población española (peninsular) allí residente, sino el humillante abandono de una gran población variopinta que se sentía profundamente española y además, la apertura de un conflicto –incluida una guerra que duró casi dieciséis años entre Marruecos y el Frente Polisario que dejaría sobre el terreno más de 15.000 muertos–. Conflicto, que aún medio siglo después, sigue sin haberse resuelto definitivamente y no tiene visos de que lo haga próximamente ni de forma simple o incruenta.
Una situación esta, que desde sus inicios ha marcado y hoy sigue haciéndolo, las relaciones entre los distintos gobiernos de España y los de sus dos vecinos norteafricanos, Marruecos y Argelia. En cualquier caso y a fuer de ser sinceros, debemos admitir que para muchos españoles y principalmente para los militares que nos prestamos orgullosos a dar nuestras vidas en defensa del por entonces, cuasi improductivo terruño español, la memoria de los tres días fatídicos de la Marcha Verde y el abandono del territorio sigue estando presente en la sociedad española, a menudo en forma y modo de un recuerdo vergonzante y muy traumático que a muchos proporcionó tantos pesares y sinsabores.
Las razones que llevaron a Marruecos y compañía a estos hechos se basan en que varias fuentes abiertas y algún que otro documento desclasificado de la ONU y la CIA, manifiestan que se desconocía o incluso se temía el resultado del esperado referéndum de autodeterminación bajo el amparo de la ONU, que las autoridades españolas habían anunciado en 1974 -con Franco plenamente decidido a ello- para el primer semestre del año siguiente como la primera parte legal y sin atajos del proceso de descolonización de la provincia española.
A lo largo de 1975 los hechos se precipitaron y fundamentalmente la mala salud de Franco quien fue hospitalizado varias veces y el 2 de noviembre el entonces Príncipe Juan Carlos, viajó a El Aaiún para tranquilizar a las tropas españolas, cosa que no consiguió en absoluto. El 3 de noviembre de 1975, Franco cayó en coma por una hemorragia gastrointestinal. El 7 de noviembre, un día después del comienzo de la Marcha Verde, fue trasladado al hospital de La Paz, donde finalmente falleció el 20 del mismo mes sin saber jamás nada sobre el comienzo de la denominada «Operación Golondrina» ideada para el repliegue militar total de la zona, con la que se materializó la más que cuestionable y muy vergonzosa evacuación de los españoles civiles y militares y el abandono de parte de aquel material que no se pudo recuperar ni arreglar por falta de previsión, repuestos o premura de tiempo y no menos importante, de muchas instalaciones en las que, los mismos soldados españoles trabajaban intensamente hasta escasas horas antes de la evacuación.
El Ejército español inició la mencionada operación de repliegue -al parecer previamente pactada por Juan Carlos I- el día 10 y se culminó un mes después. Los acuerdos tripartitos entre los tres países implicados -España, Marruecos y Mauritania- son conocidos como los ‘Acuerdos de Madrid’ de 1975, que final y 'casualmente' se sellaron en dicha capital el mismo día 20 de noviembre de 1975 y pusieron en efecto poner fin de forma definitiva a la presencia y huella española en el Sáhara Occidental. Por aquellos pactos, España se obligaba a ceder la administración del territorio a los otros dos países implicados, marcando el fin de la colonización española y el inicio de su retirada formal, que culminó antes del 28 de febrero de 1976.
Durante las varias décadas de enfrentamientos mantenidos entre Marruecos y el Frente Polisario, España ha mantenido una posición de neutralidad por entender que el conflicto sobre el territorio y su destino final tenía que dirimirse en el seno de Naciones Unidas. Un territorio ocupado y administrado en un 80% por Marruecos –el otro 20% está en manos del Polisario–. Durante todo este tiempo, la ONU ha venido considerando que el Sáhara Occidental seguía siendo un territorio no autónomo pendiente aún de descolonización y que la solución debería ser mutuamente aceptable por todas las partes.
Pero las cosas cambiarían súbitamente cuando en el mes de marzo de 202 el presidente del Gobierno, expresó tácitamente por carta, sin encomendarse ni consultar con nadie –su partido, el resto del gabinete, el Consejo de Estado, el principal partido de la oposición, ni con el Parlamento– al rey Mohamed VI su apoyo a la propuesta de autonomía política para el territorio, que Marruecos había presentado en la ONU en 2007. Las razones que le llevaron a ello son desconocidas realmente, pero cada vez tienen más peso las sospechas y rumores sobre que la inteligencia de Marruecos ha llevado a efecto acciones con el programa Pegasus sobre su propio móvil, el CNI y el de algunos ministros españoles muy cercanos a aquél.
Como guinda que corona el pastel de la ignominia, el pasado viernes, Marruecos se apuntó un nuevo tanto diplomático porque tras ciertas maniobras bastante obscuras, el CSNU aprobó –con 11 votos favorables y que Rusia y China, que se abstuvieran, del derecho al veto– una resolución para la renovación de la misión de la ONU para el referéndum (Minurso) en el Sahara y que, en ella, y por primera vez se privilegiara la citada propuesta de autonomía marroquí sobre la autodeterminación.
Resolución que abre mas el camino a futuros enfrentamientos de diverso tipo entre las mencionadas partes en conflicto en detrimento de su papel de contención de la emigración sobre España, al ninguneo de Marruecos sobre nuestro país, el aumento de la factura de EEUU sobre un país estratégicamente situado en norte de África que le lleven, en su día, a pagar deudas contraídas a cambio de todos estos favores y sobre todo, a dejar más hundida a España en la arena de la defensa y la política internacional donde ya no pintamos nada y, para colmo, solo faltaba que nuestro ínclito ministro de exteriores, hace unos días se bajara ignominiosamente los calzones ante la exigencia de Méjico para que reconozcamos como nación nuestros errores y agravios a su población, olvidando todos los esfuerzos de nuestros ancestros o las inversiones y múltiples acciones variopintas efectuadas durante siglos para apaciguar y más tarde levantar un pueblo sometido a la barbarie de sus convecinos y al ejercicio de usos y costumbres poco recomendables.
Como posdata, me veo en la grata obligación de gradecer al diario La Razón y al periodista Antonio Navarro Amuedo por haber publicado hoy un extenso trabajo sobre este tema que me ha servido de guía y espejo en muchos momentos de mi exposición.