No es tiempo para abrir el melón

F. Javier Blasco

6 de diciembre de 2016

Hace unos días, en este mismo medio, presenté un trabajo sobre el análisis de la situación por la que a mi entender Europa se tambalea; cuyo link adjunto por si el lector no ha tenido la oportunidad de consultarlo anteriormente[1].

Hoy, transcurridos varios de los acontecimientos anunciados en mi anterior trabajo, entiendo que es el momento de hablar sobre el tema que da título a este nuevo trabajo de reflexión y que, claro está, no me refiero a las peculiaridades del Cucumis melo, más conocido como melón. Fruta milenaria cuyo origen se atribuye al viejo Egipto y que proviene de una planta herbácea que se cultiva por lo apreciado de su fruto de temporada estival.

Las frases o expresiones “abrir el, o, un melón” al igual que la de “es un melón por abrir” se emplean en el acervo popular para definir la dificultad de conocer de antemano si algo será bueno o no y como referencia a cuando nos enfrentamos ante la diatriba de probar un melón ya comprado o cuando lo vamos a comprar. Se suele poner en duda, si dicho fruto cumplirá con nuestras expectativas en lo referente a su sabor, dulzor o estado de maduración. En definitiva, el grado de satisfacción de lo que se espera y desea de él.

En los últimos tiempos, en diversos países y regiones del mundo, promovidos por sus respectivos dirigentes políticos, se han llevado a cabo situaciones de poner en un brete a su ciudadanía haciéndoles acudir a las urnas a afrontar una serie de ultimátum a modo de referendos o plebiscitos sobre cosas muy importantes para el futuro de sus vidas y la relación con su entorno.

El referéndum suele ser una herramienta que aunque figura en la mayoría de las constituciones del mundo, afortunadamente, no se emplea con mucha frecuencia porque normalmente las alternativas que presenta son sólo dos, un sí o un no, a lo que el mandatario o su gobierno propone.

Se dice que son muy empleados por los gobiernos dictatoriales para volver a asentar su posición y política, solo y cuando, están plenamente convencidos de que tienen la situación controlada y la garantía de que la apetecida respuesta está completamente asegurada.

También se usan para las grandes decisiones como suelen ser la aprobación de una Constitución nueva o grandes modificaciones en las existentes. En algunos casos, se hace para conocer la voluntad y el apoyo de los ciudadanos ante grandes decisiones de calado cuya adopción o no, puede cambiar el rumbo de una nación o Estado.

Pero últimamente, aunque los últimos se hayan realizado atendiendo a los requisitos expuestos, la mayoría han derivado en graves consecuencias para sus impulsores. De entre los más impactantes recordados podemos empezar por el conocido como referéndum de Quebec del 30 de octubre de 1995; promovido por un fuerte movimiento separatista convencido de representar a una muy amplia mayoría favorable a la separación de la provincia del resto de Canadá. Dicho movimiento fue derrotado por un margen muy estrecho; 50,58% "No", 49,42% "Sí", tan solo 54.228 votos de margen.

En realidad, este referéndum fue el segundo sobre el mismo tema aunque mucho más ambicioso que el primero que fue realizado en 1980 y donde se preguntaba a los habitantes de la provincia si querían cambiar su estatus al de Estado Libre Asociado a Canadá, que también salió negativo.

La valoración de las consecuencias del último referéndum fueron palpables y diversos estudios muestran que, desde que se comenzó a hablar de independencia, la provincia ha sufrido un prolongado declive económico y demográfico. En 2013, el conjunto de Canadá había incrementado su riqueza en un 109% del PIB, frente a un 76,6% en la provincia de Quebec. El problema es aún mayor en el aspecto demográfico; dicha provincia acogía al 28,9% de la población canadiense en 1951, frente al 23,6% en el año de estudio. Siendo dicha tendencia aún más acusada entre los jóvenes por falta de trabajo o la diferente rentabilidad según donde se empleasen[2].

El segundo de los referéndums en orden cronológico a traer a colación lo encontramos en el Reino Unido y se celebró el 18 de septiembre de 2014 para decidir si Escocia debería ser un país independiente. Fue convocado a raíz de un acuerdo entre el gobierno escocés y del Reino Unido. Finalmente, el «No» a la independencia se impuso con el 55,3 % de los votos, frente al 44,7 %. Hubo una participación de 84,6 %, inusualmente alta para una consulta en Escocia.

De haber ganado el «Si» se hubiera puesto a prueba la cohesión del Reino Unido, la moneda, su economía, la seguridad y la defensa del país. El Primer Ministro británico, David Cameron se vio obligado a poner toda la carne en el asador porque, aceptando la propuesta de los independistas escoceses, no fue capaz de prever las consecuencias de una derrota. Inicialmente, confió en exceso en sus posibilidades.

Siguiendo en el mismo orden de sucesión llegamos al 9 de Noviembre de 2014, día en el que se celebró la llamada “consulta Catalana” cuyo resultado de abrumadora mayoría (80,76%) de los votantes por la separación de España, no se tuvo en cuenta por: realizarse de forma contraria a la Constitución española; no ofrecer ningún tipo de garantías democráticas plenas; haberse permitido votar a partir de los 16 años e incluso a los extranjeros con más de tres años con tarjeta de residentes y a los ciudadanos españoles residentes en el extranjero cuya última ficha del padrón fuera un domicilio de Cataluña; poder hacerlo de manera extraña por correo, incluso electrónico con tan solo una identificación electrónica y tener el límite de edad permitido y, porque el proceso participativo admitía sufragios durante varios días (hasta el 25 de noviembre). A pesar de todo lo anterior, la participación fue más baja de lo esperado ya que votaron 2,3 millones de los 5,4 que supone la población que cumplía dichas condiciones en aquél momento.

Las consecuencias de dicha convocatoria han sido nefastas para el desarrollo económico de la región con pérdidas de muchas inversiones, traslados de empresas a zonas más estables del Estado, lograr la calificación de deuda basura a las emisiones de la Generalitat, un enorme incremento de su deuda interna y con el Estado y, con posterioridad, la caída política y destitución de su principal impulsor, el Presidente de la Generalidad, Artur Mas y la casi desintegración del partido político que lo sustentaba. Amén de grandes tensiones con el gobierno español y el resto de las regiones y un agravamiento de las relaciones de Estado.

El siguiente en aparecer en esta carrera de plebiscitos o refrendos es el llamado y conocido como el Brexit de Reino Unido. Una vez más, el Primer Ministro británico, David Cameron, animado por su asfixiante éxito con el tema de Escocia, se embarcó en una problemática aún mayor si cabe; aceptó y apoyó el reto[3]para una consulta sobre la permanencia del Reino Unido en la UE en la confianza de que su posicionamiento a mantenerse en la misma, a cambio de un acuerdo previo con la UE -alcanzado en febrero- sobre diversas prebendas, concesiones y tratamientos distinguidos en diversos temas económicos, restricciones a la libre circulación de personas y trabajadores europeos, la protección de la Libra frente al Euro y la limitación de entrada en sus fronteras de emigrantes y refugiados, se convertiría en un importante éxito personal y político para su país.

Así, el 23 de junio de este año, se celebró la consulta y, aunque las encuestas daban una escasa mayoría a favor de la permanencia y a pesar de los muchos apoyos externos que esta fue recibiendo durante toda la campaña, hasta el mismo Obama se implicó en la misma, el resultado fue negativo con tan solo un 52% del total de los votos emitidos. Cameron se vio obligado a dimitir de inmediato.

Las consecuencias reales de este fenómeno para el país aún no son conocidas del todo, porque su salida está todavía en fase de negociación y según el Tratado de Lisboa tiene un plazo de dos años para que se haga efectiva. Pero, no es difícil de imaginar las consecuencias económicas que tendrá su salida ya que la UE es su primer socio comercial. El 44% de exportaciones británicas van a la UE, que le suministra el 53% de las importaciones. La necesidad de crear un nuevo marco de relación con la UE que deberá ser aprobado por los 27 miembros restantes. Dificultad para mantenerse en un status de Libre Comercio con la Unión. Depreciación de la Libra. Perdidas en Bolsa y posible desaparición total o parcial de la City como centro bursátil europeo. Pérdida de su gran influencia en las decisiones de la Unión en temas de Seguridad y Defensa. Tener que relanzar acuerdos estrictamente bilaterales con EEUU. Posible pérdida de influencia hasta en el seno de la OTAN. Y, como mal menor, pero muy importante para los británicos, está la posibilidad de que el inglés deje de ser la lengua oficial de la UE ya que Francia está presionando para que sea solo el francés el que ocupe dicho lugar.

Con respecto a los daños para la propia UE, destaca que esta pierde el segundo país contribuidor neto (en 2015 fue de 12.900 millones de libras, 16.999 millones de euros). Otras consecuencias económicas por el momento de debilidad que aún atraviesa tras la aún no superada crisis. Perderá peso específico y capacidad de disuasión frente a Rusia y amenazas de otro tipo que se ciernen sobre el Continente. Queda en situación de debilidad frente a las posibles “nuevas relaciones” con la recientemente nombrada Administración norteamericana. Y, será fuente de conflictos, como ya está siendo, con el tema de la arribada de emigrantes y refugiados procedentes de Europa.

El siguiente en la lista es el conocido como el “Acuerdo de Paz entre el Gobierno de Colombia y las guerrillas de las FARC[4]” celebrado el pasado 2 de octubre y que el pueblo colombiano rechazó por tan solo el 50,22% de los votos por considerarlo denigrante para el país y muy favorable para la integración civil y política de los guerrilleros. Otra vez un referendo salió mal, a pesar de cierto apoyo internacional y de que las encuestas eran muy favorables al «SI» de los colombianos.

Como resultado de este plebiscito, se ha tenido que volver a negociar otro acuerdo no tan favorable para los guerrilleros, pero que, aún sin haber sido votado, puede que sea, de nuevo rechazado por los ciudadanos. La popularidad del actual Presidente, Santos se ha visto muy resquebrajada con este hecho y parece que su futuro también queda en entredicho.

Por fin en este largo relato llegamos al 4 de diciembre, día de Santa Bárbara, patrona de los mineros y los artilleros y de la que se dice, que solo se recurre a su intercesión cuando truena. Pues bien, a pesar de estar tronando mucho sobre Europa, los italianos acudieron a las urnas para votar en un referéndum propuesto por su Premier Ministro, Matteo Renzi; por el que de salir el «Sí» pretendía aprobar la reforma de 43 artículos de la Constitución italiana, reducir el número de senadores y tomar una serie de medidas políticas y económicas de calado para el país.

Con una participación masiva y nunca vista en Italia (rozó el 70%); esta vez sí acertaron las encuestas y ganó el «No» por 59,8 %, frente al «Sí» que obtuvo el 40,2. Las razones de ello son varias, muchas de carácter personal por la soberbia de quien llegó al poder desplazando a un compañero de partido y sin pasar por las urnas en una “maniobra de palacio” en febrero de 2014 (el tercero consecutivo en los últimos 5 años) y aunque obtuvo en las elecciones europeas el 40,8% de los votos -un resultado histórico para el Partido Democrático de centro izquierda- ha ido perdiendo apoyos internos y externos tras algo más de 1000 días en el poder por su apartamiento de los problemas reales, determinadas dificultades económicas que atraviesa el país, su profundo cesarismo, numerosas promesas incumplidas, excesivo protagonismo exterior y las drásticas medidas propuestas a un pueblo que mira mucho más por su interés personal que el colectivo.

Tras dicha derrota, Italia se enfrenta a un problema financiero importante para algunos de sus bancos, la necesidad de presentar unos presupuestos asumibles y fiables para la UE, elaborar una nueva Ley electoral –la recientemente impuesta por Renzi ha sido rechazada por el referéndum- y determinar un nuevo gobierno de transición hasta la próxima primavera.

Es paradójico el resumen de la frase pronunciada por Renzi, al día siguiente de la votación «No he logrado llevar el 'sí' a la victoria, quería reducir escaños y la poltrona que salta es la mía. La experiencia de este gobierno termina aquí». Otro dirigente que ha sido víctima de un plebiscito al conseguir aunar en su contra al más diverso espectro político e incluso en sus propias filas.

Del análisis de todo lo expuesto sobre el tema de los plebiscitos o referendos recientes se desprende que muchos de ellos se han llevada a cabo sin fundamentos reales, poca o ninguna necesidad o exigencia fundamentada y perentoria para ellos, escaso estudio de las posibilidades reales de éxito, movidos por apetencias partidistas, provocados por movimientos populistas y algunos solo han obedecido a retos o caprichos personales, a un afán de demostrar o creer que se ejerce el poder sobre su población y sin tomar en consideración que el pueblo es, casi siempre más inteligente, que sus dirigentes.

Hay que tener presente, que aunque las estadísticas señalan claramente el fin de la crisis internacional y la particular de casi todos los países de la UE y que el inicio de una recuperación económica está en marcha y ya da resultados positivos, las sociedades europeas se someten y acongojan ante el miedo a las consecuencias de la globalización, la pérdida de valores éticos y morales, la llegada masiva de extranjeros bajo las formas de emigrantes o refugiados y al terrorismo de origen yihadista. Tienen muy presente las nefastas consecuencias de la inacción de muchos gobiernos ante la crisis, la galopante tendencia a la corrupción generalizada en la mayoría de los partidos, por no decir en todos ellos, y que el grado de liderazgo y competencia de los dirigentes políticos actuales deja mucho que desear.

Pecados todos estos de carácter mortal, de muy difícil perdón por aquel que ha visto reducir su salario, si no ha perdido y no encuentra empleo, que sus hijos, aparentemente, se enfrentan a un porvenir mucho peor que fue el suyo, a pesar de haber tenido muchas más posibilidades para su formación y que muchos de los políticos solo buscan brillar en sus partidos o en los cargos que ocupan en los respectivos gobiernos.

El problema de la poca credibilidad en Europa, en sus organismos y dirigentes se multiplica; así, en Polonia, Hungría, Grecia y Holanda ya se han organizado o se plantean diversos tipos de referendos nacionales con la clara intención de sabotear la política colectiva de la Unión, ya sea aprovechando la oportunidad para no aplicar la ratificación de nuevos tratados o poniendo en duda y menospreciando el valor o la necesidad de implementar diversos tipos de decisiones colectivas nuevas o ya tomadas.

Hoy se pone en duda seguir aplicando las reglas del espacio Schengen, la obligatoriedad de acogida y reparto de refugiados, la necesidad de intercambio de información para garantizar la seguridad; e incluso, se impulsa la idea de creación de monedas propias para abandonar el euro por considerarle el culpable de todos los males; el moderno Satán que nos ha llevado a la perdición. La incipiente iniciativa de crear unidades militares de carácter europeo y de fomentar y aplicar una política de seguridad común serán dos grandes escollos a los que también le saldrán muchos detractores quienes pondrán en peligro cualquier tipo de iniciativa, por nimia que sea.

En Austria se han tenido que aunar las fuerzas de todo un amplio espectro de pensamiento político para evitar con un 53% de los votos que los populistas de extrema derecha se hicieran por el poder y, hoy en la UE se respira con fuerza y mucha alegría, porque en su lugar, sea un partido “Verde” el que ocupe dicha presidencia.

En Francia, los socialistas han cambiado de jinete, sin llegar ni siquiera a unas primarias abiertas y ver quien tenía más méritos para ello. Parece, que el inminente descalabro de la formación, apea a los tradicionales dirigentes socialistas de presentar la más mínima de las batallas. Las revolucionarias políticas y sociales esbozadas por Hollande le han llevado al traste personal. Ya veremos que ocurre en las próximas elecciones generales.

En EEUU, ya todos sabemos, que el populista Trump, disfrazado de republicano, nos traerá de cabeza en los aspectos económicos, políticos, militares e internacionales con toda seguridad y bajo la bandera de su Bandera del país, el cerramiento de sus fronteras a las personas e intercambios comerciales y la autoprotección de sus tradicionales productos, principalmente los energéticos; sin tener en cuenta el largo y tortuoso camino recorrido en Tokio y París para proteger el medio ambiente del globo terrestre. Todo ello, debido a ocho años de políticas buenistas desarrolladas por Obama y su equipo entre los que se encontraba la Sra. Clinton; algunas de ellas rayando con su propia Constitución.

En definitiva y por ir concluyendo; en muchos casos, los plebiscitos y referendos para cambiar sustancialmente las cosas de forma directa (con participación del voto popular) o indirecta (mediante decretos, acuerdos y leyes aprobados por diversos tipos de mayorías) son más peligrosos que verdaderas pistolas cargadas de munición en manos de chiquillos jugando a bandoleros en la calle. Como consecuencia de mala gestión de algunos de ellos, si volvemos a mirar las fotografías de los recientes encuentros de máximos dirigentes mundiales, muchos de ellos, excepto Merkel en Europa, y de momento, han desaparecido de la arena política o, lo harán en breve. No debemos olvidarnos de la cantidad de procesos electorales que tendrán lugar en Europa en 2017 y de las posibles trabas a las que se enfrente el gobierno e España.

Hay que pensar en ello; no precipitarse; sopesar las verdaderas razones y la imperiosa necesidad que nos lleva al cambio; no dejarse presionar por la perentoria necesidad de contar con extraños apoyos de la oposición y combatir los predicados populistas con el dialogo abierto con ellos, no ignorándoles y despreciándoles, como hasta ahora, y desmontando sus falacias con verdaderos razonamientos y propuestas viables y creíbles. Dejarles de lado y no hacerles caso, es una de las mejores formas para que sigan creciendo, como ha venido siendo.

Tareas estas que son exigibles a todo gobierno, pero no solo a ellos. Creo firmemente, que los demás ciudadanos debemos colaborar en la tarea; para esto no hay que cejar ni desanimarse de insistir en que sean los partidos políticos, los medios, los maestros, las tertulias, las relaciones de amistad, las predicas religiosas y la publicación de trabajos o comentarios de reflexión en las redes sociales los que coadyuven en esta tarea.

Si no se reacciona en dicho sentido, puede que, cuando queramos darnos cuenta, sea ya demasiado tarde. No hay más que echar un vistazo a todos los parlamentos y senados europeos quienes están trufados de pintorescos y hasta grotescos populistas. Incluso, en el Parlamento europeo, de los 751 parlamentarios, unos 200 pertenecen a grupos populistas de todas las creencias y la tendencia es la de seguir creciendo.

Escribo este trabajo de reflexión, precisamente el día que nuestra Constitución cumple 38 años; cuando España atraviesa uno de los tiempos más difíciles en lo que a mayorías parlamentarias se refiere, y en el momento en el que, por diversas circunstancias y presiones políticas, la mayoría de los partidos tienen en mente un cambio sustancial de la Carta Magna.

Son diferentes las razones que les impulsan a ello, todos lo piden con cierta vehemencia menos el que sustenta al gobierno. El problema no estriba en que se propongan cambios, la Constitución en sí misma lo permite y regula; este reside en que cada uno de los que lo solicita tiene una visón completamente diferente sobre el alcance y el calado de dicha reforma.

A la vista de lo acontecido en otros escenarios recientes, concluyo que todo cambio sustancial sobre tamaño documento debe ser precedido por una identificación y acotación clara del problema a solucionar, un análisis de los pros y contras de ello, ser realizado por verdadera necesidad popular y con verdadera oportunidad y, sobre todo, con un consenso claro, sincero y amplio para así evitar que la situación nos sobrepase y sea peor el remedio que la enfermedad. Como creo que como estos hechos y circunstancias hoy no se cumplen y, tal y como están las cosas, puede que, en absoluto, sea este el momento más adecuado para abrir dicho melón.

[1] https://sites.google.com/site/articulosfjavierblasco/europa-se-tambalea

[2] http://www.libremercado.com/2013-02-10/la-ruina-independentista-de-quebec-el-modelo-de-mas-1276481768/

[3] Fue una promesa que hizo el primer ministro y líder del Partido Conservador, David Cameron, en el 2013. Cameron necesitaba cohesionar al Partido Conservador ante el avance del euroescepticismo y del populista partido UKIP de Nigel Farage. Con esta promesa electoral ganó las elecciones en mayo del 2015 por mayoría absoluta.

[4] Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia